Prólogo.
El sonido de la manecilla del reloj se inundaba en la inmensidad de esa solitaria sala de reuniones, hacía ya media hora que la reunión con el representante de la República Francesa había concluido. No obstante, él aún seguía ahí incrédulo de que lo que acaban de mencionar.
¿Francia divida y sometida por el régimen Nazi? ¿Cómo es que una potencia de tal calibre como Francia había caído tan bajo? Y lo peor de todo, es que ella era prisionera así que podía implicar que...
Su puño se estrelló con furia contra aquella mesa de caoba, no tenía tiempo para pensar en que atrocidades podían hacerle a su aliada/rival ya que no podría salvarla si se quedaba ahí lamentando todo. No, no, él debía idear un plan para evitar que aquél régimen sanguinario siguiese avanzando a sus anchas.
Si aquellos mocosos no habían aprendido que cuando juegas con fuego te quemas, entonces tendría que repetirle la lección hasta que entendiesen.
Finalmente se puso de pie y salió de aquella sala con un paso firme, había tomado una decisión e iba ser fiel a esta.
