NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DREAMWORKS CON WILLIAM JOYCE. SOLO ME DIVIERTO AL ESCRIBIR.
¡Hola a todos!
Largo. Ridículamente largo que es este One-Shot. Originalmente iba a ponerlo en mi colección de Abecedary, pero escribía más y más y más y mejor decidí terminarlo y publicarlo aparte. Aquí tienen mis 27 hojas de Word (¿de dónde me salió tanto?) pero estoy aliviada de AL FIN terminarlo (¡fiesta personal! xD)
Este capítulo surgió después de leer una de mis historias favoritas en inglés, Protect. Hay una parte en la que Jack es herido... está siendo traducida al español como Proteger, se las recomiendo. Es una historia hermosa pero a la vez llenísima de angustia y cuando terminé de leerla, me quedé con un montón de sentimientos atorados. Y por medio de éste fic salieron.
Está súper lleno de Drama, Tragedia y Tristeza. Si no les gustan esos sentimientos, ya saben. Al final, creo yo, tiene un lindo final... bueno, algo parecido xD
Sin más preámbulos los dejo con mi orgullo personal. Es el One-Shot más largo que he escrito hasta ahora y probablemente sea el más largo que jamás escriba. Está separado en cuatro etapas, cada una marcada por cuatro citas que acentúan los sentimientos de esa etapa. Espero que lo disfruten y que les guste tanto como a mí =)
¡Muchas gracias por atreverse a ver esta historia!
¡Disfruten!
Child of the Guardians
By
Nefertari Queen
o0o
La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo.
Francois Mauriac
o0o
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Gritaron.
Fue al momento en que Jack descendió del cielo. El cayado no estaba en sus manos, caía con su propia trayectoria hacia el suelo. Las nubes oscuras de la noche ocultaban débilmente la silueta del pálido espíritu invernal.
Jack caía.
Tardaron un segundo en reaccionar. El espíritu del invierno era un juguetón Guardián que se la pasaba volando por los cielos con ayuda de los vientos, dejando atrás de él brisas frías. El eco de su risa podía escucharse retumbar entre los árboles cuando sobrevolaba una región, antes de permitir a la nieve caer sobre la tierra. La diversión viajaba con él a todas partes del mundo. Y de esa forma era como los niños se la pasaban esperando todo el año la llegada del invierno, de la diversión. Y Jack volaba desde el cielo para ver a los pequeños arremolinarse en los patios o en los parques saludándolo desde sus lugares, pidiendo de favor que pasara una tarde con ellos. Complaciente, él lo hacía.
Pero éste Jack no estaba volando de forma juguetona a través de las nubes. Jack siempre volaba con el viento empujándolo. Entonces ¿Por qué ésta vez no?
Los Guardianes inmediatamente se lanzaron hacia él, cada uno por su lado. Las dos espadas que tenía Norte fueron diestramente enterradas en las pesadillas hechas de arena mientras corría sobre el césped, en ningún momento quitando la vista del muchacho. Bunny lanzó sus boomerangs esperando poder saltar tan rápido como nunca y Toothiana, olvidándose por completo de su seguridad, voló hacia el lugar exacto donde el espíritu del invierno caía.
Jack caía.
Habían sido décadas tan gloriosas. Años enteros en los que ellos se ayudaban mutuamente y cuidaban de los niños. Los Guardianes jamás llegarían a entender cómo es que pudieron vivir con la ausencia del chico. Jack había creado un vínculo especial con ellos y eso los unió aún más. Se preguntaron varias veces si es que ese fue el designio original de Hombre de la Luna cuando convocó a Frost como un Guardián. Fuera cual fuera la razón, abandonó sus pensamientos tan pronto como la plenitud de un grupo unido los hizo felices.
Jack podía hacer diversión de cualquier ocasión. Las luces de los niños nunca antes fueron tan brillantes ni duraron tanto. Pitch se había mantenido completamente alejado, quizá consciente del nuevo poder que los guardianes habían desarrollado o temeroso de que su nueva fraternidad los hiciera más fuertes.
Por eso, cuando Pitch repentinamente convocó una inmensa cantidad de sombras que sobrevolaban el Polo Norte, cundió un poco de pánico ¿Qué quería Pitch retándolos después de cincuenta años? El pasado era pasado pero lo habían vencido ya dos veces, si contaban cuando lo derrotaron en la Edad Oscura. O era demasiado necio para aceptar su derrota o crédulo como para creerse con el poder de derrotarlos.
Pitch, en cambio, no había pensado en realidad vencer a todos los Guardianes. Su error había sido lanzarse ciegamente para derrocarlos de un solo golpe. En cambio, optó por hacerlo de uno en uno. Poco a poco. Y el primero en caer debía ser el que lo derrotó tiempo atrás.
Las sombras cayeron encima de un bosque canadiense atravesando la tundra del Polo Norte y buscando llegar a los pueblos y ciudades donde vivían los niños. Inmediatamente la Aurora Boreal brilló en el cielo y no debieron pasar ni cinco minutos cuando los cinco guardianes se reunieron. Y vieron entonces todo el mar de negra arena adoptando formas de olas, truenos y corceles más que listos para atacarlos.
Batalla tras batalla, pelea por pelea, ataque por ataque. Eran demasiados. Estaban cansados, débiles minuto con minuto.
Y Jack moría.
Había pasado demasiado rápido. Los Guardianes estaban inmersos en su pelea, intentando ayudarse mutuamente con poco éxito. Y entonces Jack gritó. Y al voltear, una flecha negra de arena se inyectaba en la pálida piel del chico.
Jack caía.
Los brazos de Tooth usaron todas sus fuerzas para detener el cuerpo repentinamente pesado del chico, evitándole un duro golpe. La flecha de arena negra le había creado un corte espantoso en su pecho. La sudadera estaba llena de sangre y con horror el hada de los dientes contempló que un hilo del rojo líquido descendía hacia el suelo. Inmediatamente se refugió en los árboles del bosque donde estaban, desesperada de ver el rostro aún más pálido del chico y cómo Jack no reaccionaba.
Pitch Black, sonriendo por su logro, desapareció en la oscuridad de la noche. Concentrados en Jack nadie notó su repentina ausencia.
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Se sentía extraño. Como si un calor suave creciera en el pecho justo a la altura del corazón y recorriera el cuerpo de forma rápida. Jack no había sentido calor desde que se volvió inmortal, pero tampoco estaba dispuesto a pensar mucho en eso. Por más cómodo que ese calor se sintiera, algo estaba mal. Y lo supo cuando escuchó el grito de Bunny.
—¡Despierta maldita sea!—gritó el conejo con su tono habitual lleno de "paciencia"—¡Más te vale que despiertes paleta de hielo! ¡Despierta!
¿Despertar? Él no estaba dormido. ¿O si…?
Eventualmente el calor se volvió sofocante y antes de darse cuenta era horripilante. Demasiado calor. Demasiado dolor. En el pecho podía sentir que cada latido de su corazón significaba la contracción de sus músculos, expandiendo una punzada dolorosa. Intentó gritar, no encontraba su garganta ¡Ni siquiera sabía dónde estaba! ¿Qué había pasado? Todo estaba oscuro, gritos y peleas. Pelea…
Las suaves manos de una chica estaban encima de su pecho adolorido. Manos conocidas, manos que alguna vez había tocado en momentos de consuelo o de diversión. Pero que ahora, se movían desesperadas. Ansiosas y llenas de miedo.
Miedo…
Entonces recordó lo que había pasado.
Pitch había pasado.
No recordaba los detalles, pero ahora sabía que estaba herido. El viento estaba frío y alrededor se veía oscuro. Las voces trémulas de Tooth, Norte y Bunny le llegaron a los oídos de forma simultánea. Destellos dorados pasaban cerca de sus ojos. Sandy también estaba ahí,
Los ruidos que venían desde el viento le hacían entender que estaban demasiado desesperados. Se esforzó en recordar. Estaba sobre el cielo, peleando con los corceles negros del Rey de las Pesadillas. Y al segundo siguiente vio cómo Pitch tensó en un arco de arena la flecha llena de miedo y sombras. Esa misma flecha que décadas atrás fue la caída de Sandy. Esa misma flecha que ahora estaba apuntando hacia Tooth.
Tooth el hada de los dientes, la guardiana de los recuerdos. Su Tooth. Jack no lo pensó dos veces. Sencillamente voló hacia la dirección del hada. Pitch soltó la flecha.
Y ahora estaba aquí, quién sabe dónde, con los Guardianes alrededor completamente desesperados, oyendo gritos.
—¡Reacciona Frostbite!—era la voz de Norte, repentinamente llena de su acento ruso.—¡Vas a vivir!
¿Vivir? Por supuesto que él iba a vivir ¡Era Jack Frost! El espíritu del invierno, el Guardián de la Diversión. Los niños lo necesitaban. Él no se iba a ir a ningún lado ¿Qué era una flecha, después de todo?
Pero ese optimismo lo abandonó cuando el dolor de su pecho se multiplicó. Ahora era parecido a un calambre que escalaba sus costillas buscando llegar al cuello y que se repetía con cada latido de su corazón. Los músculos dolían, la sangre bullía quemándolo. Una especie de fuego apareció en el pecho, comenzó a quemarlo de forma lenta.
Quemaduras horribles que lo consumían, piel por piel, músculo por músculo. Y dolía, desgarraba ¡Quería gritar! ¡Ayuda! ¿Por qué los Guardianes no apagaban las llamas? En vez de eso, al fuego se le agregó una opresión.
Le apretaban tanto y con tanta fuerza que respirar le estaba pareciendo difícil. Los pulmones replicaron, contrayéndose como si quisieran comerse ellos mismos, sacar el aire de cualquier parte menos del rededor. Las llamas crecían, la opresión lo sofocaba y el calor comenzaba a desorientarlo. Todo daba vueltas, no se sentía bien, las cienes le palpitaban como si clavaran un montón de clavos en ellas y el calor no se iba.
Calor.
Demasiado calor.
Muchísimo dolor.
Aún así pensó que solamente estaría herido. La flecha debió de cortarle la piel y eso explicaba la sangre y el dolor. Se iba a curar. Él iba a estar bien. Faltaba mes y medio para navidad ¡Tenía que terminar los regalos para sus amigos! Unos dulces que estaba practicando para la cena y figuras talladas en un hielo especial… La nube dorada con caballos para Sandy todavía estaba muy tosca. Había que terminarla. Él iba a reírse de esto y terminaría las piezas. Él estaría bien. Iba a estar bien.
Y entonces sintió perfectamente cómo algo lo jalaba.
Hacia la profundidad.
Como el agua que lo llevó al fondo del lago, tantos siglos atrás…
—¡Jack ni se te ocurra dejarnos!—gritó una voz femenina. Reconoció que era Tooth.
¿Dejarlos? ¡Claro que no! Él no iba dejarlos. Él quería estar con ellos. Eran su familia. Intentó luchar contra cualquier fuerza que lo estaba jalando. Lo intentó no una, si no otra y otra vez.
Intentos vanos.
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El abrigo de Norte había sido rasgado y un torniquete informal se amarró alrededor de la herida. Pero sangraba demasiado ¡No dejaba de sangrar! Jack entraba y salía de la conciencia repetitivamente. Sandman intentaba mantenerlo despierto, lo mismo que Bunny. Norte en cambio se inclinó sobre la herida de Jack, apretándola sin misericordia para que dejara de sangrar.
No era suficiente.
—¡Reacciona de una buena vez, maldito Frost!—Bunny, para no perder la costumbre, comenzaba a maldecir tanto en voz baja como en voz alta.
El conejo estaba inclinado frente al rostro de Jack. El chico a veces abría los ojos, sin ver nada realmente. Llamar su atención era difícil mientras más tiempo pasaba y el chico comenzaba a perder la conciencia. Desfallecerse en medio de la pérdida masiva de sangre era demasiado riesgoso. Quizá no volvería a despertar.
Había sangre roja en sus manos. Sangre en las plumas de Tooth. Sangre en el pelaje de Bunny. Sangre en el césped verde ¡Sangre en todas partes! Jack estaba ahí, tirado encima del suelo y abría de vez en cuando sus ojos azules como buscando respuestas. Al menos no gritaba de dolor, pero eso sería más soportable. Jack estaba herido. Jack sangraba demasiado ¡No paraba de sangrar!
El color rojo de repente fue demasiado para Tooth. El Hada de los dientes ya no podía ver nada que no fuera de ese espeluznante color carmín. Hasta la sudadera de Jack se había tornado en su mayoría de color violeta. Habían retirado las prendas del chico para dejar expuesto el corte.
El corte era demasiado profundo, con restos de arena negra en él que evitaban la cicatrización. Sandy inmediatamente usó su arena dorada para contrarrestar los efectos del miedo. Pero la arena negra apenas había sucumbido. La carne abierta y la sangre que emanaba era el verdadero problema. La herida era profunda. La sangre salía. Rojo en todas partes.
En ese momento Jack, que había tenido los ojos abiertos, los cerró. Y dejó caer la cabeza sobre el césped. Rendido.
¿Rendido?
—¡Jack Frost nunca se rinde!—gritó Bunny, obviamente retándolo, con la esperanza de que la rabieta lo hiciera reaccionar. Esperanza que se esfumó al segundo siguiente que no hubo una sola respuesta.—Maldito cubo de hielo ¡Despierta!
—¡Por favor reacciona, Jack!—suplicó Tooth, con lágrimas nuevas en sus ojos.
Pero Jack Frost, con sus ojos abiertos miró fijamente a los Guardianes que fueron sus amigos durante cinco décadas.
Y cerró los ojos.
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Jack no supo cómo pero consiguió encontrar los ojos. Le hubiera gustado no hacerlo. Al momento en que parpadeo pudo ver perfectamente la cara de Norte crispada del pánico mientras apretaba como poseído la herida en su pecho. Bunny estaba inclinado enfrente de él, casi rozándole la nariz, gritándole cualquier tipo de insulto y de reto.
¡Qué no daría para aceptar esos retos de Conejo! Pero no podía moverse. No sentía sus piernas ni sus brazos. Solamente sentía el calor y el dolor de su pecho. El dolor al jadear por sus pulmones cansados. El corazón que se cansaba cada vez más con cada latido. Y él, que incapaz de gritar, gemía lleno de desesperación en la mente por algo que apagara el maldito fuego de su pecho ¡Que el dolor parase por favor!
Los Guardianes inmediatamente se inclinaron y vieron mejor su rostro. Estaban atentos a sus reacciones. Sandy negó varias veces, para que se quedara despierto. Todos le pedían lo mismo: reacciona.
¿Reaccionar a qué? Él ya no lo sabía. Tooth estaba ahí, con lágrimas en sus ojos, incapaz de soportar más la pena. Todos estaban ahí, destrozados y muertos de la angustia intentando salvarle la vida. Y Jack de verdad que deseaba luchar. Atravesar ese pozo de dolor, estirar los brazos y decirles que todo iba estar bien. De la misma forma en que se lo decía a los niños.
Pero él también tenía demasiado miedo. El fuego era inmenso y él no sabía ya lo que iba a pasar. Quería estar bien. Deseaba más que nada permanecer con su familia. Y peleaba, de verdad que luchó por mantenerse despierto.
Probablemente debió luchar más.
La oscuridad lo jalaba. El dolor iba desapareciendo mientras más fondo tocaba. Al dolor disminuir el miedo se apoderó de él ¿Qué iba a pasar? ¿A dónde iría a dar? ¿Qué sería de sus amigos, de los Guardines, de los niños, del invierno? No podía morir ¡No! Ya había muerto antes. Alguien no puede morir dos veces ¿Verdad? Rogó a la Luna miles de veces con diferentes rezos que no hicieron efecto. Él estaba asustado. Estaba aterrado. Irónico que el Guardián encargado de ahuyentar los miedos no pudiera darse calma a sí mismo,
Pero repentinamente una suave calma apareció jalándolo junto con la oscuridad. Y no hubo más miedo y no hubo más dudas. Algo bueno iba a pasar. Lo sabía. Una voz susurró llena de amor y amabilidad lo que él deseaba escuchar.
Vas a estar bien.
Era una voz familiar, pero no pudo reconocerla.
Al tocar fondo en ese manto de oscura calma, se encontró completamente solo. No había ya más voces de fondo, ni podía sentir dolor, latidos, respiraciones, gritos. Las manos de Norte, las caricias de Tooth, la arena de Sandy, el pelaje de Bunny… no había nada. Solamente él. Solo él.
Y lo más extraño era que por primera vez, estar solo no le pareció aterrador.
Al final, había una luz brillante. Demasiado brillante. Deslumbrante.
Lo peor ya pasó.
La voz parecía venir de la luz. Pero a Jack no le importó. Simplemente se dejó abrazar por esa luz que respiraba paz y que lo llenó de serenidad.
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—¡NO!
Tooth gritó, al ver la cabeza de Jack desplomarse sobre el césped, sin resistencia alguna.
Pero era demasiado tarde.
Los ojos de Jack estaban cerrados. El chico no tenía fuerzas. Había luchado contra una herida de muerte que cualquier humano hubiera fallecido al momento de sentirla. Sintió el dolor y el pánico de su familia antes de marcharse. Antes de que sencillamente, se esfumara.
Su piel pálida acentuadora de la nieve que dominaba, se había vuelto blanca. Un blanco enfermizo que les recordaba los cuerpos tumbados sin vida que vieron en guerras.
El cuerpo de Jack estaba frío. No frío como era lo usual en el espíritu invernal. Éste era un frío malo, asfixiante, marcado por la ausencia y el terror. Odiaron ese frío.
Bunny cerró los ojos. No podía soportarlo. Se dio la vuelta, intentando mantener la postura. Sencillamente los hombros cayeron rendidos ante la abrumadora realidad. Era demasiado doloroso, demasiado espantoso. Nadie podía negarlo. Sandy lloraba para él mismo sobre su nube en silenciosos sollozos. Norte se puso de pie, las manos llenas de sangre, un esfuerzo que resultó vano. La culpa marcada en cada facción de su rostro mientras cerraba los ojos intentando reprimir lágrimas que ya habían salido por sus mejillas. Y Tooth, ella fue la que se inclinó cerca del cuello para tomar la presión. Tenía que ser una pesadilla. Una mala jugada, eso mero.
Pero no lo era.
El corazón no latía.
o0o
Que tus futuras alegrías no maten mi recuerdo... Pero que mi recuerdo no mate tampoco tus futuras alegrías.
o0o
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Era raro cuando los seres inmortales morían. Es decir, ellos jamás iban a envejecer, y sus cuerpos se curaban de forma demasiado rápida. Pero eso no los dejaba exentos del viaje hacia el mundo lejano de las almas. Eso ocurría por heridas o enfermedades demasiado serias para su propia magia.
Jack Frost, guardián de la diversión, había muerto. La razón fue sencilla: asesinado por Pitch Black. Jack cayó en medio del bosque donde falleció solo veinte minutos después, por la pérdida de sangre. La herida fue demasiado profunda y el chico sencillamente no pudo resistirlo. No les dio tiempo a los Guardianes de llevarlo al Polo Norte donde tenían mejores condiciones médicas. Se fue.
Se había ido.
Y no podían soportarlo.
El cuerpo de Jack, frío y sin vida, quedó tumbado en el césped antes de ser suavemente recogido por Bunny. Burguess en la noche presenció un acto de hermoso dolor. Asegurándose que nadie estaba cerca, sobre todo los niños, los cuatro guardianes llegaron hasta el lago de Jack.
Ese lago fue donde se había ahogado hacia siglos por salvar a su hermana, y de donde renació como el espíritu del invierno. Las cristalinas aguas de repente estaban oscuras, como si supieran la desdicha que acababa de pasar y acompañaran a los Guardianes en su duelo. Los cuatro protectores de los niños cavaron con pesadez y paciencia un hoyo amplio y enorme cerca del lago.
Al hoyo estaba ahí. La tierra negra y oscura con más de dos metros de profundidad esperaba por el ser que protegería eternamente. Pero entonces, en ese momento, los guardianes retrocedieron.
¿Ahí pasaría Jack la eternidad?
No podían pensar un lugar mejor. En el lago donde vivió casi toda su existencia. En el pueblo donde tuvo sus primeros creyentes. El lugar que vio sus cambios, su vida pasar.
Era sencillamente que no aceptaban ni querían entender la partida de Jack. Él se había ido, pero era difícil de entenderlo. Jamás volvería.
No más Jack volando sobre el cielo, atravesando nubes. No más Jack que reía lleno de felicidad solamente por dejar caer copos de nieve. No más Jack causando bromas con el hielo de su cayado. No más Jack apareciendo repentinamente en la madriguera para dejar un poco de nieve sobre las flores. No más Jack desviando a un montón de haditas de sus deberes. No más Jack llegando de repente al Taller para jugar con los juguetes en construcción (y a veces romperlos) No más Jack jugando con los niños entre bolas de nieve, trineos y hielo.
No más Jack.
Jack estaba muerto.
Para los Guardianes era casi inaceptable. Jack siempre había sido un espíritu lleno de entusiasmo, de carisma, de poder. Él irradiaba vida, diversión y felicidad. No podía estarse quieto ni siquiera un momento y cuando se juntaban era el primero en crear juegos o bromas. Se la vivía de hacer reír a la gente, niños o espíritus por igual. Y él reía con ellos, feliz de hacerlos feliz. Alegre y pleno de tener una familia.
Entonces ¿Por qué se había ido? Tooth lloraba en silencio recordando una charla que tuvo con él tiempo atrás. Jack le había confesado que nunca pensó volver a tener amistades. Jamás pensó que recuperaría la familia que tuvo de humano hasta que ellos le demostraron lo contrario. Si tanto los quiso ¿Por qué se había ido?
Ellos lo querían también. El carácter de Jack era travieso pero a la vez, bondadoso. Quererlo fue demasiado inevitable. Estaba en el carisma del chico y a veces Tooth pensaba que quizá parte de su centro lo hacía agradable a las personas. La vida estaba marcada por un A.J. Antes de Jack. Y eso jamás podría borrarse.
Por eso la ausencia era tan desgarradoramente dolorosa. Por eso cada minuto en que Jack no estaba con ellos era terriblemente doloroso. Por eso escuchar el silencio después de las risas era aterrador.
Jack no podía terminar así, enterrado, muerto ¡Él! ¿Muerto? No podía ser cierto. Es decir… él era Jack.
¿Por qué Jack?
Sandy jamás había sentido tanta tristeza ni tanta contradicción desde su nacimiento. Él era Guardián de los sueños, pero ahora él quería una pesadilla. Quería que la muerte de Jack, su cuerpo pálido y la situación en la que estaban no fuera más que una cruda y malditamente realista pesadilla. Quería abrir los ojos y encontrarse con dos pupilas azules rebosantes de alegría saludándolo con genuino gusto a lo lejos. Quería ver al chico deslizarse por el cielo dejando una estela de nieve atrás de él. Quería escuchar sus cuentos en la noche tomando chocolate caliente y escuchando las discusiones amistosas entre él y Bunny. Quería que Jack estuviera aquí. Pero ese sueño jamás se iba a cumplir.
¿Había hecho algo mal? Bunnymund jamás pensó que llegaría el día en que se lamentaría por hablarle a Jack de apodos y bromas algo pesadas. Así se llevaban, o al menos eso se decían constantemente mientras se echaban en cara defectos de forma amistosa. Él sabía que contaba con Jack y Jack sabía que contaba con él. Entonces ¿Por qué ser siempre amistosos? Bunny mataría ahora por tener a Jack enfrente y darle un fuerte abrazo, decirle—contra todo pronóstico—cosas lindas, palabras amistosas, frases tiernas. Hacerle ver lo importante que era su presencia en su vida y cómo derretir la nieve de la madriguera era divertido cuando los huevos se caían sobre el hielo…
Jack jamás iba a escuchar eso. Lo último que le dijo, fue "Maldito cubo de hielo ¡Despierta!" ¿Qué había sido eso? Un insulto para variar. Bunny se maldijo a sí mismo ¿Es que no podía hablar bien, dejar de insultar, dejar de lanzar miles de maldiciones a las personas que quería y en vez de eso hacerles ver que eran especiales? ¿Hacerles ver porqué eran especiales para él?
Norte estaba muy aturdido. Todavía sentía la sangre caliente y roja sobre sus manos. Claro que no, ahora estaban limpias. Pero los dejos de sangre le hacían pensar que la muerte de Jack, en cierto modo, era su culpa ¡Pudo haber apretado más fuerte la herida! ¡Pudo haber hecho un buen torniquete, más justo! Pudo haberlo llevado directamente al polo en vez de dejarse congelar por el susto y la presión del momento. Tantas cosas que pudo hacer y ahora el cuerpo de Jack estaba sin vida a un lado.
La Luna en el cielo apenas y brillaba ¿Acaso Manny estaría tan triste como ellos? No podían sentir bien su presencia y tampoco respondía a los llamados. Maldijo a la Luna ¿Por qué no había hecho algo? pero Norte sabía que no serviría de nada echar culpas. Jack estaba muerto, y eso ya no iba a cambiar. Fuera la culpa de quien fuera.
Tooth dejó que sus alas descansaran, y se apoyó de rodillas sobre el césped. Estaba enfrente del hoyo. Repentinamente, la tierra no se veía en absoluto digna de cuidar el cuerpo de Jack de forma eterna.
Merecía un mejor homenaje.
Apenas el hada estaba pensando en eso cuando Bunny caminó hacia el lago. Colocó el cuerpo de Jack en el agua. El cuerpo flotó grácilmente y las aguas alrededor se congelaron en pequeños patrones de escarcha bastante elegantes. La nieve se estaba despidiendo de su señor. Jack perfectamente podía parecer dormido, pero claro que no lo estaba. Las estrellas y la Luna proyectaban una luz que se reflejaba en las aguas como si intentaran consolar a Jack de una muerte sin retorno. El cuerpo del muchacho, flotante y lleno de hielo, parecía de alguna manera vivo.
Y eso fue lo más desgarrador.
Cuidadosos de no romper la escarcha a su alrededor, Norte y Bunny lo sacaron del agua después de un rato. Tooth cerró los ojos y solamente escuchó el golpe típico cuando un cuerpo cae en la tierra. Y después, más golpes. Apretó todavía más los párpados ¡Ella no podía sentir eso! Golpe a golpe el corazón le dolía, lágrimas emergían y se sentía más sola. Más descorazonada. En el fondo, la esperanza débil de que Jack reaccionaria y que podría renacer fue atacada con cada golpe hasta darle muerte. Esa era la realidad: Jack estaba muerto. No iba a volver.
Abrir los ojos fue riesgoso, pero lo hizo en el momento justo. No había nada ahí, más que un montículo de tierra.
Sandman entonces colocó encima de esa tierra, una placa dorada ¿De dónde la había sacado? Nadie lo supo ni tampoco le cuestiono. Sandy tenía sus trucos.
La placa, enterrada de forma mágica, expresaba sus sentimientos.
A Jack Frost.
Humano increíble. Guardián inigualable.
Tus risas jamás podrán ser olvidadas por nadie.
Sandy, Tooth, Bunny, Norte.
Tooth sollozó otra vez, llevándose las manos a la cara para limpiar las lágrimas.
Simplemente permanecieron todos ahí. Rodeando la placa. Sintiendo el viento frío. Viendo que caían copos de nieve.
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Un año después de la muerte de Jack los Guardianes no se habían reunido.
La ceremonia donde despidieron a Jack duró casi al amanecer, cuando la presencia de niños despertándose los obligó a marcharse. Burguess era la ciudad donde más niños creían en Jack Frost. Y era pleno invierno. Se marcharon lo más rápido posible, solo Bunny permaneció escondido tras los matorrales mucho tiempo. El tiempo suficiente para ver a los niños buscar en el cielo al espíritu del invierno, y hablar entre ellos preguntándose dónde estaba Jack Frost.
—No va a volver…—dijo más para sí que para los pequeños. Pero de igual forma dolía.
Tooth voló hacia el palacio de los dientes y ahí permaneció haciendo su trabajo. Intentaba concentrarse, para no sentir la ausencia de una presencia fresca y reconfortante en el lugar. Las haditas de igual forma hacían su trabajo, extrañando muchísimo claro al joven que les conquistó el corazón. Mientras Tooth hacia su trabajo, a veces no podía controlarse y terminaba volando hacia la terraza más alta del Palacio. En esa terraza Jack descansaba de vez en cuando y la visitaba para hablar con ella en días de primavera o verano, que el chico no tenía nada por hacer. Tooth al principio encontró sus visitas imprudentes, pero después le agradaron demasiado. La distraían y la hacían reír por un buen rato. Con los años, Tooth se acostumbre a que en el inicio de cada semana, sin falta, sobre esa terraza estaría un chico pálido con un cayado en la mano sonriéndole y saludándola.
Tooth se recostaba en el suelo de esa terraza, ahora sola, y cada inicio de semana le hablaba al viento como si pudiera escucharla. Le hablaba a un Jack que ya no estaba a su lado.
Norte encerrado en su taller haciendo juguetes procuró no recordar lo que había pasado. Pero fue inútil. Como Jack no tenía casa propia, Norte le acondicionó una habitación que con los años se volvió más bien un hogar para el chico. Todas las tardes, el guardián de las maravillas iba a esa habitación y se sentaba en una silla. Todavía estaba fresca y rebosante como la dejó, con la cama bien tendida, muñecos de hielo tallado en las repisas.
Y él respiraba de ese aire, eco de risas lejanas rebotando en las paredes de madera. Norte duró en ese estado, visitando la habitación durante semanas enteras hasta que le fue imposible de soportar. Una noche antes de navidad, él agarró el cayado de Jack y lo llevó a esa habitación.
Miró la habitación por un largo tiempo, memorizando todos los detalles. Y luego el cayado de madera en sus manos. La madera era suave y lisa ante su tacto, ligeramente fría, todavía con algo de escarcha encima de ella. Infinidad de veces había visto ese artefacto en las manos del joven, que de esa forma guiaba los vientos, controlaba el vuelo y creaba las tormentas más hermosas o fieras, dependiera su estado de ánimo. Ese cayado había sido el catalizador de los inmensos poderes que tuvo Jack Frost y una parte importante de su persona,
Norte colocó el cayado encima de la cama con mantas azules y celestes. Cerró las ventanas de cristal y salió.
Cerró la puerta con llave.
Jamás volvió a entrar.
Sandy pasaba las noches dando hermosos sueños de lo forma más rápida posible. Se daba descansos entre países para dejarse llevar por la abrumadora realidad de que su compañero invernal jamás iba a estar caminando por las calles otra vez, esperando la arena dorada para recibir a un delfín de oro que nadaba en el aire. La vida era injusta, eso le había quedado demasiado claro desde que el muchacho debió soportar 300 años de soledad. Pero más injusta le pareció cuando le arrebataron la vida a un chico que apenas había gozado de una verdadera familia y amor fraternal. A pesar de su larga existencia, muchas cosas no las comprendía. Y ésta era una de esas.
Incluso en el cielo, el Hombre de la Luna estaba desconsolado. Admiró a Jack por mucho tiempo en silencio por ser tan íntegro en su centro y en su misión aún cuando la soledad le puso a prueba de fuego cualquier tipo de esperanza y de confianza. Jack borró todo de su memoria y empezó desde cero. Confió, jugó, amó y disfruto a lo grande. Era un excelente guardián. Había cosas más poderosas que él, cosas que no controlaba. Pero jamás pensó que le quitarían a Jack tan pronto. Siempre pensó que duraría como los demás hasta el final de los tiempos. Se había equivocado.
El año pasó y también otro más. Dos años desde la muerte de Jack. Norte solamente saludaba a Tooth o a Sandy cuando los veía pasar cerca de su trineo en navidad. Y Bunny de la misma forma si se los topaba en domingo de Pascua ¿Por qué se separaron? Simple: el dolor era grande. De forma inconsciente ellos creyeron que debían darse espacio para que cada quien sanara a su ritmo. Eso no era la solución, desde luego. Pero sin Jack, la vida familiar no era la misma y no estaba dispuestos a montar un teatro. Ellos querían a su Jack. Sin Jack, entonces no había nada.
Nada.
Un palpitante vacío. La sensación de que todo estaba mal. Bunny jamás pensó que extrañaría sus burlas y los insultos al canguro de Pascua; pero lo hacía. Tooth nunca creyó extrañar el hielo que repentinamente bloqueaba las máquinas de monedas; pero lo hacía. Sandy jamás pensó extrañar los vientos helados que le hacían a veces difícil llegar a una ciudad; pero lo hacía. Norte nunca pensó que extrañaría el hielo sobre la madera de los pasillos y los gritos de los yetis por los vientos que Jack usaba para distraerlos; pero lo hacía.
Sencillamente, las cosas sin Jack no eran lo mismo.
No podían engañarse a ellos mismos. Iba más allá de sus propias magias, de sus propios poderes. Los Guardianes habían estado dedicando más tiempo a los niños que antes y ahora… puf. Nada.
Tooth dejó de ir de vez en cuando a recoger dientes en los pueblos suburbanos, donde los pequeños dormían pacíficamente. El hada de los dientes se encerró en su palacio, dando órdenes precisas y almacenando adecuadamente cada cilindro con dientes donde correspondían. Seguidamente iba al cilindro donde estaba pintado el rostro de un Jack humano. Cabello marrón, ojos oscuros, sonrisa pícara. Era el mismo. Siempre fue el mismo. Nunca se atrevió a ver sus recuerdos, cuando Jack era inmortal no le importó mucho, la presencia del chico era por sí muy demandante. Y ahora que Jack se había ido, el respeto a su memoria no le permitía abrir ese cilindro a husmear en los momentos más bellos que experimentó el chico humano. Sin él para hablar de eso ¿Cuál era el sentido?
Bunnymund se encerraba en su madriguera y pintaba los huevos. Guiaba los cascarones blancos hacia los ríos de pintura y podía pasarse horas enteras completamente encorvado para retocar detalles especiales sobre ellos. Particularmente, un día al año, juntaba una inmensa cantidad de huevos y los pintaba con diseños de copos de nieve, escarcha y un muchacho con cayado. Diseños que eran escondidos arduamente entre los matorrales del día de Pascua. Bunny no quería que los niños se olvidaran del Guardián que les dio tanta diversión.
Porque, si los niños se olvidaban de Jack ¿Qué caso tendría? Él se aferraba como loco a los recuerdos de aquel juguetón muchacho que le sacó más de una sonrisa. Jack y Bunny habían desarrollado una relación de gran fraternidad, casi como si fueran hermanos protectores y a la vez juguetones uno con el otro. Extrañaba a Jack, más de lo que le gustaría hacerlo, y su ausencia le hacía ver la vida como un borroso sueño. Algo que no debía de pasar. Pintando los detalles de Jack Frost, los niños se emocionaban de ver al Guardián que ya jamás podrían conocer.
Bunny no era el único que se sentía de esa manera. Todas las navidades Norte entregaba los juguetes de forma rápida, precisa y mecánica. Casi sin sentir la emoción de su propio centro cuando los niños despertaban a la mañana siguiente. Le recordaba cuando Jack tuvo su primer regalo después de 300 años. El chico había obtenido su pase directo a la Lista de los Niños Buenos cuando se convirtió en Guardián (después de todo, Norte prometió borrar su historial y él era un hombre de palabra). Pensó durante días enteros lo que podía regalarle al muchacho. Después de todo, él se merecía un buen regalo después de haberlos salvado de Pitch. Y fue así como le dio un relicario.
El relicario era especial. Hecho por él mismo, cabe destacar. En vez de tener la típica forma del corazón, éste relicario tenía una cadena plateada brillante de la cual colgaba un medallón con el diseño de un copo de nieve. Era delicado y hermoso. Norte le dejó el espacio interior libre, para que Jack le pusiera las fotos que quisiera. Antes de enterrarlo, vio la cadena y sacó aquél relicario. Sollozó aún más fuerte esa noche al ver que el relicario tenía fotos de los Guardianes. No tuvo el valor de quitárselo, el relicario estaba bajo tierra con su dueño.
Sandman tampoco estaba del todo bien. Él iba de ciudad en ciudad y le daba hermosos sueños a los niños. Pero él mismo tenía problemas para darse buenos sueños. Se había acostumbrado a la repentina presencia del chico pálido cuando visitaba los países del norte o era invierno en el sur. En cambio, doquiera que fuera, nada le esperaba. Ni una brisa, ni un llamado, ni un viento… en la estación invernal los vientos fieros le hacían recobrar esperanzas que pronto se perdían. La naturaleza simplemente seguía su curso. Pero Jack no estaba detrás de las tormentas. Ya no más. Ni tampoco estaría dándole la bienvenida en Burguess. Jamás.
—Es como si nunca hubiéramos vivido—dijo Tooth una vez, más para sí misma ya que no había nadie alrededor, solo sus fieles hadas—No vivimos hasta que él llegó.
No obstante, los Guardianes estaban tan absortos en su dolor que comenzaron a descuidar sus labores. Era cierto que cumplían, dando regalos en navidad, huevos en pascua, sueños en la noche y monedas por dientes. Pero ya no ponían casi nada de corazón en eso. Estaban destrozados, desgarrados y de forma involuntaria fueron separándose aún más de los niños. Mucho de hecho. Tanto que Manny, en el cielo, se preocupó de que Pitch pudiera regenerarse sin que ellos siquiera se percataran.
Manny sabía que Jack no hubiera deseado eso de sus amigos. Jack no estaría nada feliz de ver el estado actual de los Guardianes. Más ¿Cómo ayudarlos?
La luz de la luna tocó entonces una casa particular y Manny jadeó.
Parecía que aún había esperanzas.
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Solo sanamos de un dolor cuando lo padecemos plenamente
Marcel Proust
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Norte miró fijamente el globo terráqueo lleno de luces.
Una palpitaba.
Pero no palpitaba como si se fuera apagar. Pasaba así usualmente. La luz palpitaba cuando la fe de un niño comenzaba a cuestionarse y podía apagarse en ese momento, o en un rato más. La ley de la vida al final de cuentas, los niños crecen. Pero no dejaba de ser menos doloroso para el guardián de las maravillas. Sólo que esa luz al palpitar, en vez de debilitarse, se fortalecía.
Brillaba llena de entusiasmo, como si el pequeño niño estuviera reafirmando su fe. ¿Siquiera eso era posible? La luz palpitó dos veces más y entonces desprendió un brillo intenso. Uno que se mantuvo estable, firme y tranquilo.
La curiosidad fue demasiado grande ¡En toda su existencia nunca había visto algo como eso!
Norte se puso de pie y vio mejor el Globo. Aquél niño que tenía esa impresionante fe estaba en Burguess, condado de Bond, Estados Unidos. La coincidencia fue triste, pero bien dicen que la curiosidad mató al gato. El guardián necesitaba saber quién podía tener ese tipo de fe y si podía hacer algo para que los demás niños creyeran de esa forma.
Los yetis de forma apurada prepararon el trineo y Norte se subió en un dos por tres. Tiró de las riendas, sonriendo por los giros y adrenalina de la velocidad. El trineo estaba solo ahora. Muy silencioso. Pero no pensó en eso mientras se deslizaba por el cielo abriendo un portal hacia Burguess. Era de tarde, casi anocheciendo, así que debía tener cuidado de no ser visto.
Norte descendió en el bosque y caminó hacia las calles procurando no ser visto. Afortunadamente, la casa del pequeño estaba cerca del límite con los árboles. Sintió un pinchazo de estar ahí otra vez. Quizá ver el lago de regreso no estaría mal… aunque sería doloroso.
Miró sin cruzar la calle, escondido entre las sombras, cómo un pequeño salía al patio de su casa. Acababa de nevar y el niño se lanzó a la nieve. Según el mapa, ése niño tenía la luz especial.
Había algo en ese niño que era tremendamente familiar. No podía tener más de cinco o seis años. Se tumbó sobre la nieve y comenzó a hacer figuras extrañas, parecía que jugaba con arena en la playa. Los ojos cafés del pequeño veían asombrados los copos que caían del cielo y estiraba sus regordetas manos para atrapar uno. Al conseguirlo, sacó ésta vez su lengua.
¿Por qué se le hacía demasiado familiar? ¿Dónde había visto esa cara?
—¡Jackson Bennet!—dijo una mujer, saliendo al patio—No comas nieve, cariño. Te enfermarás.
La mujer descendió las escaleras para acercarse a su hijo. Era muy joven, y la reconoció inmediatamente. Lilian Bennet, la nieta de Jamie, quien fuera el primer creyente de Jack y el niño que los había salvado de Pitch al no dejar de creer. Lilian había sido una niña intrépida como su hermano, y obviamente al crecer dejó de creer. Pero seguía siendo una persona noble. Norte estaba feliz de ver que ahora tenía su familia.
El niño vio a su madre con una mueca.
—¡La nieve no enferma!—replicó el pequeño, desplomándose sobre la montaña blanca. Norte rio para sí mismo al ver la expresión ceñuda de Lilian.
La madre sonrió, se veía algo cansada pero podía jugar este juego un rato más.
—Vamos amor, debemos hacerle la cena a papá.—se inclinó frente al niño. Pero él se removió entre la nieve, intentando ocultarse en el manto blanco.
—¡No quiero!
—Jackson, hablo en serio.—la voz dulce repentinamente firme. Jackson debió ceder.
Ese niño se le hacía cada segundo más familiar a Norte. Desde sus facciones hasta su forma de ser. Quizá la increíble fe que tenía había sido herencia conjunta de Jamie y de Lilian, dos de las luces más brillantes que tuvieron. Sí, seguro eso lo explicaba. Y se le hacía parecido por la misma herencia, la cara probablemente era igual a la de Jamie. Nada raro estaba pasando ahí. Suspiró.
El niño se puso de pie. Miró alrededor, como si buscara ayuda de algo o de alguien. Realmente él no quería entrar ¡Le encantaba jugar en la nieve! Y ayudarle a su madre a cocinar (pasarle los platos) era tan aburrido.
Norte maldijo por lo bajo cuando el niño lo vio.
Los ojos de Jackson se abrieron inmediatamente, llenos de asombro y alegría.
—¡Mamá, mamá!—tiró del suéter de su madre—¡Es Santa Claus!—gritó, señalándolo.
La madre volteó hacia donde estaba señalando su hijo y claro, no lo vio. Frunció el ceño, seguramente era una jugarreta de su pequeño, pero tampoco rompió la ilusión de su hijo. Otra vez, podía jugar ese juego por un rato.
—No puedo verlo bien—dijo con una sonrisa—¿Cómo es?
La carita de Jackson se iluminó.
—Grande y de abrigo rojo—saltaba lleno de emoción, saludándolo. Norte le devolvía un pequeño saludo, a la próxima debía esconderse mejor—¡Mira, su gorro ruso!
Norte palideció.
—¿Ruso?—la madre se inclinó para cargar a su hijo. Jackson siempre había tenido una gran imaginación a pesar de su edad.
Jackson se acurrucó un poco en los brazos de su madre, pero sin dejar de hablar.
—Santa Claus es ruso mami—agregó—¿No lo sabías?
Para ese momento, Norte estaba prestando toda la atención posible a la conversación. En todas las tradiciones decían que Santa Claus vivía en el Polo Norte, lo cual era cierto. Pero hasta donde él sabía nadie en Estados Unidos lo consideraba ruso. Nadie.
Por eso mismo la madre miró a su hijo extrañada.
—No cielo ¿Quién te lo dijo?—probablemente su esposo le había hecho una broma al pequeño. Su marido no tenía tanta fantasía como Jackson.
Pero el niño replicó.
—Nadie ¡Yo lo vi! Y también sé que tiene espadas…
Un momento… Norte ahora sí que estaba pálido ¿Espadas? ¡Él repartía juguetes a los niños en navidad! Nadie, nadie humano sabía que él había sido un mercenario antes, y que tenía las espadas para defenderse en caso de pelear. Como… ¿Cómo?
—¿Eso lo viste?—preguntó la madre.
El niño rodó los ojos.
—No, lo soñé…—respondió como si fuera la cosa más natural y obvia del mundo.
Lilian suspiró aliviada. Su pequeño de verdad que tenía imaginación.
—Como digas cielo.
Lo cargó al interior de la casa. Ya casi era de noche y el frío lo podría enfermar. Aunque Jackson adoraba el frío.
Norte, en cambio, seguía en el mismo lugar, con los pies clavados sobre el suelo.
La información que tenía ese niño, la forma en que adoraba el invierno, la manera en que sus ojos cafés mostraban la felicidad y el enfado, su manera de hablar y actuar…
—¿Jack?
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Babytooth le llevó a su reina un diente incisivo central. Tooth tocó el diente con delicadeza. Era el primer diente que se le caía al pequeño y fue por un curioso accidente. Podía sentir la adrenalina que emanaba el recuerdo todavía. Ella sonrió con ternura maternal y encerró el diente entre sus manos, cerrando los ojos para ver el recuerdo.
Deslizando sobre el hielo, apenas había conseguido ver el camino para llegar a la meta. A su lado se escuchaban las risas competitivas de su vecino. Los dos estaban en picada por la montaña cubierta de nieve. Los dos competían y en la meta, su hermana esperaba ansiosa por señalar al ganador.
Que, lamentablemente, no fue él.
—¡Gano Jack!—dijo la niña, señalando al campeón.
Asintió el chico moreno de pálida piel, parándose de su trineo.
Él aún no llegaba a la meta, pero frunció el ceño ante la derrota. Esa distracción le costó no ver la roca de enfrente y salir disparado por los aires. Todos gritaron su nombre y cayó de un golpe duro sobre la nieve. De cara…
—Claud ¿Estás bien?—le preguntó su hermana, de cuclillas a su lado.
—Auch… si…
Fue cuando sintió la ausencia de su diente flojo y algo como rocoso sobre la lengua.
Jack Bennet estaba atrás de su hermana, preocupado.
—¿No te pasó nada?—le dijo el niño algo menor.
Claud negó, estaba bien. Se llevó la mano a la boca y sacó el diente reluciente. Un tesoro infantil.
Las expresiones preocupadas de los niños cambiaron a unas llenas de emoción.
—¡Un diente!
—Vendrá el hada—sonrió Jack, acercándose al diente.—¿Te quedarás despierto para verla?
—No lo sé—admitió—Siempre que lo hago me quedo dormido antes…
—¡Es muy bonita! Con alas coloridas y plumas…
—¿En serio?
La emoción de Claud creció.
Tooth parpadeó rápidamente.
¿Ese niño del recuerdo sabía que estaba cubierta de plumas? Hasta ese momento, casi todos se iban con la tradición de que las hadas eran mujeres diminutas.
Babytooth chilló enfrente de ella señalando el cielo.
Una Aurora Boreal resplandecía.
El corazón de la guardiana se detuvo por un momento. Ella no se lo había esperado. Luego de cinco años, en el fondo no se sentía preparada para reunirse con sus compañeros y viejos amigos. Pero si Norte la llamaba, debía de ser algo importante.
Bajó el rostro, respirando hondo.
Y se echó a volar.
Cuando Tooth llegó al Polo todos estaban ya reunidos esperándola. Norte estaba cerca de la chimenea donde el fuego daba calor. Bunny estaba también ahí, lo más cerca posible de las brasas, y Sandy aceptaba un vaso con agua que le ofrecía el yeti.
—¿Qué ha pasado?—preguntó Tooth—¿Algo malo con los niños?—el hada voló hacia el globo lleno de luces, pero éstas permanecían normales.
—No Tooth—Norte miró al hada fijamente, llamando la atención de todos—Es algo… más serio. Bueno… creo que merecen saberlo.
Bunny volteó entrecerrando los ojos.
—¿A qué te refieres?—parecía que el conejo no estaba de humor (cosa nada anormal)
—Síganme—Norte caminó hacia el globo lleno de luces. Tooth se mantuvo en su lugar, esperando entender. Norte señaló entonces una luz particular.
—¿Qué quieres decirnos con eso?—Bunny se acercó más al globo terráqueo.
Y entonces, la luz palpitó.
Los tres guardianes retrocedieron del asombro.
—¿Pero qué diantres fue eso?
—¿Qué es eso?—Tooth inmediatamente se alarmó, volando hacia su compañero ruso—¿Es un problema? ¿Qué tiene el niño?
Sandy tenía un enorme signo de interrogación (?) dorado sobre su cabeza, el rostro demostraba ansiedad por saber la respuesta.
—Esa luz crece día con día—explicó Norte—Es una fe que se renueva con cada momento.
¿Fe que se renueva? ¡Eso pasaba todos los días!
—Norte, no tengo tiempo ¡Pascua es mañana!—replicó Bunny—Si no es nada malo entonces me puedo marchar ¿Verdad? Hay varios túneles que debo revisar y…
—Bunny—la mirada del ruso era implacable—Es serio.
El guardián de la esperanza refunfuñó.
—Tienen que ver al niño inmediatamente—agregó Norte—Vamos al trineo.
Bunny, ante la idea de subirse al maldito trineo, inmediatamente reaccionó.
—¿El trineo? ¡Claro que no! ¡Estás loco si crees que…!
Pero la expresión del ruso le hizo guardar silencio.
—Bunny, ese niño vive en Burguess—Norte tenía una expresión extraña, ni triste ni melancólica, pero tampoco alegre—Y es más especial de lo que crees.
Ante la sola mención de Burguess, no hablaron una sola palabra.
Silenciosamente, llegaron al acuerdo de que esa ciudad era por mención, sagrada.
Sin ocultar en ningún momento su enfado, Bunny subió al trineo con los brazos cruzados. Pero no dijo nada, ni alegre ni negativo, en todo el corto camino.
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Jackson Bennet estaba en el patio de su casa. El patio era lo suficientemente grande para que sus vecinos pudieran jugar en él. Los niños estaban demasiado entretenidos haciendo una guerra de bolas de nieve como para prestarle atención a los guardianes que desde el bosque los observaban. La pelea estaba siendo dignamente ganada por el anfitrión Jack.
Los guardianes escudriñaron en sus recuerdos. Con los ojos entrecerrados, intentaban captar el más mínimo detalle en las facciones de aquél chico. Sencillamente el parecido con Jack Frost era inmenso. El rostro estaba un poco más redondo y tenía los ojos y el cabello castaños. Además, la piel estaba sonrosada en un tono sano, nada de la palidez azulada que más de una vez les asustó del espíritu invernal. Pero fuera de eso, era su representación exacta en un niño de cinco años.
Más allá del parecido físico, estaba la forma en que actuaba. A pesar de su edad, Jackson se inclinaba para agarrar nieve de forma suave y elegante formando una esfera que lanzaba con diestra puntería. La puntería de una persona que ha hecho lo mismo durante décadas. Sus amigos ni por asomo eran tan buenos como él, aunque unos niños se veían mayores. Y a pesar de que Jackson estaba ganando, todos reían lleno de diversión.
Ellos se estaban divirtiendo genuinamente.
Les recordó cuando Jack se deslizaba sobre la nieve y lanzaba bolas de nieve hacia Jamie, tanto tiempo atrás.
Los Guardianes, en ese momento, no sabían qué pensar.
—Es cierto, se le parece mucho—dijo Bunny, reticente.—Pero también le da un aire a Jamie y es su bisnieto ¿No crees…?
Sandy intentaba desesperadamente atraer la atención de Bunny y de Norte. Tooth pudo ver los mensajes codificados en figuras de arena dorada y sorprendida, silenció a sus amigos.
—¡Shh!—los calló Tooth—¡Escuchen!
Todos guardaron silencio agudizando los oídos.
La voz de los niños llegó clara hacia ellos.
—¿Mañana irás a recoger huevos?—decía uno de los niños, tumbado sobre la nieve ahora que Jack había ganado la guerra.
—¡Claro que sí!—respondió el pequeño Jack—¡Huevos gratis! Además, quiero encontrar el conejo de pascua.
Otro niño rodó los ojos.
—Jack, el conejo de pascua siempre está ocupado—le recriminó—No creo que puedas verlo ¡Es muy rápido!
—En eso tienes razón, pero tengo una inmensa duda sobre él.
Los demás niños se le quedaron viendo.
—¿Cuál Jack?
—¡Su tamaño!—y el niño hablaba como si fuera lo más natural del mundo.
Para los demás niños eso no tenía sentido.
—¿A qué te refieres con su tamaño?—el otro frunció el ceño, jamás imaginaría esa pregunta—¡Tiene el tamaño de un conejo, obviamente!
—No—Jack movió la cabeza de un lado al otro, negando—Lo soñé y…
—¡Jack tú siempre sueñas a todos de forma extraña!—fue lo que le dijo el mismo chico—Ya no has dicho que santa es ruso, que sandman no habla y que el hada de los dientes tiene plumas parecidas a las de un colibrí.
El otro, con expresión algo cansado, agregó:
—¿Y qué más quieres decirnos del conejo de pascua?
La cara de Jackson se iluminó, ignorando los comentarios agrios.
—¡Que lo soñé con dos metros de altura!—dijo.
—¡Eso es demasiado grande!—el escéptico niño estaba reacio a creerle—No creo que los conejos puedan crecer tanto.
—Pueden si son pookas*—agregó Jack, con una sonrisa engreída.
Los demás niños le miraron entre asombrados y extrañados, con bastante curiosidad.
—¿Qué es un pooka?
—¡Una raza especial de conejos! Son mucho más altos y se comportan más como humanos. Se supone que buscan no sé qué… saber cosas. Y quizá el conejo de pascua es pooka ¿No creen? ¡Sería muy cool!
—¡Niños!—Lillian salió a patio con una enorme sonrisa—¡Entren por favor, las galletas están listas!
Inmediatamente los niños se pusieron de pie corriendo al interior de la cálida casa.
En el bosque cercano, próximo a la barda, cuatro espíritus inmortales estaban tan pálidos como la nieve.
¡Ese niño acababa de describirlos a la perfección! Pero ¿Cómo? ¡Ellos nunca lo habían visto! No se habían presentado a niños en cinco años, y el pequeño tenía cinco años. Y en todo caso ¿Cómo iba a saber algo de los pookas? ¡Era una raza secreta! Ése niño… ése niño…
—¿Puede ser…?
Tooth miró a sus compañeros. La misma pregunta estaba en los ojos de todos los entes inmortales. Nadie dijo nada, no se necesitó decir nada. Habían llegado a la misma conclusión.
Después de todo, ellos sabían perfectamente que se podía escapar de la muerte de forma temporal de una sola manera:
Reencarnación.
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Recordar es el mejor modo de olvidar
Sigmund Freud
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—¿Cómo pudo pasar esto?
—¡Merecemos una explicación!
—¡No nos has ayudado en décadas, aparece de una buena vez!
—¡Estamos demasiado confundidos!
—¡Queremos respuestas!
¡¿DE VERDAD ES ÉL?!
Todas las reclamaciones y gritos se concentraron en esa sola pregunta: ¿de verdad era él?
Después del inmenso shok, todos regresaron al Taller de Norte. Investigaron como locos entre los dientes de Tooth y los expedientes de Santa para saber todo acerca de Jackson Bennet. Y lo que encontraron, fue para ellos peor.
Jackson Bennet nació el 21 de noviembre, una semana después de la muerte de Jack Frost. Era el hijo de Lillian Bennet, la nieta consentida de Jamie, primer creyente de Jack. Lillian fue una de las luces más brillantes en el globo durante su infancia. Pero su ascendencia con Jamie no terminaba ahí.
Porque, para la inmensa sorpresa de todos, Jamie era el nieto de Henry Bennet, un viejo comerciante que de niño fue una travesura andante. Y Henry Bennet fue el bisnieto de Pippa Overland.
Pippa Overland, una niña tranquila llena de entusiasmo y de sueños. Una niña que creció rodeada de amor, de juegos y de ilusiones. Mágicas aventuras que no terminaron nunca. Una de las pocas personas cuya luz desapareció solo el día de su muerte.
Pippa Overland, que fue la hermana menor de Jackson Overland.
El nombre humano de Jack Frost.
Demasiadas coincidencias.
¡Demasiadas coincidencias!
—¡Más te vale que respondas de una maldita vez!—fue el grito del Pooka, mientras miraba hacia la luna llena—¡Responde, porque no creas que vamos a ser pacientes! ¡Se nos terminó la paciencia!
¿Terminar la paciencia? Esa era una expresión demasiado corta. Su paciencia había sido tomada, destrozada, incinerada y después esfumada. No les quedaba ni gota de ella. Estaban nerviosos, conmociones, entristecidos ya la vez esperanzados. No sabían realmente en qué pensar. Necesitaban respuestas y Hombre de la Luna, en el cielo, no parecía querérselas dar.
—Manny.—le habló Tooth, con una voz tranquila y dulce—Hemos vivido durante más de cinco años con este inmenso dolor y de repente, ese niño aparece sin ninguna explicación. Si has de saber algo, dínoslo. No podremos resistirlo más.
Ella bajó los ojos y dejó que unas pocas lágrimas cayeran de su mirada violeta.
Al mismo tiempo que un haz de luz lunar descendía hacia el suelo.
Sandman estaba realmente impresionado. Hacia tanto tiempo que Manny no hablaba con ellos. Con su arena dorada hizo que todos prestaran atención al mensaje que posiblemente iba a darles la luna. Ellos rodearon el círculo de luz esperando ver sombras, pero en vez de eso, la estela de luz creció envolviéndolos.
Y por primera vez desde que nacieron, escucharon la voz del ente que les dio la vida.
Yo no tengo las respuestas. Sé tan poco como ustedes. Pero de lo que sí tengo la certeza, es que Jackson Bennet es la reencarnación de Jackson Overland, es decir Jack Frost. No sé porqué murió ni tampoco porque volvió a la vida.
—¿Y qué nos recomiendas hacer?—inquirió Norte.
Vivan.
Después de eso, la luna emitió un brillo de consuelo, como si los acariciara.
Y desapareció.
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Era Pascua. En Burguess no había nevado pero la nieve era suficiente para que el césped estuviera en su mayoría cubierto de escarcha blanca. Los niños arropados y con bufandas salieron sosteniendo canastas en sus manos y husmeando entre matorrales, nieve y arbustos buscando huevos de colores.
Bunny había terminado lo más pronto posible para llegar a Burguess temprano, junto a sus compañeros, Todos estaban ahí, escondidos entre los árboles, viendo a los niños sonreír y reír mientras encontraban huevos y los metían en sus canastas.
Jackson Bennet, curiosamente, no estaba con sus amigos. El niño se había desviado del claro donde todos buscaban y se fue por un sendero ligeramente oscuro—era un día nublado—para buscar más huevos entre arbustos. Cuando estaba ya lo suficientemente lejos de toda la gente, dejó la canasta en el suelo, se llevó las dos manos a la boca curveándolas alrededor de los labios y gritó.
—¡Conejo de Pascua, sal por favor!
Bunny se tensó, pero no se movió. Ni tampoco nadie. Ellos miraban atentamente al niño y sus reacciones.
El pequeño hizo un mohín, pero escuchó un ruido. Corrió al arbusto de donde provenía el sonido y al abrirlo, encontró dos huevos divinamente pintados con diseños de invierno. Los agarró lleno de emoción, metiéndolos en su cesta.
—¡Conejo! ¿Cómo sabías que mi estación favorita es el invierno?—gritó también, dando saltos de felicidad.
Bunny miró a Tooth y el hada de los dientes asintió.
—Simplemente me dio la corazonada—le dijo.
El niño volteó, completamente asombrado y feliz al mismo tiempo, buscando entre las sombras de los árboles dónde podría estar el conejo de pascua. A la señal de Sandy, Bunny salió del escondite.
Los ojos de Jackson se iluminaron.
—¡Tenía razón!
Jackson dejó la canasta en el suelo y corrió hacia el conejo, lanzándole para darle un abrazo. Sorprendido, Bunny sintió las manitas cálidas del niño encima de su pelaje y le dedicó una sonrisa, cargándolo suavemente.
El último niño que cargó fue Sophie, décadas atrás.
—¡Sabía que eras alto, como un canguro!—continuó diciendo el niño—Incluso hablas como canguro…*
Bunny, que siempre odió ese apodo, se echó a reír.
En ese día, en ese momento, lo consideró un halago.
—Y salto como un canguro—agregó—¿Qué haces aquí Jackson, porque no estás con tus amigos?
Pero el niño estaba emocionado.
—¡Sabes mi nombre!
—Claro que sí.
—¡Qué genial! ¿Y qué cosas sabes, además de eso?—preguntó el niño.
—Sé que querías encontrarme el día de hoy. Así que aquí me tienes.
—¡Es más sensacional de lo que pensé!
Bunny dejó a Jackson en el suelo. El niño estaba lleno de emoción y sus ojos cafés centellaban con un brillo particular. El mismo tipo de brillo que siempre que tenían los copos de nieve.
—¿Y qué hay del hada de los dientes? ¿Ella es alta, con plumas verdes?
—Y un montón de pequeñas hadas que le hacen la mayoría del trabajo.
Entre los árboles, Tooth frunció el ceño.
—¿Haditas? ¿Cómo Babytooth?
¿Qué?
El corazón de todos volvió a detenerse por un momento.
Sin perder la sonrisa, Bunny se inclinó.
—¿Babytooth? ¿La conoces?
—No—bajo la mirada—Pero he soñado mucho con ella.
—¿Soñaste a la pequeña de Babytooth?
—¡Los he soñado a todos! A ti, a Santa Claus, al hada de los dientes… Pero lo más raro, es que siempre que los sueño… me sueño a mí con ustedes.
Sandy sonrió. Él nunca le dio a ese niño ese tipo de sueños. Eso venía completamente de su mente.
—Eso no tiene nada de raro, compañero—le dijo Bunny—Es normal.
—Es que en mis sueños, cuando estoy con ustedes… me veo como Jack Frost.
Tooth contuvo el aliento.
Bunny cerró los ojos por un momento.
—¿Jack Frost?—preguntó.
—Sí—repuso Jackson—Me veo como Jack Frost, y controlo el viento y la nieve ¡Por eso me encanta el invierno!—agregó con una enorme sonrisa—Por cierto, a él nunca lo he visto… no como a ti o a santa…
—Jack…no viene aquí a menudo—tranquilamente, Bunny comenzó a cargarlo de forma suave—Pero qué hermosa imaginación tienes, Jackson. Eso es sensacional.
—¿Tu lo piensas así?—no hay nada mejor para un niño que escuchar palabras como esas viniendo de sus héroes. El Conejo de Pascua, era uno de sus ídolos.
—¡Claro que lo pienso así!
—¡Jackson!—gritó una voz, que venía del claro donde estaban todos los demás niños—Jackson cielo ¿Dónde estás?
—Es mi mamá…
Bunny dejó al niño en el suelo. Le dio una canasta llena de huevos y chocolates, que apareció de uno de sus túneles y le dijo:
—Volveré la siguiente pascua—removió sus cabellos—Diviértete, Jackson.
—Dime Jack.
El niño agarró la canasta emocionado y saltó hacia donde estaba su madre. Lilian estaba esperándolo con una sonrisa.
—¿Encontraste muchos huevos amor?—le preguntó.
—¡Mira mami, mira!—decía, mostrándole orgulloso la canasta.
Mientras Jackson se iba, Bunny se reunió con sus compañeros guardianes.
—Es él—les afirmó—No me cabe la menor duda.
—A nosotros tampoco.
Los cuatro guardianes vieron al niño que se alejaba dándole la mano a su madre. La impresión no podía opacar la alegría.
Jackson Overland fue un chico bastante feliz hasta que se convirtió en Jack Frost, y debió pasar 300 años de soledad. Década de felicidad con los Guardianes jamás podrían sellar todas las cicatrices que le dejaron esos tres siglos oscuros.
Pero este Jack que tenían enfrente, estaba más que feliz. Tenía una familia amorosa, amigos especiales y un inmenso futuro por delante. Él no recordaba nada de tristeza, nada de dolor, nada de ellos. Solamente los veía en sueños hermosos y en días especiales. Su ilusión era inmensa. Su imaginación crecía. Era un niño lleno de potenciales y que, sobre todo, tenía la felicidad asegurada.
Porque ellos le darían la vida más feliz que pudieran darle. Ellos no dejarían que en su nueva vida, Jack sufriera cualquier tipo de desdicha o desolación. Él viviría plenamente.
Después de todo, Manny jamás les dijo que no podían tener niños consentidos.
-o-
Los Guardianes cumplieron su palabra.
Todas las Pascuas, Jackson era el niño que más huevos y dulces encontraba año con año. Los niños se desvivían, encontrando muchas cosas, pero Jackson siempre recibía la canasta del mismísimo conejo de pascua. El conejo que lo visitaba de vez en cuando en primavera cuando Jackson daba paseos en solitario por el bosque.
Cada diente bajo la almohada tuvo el sorprendente valor de un dólar. La misma Tooth era la que entraba en la habitación del niño para verlo dormir plácidamente. Ese Jack en miniatura tenía una expresión de absoluta paz, y le encantaba contemplarlo durante un rato antes de dejarle el dólar y recoger el diente (que también era muy blanco). Tooth lo visitaban varias noches y una que otra vez, Jackson la vio. Fueron conversaciones cortas, pero que el hada atesoraría por siempre. En la voz intrépida y emocionada del niño se emulaba la jovialidad de Jack Frost cuando creaba sus amadas tormentas de nieve.
Sandman siempre le mandaba las estelas de arena dorada más brillantes y le causaba los mejores sueños. Pero esos sueños siempre eran transformados en los recuerdos de cuando era inmortal. Afortunadamente, Jackson solamente tenía recuerdos de momentos alegres y plenos. Sandman siempre cuidaba que sus sueños jamás se volvieran pesadillas y con el tiempo, esa protección le valió a Jack un optimismo sorprendente.
En navidad, enormes regalos divinamente envueltos decoraban las bases de los pinos y Jackson sonriente abría cada regalo minuciosamente pensando para él. Norte le dejaba también galletas y dulces en su alcoba, además de unas breves notas con palabras como "Bien hecho" o "¡Sigue así, en la lista buena!" eran motivaciones para seguir haciendo lo correcto. Y Jackson año con año prometía portarse mejor. Año con año lo cumplía.
Mientras más tiempo le dedicaban al pequeño Jackson, más recordaban los guardianes a Jack Frost. Recordaban sus juegos, sus bromas, su voz, sus sonrisas, sus tormentas, sus travesuras, sus anécdotas. Jack había tenido un tiempo alegre con ellos y siempre les sacó limpias carcajadas. Ahora con Jackson, todo el dolor y la ausencia fueron desterrándose. Los Guardianes comenzaron a tener el recuerdo de Jack como algo pacífico. Algo tranquilo.
Comenzaron a sanar su herida.
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A la edad de 17 años, lo que Jackson Bennet quería era adentrarse aún más al bosque. Pero esos planes desaparecieron cuando pensó que el lago podría ser lo suficientemente relajante. Era primavera, así que el fresco ameno de los árboles le daba tranquilidad. El lago de Burguess era pequeño, pero tranquilo y claro. Jackson nunca le dedicó tiempo. Siempre que veía el lago se ponía muy melancólico, nunca entendió del todo esa razón.
Sólo que ahora estaba nervioso. Había sido aceptado en todas las universidades para las que aplicó, y sus padres, así como él, estaban felices.
Pero ¿Qué hacer ahora?
Iba a irse la universidad ¿Y después qué? Jackson estaba creciendo y en el fondo la idea le aterraba. Ahora debía prepararse para lo que iba a ser de mayor.
Mayor… por alguna razón esa palabra no le entraba en la cabeza.
Caminó distraídamente por los senderos del bosque, rodeando el lago. Las aguas cristalinas reflejaban el ocaso y él podía sentir la frescura de la primavera. Cómo la vida se exprimía de cada árbol, planta o ser vivo de alrededor. Era hermoso. Y a la vez inquietante ¿Cuándo volvería?
Ya no era un niño, pero no por eso dejaba de creer. A pesar de su edad, en navidad había siempre una pequeña nota firmada por "Norte" al lado de un regalo pequeño. Y en pascuas un huevo multicolor junto con chocolates estaban cuidadosamente colocado sobre el escritorio. Ellos lo seguían cuidando y eso le ponía feliz. Sentía hacia esos espíritus una conexión más profunda a la que cualquier otro niño nunca sintió.
Mientras rodeaba el lago, seguía pensando en ellos ¿Lo seguirían visitando en la universidad? Porque de verdad le daba miedo que ellos se quedaran en sus recuerdos. De forma rara, no quería separase de esa parte de su infancia. Él no quería crecer. Era como si toda su vida siempre deseara ser niño… o nunca supiera ser otra cosa que no fuera un niño. Él mismo no comprendía lo que le pasaba.
La suela de su zapato resonó.
Jackson se inclinó. Sus zapatos no sonarían si golpeaban la tierra. Extrañado, miró detenidamente las hojas y el césped. Era como un enorme manto de hierba encima de algo metálico.
Al inclinarse pudo retirar la hierba y ver el metal. Estaba opaco, oxidado, era como una especie de placa con unas elegantes letras grabadas.
A Jack Frost.
Humano increíble. Guardián inigualable.
Tus risas jamás podrán ser olvidadas por nadie.
Sandy, Tooth, Bunny, Norte.
¿Un homenaje? ¿A Jack Frost?
…—Por cierto, Jack Frost, a él nunca lo he visto… no como a ti o a santa…
—Jack…no viene aquí a menudo—tranquilamente, Bunny comenzó a cargarlo de forma suave.
Más bien, había muerto.
Jackson miró detenidamente la placa otra vez. Estaba firmada por los mismos cuatro espíritus que tan celosamente le cuidaron y le dieron días hermosos llenos de felicidad y diversión. Ellos habían perdido a uno de sus compañeros, y de cualquier forma, seguían causando alegría a los niños. Como a él.
Pero en vez de admirar esa valentía o fuerza que le dieron, Jackson se sintió orgulloso de ellos.
Ese orgullo venía de un sentimiento lejano… demasiado lejano.
Los Guardianes siempre visitaban a Jackson, y aunque no hablaran con él muy a menudo, claro que le procuraban su bienestar. Más ahora que se iba a ir a la universidad. Los cuatro veían con miedo cómo Jackson estaba inclinado viendo la placa bajo la cual estaba el cuerpo inmortal de su vida pasada.
Pero en vez de recordar algo, o ponerse a reclamar, Jackson simplemente se puso de pie, miró el lago y volvió a caminar.
Él era la reencarnación de Jack. Pero no era Jack.
Jackson Bennet estaba continuando con su vida.
Y al mismo tiempo, los Guardianes continuaron con la de ellos.
La mañana en que Jackson se iba a ir a la universidad, encontró un mensaje cuidadosamente doblado bajo su almohada.
Siempre serás nuestro niño consentido.
Después de todo, Manny jamás les dijo que los Guardianes no podían tener niños consentidos.
¡Fin!
*Pooka.-En los libros los pookas son como una legión especial de conejos que se dedican al conocimiento y a la protección de la tierra (si bien entendí) y a esa legión pertenecía Bunnymund.
* (¡Hablas como Canguro!) En la película en inglés cuando Jack le pone a Bunnymund su apodo de "Canguro" lo hace en referencia a su acento, porque el doblaje lo hace Hugh Jackman con acento australiano. Y los canguros son de Australia.
SÉ perfectamente que es una historia dramática, intensa y además en la primera mitad completamente desesperanzadora. Pero tuvo un buen giro ¿No? ¿O se esperaban que Jack reencarnara? Fue una idea muy interesante y espero que les gustara la forma en que la desarrollé. De mi parte, eso es todo.
MUCHAS GRACIAS por leer mi historia hasta aquí. Ahora sí que estaba larga xD
¡Nos leemos en mis demás fics!
chao!
