Empecé a escribir esta historia como un epílogo de "Un fin de semana… diferente" y al final se convirtió en una historia más larga que la anterior. Al principio hace referencia a esta, así que si no la habéis leído os invito a hacerlo en:
s/9691848/1/Un-fin-de-semana-diferente
Como la anterior, está situada en la tercera temporada. Espero que os guste.
Capítulo 1:
No es que estuviera nerviosa, es que tenía ganas de terminar cuanto antes. Había tardado demasiado en decidirse, había intentado salvar esa relación, y prolongarla, pero ya no podía más. Definitivamente no se puede alargar lo que no se sostiene, y su relación con Josh hacía aguas desde hacía ya bastante tiempo.
No tenía ganas de conducir así que cogió un taxi, al subirse le vino a la cabeza una imagen de ella y Castle en otro taxi, lo mareada que se sintió y lo que pudo vomitar. Realmente Castle se había portado como todo un caballero, otro cualquiera no le hubiera aguantado la borrachera, pero él estuvo a la altura de las circunstancias. Todavía no tenía muy claro si iba a olvidar lo ocurrido como insinuó en su casa o la iba a estar mortificando una temporada con su absoluta pérdida de control.
Yendo en el taxi empezó a recordar cómo conoció a Josh. Fue durante el verano, ella aún estaba lamiéndose las heridas como un cachorro lastimado. Acababa de romper con Deming por Castle, y este se había ido a Los Hamptons con Gina. Se sentía débil, y dejó entrar en su corazón al primero que fue amable con ella.
Una mañana en Central Park, ella iba patinando y él haciendo footing. Iba distraído escuchando música en su iPod y no la vio venir, se cruzó por en medio de su camino y ella no pudo evitar tropezar con él. Tuvieron una caída bastante aparatosa, pero no les pasó nada grave, algunas magulladuras propias del batacazo que se habían pegado.
-Pero, ¿eres imbécil o qué?, ¿es que no ves por dónde vas?, no puedes atravesarte por en medio de esa manera sin mirar quien viene – le increpó ella pagando con él toda la frustración que sentía desde que Castle se había ido a Los Hamptons
-Lo siento, lo siento muchísimo de verdad, no sé en qué estaba pensando – se disculpó él – ¿Te has hecho daño? – dijo tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse del suelo.
-No, no me he hecho daño – cogiendo su mano para incorporarse.
-Pero al levantarse apoyó mal el pie y se le fueron los patines volviendo a caerse otra vez, esta vez uno encima de otro.
-Pero ¿es que quieres matarme?, ¿te has levantado hoy con la intención de tirar a la primera que se te cruza en el camino?
-Lo siento de verdad, no ha sido premeditado – dijo él, sin poder evitar empezar a reírse ante la ridícula situación.
-No sé de qué te ríes, no le veo la gracia por ninguna parte – dijo ella cada vez más enfadada – además ahora si me he hecho daño – tocándose una herida debajo de la rodilla que empezaba a sangrar.
-¡Vaya!, sí que lo siento, espera que lo vea – se acercó a mirar – no es profundo, no necesitará puntos, solo habrá que desinfectar y poner un apósito. Si quieres nos acercamos a ese quiosco que seguro tienen un botiquín.
-Y ahora me dirás que eres médico – dijo ella de malas maneras.
-Pues si, soy médico, ¿algún problema con eso? – preguntó ya también con un poco de malos modos, estaba empezando a cansarse de aquella tipa malhumorada – ya te he dicho que lo siento, ha sido sin querer, me he ofrecido a curarte, si tienes problemas lo siento, pero no pagues conmigo tu malhumor.
Kate se dio cuenta que se estaba pasando con aquel desconocido, bastante atractivo por cierto, no pudo evitar sentirse un poco molesta consigo misma, por dejar que sus sentimientos la dominasen de aquella manera, así que ahora fue ella la que se disculpó.
-Lo siento, me he portado como una cretina, he tenido un mal día y lo he pagado contigo. Me llamo Kate, ¿me ayudas a levantarme?, pero por favor no vuelvas a tirarme otra vez, mi orgullo no lo soportaría – dijo, esbozando una sonrisa.
-¡Hola Kate!, soy Josh – se presentó mientras volvía a tenderle la mano – espero que no volvamos a caernos. Anda vamos a curarte.
Se acercaron al quiosco, él pidió prestado el botiquín y la curó, luego volvieron a disculparse y se despidieron.
Al cabo de unos días volvieron a encontrarse en el mismo sitio, esta vez los dos corriendo, se saludaron, él le preguntó cómo estaba su herida y empezaron a correr juntos. Luego se tomaron una limonada y a partir de ahí se vieron más días y él terminó invitándola al cine, otro día él la llevó a dar un paseo en moto, y luego fueron a cenar, y así poco a poco fue pasando el verano y ellos empezaron a salir.
Pero Kate sabía que esa había sido la vía fácil. Castle no estaba, ella lo echaba terriblemente de menos, sus días en comisaría eran mucho más aburridos y Josh le hacía compañía. No se veían a todas horas, ya que entre las guardias de él, y los turnos de ella había días que no coincidían, pero cuando se veían era agradable pasar el rato, juntos.
Realmente tenían poco en común, él era un apasionado de su trabajo y le contaba operaciones y casos extremos que habían tenido y como habían salvado al paciente. A veces ella le consolaba si la cosa no había marchado bien y había perdido a alguien. Respetaba el trabajo de ella, pero no le gustaba, ciertamente no entendía que ella tuviera armas y fuese capaz de matar a alguien, aunque este fuera un delincuente y ella disparara en defensa propia, cuando él lo daba todo por salvar una vida.
Y para ella su trabajo de policía era toda su vida. A los dos les gustaba leer, ella adoraba las novelas de misterio, él prefería las que trataban sobre médicos, ella era fan de las novelas de Richard Castle y el autor favorito de él, era Frank G. Slaughter*, a los dos les gustaba el béisbol, ella era de los Yankees y él de los Mets, y así cantidad de cosas, pero a pesar de todo se entendían y pasaban buenos ratos juntos, procurando evitar las conversaciones sobre sus respectivos trabajos, porque a cada uno le aburría bastante el trabajo del otro.
El taxi paró en la puerta de la cafetería, se bajó y entró. Lo vio sentado en una mesa al fondo y se acercó hasta allí. Al verla él se levantó y la saludó besándola en la mejilla. Ambos se sentaron, la camarera se acercó a la mesa y pidieron café. Una vez servido este, comenzaron a hablar.
-¿Estás bien? – preguntó él – intenté localizarte todo el fin de semana, me pasé por tu casa el sábado pero no estabas y como te dejé tan enfadada empecé a preocuparme.
-Si estoy bien, bueno al principio me enfadé bastante, pero ya he vuelto a poner todo en su lugar – dijo ella, omitiendo quien la había ayudado -¿Por qué lo hiciste, Josh?, ¿Por qué desmontaste todo lo que estaba puesto en la ventana?
-No lo sé, realmente me molestó que tuvieses allí todo aquello escondido, nunca me lo contaste, me sentí engañado.
-No estaba escondido, estaba allí, no te lo enseñe porque sé que no te gusta oírme hablar de mis casos, así que nunca se me ocurrió comentártelo.
-Sí, pero este caso es importante, es sobre la muerte de tu madre, eso es distinto, aunque debo reconocer que me pareció un poco enfermizo que tuvieras, bueno que tengas todo allí recopilado.
-¿Insinúas que estoy loca? – preguntó molesta.
-No me malinterpretes, no es eso, solo digo que me parece extraño que dediques a eso tu tiempo libre, es como si estuvieras obsesionada.
-Tanto como obsesionada no, pero es algo que tengo muy presente en mi vida, y hasta que no descubra al asesino de mi madre, sé que no voy a poder parar.
-Bueno, realmente yo creo que deberías descansar de tanto crimen, dedicar el tiempo libre a otro tipo de actividades.
-¿Cómo por ejemplo hablar de aneurismas y bypass? ¿O mejor ver capítulos antiguos de Hospital General?
-A ti te gusta Remington Steele y hablas de crímenes – sonrió él – definitivamente no tenemos mucho en común ¿eh?
-No creo que no, y lo que pasó el viernes me ha llevado a plantearme algunas cosas y creo que esto nuestro no va a ninguna parte Josh. Tú me gustas, me gustas mucho, eres un buen tipo, pero está claro que tú quieres una cosa y yo otra.
-¿Sabes que yo también he estado pensando lo mismo?, me encanta estar contigo, eres guapa, y divertida, pero cuando te pones a hablar de tus casos y tus pistas, me desesperas porque me aburres, como supongo que yo te aburriré a ti cuando te hablo de una operación ¿no?
-La verdad es que un poco si – contestó ella.
-Pero de todas formas, no creo que nuestros distintos intereses sea el problema – continuó hablando él – tu podrías ser astronauta y yo político y si estuviésemos enamorados no nos importaría lo que fuese el otro, pero tú no estás enamorada de mí, ¿verdad Kate?
-Creo que no – dijo ella mirándolo a los ojos – te quiero, eres un buen amigo, me gusta pasar tiempo contigo, pero no te quiero de esa forma.
-No te preocupes, durante este fin de semana he estado pensando mucho y he llegado a la conclusión que yo también te quiero y te aprecio mucho, pero tampoco te quiero como debería de quererte.
Kate casi suspiró de alivio cuando oyó lo que Josh le decía, lo último que quería era romperle el corazón, pero por lo visto él ya tenía tomada su decisión.-
-Al final me he decidido y me voy a Haití, no he podido dejar de pensar en eso, quise que nos diéramos una oportunidad, pero no podía evitar culparte porque en cierto modo sentía que te habías interpuesto en mi camino.
-Vaya, no sabía que te sintieras así, lo siento, en el fondo creo que yo también me sentía un poco culpable por impedirte cumplir tus sueños de salvar el mundo.
-En cierto modo los dos nos dedicamos a salvar el mundo, tú de los malos y yo de las enfermedades.
-¿Cuándo te marchas?
-En esta semana, voy a echarte de menos – dijo él levantándose – ten cuidado y no dejes que nadie te dispare.
-Tú también, ten cuidado por ahí. Por cierto, tus cosas que están en mi casa, ¿qué hago con ellas?
-Como no son muchas, ¿te importaría meterlas en una caja y mandarlas al hospital?
-Claro – dijo ella mientras pensaba en las pocas cosas que él había dejado en su piso, y en que ella aunque había dormido en casa de Josh algunas veces nunca se había decidido ni a dejar allí un cepillo de dientes, como si no perteneciera a ese lugar.
Los dos se abrazaron y se dieron un suave beso en los labios.
-Se feliz Josh – dijo despidiéndose.
-Tú también Kate – respondió él.
Cuando lo vio salir por la puerta de la cafetería sin mirar atrás sintió una gran sensación de alivio, como si se hubiese librado de un gran peso, a la vez que le entraron unas enormes ganas de llamar a Castle y contarle que había roto con Josh. Abandonó el bar, y decidió dar un paseo, hacía una bonita noche de primavera y mientras andaba dejó volar la imaginación.
"¿Lo llamo?, ¿voy a su casa?...Kate, contrólate, a Castle lo verás mañana y ya que estamos los dos libres, pues quien quita que salgamos alguna noche a cenar o al cine, claro si él me invita, que tampoco voy a ir yo en plan desesperada… aunque sí que estoy un poco desesperada… Dios, si hace unos meses me hubieran dicho que iba a estar soñando con una cita con Castle, me hubiera revolcado por el suelo de la risa… bueno y cuando se entere Lanie, porque mañana lo primero que hago es ir a verla, necesito algún consejillo…"
Y así pensando en la estrategia que seguiría para conquistar a Castle sin que él se diera cuenta, llegó a su casa.
A la mañana siguiente lo primero que hizo Kate fue pasarse a ver a su amiga al depósito de cadáveres. Como suponía allí estaba y no precisamente sola, Esposito le hacía compañía, estaban de lo más acaramelados los dos dándose unos besitos. A Kate le dio un poco de apuro interrumpir, pero le urgía hablar con su amiga.
-Ejem, ejem. – tosió un poco para hacerse notar.
-Caramba Becket – exclamaron los tortolitos al verse sorprendidos – podías haber avisado.
-Es lo que intentaba hacer con el "Ejem" "Ejem", siento interrumpiros, pero tengo que hablar con Lanie.
-¿Tenemos un caso? – preguntó Esposito.
-No, ningún caso de momento, son cosas de chicas – respondió Becket – así que si me haces el favor de prestarme a tu novia un rato…
-Toda tuya – respondió sonriente Javier – no nos tratéis muy mal a los pobres componentes del sexo masculino.
-Hablaremos de vosotros con el mayor de los cariños – dijo Becket – por cierto cuando llegue Castle, no le digas que estoy aquí, que espere a que yo llegue.
-¡Huy, huy! ¿será que vamos a hablar del chico escritor? – preguntó interesada Lanie.
Kate se aseguró de que Esposito se hubiera ido antes de responder:
-Justamente de ese, necesito consejo.
-¿Te has acostado con él? – preguntó ilusionada Lanie - ¿Qué tal en la cama chica?, me muero de la curiosidad de saber cómo se porta Castle cuando entra en faena, porque a las mujeres se las lleva de calle vamos.
-No me he acostado con él – respondió Kate con tono molesto por los comentarios de la forense – no estaba libre en ese momento.
-Sí, es verdad, tu chico motero, y sabiendo que tú eres fidelísima, ni se te ocurriría ponerle los cuernos al doctor.
-Bueno, eso quería decirte ya no estoy con Josh, anoche rompí con él, y he pasado el fin de semana en casa de Castle, pero no es nada de lo que te imaginas, así que quita esa cara – no pudo evitar sonreír Kate al ver la cara de sorpresa de su amiga.
-Pero, ¡cuenta, cuenta!, todo del tirón y sin detenerte.
Kate le relata todo lo ocurrido durante el fin de semana, desde el atracón que se pegó en Remy, cuando llegó a su casa y vio lo que Josh había hecho, seguido de su monumental borrachera, y todo lo demás.
-Dios, Kate, ¿de verdad te emborrachaste de esa manera?, ¿y le vomitaste encima al chico escritor?... ¡qué asco! Si me lo llegas a hacer a mí, te retiro la palabra durante una temporada.
-Tal como te lo he contado todo Lanie, Castle me fue a buscar, me llevó a su casa y me cuidó durante todo el fin de semana, ha sido el mejor de los amigos.
-¿Amigo?, ese pobre hombre está enamorado de ti hasta los tuétanos, hija… ¿es que no te das cuenta?, porque todos los demás hace ya tiempo que lo sabemos. Y ahora que has dejado al médico motero no sé qué esperas para tirártele a la yugular al chico escritor.
-No me le voy a tirar a la yugular, si empiezo una relación con él tengo que estar muy segura de lo que hago.
-Si y cuando tú ya estés segura del todo, Castle será un triste anciano con canas, al que tendré que recetarle Viagra porque el pobre hombre querrá cumplir contigo y esperó tanto que se le acabaron las fuerzas. Claro eso si antes no se ha cansado de esperar y se ha largado con otra menos indecisa.
-¿De verdad tú crees que está enamorado de mi Lanie?, yo quiero pensar que sí, pero tenías razón en lo que me dijiste, me da miedo arriesgarme.
-Si te gusta el chico escritor, lánzate a conquistarlo. Eres una mujer inteligente Kate, y sabrás perfectamente si él vale la pena, yo estoy segura de que así es, pero eres tú la que decides.
-Voy a intentarlo, creo que lo invitaré a cenar esta noche, en agradecimiento por lo que hizo por mí durante el fin de semana.
-Buena idea, lánzate a por él... ¡ah! Y no olvides mantenerme informada de todo.
-¡Nos vemos Lanie! – se despidió Kate.
Llegó a la comisaría, con una sonrisa en los labios. Estaba segura de que Castle ya estaría ahí con su café de la mañana. El primer café del día era un Cappuccino,él se lo traía del Starbucks de la esquina, acompañado de un bollo de canela, recién hecho. El resto del día cuando quería café, se lo preparaba en la máquina de café que él mismo le regaló a la 12th.
Llegó hasta su mesa y se sorprendió de no verlo, pero tampoco le extrañó, ella no lo había llamado porque no había ningún caso, decidió esperar a ver si se presentaba algo y empezó a poner al día el papeleo.
Cada vez que escuchaba el ascensor no podía evitar levantar la cabeza y ver si era Castle quien llegaba. Llevaba trabajando algo más de una hora, cuando volvió a sonar el ascensor. No pudo evitar sonreír al ver a Castle, venía muy guapo esa mañana, la chaqueta azul y la camisa celeste que llevaba puestas hacían juego con sus ojos. Le extrañó que no le llevara su café y su bollo, bueno como era más tarde a lo mejor había pensado que ya había desayunado. Pero también le llamó la atención que iba muy serio y en vez de dirigirse hasta su mesa, entró al despacho del Capitán Montgomery.
-"¿Qué habría pasado?" – no pudo evitar preguntarse Kate.
Castle se había sentado en el despacho del jefe y estuvo un buen rato hablando con el capitán. Ella no podía dejar de mirar hacia la oficina. Llegaron Ryan y Esposito y al verla mirar hacia el despacho del jefe, siguieron su mirada.
-¿Qué pasa Becket?, ¿qué hace Castle ahí? ¿Ha pasado algo? – preguntó Ryan con curiosidad.
-Pues sé lo mismo que tú – contestó ella – cuando llegó Castle entró directamente ahí y aún no han terminado de hablar.
-¡Qué raro! – comentó Esposito, ¿será que le ha pasado algo a alguien que él conoce?
En ese momento Castle y el capitán se levantaron de sus sillas, se dieron un afectuoso apretón de manos y el capitán le dio a Castle unas amistosas palmadas en la espalda antes de que este saliera de la oficina. Los tres policías que estaban pendientes de todo intentaron disimular empezando cada uno una tarea como si estuvieran de lo más ocupados. Castle se dirigió a la mesa de Becket y la saludó muy serio:
-Buenos días Becket, ¿podemos hablar un momento a solas por favor?
-Buenos días a ti también Castle, claro que podemos hablar, ¿ocurre algo? – preguntó con tono de preocupación.
Ryan y Esposito no pudieron evitar mirarse entre ellos y a continuación a la pareja que se dirigía a la sala de descanso.
-Papá está muy serio, ¿irá a discutir con mamá?
-Ni idea tío, espero que no se peleen mucho.
En la sala de descanso, una vez cerrada la puerta Kate preguntó:
-¿Qué ocurre Castle?, me tienes preocupada, has llegado muy serio y sin saludar te has metido a hablar con el capitán, ¿ha ocurrido algo grave?
-No, no te preocupes, siento haberte asustado, no ha pasado nada. He venido a despedirme y me pareció lo más correcto entrar a agradecerle al capitán el haber podido estar todo este tiempo en la comisaría.
Al escuchar la palabra despedirse Becket sintió como si una mano le atenazara el corazón.
-¿Has dicho a despedirte? ¿Te vas a algún sitio?
-Me voy a Los Ángeles, Paula me llamó temprano esta mañana, tengo que presentar el nuevo libro, además me han invitado a que supervise el rodaje de la película de Nikki Heat, y bueno, como mi madre no está y Alexis tiene unos días de vacaciones, se viene conmigo y aprovecha para ver a su madre.
-Pero, ¿por qué así de repente? – le temblaba la voz – ¿ha pasado algo?, no sé, ayer no me dijiste nada, estabas normal.
Richard Castle tomó aire y habló:
-Ayer cuando te dejé en tu casa no sabía nada aún del viaje a Los Ángeles. Como te he dicho, Paula me llamó esta mañana. Pero después de este fin de semana que pasaste en mi casa tomé una decisión, la propuesta de mi agente no ha hecho más que facilitarme las cosas.
-¿Y esa decisión es…? – preguntó ella con cierto temor en la voz.
-Poner distancia entre nosotros.
-Pero, ¿por qué? – protestó ella – ¿yo que te he hecho? Ahora seguro que Montgomery me echará la bronca por haberte espantado de aquí.
-No va a echarte ninguna bronca, le he dicho que tengo obligaciones profesionales, y que no me voy para siempre, que solo es durante un tiempo.
-Pero no es cierto.
-Bueno, la verdad es que no creo que vuelva, a no ser que me necesitéis desesperadamente para resolver un caso – dijo sonriendo.
-¿Cuánto tiempo estarás en Los Ángeles?
-Se supone que la gira será de un mes, Alexis piensa que va a ser menos tiempo, pero ya he hablado con sus profesores y como saben que es estudiosa y responsable, no han puesto muchos problemas claro que cuando mi hija se entere me va a matar.
-Bueno y puedo saber que te ha llevado a tomar esta decisión.
-Porque no, total, creo que ya todo el mundo se ha dado cuenta menos tú – sonrió Castle con resignación – me gustas inspectora Becket, me gustas mucho. Es más, estoy absoluta e irremediablemente enamorado de ti, tenerte este fin de semana en casa ha sido un regalo para mí, a pesar de que no estabas en tu mejor momento. Y te mentí cuando te dije que no había visto nada cuando te quité la ropa y te aseé, verte en ropa interior metida en mi cama fue como una fantasía hecha realidad, estabas increíblemente hermosa a pesar de la borrachera que llevabas. Y ya no lo soporto más, sé que tienes una relación y yo respeto eso, ante todo quiero que seas feliz, pero saberte con otro me pone enfermo. No me voy para siempre, volveré dentro de un mes a Nueva York, pero como te he dicho, creo que dejaré de colaborar en los casos, a no ser que me necesites o necesites alguna de mis locas teorías. Ahora puedes dispararme si quieres – relató Castle de un tirón y casi sin coger aire como si tuviera miedo a pararse y no poder terminar.
Becket no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas, no solo porque esa era la declaración de amor más bonita que le habían hecho nunca sino porque después del trabajo que le ha costado reconocer sus sentimientos ante Lanie y sobre todo ante sí misma, solo de pensar que ya era demasiado tarde para intentar algo con Castle la entristeció mucho. Así que se lanzó a decir lo primero que se le ocurrió a ver si evitaba lo que para ella se estaba convirtiendo en una tragedia.
-Anoche rompí con Josh – acertó a decir.
-Lo siento – dijo él – seguro que arregláis las cosas
-¿Lo sientes? – preguntó extrañada ella – pero ¿no acabas de decirme que estás enamorado de mí?, se supone que deberías alegrarte, ¿no?
-¿Y qué quieres decirme con eso? – preguntó él.
-Y diciéndose a sí misma que o se decidía de una vez o se arriesgaba a perderlo para siempre hizo un esfuerzo para vencer sus miedos y le lanzó.
-Que no quiero que te vayas – respondió ella – yo venía dispuesta a invitarte a cenar esta noche para agradecerte lo bien que te has portado conmigo este fin de semana y…
-¿Y?... – la animó él.
-Castle, yo… yo he roto con Josh porque no estaba enamorada de él, realmente nunca lo he estado. Lo conocí durante el verano, después de que te fueras con Gina a Los Hamptons, yo rompí con Deming para darte una oportunidad, iba a aceptar tu invitación, entonces llegaste con tu ex mujer y yo me quedé ahí sin saber qué hacer.
Castle la mira sorprendido.
-No tenía ni idea, te vi besarte con Deming y entones fue la primera vez que me di cuenta que sobraba. Gina se presentó en casa para meterme prisa con el libro, yo me sentía solo y cometí el mayor error de mi vida invitándola a venir conmigo. Mi relación con Gina se rompió hace ya mucho tiempo, nunca debí pedirle que volviera conmigo.
-Yo… – titubeó ella – yo quiero intentarlo, tú también me gustas Castle, pero tengo miedo. Puedes llamarme cobarde si quieres, pero no puedo evitar pensar que podría ser una más en tu larga lista de conquistas y eso me aterra.
-¡Vaya inspectora! – dijo él con tristeza – creía que en estos tres años que llevamos trabajando juntos habías llegado a conocerme mejor. Tú nunca serás una más, significas mucho para mí.
-Y ahora que te he dicho todo esto, ¿no podrías posponer tu viaje a Los Ángeles? – preguntó esperanzada ella.
-No, ya no hay vuelta atrás, pero con lo que me has dicho me das esperanzas para volver, no tengo más remedio que irme porque ya me he comprometido, pero volveré. Creo que nos vendrá bien estar un tiempo separados.
-Ahora no quiero que te vayas, no quiero tenerte lejos de mí, me chinchas continuamente, pero me he acostumbrado a ti y sé que voy a echarte terriblemente de menos – dijo ella con voz temblorosa.
-¡Ey inspectora! – intentó bromear Castle – no se me irá a poner sentimental, siempre pensé que eras una chica dura.
-Es que ahora que por fin reconozco mis sentimientos, con lo que me ha costado, pensé que podríamos intentar algo entre nosotros, salir a cenar o al cine y vienes tu diciendo que te vas y…
-No pensarás que ahora que me has dicho todo esto voy a dejar que te olvides de mí. Ya se me ocurrirá algo para acortar el tiempo de gira, además me encargaré de que me tengas presente todos estos días, además puedes seguirme por Twitter o por mi página Web – respondió Castle con una sonrisa.
-¿Cuándo te vas?
-Esta noche, así que debería irme a preparar la maleta, no creí que me iba a entretener tanto tiempo aquí.
-Adiós entonces.
-Él se acercó a ella y le dio un suave beso en los labios.
-Hasta muy pronto, inspectora, no me olvides.
-Nunca – respondió ella con tristeza.
Castle abandonó la sala de descanso dejando a una Becket ensimismada y tocándose los labios.
Ryan y Esposito que lo habían estado cotilleando todo, pero sin enterarse de nada, se hicieron los tontos. Castle se acercó a ellos y les dijo muy serio:
-No os hagáis los tontos, que no habéis perdido detalle de lo que hacíamos Becket y yo ahí dentro. Venía a despedirme de vosotros.
-¿Te vas tío? ¿Adonde? – preguntó Esposito.
-A Los Ángeles, asuntos de trabajo.
-Pero ¿volverás, no? – preguntó Ryan.
-Claro, cuando menos os lo esperéis estaré otra vez por aquí dándoos la lata.
-Pues que te diviertas, y no trabajes mucho – recomendó Esposito – y cuidado con las tías de allí, que dicen que son muy lanzadas.
-Tendré cuidadito papá – bromeó Castle – portaos bien y tened cuidado cuando salgáis por ahí que ya no está tito Ricky para asustar a los malos.
Y dándoles la mano a ambos detective se dirigió al ascensor y se marchó de la comisaría.
Los dos amigos miraron hacia la sala de descanso donde todavía estaba Becket con cara triste.
-Parece que a mamá no le ha sentado muy bien que papá se vaya a un viaje de trabajo.
-Pero que nada, nada bien.
CONTINUARÁ…
