Disclaimer: Bleach es de Tite Kubo.
Prólogo
…
"Si yo fuera la lluvia;
La que conecta el cielo y la tierra,
La que no ha titubeado por toda la eternidad…
¿Sería capaz de unir los corazones de la gente?"
Inoue Orihime
…
Prólogo:
Llueve
El cielo obscuro, siendo presente en él una inmensa cantidad de grises nubes, era acompañado por los sonidos de las gotas de lluvia; en alguna otra parte debajo de él se podía observar una inmensa cantidad de casas; todas del mismo tamaño y en el mismo tono de blanco inmaculado: Todas las casas siendo cerradas por un gran mural.
Pero esas casas parecían pequeñas e insignificantes comparadas con las grandes torres que hacían presencia —tan sólo metros adelante del muro— en aquellas zonas. Los grandes edificios habrían su paso, iluminadas por la luz de una luna llena. De entre ellos, tres edificios lograban distinguirse de entre los demás y de aquellos tres tan sólo uno de ellos era el más alto; parecía una base y portaba el número "1".
— ¡Atrápenlo! —un fuerte grito autoritario resonó en el viento.
Pisadas indicaban el sonido de un cuerpo corriendo. Y varios sonidos más, uniéndosele, corrían con rapidez tratando de no perder vista de su "raptor", un grupo de pisadas persiguiendo al primer par. Cinco cuerpos, vestidos en distintos modelos de ropa y aún así podía apreciarse que cada uno parecía seguir un mismo tono de colores como si una regla se tratase. Los cuerpos corrían, y al verlos directo a la cara se distinguían máscaras blancas iguales: Todas tenían una estrella negra que cruzaba el rostro. Todos aquellos uniformados observando como un sujeto, —el cual iba usando el paso acelerado, shûnpo— una figura vestida en blanco y que lograba distinguirse entre las marrones y marchitas hojas de los árboles, seguía escapando de ellos.
Saltando de rama en rama, la figura comenzaba a tomar forma aunque sólo lograba discernirse una blanca cabellera. Con la mayor parte de su rostro siendo cubierto por una manta vieja y harapienta de un color grisáceo, miró hacia atrás y logró ver a varias personas uniformadas con trajes similares al suyo lo cual le hizo volver su vista hacia adelante y gruñir con molestia.
— ¿Dónde estás? —una voz masculló en otro lugar, llevándose la mano a la frente con preocupación—. Apresúrate…
De figura delgada y estatura mediana, llevaba un ceñido uniforme; pantalones blancos, que le iban debajo de las rodillas, botas negras que le llegaban hasta estos, y una chaqueta blanca que no hacían visible los rasgos más femeninos ya que a pesar de su delgadez los puntos curveados de su cuerpo estaban escondidos; y el cabello rubio claro arreglado en un par de coletas sólo lograban darle un aspecto infantil a pesar de poder distinguir en su rostro, además de varias pecas, algo de madurez.
La mujer, con los brazos cruzados, comenzó a jugar con sus dedos a falta de algo mejor que hacer mientras esperaba.
"Idiota" pensó mientras iba cerrando los ojos con fuerza, sin dejar de fruncir el seño "¿Cómo pude dejar que te atraparan antes de terminarla? ¡Y antes de tiempo! ¡Soy una idiota!" Nerviosa, la mujer estaba visiblemente nerviosa.
Un pequeño resplandor apareció a pocos metros de ella, un eco se escuchó a sus espaldas, volteó a ver. Justo en el sitio de la explosión se concentraba una esfera de luz, donde segundos antes se había causando un hoyo entre los ramajes de los árboles, siendo sostenida por un brazo de piel color miel. La luz desapareció y la mano se alzó.
Reaccionando, la mujer trató de buscar algo entre su bata pero se detuvo al ver a un joven encapuchado correr hacia su dirección, haciéndolo esbozar una sonrisa:
—Estarán inmóviles por un tiempo. —dijo el joven acercándose a la mujer.
—Más te vale —sonrió con arrogancia la rubia—, hage.
El joven encapuchado miró hacia los ojos de mujer y esta asintió levemente con la cabeza empezando a caminar en dirección contraria a donde el joven había llegado. Ambos caminaron un par de unos metros hasta tener frente a ellos una gran muralla pintada en un tono blanco excesivo. La mujer posó sus dedos en el extremo de un pequeño tumulto de tierra en el suelo y de este comenzaron a crecer raíces al punto de abrirse un hueco entre la tierra por el cual ella entró de un salto seguido del joven quien no se había perdido eso. Ya dentro se podían observar un lugar bastante espacioso, una cueva o escondite subterráneo. Al fondo del lugar, una especie de librero en medio de la tierra del costado, una repisa llena de tubos de ensayo de cantidad de colores y variadas formas y tamaños, y aún así varias raíces en lo que era el techo.
— ¡Así que tenías tu escondite! —el encapuchado exclamó con sorpresa, haciendo acto de presencia mientras tomaba y veía curioso un pequeño trozo de metal, en forma de cubo, de una mesa cercana.
Ella lo ignoró al igual que a todas las pertenencias entre las que caminaba, el joven pensó que el lugar estaba demasiado desordenado a la vez que la veía pasando entre ellas. La mujer parecía dirigirse hacia una pared, la única pared lisa de allí. Alzó la mano al aire y buscó con la mirada hasta que halló un pequeño interruptor, moviéndolo hacia arriba dejando que una desgastada lámpara en el techo iluminara el lugar.
— ¡Deja de jugar! —llamó la mujer al joven el cual aún seguía revisando el pequeño trozo de metal que traía en sus manos.
Sin que ella lo notara él guardó el objeto en su bolsillo, a la vez que caminó hacia el frente con sus ojos abriéndose enormemente debido a la sorpresa: Frente a él pudo visualizar una gran maquinaria circular brillando en un tono negro.
La mujer se acercó a él, con una pulsera metálica en mano, y se la colocó en la muñeca izquierda. —Creo haberte explicado esto ¿no? —el joven, cabizbajo, cubrió la pulsera con la manga de sus ropas—. Que nadie además de ti lo toque. —caminó hacia el extremo derecho de la máquina donde, sobre la mesa de madera, se encontraba una pequeña computadora—. Haré que la máquina esté "extraviada" por un tiempo. Recuerda que sólo durará dos semanas. Tienes que llegar en los próximos catorce días. Si tenemos suerte… —la mujer comenzó a teclear pero luego se detuvo y comenzó a bajar la vista con varias lágrimas en los ojos—, quizá este futuro no exista.
— ¡Aquí está! —un grito alertó a la mujer, ella giró su rostro y logró ver como tres hombres enmascarados y uniformados ingresaban desde el techo.
— ¡Están- —el joven trató de correr hacia ellos pero fue interrumpido por la el grito de la mujer.
— ¡Ese no es tu deber! —gritó la rubia mujer, furiosa, y aún con lágrimas en los ojos— ¡Vete ya!
Una mueca de disgusto se había formado en el rostro de la rubia… y el joven sabía que debía obedecer pero, por su mirar, sentía la necesidad de quedarse. Temía que algo le pasara a ella. La mujer no dejó de mirarlo, el joven avanzó unos pasos quedando a cinco centímetros de la brillante luz, en sus labios no pudo evitar formar una sonrisa sincera y casi como un consuelo habló: —Descuida, lo haré.
Giró su cuerpo e ingresó de un salto hacia el gran círculo que se encontraba frente a él, perdiéndose de la vista de los demás presentes.
La mujer tecleó en la computadora con rapidez para luego oprimir un último botón "ENTER". Se pudo observar, después, como la maquinaria circular comenzaba a cristalizarse rápidamente en un tono negro parecido al petróleo y segundos después se partía en pedazos. A su lado tres hombres enmascarados se acercaban a paso calmado, uno de ellos se detuvo tras ella:
—Por experimentos, incumplimiento de deber y ayuda hacia los rebeldes, todo en contra de la voluntad de La Baraja. (*) Usted, Décimo primer Guardia, señorita Sarugaki Hiyori será sentenciada a experimentos a beneficio del embajador de Hueco Mundo. —pronunció el enmascarado, dispuesto a sacar su espada de su funda en caso de resistencia.
La mujer frunció el entrecejo y saltó hacia un costado mientras sacaba un pequeño Kunai (*) de entre su bata —Antes muerta… —pronunció en susurro. Delante de la presencia de todos; alzó el arma y la acercó con una fugaz rapidez a su cuello… cortando su garganta en el acto.
— ¡Muy bien señores! —exclamó una voz fuerte y potente. Un hombre de apariencia, en edad avanzada, sin cabellos y con una gran y larga barba; estaba vestido de negro con un haori blanco con mangas largas haciendo que una de ellas cayese debido a la falta del brazo derecho del hombre. Él portaba en su espalda el número uno: Yamamoto Genryusai Shigakune, shinigami y capitán general a cargo del Gotei 13, un escuadrón de batalla de la Soul Society —La sociedad de almas— había hablado.
El general se encontraba de pie, con ambos ojos suavemente cerrados y la espalda algo curveada mientras que con su única mano sostenía un gran bastón de madera en mango redondeado. Delante de él se encontraban doce personas de pie portando los mismos distintivos con diferencia de números; todos los presentes en aquella habitación sentían que el ambiente se tornaba severo ante el tono que había utilizado su superior pues todos parecían encontrarse, callados y casi inmóviles, siempre en espera de lo que el hombre dijese.
—Díganos ¿Qué pasa? —un hombre adulto, de cabello blanco y negras cejas que llevaba el haori número trece preguntó con impaciencia— Genryusai-sensei hace mucho que no usamos el salón de reuniones del primer escuadrón en la Soul Society.
— ¡Ya, ya! —sonrió el hombre con distintivo número ocho, el cual llevaba un sombrero de paja en la cabeza y una llamativa manta rosa con motivos floreados, tratando de tranquilizar a su amigo— ¡No te impacientes Ukitake! No llegamos a nada si nos alteramos.
El comandante general giró su vista y dirigió su vista hacia una de las personas en la sala —Infórmenos de la situación, capitán del doceavo escuadrón Kurotsuchi Mayuri.
El aludido, un hombre cuyo rostro estaba pintado en blanca y negro y con unas extrañas decoraciones alrededor de su cuello, frunció el seño mientras hablaba:
—Bien, compañeros capitanes —dijo casi con burla en las palabras mientras daba unos cuantos pasos adelante y sacaba de la manga de su haori un pequeño control con un solo botón el cual presionó una vez haciendo que en el centro del salón apareciera una gran esfera de brillos de color anaranjado, dejando ver el holograma de un globo terráqueo— hace unos días tuve un interesante descubrimiento en mi laboratorio. Como todos sabrán desde la batalla de invierno estuvimos conviviendo con entidades de hollows distintos a nuestros ojos: Los Arrancar —los gestos de varios de los presentes se tensaron y aún así el científico prosiguió—. Desde que esto inició yo he estado guardando y analizando muestras de cada uno de los distintos tipos de hollow que conocemos, que están en las subdivisiones Arrancar como los Gillian, Adjuchas y los Vasto Lorde. —dijo el hombre mientras comenzaba a mostrar imágenes de los susodichos seres en hologramas luego abrió los ojos un tanto más de lo común cambiando su gesto burlón a uno serio—. Desde hace un par de días los radares de mi laboratorio han detectado energía espiritual concentrada en una zona del Hueco Mundo… Cómo decirlo —se rascó la barbilla y luego alzó una mano al aire—. ¿Una especie de puerta?
El comandante abrió ambos ojos mientras fruncía levemente el entrecejo — ¿Un portal hecho de energía hollow?
El científico negó suavemente —Aún no he determinado eso aunque no dudaría que así fue… pero lo curioso es que —siguió— nada parece poder atravesar ese portal.
Uno de los presentes, un hombre con cabello negro y lacio, habló burlón — ¡Tsk! ¿Entonces cómo dices que es un portal si no puede pasar nada? —era Zaraki Kenpachi.
El científico habló con enojo — ¡Hazme el favor de no interrumpir! —miró nuevamente hacia el centro del salón— He estado vigilando ese agujero, parecía estar pegado al suelo como si de una laguna negra se tratara, así que pensé en observar y luego de varias horas noté algo bastante anormal en aquella laguna negra, vi como un hollow salía de allí, era un Menos pero… lo raro fue que su máscara no era blanca como los demás hollow sino que de un color dorado intenso. Al principio no le presté atención pensé que quizá sería una broma de mal gusto de parte de los habitantes de Hueco Mundo así que estuve bastante distante del tema pero unos días después noté una alerta en el mundo humano y, extrañamente el ser parecía ser idéntico al hollow que había visto.
Con unas de las tantas cámaras que coloqué en Las Noches, decidí investigar y hace un par de días estuve observando a los pequeños hollows pasar. Atraídos por el poder que desprendía aquel objeto…
—Interesante —exclamó el científico, al centrar su vista delante de su gran pantalla.
Al intentar acercarse esos hollows-lagartijas sus patas parecían resbalar del lugar como si una sustancia la cubriera. Después de unos minutos de largo intento las lagartijas se cansaron y salieron de allí. Observé por horas, obteniendo los mismos resultados, cada hollow que intentaba pasar resbalaba incluso; un Vasto Lord intentó pasar por allí… pero obtuvo en mismo resultado que sus pequeños compañeros. Eso me resultó muy inusual ya que, según la naturaleza de la energía, la del Vasto Lord de cabello azul parecía medir más que esa laguna negra así que supuse se rompería al simple contacto. Pero eso no pasó sino que fue al revés, el herido resultó ser aquel Arrancar…
—Kurotsuchi Taichou-dono… —una mujer de cabello negro y trenzado, capitana de la cuarta división, habló con algo de preocupación en su suave voz—. Dice que… ¿Eso es un portal de trasferencia del Hueco Mundo al mundo humano?
Un silencio sepulcral reino ante las palabras de la capitana, varios de los presentes fruncieron el seño con sorpresa; simplemente podrían decir que esa era una posibilidad mayor ya que los hollows eran enemigos naturales de los shinigamis o demás almas. Por un par de minutos todos se habían puesto a pensar en ello. Todos centrados, pensando en un posible ataque… todos excepto el capitán del distintivo trece.
—Era una tregua entre nosotros desde la guerra. —al fin una voz habló, seria, una mujer de cabello azulado en dos trenzas largas con un largo fleco y mechones hacia los lados— ¿Aún así creen que cumplan su palabra?...
— ¿Habría alguna razón por la que quisieran una pelea con su bando contrario luego de perder varios cadetes? —preguntó por primera vez, sonriente un rubio con cabello por los hombros el cual llevaba una corbata dentro del distintivo cinco. El joven hombre parecía no darle crédito a las palabras aunque supiese de los obvios motivos— Los habitantes de Las Noches aún están reconstruyendo el lugar, Soi Fong Taichou.
Un gran golpe del bastón del anciano comandante resonó en el suelo interrumpiendo la conversación.
—Compañeros, las razones ahora no son tan importantes. Es grave lo que el capitán de la doceava división dice. —el comandante miró hacia los lados, buscando la mirada de sus compañeros pero detuvo su vista al notar la mirada de uno de sus ex-alumnos dirigida hacia otro sitio pues al parecer no le prestaba atención.
El hombre, Ukitake Juushiro, en ese momento parecía estar fuera de sí. Es verdad, estaba preocupado también pero parecía estar distante de la conversación que llevaban sus compañeros. El comandante lo había notado, además de que ese hombre había sido su discípulo en la academia y lo conocía a la perfección tanto como para decir que era como un hijo para él, así que el general giró la cabeza tratando de visualizar la causa de la preocupación de su ex alumno.
Y lo vio, de pie, entre los capitanes del puesto doce y ocho el causante; Un joven de cabellos blancos los cuales le cubrían levemente el ojo izquierdo, de baja estatura, piel color miel y una bufanda cubriendo levemente el fruncimiento de sus labios mientras sus ojos se mantenían cerrados con fuerza: Hitsugaya Toushiro.
—De… ten… te —pronunció en un susurro casi imperceptible lo cual había llamado la atención de todos los presentes quienes se detuvieron a mirarlo.
— Hitsugaya Taichou… — la capitana de la cuarta división, algo preocupada, intentaba llamarlo.
Una pequeña aura brillante, azul claro, soplando levemente entre los presentes. El poder espiritual del joven capitán parecía estar inestable y eso la capitana lo había notado. El joven de cabello blanco había vuelto a cerrar los parados con fuerza, ignorando el comentario de Unohana —De… ten… te… —dijo nuevamente para sorpresa de todos.
Esta vez, los capitanes se detuvieron a mirar al joven capitán cerciorándose, al sentir una leve brisa fría sobre ellos, de que algo andaba realmente mal. Con una rapidez inhumana, el capitán Ukitake se acercó y sostuvo contra sus brazos el cuerpo inmóvil del joven capitán de bufanda turquesa: Se había desmayado.
— ¡Hitsugaya Taichou! —gritó alterado.
Cuarto escuadrón, minutos después…
—Necesita reposo, estaré vigilando afuera pero Ukitake-Taichou por favor… Hitsugaya-Taichou necesita descansar —la capitana de la cuarta división le pidió a su colega de puesto mientras ella hacía lo mismo, adelantándose a salir de allí.
El nombrado, al recibir tal comentario obedeció aún preocupado, intentó caminar lentamente hacia la puerta de salida pensando en los anteriores acontecimientos pero detuvo sus pasos. Tenía miedo, nuevamente y desde la guerra de invierno, sentía que algo malo ocurriría. Volteó su vista atrás viendo sobre la camilla al joven capitán quien reposaba con un respirador artificial en su rostro.
"Debería ser yo quien se encontrara en este estado." Se reprochó mentalmente la suerte del joven a quien tanto aprecio tenía. Sonrió amargamente.
—Tú tienes una vida por delante… Recupérate. —fue lo último que pudo desear antes de abandonar la sala.
Y en esos momentos, de todos, nadie sabía qué cosas pasaban por la mente del capitán de la décima división… ni siquiera él mismo.
Estaba inconsciente, por fuera todos veían a un joven inconsciente postrado en una camilla, pero en su propia mente el joven no descansaba un segundo. No, él estaba dormido y ajeno a ese mundo pero despierto y alerta en otro aunque, en esos mismos instantes Hitsugaya Toushiro estaba inconsciente en su propia mente. Y, aún así, lo último que había presenciado su mente estaba grabado en su memoria.
"Amo…" Una voz. Profunda, sonora, una voz llamándolo. Una voz lejana, la cual no conocía. Esa voz parecía alegre y triste a la vez, no entendía por qué.
Sentía calor, un inmenso calor. Sentía todo su cuerpo arder, sus pies y manos tendrían que estar sobre el fuego puro para arder tanto pero no lo estaban. Lo peor de todo es que no veía, abrió los ojos, sentía su cuerpo; Sentía ardor pero todo a su alrededor era obscuro, no veía nada.
¿Cómo es que había llegado allí? ¡Mientras estaba en una reunión! Siquiera había invocado a Hyōrinmaru además de que era imposible que esta le forzara entrar en su mundo.
Miró hacia el frente, por donde la voz le había hablado, y un pequeño resplandor dorado parecía estar presente. Se extrañó, el resplandor normalmente era blanco casi plateado, a veces en tono azulino, pero nunca dorado.
El resplandor, junto con un fuerte viento que le despeinaba los cabellos, comenzó a acercarse hacia donde estaba. Parecía descender frente a él: También inexistente pues no lo veía.
— ¿Hyōrinmaru? —se atrevió a preguntar, tratando de cubrir sus ojos con su brazo el cual parecía inexistente al igual que su cuerpo, creyendo que no podría ser otra que su Zanpacktou, aún en ese extraño lugar.
El brillo mermó, al tiempo en el que un estruendo resonaba haciendo temblar el piso
— ¿Dónde está mi amo? —casi gritó la voz.
Eso le había tomado desprevenido. Hitsugaya no entendía a qué se refería, a decir verdad no entendía la pregunta en sí por más simple que pareciese.
"¿Su amo?"
Sólo había podido comprender dos cosas. La primera era que, quien hablaba, era una Zanpackutou y la segunda era que… al parecer estaba invadiendo su mundo.
— No sé de qué me hablas. —simplemente contestó, sin dejar de perder la seriedad.
El lugar volvió a temblar, casi haciéndole caer al suelo.
—Mientes. —una oleada de calor logró hacer que el aire llegara a sus pulmones en forma de vapor, le estaba costando respirar.
—Detente… —habló esta vez algo alterado.
Ella no lo hizo, sino que siguió hablando. —Quieres evitarlo, quieres que mi amo muera.
Otra incoherencia más. Hitsugaya comenzó a sudar, su garganta se secó. El dolor era increíble, lo sentía como a cuchillas atravesando su cuerpo. Y hasta podía sentir el aroma a carne asada. ¿Acaso la parte de su cuerpo estaba derritiéndose? Sentía que su piel se desharía.
Bajó la cabeza al suelo, estando en aquel mundo era imposible ganar. —Detente —se atrevió a pedir, rebajando un poco su orgullo mientras se encorvaba la espalda debido al dolor y tosía debido a la falta de aire— ¡No conozco a tu amo!
El brillo se intensificó, y el calor aumentó de nuevo sobre él haciendo que cayera de rodillas al suelo, mientras la voz habló molesta — ¿Qué razón tienes para matarlo? ¿Te ha hecho algo malo? —dijo con sarcasmo—. O simplemente no quieres hacerte cargo de tus acciones… al saber los problemas que traerían.
"¡¿Cómo demonios lo haría si ni sé de quién se trata?!" Se detenía a pensar que el que lo culpara de algo, podría aceptarlo si supiese de qué se trataba pero en el caso en el que estaba, sin saber cuál era, era simplemente estúpido. El coraje hizo que exhalara el poco aire que traía en forma de grito— ¡¿Si tu amo es tan bueno como dices por qué ni siquiera te ha oído?!
La voz simplemente se había callado, el calor disminuyó completamente al punto de que ahora las posibles quemaduras —las cuales, pensaba, tendría— harían que el contorno de su piel pareciera una pasa de uva pues sentía el dolor aumentar mientras intentaba regular su respiración.
Era la única forma, de que él tampoco pudiese verla incluso estando en su interior, el amo de aquella Zanpackutou no había logrado saber el nombre de su propia arma. Lo sabía, lo supo cuando percibió la alegría en su voz al estar él presente ya que creía que él era su amo.
Y el joven capitán había estallado en furia, sosteniendo su cuerpo con sus manos y rodillas le había gritado la obvia verdad en cara. Como último recurso, debido al dolor que todos sus músculos sentían, no había quedado otra que opción que gritar. Él nunca había sido de los que hirieran a otros mediante palabras pero el momento tampoco era el oportuno… y mucho menos la situación.
—Si tan fácil crees que es… —un escalofría recorrió su cuerpo al oír nuevamente a la voz
Ante esas últimas palabras el gran brillo dorado se intensificó, concentrándose sobre él, y cegándolo completamente. El joven capitán Hitsugaya no pudo decir nada tan sólo escuchar unas últimas palabras—. ¿Quieres intentar serlo… Hitsugaya-san?
Se revolvió en su cama por quinta vez, aunque ahora simplemente era para levantarse. Miró hacia el frente de su habitación en donde se encontraba una ventana.
Por afuera las pequeñas gotas de lluvia descendían, a ritmo acelerado, como si de una lucha entre ellas se tratase. Parecían no satisfacerse con solo disputarse el piso entre sí sino que también el cielo era reinado por una leve ventisca y varios destellos blancos en el obscuro cielo.
Chasqueó la lengua, sintiendo que quizá esa era la causa de todo. No había podido dormir desde hace tres días, teniendo el mismo raro sueño.
Se levantó de la cama, a pesar de que su pijama consistía en un atuendo abrigado de camiseta con mangas y pantalón en —tonos celestes— tenía frío y aún así eso no le incomodaba más que la molestia de no poder dormir.
Salió de su habitación y se dirigió camino al pasillo obscurecido de su casa rumbo al baño. Al llegar encendió la luz, se acercó al lavabo y restregó su cara con sus manos con gran cantidad de agua. Al terminar simplemente suspiró, cansada, mientras se acomodaba unos mechones de su cabello detrás de su oreja y alzaba la vista hacia al espejo.
Un par de grandes ojos negros ónix se hacían presentes en su rostro, el cual comenzaba a tomar un poco de madurez, una piel clara y aún así rosada y viva y unos labios en un tono casi imperceptible de rosa eran los rasgos que la adornaban… A Kurosaki Karin.
La joven no pudo evitar ver el largo de su cabello, tampoco evitó sentir nostalgia de su apariencia, ya que una comezón le había alertado en la zona del busto y al rascarse notó que estaba algo abultado.
— ¿Por qué tantos cambios —se preguntó a sí misma, decaída— en sólo dos años?
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|| ¡COPA SHINIGAMI! ||
DICCIONARIO SABELOTODO
Un molesto Ichigo, se encontraba sentado en la biblioteca de la Universidad.
El ex Shinigami sustituto buscaba algo particular, un diccionario de "Japonés-Español" Nadie lo sabía pero el fetiche de Ichigo, desde que había perdido sus poderes, era buscar en el diccionario todas las palabras que les habían dicho sus enemigos y saber qué les decían pues debía de admitir que no entendía ni "Jota" de lo que esos extraños guitarreros hablaban.
El ex Shinigami sustituto, ya con su diccionario en mano, posó sus ojos sobre una particular palabra mientras que sus mejillas se tornaban en un obscuro tono de rosa para luego pasar al rojo fuerte.
— ¡TE MATARÉ MALDITO GRIMMSHOWWW O COMO QUIERA QUE TE LLAMABAS! ¡JURO QUE CUANDO TE VEA TE MATARÉ!
El joven peli-naranja no paraba de gritar, a pesar de las miradas de todos los de la biblioteca, a la vez que salía corriendo mientras que en el suelo quedaba un diccionario abierto en una particular página con la letra "F" dejando ver la palabra causante de semejante alboroto: FRESA
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*Kunai: Daga ninja
*La Baraja: Es el nombre que le di a… ¡Luego lo van descubrir, lo único que interesa saber por el momento es que está en Español!
Sólo algo más, ¡sí a ti te hablo! Quiero mínimo tres reviews (Uh, Ime-baka se puso un límite ¬¬ ¡Esperemos que no mate a nadie!) para seguir esta historia! ¿Sip? *-* ¡No maten a mi fic!
