Este fic participa en el reto "Emociones" del foro "Bajo la Luna Roja".
Disclaimmer: Nada del mundo de ECDLLR me pertenece, todo es de José Antonio Cotrina.
IRA
Corrías tan rápido como tus piernas te permitían, con el aire abofeteándote la cara y el pulso latiendo en tus oídos. Mirabas hacia atrás continuamente, asegurándote de que tus persecutores no te alcanzaban, sin embargo los oías cercanos. Demasiado.
Tus hermanos habían logrado escapar más rápido que tú, dejando caer todo aquello que habíais conseguido. Pero tuviste que quedarte a recogerlo todo, porque si llegabais a casa con las manos vacías lo pagaríais. Todos.
Giraste en una esquina, mirando cada dos segundos a tu espalda, escuchando los gritos de aquellos que te perseguían, amenazándote. No hiciste caso y seguiste corriendo, sonriendo cuando llegaste allí donde querías; rápidamente corriste hacia la verja y saltaste, dejándolos atrás, y te dirigiste hacia tu casa dando un rodeo. Por si acaso conseguían dar contigo.
Entraste en aquella casa destartalada y dejaste los objetos robados encima de la mesa coja con la madera carcomida. El suelo rajado estaba cubierto de arena de la calle.
Entonces escuchaste los gritos de aquel hombre que te dio la vida: sonaban furiosos e inteligibles. Te acercaste allí donde los oías, sabiendo lo que te encontrarías. Tu padre, borracho, daba patadas al cuerpo de tu hermano, tendido en el suelo. Cuando viste que se trataba de tu hermano pequeño, te lanzaste para cubrirle con tu cuerpo, intentando que tu padre dejara de darle patadas. Así lo hizo, pero en su lugar te agarró del pelo y te elevó del suelo, con tal facilidad que aquello no pudo más que enfurecerte. Te asestó un puñetazo que te alejó del cuerpo de tu hermano. Te levantaste, con la zona del golpe latiendo por el dolor, pero no le hiciste caso. Tu visión se tornaba de un color rojizo, mientras el pulso latía en sus oídos evitando oír aquello que aquel monstruo intentaba decirte.
Una y otra vez convertías las manos en puños y apretabas, mientras sentías la sangre llenar tu boca por haberte mordido la lengua al apretar la mandíbula. Le viste acercarse a ti, levantando la mano preparado para golpearte de nuevo. Todo se desarrollaba a cámara lenta, podías anticipar sus movimientos antes de que los hiciera, por lo que golpeaste primero. Una y otra vez golpeaste, hasta dejarlo tirado en el suelo. Y entonces te sentiste bien contigo mismo, viéndole ahí tendido, sangrando e intentando insultarte a través de la sangre de su boca. Sonreíste, era una sonrisa macabra, le escupiste y te dirigiste a la calle. No sabías donde ibas, pero con cada ráfaga de aire que te revolvía el pelo sentías que esa misma ráfaga se llevaba los restos de aquella furia lejos de ti. Relajaste los músculos y miraste al cielo. Solo querías dejar todo esto atrás, olvidarte de aquel monstruo, hacer como si no existiera. Empezar de nuevo lejos de aquí, lejos de todo aquello. Intentar ser feliz a tu manera, sin tener miedo cada noche.
Cerraste los ojos. Darías cualquier cosa por poder marcharte de ese sitio.
