¿Crees en los vampiros?
-Jajaja, por supuesto que no, esas cosas no existen.
Esa hubiera sido su respuesta si le hubieran preguntado hace un par de semanas, pero era sorprendente la velocidad con la que las personas pueden cambiar de parecer, aunque casi siempre tengan que ver para creer.
3 MESES ANTES.
Era una noche calurosa de verano y por la calle casi vacía iba caminando una bella chica de hermosos ojos color azul que asemejaban a dos zafiros y con un largo cabello que se ondeaba con cada paso que daba.
Iba un poco nerviosa ya que era muy tarde y ella aún no llegaba a su casa. Realmente no se había dado cuenta de que fuera tan tarde mientras estaba con sus amigas. Ahora si se metería en problemas.
Claro que de saber lo que después pasaría, un regaño por parte de sus padres hubiera sido mucho mejor que lo que estaba a punto de pasar.
Con tal de llegar un poco más rápido a su casa decidió tomar un atajo, pero pronto se arrepentiría de haberlo hecho.
El callejón estaba solo, solamente iba ella caminando por ese lugar, pero de pronto se dio cuenta de que estaba equivocada.
De la nada, a sus espaldas escuchó pasos, lo cual hizo que ella comenzara a caminar un poco más deprisa, pero la persona que la iba siguiendo hizo lo mismo.
Ella trataba de poner una mayor distancia entre ellos dos, pero no funcionaba.
Ni siquiera se dio cuenta del momento en el cual había comenzado a correr y sintió que aquella persona la jalaba por el cabello y la arrojaba contra la pared.
-¡Nooo, suéltame, déjame!
-pero que chica tan más linda, no deberías de andar tu solita a estas horas.
Sintió como aquel hombre comenzaba a meter su mano por debajo de su falda y sus ojos se inundaron de lágrimas.
-¡No, por favor! ¡Déjame, por favor!
Pero él no se iba a detener. Comenzó a besar su blanco cuello y después sintió su mano en su estómago.
-¡Auxiliooo! ¡Ayúdenme por favor!
Pero no había nadie cerca para ayudarla.
El hombre se dio la vuelta y se pegó más al cuerpo de ella y cuando hizo eso sintió algo que la hizo llenarse de un terror que nunca antes había sentido.
Sus manos seguían recorriendo su cuerpo mientras el continuaba besando su cuello y ella sentía algo ¿filoso?
Ya no sabía qué hacer, no había nadie que la salvara, así que cerró sus ojos.
Pero de repente el peso que la mantenía contra la pared desapareció y ella cayó al piso golpeándose en la cabeza.
Sintió una ráfaga de viento helado, escuchó un grito y todo se quedó a oscuras.
