Disclaimer: Harry Potter es de J.K. Rowling y esto es sin ánimo de lucro. La trama es mía. No copies ni publiques sin permiso expreso.

Summary: Charlie no olvidaría nunca eso momentos tan especiales, tan amables e incluso tan épicos. No lo haría nunca, porque eso sería olvidar también a Tonks, la del pelo rosa a ratos, y por lo tanto dejar atrás una parte muy importante de sí mismo.

Pairing: Charlie/Tonks

Advertencias: -

Largo: One-shot.

Notas: Regalo para la fantástica Laura Sommeils. Te quiero mucho, chica, me encanta llorar contigo y achucharte el primer día del año. Espero que te guste.


Ni olvidarán ni morirán

(La verdadera muerte es el olvido, Ernesto Sábato)

Años atrás, cuando era más joven, cuando solía ser un adolescente y estudiaba en Hogwarts, a Charlie le gustaban muchas cosas. Como el quidditch, estirarse en la sombra de algún árbol robusto de los jardines, visitar las cocinas y pasar horas y horas delante del fuego de la Sala común de Gryffindor mientras leía libros de dragones.

Pero lo que más le gustaba era hacer todas esas cosas con Tonks, aunque exigieran pequeñas variaciones.

Recordaba que solían hablar durante mucho rato, de trivialidades que, de todas maneras, no olvidarían, o del futuro. De que él crearía su propio equipo de quidditch y los llamaría los Dragones de La Madriguera o de que ella se casaría con el cantante de las brujas de Macbeth y de que dejaría de ser patosa cuando se hiciera mayor, ya que los años la ayudarían a parecerse un poco más a su madre.

Recordaba que a veces ni siquiera hablaban, que se limitaban a sentarse en la sombra de un haya o un roble o detrás de unos matorrales y que se quedaban ahí, sentados de lado pero sin tocarse. A veces, si llovía o hacía frío, iban a la biblioteca y leían, o leía él y Tonks se limitaba a mirarlo y a hacerle preguntas con los ojos que no solían tener una respuesta directa.

Recordaba que hacían apuestas y que se reían por todo pero que tenían pequeñas discusiones de todas maneras, que si se sentaban cerca, se tiraban trozos de comida el uno al otro y que la llamaba Nymphadora para hacerla enfadar (pero sólo cuando estaban lejos y ella no podía golpearle en el brazo, porque si no fingía dolor Tonks se enfadaba).

También recordaba por qué se enfadaba.

—¿Lo haces expresamente? —le había preguntado, mientras fruncía los labios, ese día más rosados de lo habitual.

—¿El qué? ¿Llamarte Nymphadora?

—¡Calla! Me refería a que no te duele. —le pegó un golpe en el brazo izquierdo—. Nunca te duele. —rezongó, como si fuera algo malo por mil y una razones y ella una desgraciada.

Esa vez Charlie no pudo evitar reír, estrechando levemente sus ojos castaños y simpáticos.

—Pues claro que no. He tenido tantas peleas con mis hermanos que no puedo recordarlas todas, así que soy resistente —como los dragones—. Además, tú eres muy pequeña como para hacerme daño. Tendrás que crecer y esforzarte un poco.

Pero los recuerdos que más le gustaban no eran tan sólo de su amistad, sino también de otras cosas. También se habían besado, y no simplemente en la mejilla, con inocencia, sino que debajo del muérdago, y tumbados en la hierba fresca, y en un armario de escobas que no volvieron a ver pero que les fue muy útil.

Charlie no olvidaría nunca eso momentos tan especiales, tan amables e incluso tan épicos. No lo haría nunca, porque eso sería olvidar también a Tonks, la del pelo rosa a ratos, y por lo tanto dejar atrás una parte muy importante de sí mismo.

No lo haría porque eso sería, en cierta forma, dejar morir lo que fueron y lo que aún son.

Fin.