Disclaimer: La saga Twilight, no es mía, es de la maestra y majestuosa Stephanie Meyer, yo solo hago una travesura con los personajes, porque mi musa ha estado furiosamente al lado mío por ahora mientras voy escribiendo. Las peticiones de mis amigas, queriendo otro ShortFic de Emmett y Bella aquí va sin más. Será de dos o tres capítulos, dependiendo de la trama. :B

Recomendación musical: Sex on fire - Kings of Leon


EL REY NEGRO

Sus dedos magníficos, largos y gruesos molestaban sobre el teclado del portátil, su vista en la pantalla mientras iba leyendo y redactando. Un mensaje; él llevaba un nudo en la garganta que le era difícil de tragar. Como si pudiese tolerar la tensión creada en la laringe. Era una carta de despedida que él realizaba a su novia. La definitiva acción por el cual estaba indispuesto verla. La última palabra la tenía él, y había tomado la decisión de entregárselo personalmente. Obviamente él se ocultaría con una gran máscara. Y, eso era lo que él podía hacer sin dificultades para no dar vuelta atrás.

En el presente año, sus ojos se clavaron en los de ella. Casi él podía desnudarla con solo contemplarla, un azul intenso como el mar fragoso. Y los de ella, apenas rozaba entre el amarillo tenue con el verde, una mezcla exótica. Transparentes e impresionantes. Sin nada de tapujos y ni qué encubrir. Con una mirada bastaba remover todas las entrañas en cada mujer. Pero aquella fina silueta y baja lo había enclaustrado más de la cuenta en tiempo.

No había tiempo para razonar, más todo lo que él hizo fue regalar una sonrisa amplia y nívea. El bullicio del bar entorpecía si él deseaba liberar con su voz potente y gruesa. Benevolente y atrapante. Se acercó a ella con una copa en mano y le susurró a su oído.

─ Preciosura, ¿qué hace tan solita, aquí en el bar?- Él tuvo el descaro de retirarse pronto, ya le había regalado una sesión de su fragancia potente masculina. Sus testosteronas que derribaban toda regla en una mujer.

Ella, ni se inmutó. No sintió ese arrecho que él emanaba. Su rostro era una frialdad implacable. Sin embargo él, le regaló una sonrisa derrochadora. Intentó en todo momento que ella bajara la guardia. Se sintió enjaulado buscando atacar y demoler la reja en la mujer.

─ No soy su preciosura.- Ella alzó una ceja imponente y enseñó una sonrisa fría.

Contradiciendo él, con amabilidad paso su dedo en el hombro de ella bajando un poco. No esperaba porqué su cuerpo reaccionaba distinto a las demás. Por su parte él sentía que ella tenía algo en su interior. No era la delicadeza en la tersa epidermis, pero sí, una morbosidad excitante que él quería meterse en el terreno minado.

─ ¿Es usted así siempre para responder?- Susurró bajo intentando calmar la flagelación del instante.

─ Sí, cuando idiotas intentan sobornarme para una plática de pendejos.- Se levantó ella y bebió el último trago de su margarita. Se retiró tan pronto de este paraíso sedicioso.

Ella jamás había visto a un hombre así tan arrogante, pero sí su cuerpo había experimentado un viaje de mariposas en toda su torrente sanguínea. Una abogada sutil, la dama del hielo como la apodaban ella. No permitía que en ningún caso perdiera siempre cuando su cliente fuera inocente.

En su mente, Bella Swan le corroía las imágenes brutales de éste hombre incógnito. Era musculoso, alto, prepotente. Hasta pensaba que era un imbécil hueco. Por qué le había permitido regalar una sonrisa a ese idiota, creyó que tenía todo el control de la situación. La cercanía del hombre, su fragancia la había puesto pendeja, emanaba un perfume elegante y magnífico. Juraba que nunca había olisqueado intensamente. Tuvo que tomar muchos respiros para aplacar su revolución en las entrañas. Confirmó con un movimiento de caderas en la silla del conductor que iba manejando. Una humedad impredecible en su braga.

Echó toda maldición por el camino al regreso a su casa, golpeaba al timón como si el carro tuviese la culpa de su necesidad. Aparcó su carro y se bajó agotada mentalmente, pero muy frustrada. Con la cartera en su mano buscó las llaves y caminó los pocos metros que la separaban de su casa. Entre escalones admiró en su celular si tenía algún pendiente pero nada novedoso. Entró a su guarida personal, solitaria pero cálida. Ella misma decoró a su gusto en cada habitación y recoveco. Los colores eran tipo otoñales, era su predilecto momento cuando llegaba esta estación.

Enervada, frustrada y complicada quería gritar. Debía ser la tensión del último caso que vivió unas horas antes. Pensó que ir a un bar iba a tener una distracción, todo cuando en su mente volvió a revivir este recuerdo. Por un instante apretó su mano en puño y volvió a aplicarse un mantra. -"Tú puedes Bella Swan. No necesitas ningún tonto para el sexo"- Se miró a sí misma en el espejo del baño, se había lavado el rostro quitando todo rastro del maquillaje. Aquella sombra que ocultaba las ojeras de la cara. Su ceño se arrugó intentando calmarse, tenía una dificultad cuando veía hacia la ducha. Un relámpago de recuerdo. Su ex-novio que la había abandonado sin dar una explicación sencilla. Largas lágrimas cubrieron sus ojos y se sintió dominada del sufrimiento. Odió este momento pasarse por sus ojos los dedos a quitar con impotencia la humedad. Suspiró una vez más y caminó hasta la cama. Cansada, demolida mentalmente se acunó embriagándose de su propio olor y cerró sus ojos cuando apagó la lámpara. Ella quería una noche sin tormentas mentales, que el pasado no la ocupara si necesitaba realmente dormir sin pesadillas.

La mañana llegó, el sol alumbrando la habitación con claridad. Se removió poco a poco ya que había amanecido bocarriba. Sus ojos se fueron acostumbrando a la luz y suspiró sintiéndose satisfecha. Había sido una noche tranquila. Increíble de creer pero así fue. Era un sábado, por eso tuvo la decisión de ir al bar el día anterior creyendo que iba a conseguir algo para distraerse. Pronto su rostro enmudeció cuando recordó al hombre grande. Se mordió el labio e inspiró anhelando una dosis de libertinaje. Sexo lo que más amaba ella. Silenciosa y calmada. Su ex-novio había sido un hombre corriente para ella. Pensó que él era el único que la llenaba y la satisfacía completamente.

Negándose a sí misma se levantó y preparó su desayuno. El día estaba espléndido y necesitaba quemar la tensión acumulada de la semana. Por eso había optado en un fugaz momento de quemar calorías con la sexualidad. Y ese hombre la trastornó completamente. Fue su decisión que barrió toda seguridad en ella y prefirió escaparse antes de perjudicarse. Pensó qué hacer y ya tenía el plan en sus manos. Se cambió frente al espejo del closet. Un pantalón sudadera color blanco, un top que realzaba sus pequeños senos con un relleno considerable para su fisionomía. Se sentía admirable y coqueta por unos segundos, con una sonrisa ladeada. Volvió a negarse y se cogió el cabello con una coleta quedando colgado.

Los olores de la mañana estaban repletos de flores y naturaleza. Puro aire que ella aprovechaba en la época de primavera. Le daba este toque tranquilizador de verde y soledad impúdica mientras ella trotaba. Llevaba puesto unas gafas oscuras y música al rescate. Pop frenético era dueño de la atención en ella. Se internó en el parque sublevado de muchísimos arboles en todo. Era como una manzana completa y se refugiaba allí cada ocho días. Hizo ejercicios de estiramientos y calentamientos para retomar el trote más rápido y correr. Así su cuerpo se sentiría agotado pero renovado. Como una maratón de desfogue sexual, no se podía comparar pero no tenía opciones.

En su mente volvió a golpear el misterioso hombre y tuvo que tragar con dificultad. Sus hormonas revolucionaron reiteradamente y se dio el gusto de probar como era él físicamente si podía desnudarlo. Claro que sí, pero quedaba insatisfecha sin saber cómo estaba dotado de músculos fierros en cada extremidad y torso. Hasta se lamió los labios si encontraba las barritas para acariciarlas y besarlas con gustazo. Suspiro trayéndose a la realidad y bajó la velocidad del trote. Se sintió húmeda, frustrada y se permitió apoyar sus antebrazos en la baranda, estaba en el puente.

El agua era cristalina bajo sus pies y tranquila. No había turbiedad en ella. El olor volvió a traerla de regreso buscándolo a su alrededor. Era el mismo que había se había topado ayer. El misterioso hombre que por culpa de sus hormonas se alejó. No lo encontró mas sus latidos del corazón estaban en una taquicardia. Se preguntaba porque su cuerpo reaccionaba así con el extraño.

Emprendió de vuelta a la casa, aun en sus fosas nasales capturaban el olor asombroso. Quería saber más de él. Distraída iba mirando a un costado y la gafa le tapaba el frente suyo que cuando se pegó contra un tronco creyó por un momento que el árbol había caminado en toda la mitad para golpearse con él. Cayó al suelo y miro delante, se dio cuenta que era el mismo hombre. ¡Santa Madre de la vida! Estaba sudado en la frente y en el cuello. Le caían gotas gruesas como si fuese un espectáculo para ella. Se mordió la mejilla interna para evitar gemir, mas sus labios se fruncieron.

─ ¡Oh! Disculpa señorita.- Él se veía divertido de haber sido atropellado. Extendió su mano para ayudarla, sin embargo las cejas de ella se elevaron y tomó la mano sin rechistar. No quería volver a hacer el feo.

─ Perdón a usted por mi descortesía ayer y ahora que iba distraída.- Se mordió el labio inconscientemente. Para el hombre era un acto tan puro e inocente que lo debilitó sin piedad. Pronto pudo resguardarse en la máscara de tranquilidad. Él se encogió de los hombros negando con su cabeza.

─ No hay problema señorita.- Tenía su mano enlazada a la de ella y aprovecho este momento. ─ Un placer señorita, mi nombre es Emmett McCarthy- Su sonrisa se ensanchó, como si hubiese un compromiso bajo esos labios.

Ella se enrojeció, pero captó enseguida que tenía las gafas por lo que él no podía ver que tanto se había hecho el deleite bajo la camisa delgada pegada al torso grueso. Remarcado de músculos lleno de lujuria. Se retorció un poco y susurró bajo.

─ Mi nombre es Bella Swan. Licenciada en leyes.- Se permitió curvar sus labios a una sonrisa tierna de ella. Ante el mundo extraño, ella era extrovertida, pero una vez la conocían muy bien, era introvertida. Para sus vivencias le tocó valerse por sí misma, sus padres habían sufrido una tragedia terrenal. Un tractor que había perdido los estribos llegándose a derribar el carro por delante, allí iban sus seres amados. Dejándola sola, totalmente sola, no tenía hermanos por ello era hija única.

Él actuó complaciente ante la sonrisa de ella y soltó la mano forjando respeto. A su vez declaró su profesión.

─ Soy empresario señorita Swan. Mi corporación produce distintas piezas para automotores.-

─ Hmm qué bueno Sr. McCarthy. ¿Es así?- Alzó una ceja demostrando diversión mientras se quitaba los lentes descubriendo la sensibilidad en su visión.

Él no esperó esta acción, pero lo puso a mil. Tenía curiosidad por descubrir quién era ella. A pesar de que los ojos de ella no era más que una frazada cubierta de su temple. Se dio cuenta que era una ternura y arrojaba dulzura despiadada. Regresó un segundo y asintió con su cabeza.

─ Caminemos, si desea Bella.- Tan pronto olvidó el carácter de seguirla llamándola por su apellido. Eso indicaba el respeto, mas no había confianza. Para ella, su nombre sonó a miel de los labios masculinos. Suspiró y dio una afirmación inmediata.

─ Sí, por favor.- Pensó qué preguntar o qué hacer para entablar una conversa trivial. Hacía dos años que no había vuelto a tener contacto con personas ajenas con un fin de amistad. Con sus clientes, era otra persona para ensañar su profesión.

Caminaron ellos por el mismo canal de la pequeña vía para peatones. Él sopló fuerte, inhalando el aire puro calmando el ferviente deseo de sentirla en sus profundidades. Ella lo había disparado, no tenía razón de ser. Era una mujer simple para su gusto. Más allá de sus ojos había algo en ella y lo ocultaba como una pared invisible. Tras el silencio cómodo retomó la plática.

─ Cuénteme Bella, aparte de trabajar en leyes. ¿A qué se dedica en tiempos libres?- Ella lo miró de reojo tiernamente.

─ No tengo mucha actividad, salvo salir a trotar para quitarme el mundo de estrés en mi espalda.- Se alzó los hombros despreocupadamente. No le importaba que alguien se introdujera en su vida personal. ─ Sin embargo, me gusta leer.- Sonrió tranquila. Emmett la miró de reojo y asintió.

─ ¿Eres soltera, en relación, casada, viuda, o todas las anteriores?- Se permitió soltar una carcajada estruendosa. Se había divertido en este segundo mientras ella lo miraba con las cejas alzadas acompañándolo con una risilla pequeña.

─ Soy soltera. Y ¿usted?- Quiso probar antes con un vistazo a algunas de sus manos si había rastro de anillo, pero no encontró allí nada.

─ También, estoy soltero.- Sonrió socarronamente. ─ ¿Quiere beber algo conmigo Bella?- Señaló hacia una de las casetas móviles. Había sillas para acomodarse y darse un descanso mientras se hidrataban con jugos naturales. Ella lo miró de soslayo, y susurró bajo con un sí. Ambos caminaron en silencio a la caseta y él ofreció primero la butaca alta de madera. Sin meditar, se sentó ella tirando sus piernas bajo la barra plegada y ayudada de la caseta. Ambos pidieron jugos, cada uno con su fruta preferida. Se permitieron descansar un momento del ajetreo del cuerpo. Por parte de ella lo miraba ladeada y suspiro por el brazo del hombre flexionado. Músculo de acero inconfundible. Él tenía la mirada perdida evitándola un momento, se sentía caprichoso de su deseo.

Terminó su bebida y se dio el bienestar de girar el rostro para verla. Allí estaba tan radiante y frágil. Algo le decía que tuvo un pasado tormentoso. Pagó por adelantado los jugos mientras saboreaba sus labios con la lengua, había rastros del hidratante. Ella lo miro y se estremeció ante tal pecado. Se sintió celosa de la lengua allí y quería probar aquellos labios carnosos diminutos para morder y succionar. Emmett la interrumpió arrebatándola del dilema mental taciturno.

─ ¿Puedo invitarla a mi apartamento?- Señaló hacia un edificio que quedaba a unas calles. Nada improbable que ambos vivían cerca. Ella lo miró con duda.

─ No se si sea correcto que ir Sr. McCarthy.- Se mordió la mejilla interna por no mostrar dudas. Debía ser fuerte ante la tentación. Él alzó una ceja y sonrío maliciosamente.

─ Todavía me llama por el apellido. Por favor, llámeme por mi nombre.- Ella sonrió ante la deliciosa petición y suspiró.

─ De acuerdo, te llamaré Emmett. ¿Está bien?- Él no esperó como la voz de ella arrullaba su nombre. Se escuchaba como un coro de ángeles exclusivos.

─ No te arrepentirás si vas a mi apartamento. Puedo enseñarte la excelente vista a la ciudad y podemos conocernos más. Sólo, si quieres.- Sonrió él infantilmente y se levantó viendo que el vaso de ella estaba libre del líquido, extendió su mano. Ella lo tomó sin problemas y se levantó a acompañarlo en la caminata.

─ Me has convencido. No soy fácil para aceptar.-

Caminaron juntos emprendiendo por dos calles más, una avenida llena de tráfico. Estaban en el lugar de la clase social alta. ¿Cómo ella había llegado a quedar allí en este lugar? Con su esfuerzo, disciplina y casos ganados llegó a este nivel, sus padres no le habían dejado muchas pertenencias, pero sí, permitió que desde el cielo ellos la cuidaran en silencio. El color de los ojos de ella se había vuelto más brillante. Emmett en su conflicto mental susurró bajo.

─ Eres una mujer sola. Tu esencia denota esta característica.- Ella giró su rostro y lo vio allí. Él la había desnudado sin decoro, había visto su más recóndita alma que nadie podía llegar tan viable. Arrugó su ceño y exhaló.

─ Sí. Lo soy.- Tan solo pudo decir aquello y no quería expandir más la lectura en su alma. Volvió a bajar la vista para evitarlo. Él se quejó en silencio por privarla de sus ojos.

─ ¿Te sientes mal Bella?- Guardó silencio para no incomodarla más mientras llegaban al susodicho edificio de treinta pisos. Él vivía en el piso veinte, su número favorito. Tras el silencio doloroso entre ellos, ella rompió el hielo susurrando bajo.

─ No estoy acostumbrada a que los demás lleguen tan profundo en mí. Soy muy celosa de mi privacidad.- Alzó su rostro y lo miró. Él estaba muy pendiente hasta de sus acciones pequeñas, le regaló una sonrisa enseguida.

─ De acuerdo, perdón si te incomodé Bella.- Señaló el edificio para cambiar de tema y animarla. ─ Aquí vivo yo preciosa.- Sonrió ampliamente. Ella escuchó este adjetivo ablandándola interiormente, se sintió pequeña y se dio el encanto de aceptar el apodo como un desliz más. Debía vivir el presente y no vivir de las consecuencias pasadas.

Ambos entraron hasta que la recepcionista brilló con su sonrisa hacia el macho. Él señaló a su nueva amiga y le dijo que tuviese en cuenta para las próximas entradas. Aquella mujer aceptó teniéndolo en cuenta mientras la miraba de arriba abajo con una sonrisa glacial. Bella se sintió escudriñada, desvestida ante el análisis de esta mujer. Resopló escondiéndose tras el cuerpo musculoso del hombre y siguieron hasta el ascensor.

Entre sonrisas cómplices en el viaje de la caja trasladadora al piso veinte, él le había bromeado que la recepcionista se había puesto celosa, puesto que no se le conocía en él mujeres a su apartamento íntimo. No cabía de sorpresa en el rostro póquer de Bella, se preguntó porque él lo estaba haciendo con ella pero guardó silencio.

Llegaron hasta la puerta y el abrió la puerta empujándola adentro. Allí, el lugar se veía hermoso. Nada comparado en la casa donde se refugiaba. Una casa humilde ante el apartamento lujoso pero sin ser excéntrico. Sencillo, blanco y adornado con colores cafés. Suponía silenciosamente que eran las tonalidades preferidas de él.

Entró cuando él le dio una petición cariñosa a que siguiera. Él cerró la puerta tras de sí y ella siguió hasta los ventanales. Estas criaturas transparentes cubrían casi todo un muro, por eso la iluminación natural era majestuosa. Suspiró en silencio abrazándose y escuchó el ruido sordo de los pasos masculinos. Otra vez su fragancia la cubría en su totalidad, lo buscó con su vista y lo encontró detrás de ella. Se estremeció por la cercanía y gimió bajito. Alguna vez podría parar las testosteronas que él arrojaba. Era glacial, seguro de sí mismo e impecable en su forma de hablar.

Él tuvo miedo de adelantar unos pasos más, como quitando este pared minúscula que ella colocaba para evitar salir dañada. Él no quería hacerle daño, tan sólo enseñarle el mundo pequeño ante sus pies. Alzó su mano y señaló con su dedo estirado hacia la ventana. Más allá del apartamento la ciudad estaba tranquila. Se podía ver cada calle y avenida arrastrada de carros, el tráfico de hoy estaba imperdonable como cada fin de semana.

Admiró cada señalización que él hacía, perdida y sumergida en la formación excelsa del brazo, sus músculos se remarcaban por la pequeña tensión mas el que estaba muy cerca a la espalda lo sintió en su mirada. Quería tocarlo, se sentía perversa y desinhibida, alzó la mirada y se arrepintió de hacerlo. Su aliento la golpeaba cruel y vilmente. Tenía un efluvio de los dioses y suspiro bajando la mirada ya que él se dio cuenta de su escrutinio. Él el susurro muy cerca al oído corriéndole los cabellos largos y sedosos, color castaño.

─ ¿Estás bien preciosa?- Preguntó divertido, reconociendo su ego y poder sobre ella. Más ella no sabía si responder o no, haría una vergüenza si su voz saliese como un jadeo. Se mordió el labio nuevamente levantando el rostro para volver a perderse en la belleza de la ciudad libre de niebla, había sólo rayos solares alumbrándola. Después de un largo minuto por fin se sintió capaz de responder.

─ Sí, estoy bien. No te preocupes.- Él había tenido paciencia infinita. Quizás era un rasgo peculiar en él. Aún con el poder emanado del hombre, el hizo bajar el dedo por el fino y delicado top de Bella. Por la columna sintiendo la piel de ella, caliente, tersa y suave. Ella se estremeció porque no esperaba aquello y gimió sin poder evitarlo. Sonrió petulante el varón y pasó su nariz sobre el hombro femenino. Inspiró una vez más y se degustó el olor natural en ella.

Perdida se hallaba ella ante el jugueteo del hombre y se alejó pronto. Su braga le enseñó la humedad. Como una caricia podía hacerla mojar, tan poderosa se sentía y se refugió en sus brazos a unos pasos lejos del indiscreto sexual. Él sulfuraba las hormonas de ella y no podía evitarlo, si llevaba más de dos años sin nada de sexo. Frunció el ceño él y habló tranquilo.

─ Soy un atrevido. Disculpa, no lo puedo evitar.- Se mordió el labio para evitar etiquetarse como un empedernido, pero ella le alzaba el libido sin piedad. Quería absorberla, probarla bajo sus brazos no sin antes de su consentimiento de su deseo. Se acercó quitando los tantos centímetros que lo separaba de ella y alzó su dedo adornando el mentón de ella. Estaba muy callada e insistió preguntándole.

─ ¿Estás incómoda?- Ella no tenía voz ahora. Su emanar se había vuelto furioso y amoladora. No tenía uso de razón, sus piernas le temblaban y tragó pesado. Bajó su rostro quitándose del dedo masculino mirando de lado al suelo como si fuese la cosa más importante que sus orbes azules.

─ Un poco. No estoy acostumbrada al acecho varonil.- Cerró enseguida sus ojos para regocijarse en un mantra mental y buscar su fortaleza. Él la había derribado, claro, su olor característico lo sentía. Mientras él, volvió a buscar el rostro haciéndola ver a los ojos casi en obligación.

─ No te sientas así nena.-

Se había disparado la confianza empujándola más y más. Con sus dos manos adornaron el rostro de ella y saboreó la tersura de su piel. Quería ir más lejos, sólo no sabía qué tanto ella le accedía de espacio. Sus dedos bajaron a la curvatura del cuello como un cisne elegante. Preciosa y deleznable. Lamió ambos labios y robó más el espacio entre ellos dos dejándolo sólo unos milímetros para probar si tenía la suficiente influencia sobre ella. Ella no se inmutó, más paró su respiración, sus latidos del corazón dieron una respuesta. Toda crispada en su piel y encogida, pero no se alejó de él.

Estaba allí muda, quieta, impávida, con los pitidos en sus oídos tras el bombeo de la sangre. La presión había subido en unos segundos, y su braga volvió a ser manchada de su jugo natural. Él la hipnotizaba, no había resentimientos y ni restricciones para mantener la guardia. Se había quitado la máscara y por un momento se consintió lanzarse al vacío, ya después vendrían las consecuencias. Este era una hermosa secuela. Sonrió para sus adentros y acercó más sus labios a los de él. La difusión varonil la sedaba, la adormecía. Los rozó y esperó que él actuara. Él estaba intrépido, muy quieto y sintió la respuesta de ella.

No hubo un lapso de segundos en quietud, los labios promedio masculinos se apoderaron de ella llevándola al borde. Pudo aspirar el sabor y el aliento impregnado en la boca de ella. Era un elixir lo que bebía, se preguntaba cómo diablos en otras no sentía este emanar. Sólo ella y nada más que ella en lo absoluto.

Ella gimió en respuesta de la efusividad de sus labios amoldados a los suyos. Era rico caminar sobre las nubes, así lo concebía ella. Hurgó afanosamente con su lengua hacia la boca de él, queriendo más. Era como una droga momentánea. Una heroína inocente. Suspiro en su boca y abrió los ojos ya que los tenía cerrado. Los de él estaban cerrado y se refugió en su pequeña felicidad. Lo rodeó por su cuello fuerte con sus delgados brazos y él, respondió la misma potencia de los suyos a su alrededor, en su espalda que era un lugar tan receptiva.

La interrumpió un momento de su desaforado momento y la miró con el suculento deseo en ella mientras sus dedos iban hacia sus cabellos para perderse en ese mar sedoso. Le susurró en sus labios remojados de su propia saliva.

─ ¿Estoy propasándome?- Preguntó receloso de su actitud aún sin querer dañar este momento. Sus dedos se dedicaron a acariciar la piel sensible de la nuca femenina.

Esa pregunta la bajó de la nube estrellándose con la tierra firme. Lo observó inmutable y sonrió gratamente.

─ No, estoy siendo descarada en jugar con fuego.- Alzó una ceja y atrapó el labio inferior del varón.

No había crédito en lo que escuchaba Emmett, ella estaba en la juerga. Puso un dedo en los labios de ella para callarla.

─ ¿Estás segura preciosura?- Él insistió una vez más, no quería llevarla a su oscuro momento. Quería dominarla y tenerla de sumisa. Su miembro había disparado en fuerza y grosor, amparado por el pantalón sudadera que le quedaba apenas a su medida. Allí se podía ver el paquete bien renombrado. Asintió enseguida ella.

─ Si, estoy segura.- Mordió de nuevo su labio inferior siendo coqueta. Había olvidado ser mujer mucho tiempo y esto la excitó. Se cuestionó si debía seguir en este comportamiento o volverse recatada. La sonrisa brillante de Emmett se mostró enseguida con un guiño.

─ Sin problemas, ven conmigo.- La atrajo así mismo con la mano enlazada a la de ella y la llevó hacia la habitación contigua.

Había allí adentro una cama con frazada de colores neutros. Dos mesas de noche cada una al lado de la cama, con sus respectivas lámparas altas y elegantes. No había más allí nada de objetos, salvo el closet y la otra puerta. Ni un cuadro de lienzo. Pobre en decoración, salvo la impecable blancura en las paredes y las ventanas en plena invitación a perderse en las sinuosidades de la ciudad.

Emmett la miró en silencio como ella procesaba la información de la habitación y le susurro a su oído, soltándola de la mano.

─ ¿Confías en mi?- Ella giró su cabeza para buscar la verdad en sus ojos debido a su pregunta sacada fuera de serie.

─ Sí, confío en ti. ¿Algo malo pasa?- Él negó enseguida carcajeando y le devolvió la seguridad.

─ Necesito tu consentimiento nena.- Señaló hacia el closet. ─ Ahí está mi secreto preciosura.-

Ella se mordió el labio, un poco insegura, mas sin embargo él no inspiro nada raro o complicidad de hacer algo malo. Él tomó varias respiraciones hasta que logró mostrarse ya más serio. Su semblante cambió del cielo a la tierra. Ella ya no le gustaba esta actitud. Emmett caminó rodeando la cama hacia la ventana mientras iba hablando.

─ Hay unas sencillas reglas para estar contigo. Primero, deseo saber si estás dispuesta a ello.- Él movió su cabeza hacia donde estaba ella y esperó la respuesta. Ella tuvo un momento de quietud, a qué venía con esta pregunta. Cuáles reglas, se preguntaba varias veces en los segundos que transcurrían.

─ ¿Aquellas reglas tienen que ver con?- Estaba muy perdida, no entendía por qué. Su voz no sonó esta vez tan segura.

─ Mi vida sexual no es la tradicional.- Se calló y esperó pacientemente una réplica de ella. Las cejas femeninas se alzaron, sus ojos se abrieron de más mientras en su mente le agolpaba qué clase de psicópata era él, su vida sexual no era el tradicional. Emmett frunció el ceño y negó con su cabeza.

─ No es lo que piensas nena. Soy un dominante.- Su rostro era impecable en seriedad. Como si un cuchillo pudiese cortar la tensión que él había creado. La estaba empujando a una horca de lujuria sin conocerlo. Callada, pálida y procesando la poca información que él le brindó.

─ Hmm- Buscó fuerzas en su propia voz. Pensó por un momento delirante, nunca había sido sometida. Se estremeció y negó fervientemente con su cabeza. ─ Debo ser tu sumisa. ¿Verdad?- Tiritó al pronunciar la palabra sumisa, nadie, absolutamente nadie le habían hablado de estos temas. Pero, la sola palabra explicaba de dominación. Arte de dominar a la persona para sus antojos y placeres. Él asintió enseguida sin mostrar emoción en su espléndido rostro.

─ Sí, ese es mi mundo sexual. Dominación y sumisión, no me zarandeo en el sexo tradicional.- Arqueó una ceja y demostró bajo su sonrisa el goce de aplicar en ella la dominación. Casi podía sentir el sabor en la lengua de llevarla a este camino oscuro.

Ella se abrazó y suspiró. Era una nueva experiencia más aún todavía no se sentía preparada para lanzarse a este estrecho camino. Pero, sí daba por aplacar su fiera interna. Su cuerpo lo pedía en forma desastrosa y de una necesidad terrible. Si, tan sólo escuchó la palabra dominante, su braga volvió a empaparse de fluido y se preguntó porqué.

El silencio absorto de ella, con la mirada algo perdida pero viajaba en el cuerpo de él, Emmett se acercó a pasos lentos a Bella, como si fuese un león pisando el terreno de la leona. Preparada y lista para la acción. Ese pensamiento rugió en la mente masculina haciéndolo reír en silencio y puso las manos en los hombros de ella para sacarla del letargo.

─ ¿Aceptas tener una experiencia conmigo aquí y ahora?- Ella soltó carcajadas sin parar, se había puesto nerviosa y la risa la atacaba de esta forma. Se calmó y se avergonzó por su actitud poniendo un pequeño puchero tierno.

─ No sé qué decirte Emmett.- Susurró algo más bajo retomando su personalidad. ─ No te conozco lo suficiente.- Suspiró fuerte teniendo un lío mental.

El dedo del hombre la recorrió en la curvatura del cuello de Bella hacia su escote para que cediera un poco y se relajara. Era su intención nada más.

─ No te haré daño, porque sería hacerme yo mismo el daño.- Su mirada fue flagelada y muy seria. Demostró la responsabilidad y el deseo de enseñarle la verdadera pasión de DS.

Volvió a soltar un suspiro frustrado, sus labios se fruncieron a una indecisión. Odiaba estar así y más que él insistía.

─ ¿Cuáles son las reglas Emmett?- Preguntó ella sin echarse para atrás, así asimilaría qué era el mundo de la dominación y sumisión. Él le regaló una sonrisa cálida y le enseñó la cama.

─ Ponte cómoda por favor Bella.- Ella actuó natural, se sentó en el borde de la cama acatando la petición del hombre. Se cruzó de piernas y puso sus manos cruzadas en las rodillas para equilibrar su posición, que su cuerpo ejercitaba fuerza hacia atrás.

Él, con esa potencia en su voz, todas las reglas implícitas estaban allí. Ella había aceptado al menos escuchar cuáles eran las pautas. Pero aún, dudaba si daba el siguiente paso para probar su sumisión. Deseó con todas las fuerzas que las leyes terrenales que aceptara y la llevara a este terreno desconocido.


Gracias por leerme, no pediré rw, si tu corazón te dice que quieres responder ante este shortfic, te lo agradezco, un abrazo caluroso.

Con cariño, Kathy.