NARCISSA'S SECRETS: THE REAL STORY

Notas de la Autora: Lee este fic sólo si conoces perfectamente los sucesos de los cuatro libros, pues si no recibirás un graaaaan spoiler. Como apenas sabemos nada de Narcissa Malfoy, me he tomado muchísimas licencias respecto a su vida; espero que cuando acabéis de leer esta particular visión sobre ella, os haya convencido.

Esta historia va dedicada con todo el cariño a mis amigas, que son las mejores del mundo: "Snape", "Ronnie", "Profe McGonagall" y "Ginny". La que escribe es Isilme, Hermione para mis niñas ^^. ¡DEJAD VUESTROS COMENTARIOS POR FAVOR!

Advertencia: La clasificación de esta historia es R, es decir, trata temas bastante peliagudos. Vosotros decidís si leerla :-P ¡Ojo, yaoi, es decir relaciones chico/chico!

Disclaimer: Evidentemente los personajes principales y el universo HP no son míos, si lo fueran ahora viviría muuuuy bien. Los que sí tienen copyright son mis personajes originales, ¡ojito!

CAPÍTULO 1: UN DESTINO FIJADO

      Mi vida empezó a cambiar a partir de aquellas palabras.

-Eres una Slytherin de buena familia y debes actuar en consecuencia. No podemos dejar que te opongas a nuestra decisión, y deberías ser capaz de entenderlo.

      Miré a mi madre sin decir nada, callándome todo lo que se me pasaba por la cabeza en aquel instante. Hasta creo que asentí con la cabeza, porque sí lo había entendido; había entendido que todos menos yo estaban tomando decisiones acerca de mi futuro, y mi madre incluso había tenido la delicadeza de concertar un matrimonio para mí. Qué encantador, pensé llena de ira. Era evidente que ella no conocía bien a los Malfoy. O tal vez se hacía una idea sobre qué clase de gente sucia eran, y no le importaba demasiado. Una buena posición económica y social eran muchísimo más relevantes que la felicidad de su única hija.

      El señor y la señora Malfoy también estaban encantados. No eran demsiado expresivos, que digamos, pero ¿qué otra cosa se podía esperar de sus mentes retorcidas e hipócritas? Veían en mí un buen partido, nada más. Yo, por mi parte, no luché, ni siquiera lloré delante de mi madre, porque tenía que ser realista, y sabía que todo lo que pudiera hacer sería inútil. Igual que lo sé ahora. Nadie me habló nunca sobre la libertad de decisión y el derecho a la felicidad, sólo sabía que todas mis amigas crecerían y elegirían un marido que les gustara, y yo no.

      Mis padres gozaban de una buena posición en el mundo mágico. Venían de antiguos linajes de magos y brujas que se remontaban a siglos atrás, y tal vez por eso tenían una casa muy grande en cierto valle escocés. Algo más tarde me enteré de que, al contrario de lo que yo sospechaba, no pasaron a engrosar la lista de los mortífagos al servicio del Señor Tenebroso, sino que optaron por darle sólo apoyo económico (digamos la tercera parte de su fortuna), y él tampoco requirió más de ellos.

      Una vez conocida la noticia de mi "emparejamiento", mi disgusto se convirtió en pesadilla cuando empecé mi sexto año en Hogwarts. Me habría encantado mantener en secreto lo del compromiso, pero eso era imposible porque Lucius Malfoy era el otro implicado.

-¡Oh, Narcisa! ¡Qué suerte tienes!-me dijo un día una chica de quinto año.-Yo daría cualquier cosa por salir con él.

      Traté de sonreír, pero sin poder evitarlo le respondí de corazón.

-Pues hazlo. Él no es nada de mi propiedad.

      Tal vez podrían preguntarme por qué yo no quería recordar mi compromiso con aquel chico. Lucius era terriblemente guapo,  probablemente el estudiante más atractivo de toda la casa Slytherin, pero había algo sombrío y malicioso en su conducta, además de su declarado gusto por las Artes Oscuras, y todo eso, junto a una inteligencia considerable, hacía que me asustara en cierto modo. Yo trataba de apartarme de su camino, pero no era fácil, porque las clases y la sala común nos obligaban a estar cerca muchísimas horas todos los días.

-Querida-me dijo un día en la sala común.-Creo que deberíamos empezar a conocernos mejor el uno al otro, ¿no estás de acuerdo?

-Ya te conozco, Lucius-dije, levantando los ojos de mi libro de Adivinación.

      Él se sentó en el brazo de mi sillón y bajó la cabeza para mirarme con sus ojos azules como el hielo.

-No lo creo-susurró.-Sólo sabes lo mismo que todo el mundo. Y te muestras tan distante que yo apenas puedo imaginar como eres realmente. Y eso no es demasiado.

      Incluso la frialdad de su voz mostraba un tono de curiosidad.

-¿Qué es lo que quieres?- dije al fin.     

-Sólo una pequeña charla privada contigo.

-Bueno.

-¿Qué tal esta noche?

      Abrí los ojos como platos y negué con la cabeza lentamente.

-Desde luego que no. No por la noche.

      Él se levantó, aparentemente mosqueado, y frunció el ceño. Sin embargo, su mirada mostraba una extraña satisfacción.

-Me parece que aún me tienes miedo, mi niña. De todas formas, me gustan las  cosas difíciles. Son más divertidas de superar.

      Cuando se fue de mi lado, me quedé confundida. ¿Qué pretendía? Miré a mi alrededor y vi a un grupo de chicas de cuarto curso riéndose como tontas en voz baja. Debía de haber algo muy cómico en mi actitud, pero yo no quería abandonar mis objeciones tan pronto.