Bueno...Quería decirles que la historia NO ES MIA, yo solo la adapté. La autora es Camarada Arlette , a la cual le agradezco el a verme dejado hacer la adaptacion...Espero que les guste...
Enero, 2007.
Ese día un diluvio se cernía sobre la ciudad, las gruesas gotas de agua chocaban salvajemente contra el asfalto de las calles y el viento soplaba de una manera amenazadora, haciendo desistir a cualquiera de los habitantes de aquel pequeño pueblo de abandonar sus hogares. O a casi todos; pues una menuda chica caminaba ya empapada y con decisión por la solitaria avenida. La tela de su camiseta blanca se adhería a su cuerpo como una segunda piel y el frío de la lluvia le calaba hasta los huesos haciéndola tiritar.
Debería haberlo sabido, pensó con obstinación mientras apuraba el paso y reprimía un escalofrío. Esas cosas no les pasaban a chicas como ella, aunque se hubiese esforzado por creer que era verdad. Claro, cuando el chico más popular del instituto le había invitado a salir su corazón había dado un vuelco y se había emocionado de sobremanera; pero ahora se reprendía el no dar por sentado que él no llegaría. Pues así fue, nunca llegó.
Mike Newton era rubio, con unos ojos azules de infarto, un perfecto bronceado y un cuerpo bastante ejercitado. El típico sueño de toda adolescente. Y ella… bueno ella era solo Bella. La chica rarita que pasaba sus recreos encerrada en la sala arte haciendo dibujos en su cuaderno. Era una locura que de la nada aquel estereotipo de perfección estudiantil se fijara en ella. Para terminar de hacer que ese día fuese el peor, además de la desmoralización que cargaba de regreso a casa, ahora tenía que soportar una torrencial lluvia que había llegado de la nada a mitad del camino. Se sentía como el ser más estúpido que podía haber existido en toda la historia de la humanidad, y eso era decir poco.
En el momento en que finalmente entró a su edificio, ya su autoestima había sufrido graves daños, al igual que su ropa y posiblemente su teléfono móvil. Intentó escurrirse un poco el agua antes de la llegada del ascensor; pero parecía ser inútil. Quizá se ganara un resfriado gracias a aquella tontería. Mientras estaba dentro lo único que pensaba era que en ese momento necesitaba un buen baño y una taza de leche caliente para olvidar el bochorno de aquella tarde.
Y acabando de colmar su paciencia, el elevador no se paró directamente en su piso, que era el cuarto, sino que siguió de largo hasta el número seis. Bella lanzó una serie de improperios al ver que el aparato no se detenía en donde debía. Todos los vecinos sabían que había que esperar para tomar el ascensor, así que, con mucha razón, le dio una mirada asesina al cobrizo que entraba como si nada. Él le dirigió una sonrisa y marcó el botón de la planta baja. Genial, el sujeto no parecía darse cuenta de que había llegado primero y que por tanto, le correspondía marcar a ella. En otras circunstancias, hubiese optado por ignorarlo, pero en ese momento en el que su humor estaba de los mil demonios, no dudó en hacérselo saber.
― Debe esperar su turno para usar el elevador. Yo he llegado primero, y voy al piso cuatro. ― comentó con irritación, haciendo que el cobrizo le mirase de hito en hito y luego frunciese el ceño.
― Yo… lo siento, soy nuevo en el edificio. ― declaró con expresión culpable luego de un silencio prudente. Bella dio un respingo, era verdad que nunca lo había visto; pero si recordaba la mitad de las caras de los inquilinos sería mucho, así que no se sorprendió.
― Pues bienvenido, ahora sabe las normas.
― Gracias, supongo. ― asintió el chico observándola con diversión.― Parece que has olvidado el paraguas en tu casa.
― No sabía que llovería. ― contestó apretando los dientes y viendo fijamente al techo. Otro vecino entrometido que añadir a la larga lista conformada en ese condominio.
― Entonces, has tenido mala suerte. ―afirmó él con una sonrisa. Bella se encogió de hombros. Al ver aquella silenciosa respuesta, añadió: ― Mi nombre es Edward Cullen
― Mucho gusto. ― murmuró escuetamente sin hacer ademán de tenderle la mano, o facilitarle su nombre. Edward hizo un mohín, visiblemente incómodo al entender que sus intentos por ser agradable no estaban dando resultados.
Las puertas se abrieron unos segundos más tarde y Edward se sintió aliviado de poder alejarse de aquella bomba de malhumor que era su nueva vecina. Murmuró un "nos vemos" y salió a paso rápido de allí, no sin antes dirigirle una última mirada a la chica, que estaba cruzada de brazos con gesto contrariado mientras el agua le escurría por todas partes. Le pareció graciosa la imagen, como un gatito enojado que acababan de intentar bañar; pero no se atrevió a reírse en su presencia.
Y así fue el primer encuentro; en una tarde lluviosa en el mes de enero, sin que ninguno de los dos lo esperase. Él iba camino al conservatorio de Forks, en aquel día que cambiaría por completo su vida. Ella acababa de recibir su primera decepción amorosa, si es que a eso se le podría dar ese nombre. Por supuesto, no imaginaban que la historia apenas estaba por comenzar.
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Febrero, 2007.
Lo acababa de conseguir, luego de todos esos años de esfuerzo por fin lo había logrado. Desde que tenía memoria, dedicarse a la música había sido su única meta en la vida, y ahora que se le presentaba tal oportunidad para continuar sus estudios de piano estaba prácticamente saltando de la dicha. Una beca en el conservatorio de Berlín. Ir a vivir a Alemania. No podía ser más feliz por aquella noticia, pensó para sí mismo. Ahora lo que más desearía sería que ese año pasase rápido, para hallarse en un abrir y cerrar de ojos montado en el avión que lo llevaría a cumplir su sueño.
La nostalgia realmente era una palabra que no abarcaba un significado completo en su mente; había aprendido a dejar de extrañar mucho tiempo atrás, cuando decidió buscar independencia lejos de su familia. Obviamente ese era un paso mucho más grande, no era mudarse de un estado a otro, a unas horas de distancia en auto; sería más bien la consagración de su existencia a la música, una decisión que jamás habría dudado en tomar.
Estaba frente a la puerta de su departamento en ese momento, cuando un veloz sujeto pasó por su lado en el pasillo, rozándolo hasta casi hacerlo perder el equilibrio. Se escucharon un coro de risas jóvenes al instante y a la menuda figura que le había tropezado girándose y encarándole. Los demás murmuraron expectantes cuando se paró frente a él, aquel ermitaño del piso seis siempre les daba de qué hablar.
― Oye, esto… lo siento. ― se disculpó Bella incómoda ante la perspectiva de tener que hablarle de nuevo; nadie se había enterado del embarazoso día del mes pasado.
― No hay problema. ― a él le divertía la situación.
― Invítale a venir con nosotros. ― susurró una de las chicas del grupo al oído de ella, todas estaban deslumbradas ante la presencia del desconocido.
― Edward, vamos a bajar a la piscina. ― a regañadientes, para no quedar como una cobarde frente a sus compañeros, se obligó a decirlo. ― En nombre de todos, estás cordialmente invitado.
Por lo menos, se dijo a sí misma, se sabía el nombre del chico del seis, y eso le daba algo más de respeto como desafortunada embajadora del grupo.
― Ah, qué amables; pero realmente yo no disfruto mucho de…― se interrumpió a mitad de frase, los ojos chocolates que le miraban desilusionado no le dejaron componer una excusa lo suficientemente buena. ― Trataré de bajar, Bella, dame unos minutos para cambiarme.
Todos aguantaron el aire, hasta la propia interpelada. ¡Se sabía su nombre! No recordaba habérselo mencionado el día del incidente del ascensor. De igual forma, ella asintió con indiferencia y se encogió de hombros, porque ahora tenía una imagen que mantener ante los otros. Luego, antes de darse la vuelta, le dirigió una sonrisa de agradecimiento a Edward.
Él solo pudo negar con la cabeza y soltar una risita cuando entró al departamento, ese era un lindo día para salir a tomar sol en Forks.
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Abril, 2007.
Todo había comenzado… bueno, Bella no podía decir desde qué instante había comenzado realmente. A veces pensaba que había sido desde la primera vez que lo vio en el elevador, otras se aseguraba que el hecho de notar como todas sus amigas se derretían por su vecino era lo que le había afectado el psique. El punto, es que su obsesión por Edward no era nada sana.
Ella se jactaba de ser una adolescente, dentro de lo que se puede decir, estable emocionalmente. A excepción del incidente con Mike anteriormente mencionado, nunca había pasado por esa extraña etapa de la revolución de hormonal que normalmente las demás mostraban. Y ni siquiera él lograba alterar su organismo de la manera en que lo hacía el otro, puesto que simplemente había sido una vaga ilusión de colegiala.
Definitivamente era una acosadora experta; se sabía los horarios en los que Edward saldría al conservatorio, en los que solía volver a casa, el supermercado que frecuentaba, y además cuánto tiempo tocaba el piano. Todo eso para… pues la verdad, para nada. Hacía inimaginables hazañas para encontrarle camino a su departamento e intercambiar, a lo sumo, cuatro palabras con él.
No había cosa más patética que una chiquilla enamorada de su vecino, se repetía con obstinación; siendo lo peor que este parecía no caer en cuenta. Bella era discreta y tímida; pero creía que con tanto esfuerzo por arreglarse y verse más atractiva, debería ser algo obvio. Habían sido pequeñas cosas al principio, pero haciendo una vista hacia atrás, la diferencia parecía enorme.
Su cabello, por ejemplo, ya no estaba amarrado en una trenza infantil como había sido su antigua costumbre, lo había sometido a un tratamiento para alisarlo y ahora caía por su espalda cuan largo era. También su forma de vestir había mejorado, porque había pasado de sus extrañas camisetas con caricaturas a prendas que se ajustaran a sus curvas juveniles haciéndola ver todo lo provocativa que se esforzaba por parecer. ¡Y el maquillaje! Dios mío, tanto se había burlado de lo ridículo que era ese gesto femenino.
Es más, hasta sentía llamar más la atención en la secundaria, concluyendo que era buen indicio que muchos de los chicos que antes ni se dirigían a ella antes habían pasado a entablar largas conversaciones con ella. Sonreía mucho y escuchaba poco, solo tenía cabeza para pensar qué palabras había dicho de más o de menos su amor platónico, pues en el fondo, estaba totalmente consciente que para Edward era invisible y de que sería prácticamente imposible que eso cambiara.
La causa hacía que valiese intentarlo, se repetía aquel viernes mientras entraba en el edificio. No lo admitiría, pero estaba de buen humor porque había escuchado una conversación de Royce y Mike a escondidas. Hablaban de ella, hablaban de que les parecía linda y de que Royce pensaba invitarla a salir. Eso le agradaba, hasta podía llegar a pensar que era aquello verdad, aunque siempre se consideraría el bicho raro que preferían omitir.
Por buena o mala suerte, ese día que estaba tan radiante de felicidad se encontró a Edward también entrando en el edificio. Tuvo que reprimir una mueca, iba agarrado de la mano de la muchacha rubia que venía trayendo desde hacía dos semanas. No era tan bonita, se decía Bella con obstinación; podía asegurar que varios días atrás, cuando lucía una falda negra a medio muslo, había detectado rastros innegables de celulitis. Ella no tenía celulitis, ella era mejor; bueno, ver a la chica a su lado le hacía dudar de que realmente fuese así. A esa perra ya la odiaba todo lo que un espíritu celoso podría hacerlo.
― Hola Ed. ― sí, así demostraba frente a su acompañante que tenía algo de confianza con él.
― Hey. ― respondió. ― ¿Qué tal todo?
― Pues, no me quejo. ― se encogió de hombros con simplicidad. ― ¿Te quejas tú?
― ¿Yo? Para nada. ― una mirada de complicidad con la rubia hizo que Bella tensara los músculos.― Oh, por cierto, no te la he presentado pero esta es Tanya.
― Ya…― suspiró incómoda, no podía consentir simplemente que le restregasen en cara no ser lo suficientemente buena para ser la elegida con la que caminase tomado de la mano. ― Mucho gusto.
― Esta es mi pequeña amiga Bella. ― explicó con una sonrisa.
Las palabras habrían de quedar grabadas en ella por toda esa noche, que se la pasaría viéndose frente al espejo y preguntándose qué había de mal en su apariencia para solo ser su pequeña amiga. Estaba acostándose con esa tal Tanya, era claro que no la llevaba a su departamento por otra cosa. ¿La amaría acaso?
Últimamente sus emociones cambiaban drásticamente por cada cosa que decía Edward, que ni siquiera era consciente de lo que le causaba a esa chiquilla. Lloró como idiota y dejó de cenar, mientras se preguntaba por qué rayos tendría que haberse fijado en él.
Bueno. Como verán, me cree una cuenta nueva y voy a comenzar a subir de nuevo mis historias. No se que es lo que pasó con mi otra cuenta que no la pude abrir. Pero bueno. No pude hacer nada y me cree una nueva. Si son mis antiguas lectoras, espero me disculpen el echo de que empecé de nuevo, pero no tuve otra opción.
Voy a actualizar día por medio. Espero seguir recibiendo Reviews.
Sin mas me despido.
