Disclaimer: Los personajes de Naruto no son de mi propiedad sino de su respectivo creador, el mangaka Masashi Kishimoto. Solo los utilizo para adaptarlos a la historia de Olivia Kiss, Alguien que no esperas. La pareja principal es Sasuke y Hinata, sus personalidades pueden estar alteradas ya que es una adaptación, sino te gusta no lo leas, todo lo hago sin fines de lucro y por amor al Sasuhina así que si no te gusta esta pareja ¿Qué haces aquí? Solo quiero mostrar los libros que me gustaron a través de esta maravillosa pareja que me robó el corazón. Gracias a todos por leer, espero que les guste.


SINOPSIS

Sasuke y Hinata son amigos desde niños, a pesar de sus muchas diferencias. Él está acostumbrado a la popularidad en el instituto y a ser el centro de todas las miradas, a pesar de lo cansado que puede ser muchas veces. Mientras que ella, por el contrario, es poco dada a ir a fiestas y está muy centrada en sus estudios y los deportes. Pero, cuando están a solas, encajan de un modo tan perfecto que parecen hechos el uno para el otro, aunque solo ellos no se dan cuenta.

Sin embargo, años después los dos han cambiado y cuando se reencuentran de nuevo al terminar la universidad en el pueblo donde crecieron juntos, Sasuke descubre que Hinata va a casarse. En teoría la noticia debería haberlo hecho feliz, pero no es así, ¿qué es lo que está ocurriendo?, ¿seguirán siendo solo amigos...?

CAPÍTULO 1

Cuando Hinata tenía 10 años no le gustaba que llegaran visitas a su casa, no porque odiase a la gente, bueno puede que fuera un poco tímida, pero esa no era la razón. Sino que su padre cambiaba el tono de voz y reía de una manera forzada; nada habitual en él. Lo notaba más simpático de lo normal y no entendía por qué no podía actuar igual a cuando estaban los tres solos. De alguna manera aquella falsa actitud la hacía sentir un poco incómoda y mal por su progenitor.

También detestaba que le pusieran ese vestido beige pomposo nada cómodo y el lacito en la coleta. Se sentía disfrazada como en Halloween, además de que le avergonzaba demasiado ese atuendo, ella no era para nada una niña de vestidos, su sudadera violeta era su mejor amiga.

—Tenemos que dar buena impresión a los Uchiha, cariño —le dijo su madre mientras acababa de anudar el lazo con una sonrisa.

—Pero mamá, yo quería jugar en mi cuarto —replicó Hinata mientras la miraba suplicante, intentando que la dejara quedarse en su habitación.

—Vienen desde muy lejos y no conocen a nadie en el pueblo. Ahora van a ser nuestros vecinos. Hay que ser amable, Hinata; algún día, nosotros podríamos estar en esa misma situación y siempre se agradece una bienvenida agradable. ¿No te gustaría recibir el mismo trato?

Hinata levantó la cabeza pensando en lo que le había dicho su madre. Recordó que la semana anterior, cuando le cambiaron de clase en el colegio por la reestructuración, Tenten le dijo que se sentara a su lado y que podían ser amigas. Eso le hizo sonreír y que se sintiese más cómoda de inmediato entre sus nuevos compañeros.

—Tienes razón, mamá —respondió Hinata mientras su madre le acariciaba la cara.

—Tranquila, cielo, seguro que te lo pasarás bien. Tienen un hijo como tú, de diez años—dijo la mujer para tranquilizarla un poco, pero consiguió el efecto contrario, a veces olvidada lo tímida que era su retoño.

—¿Crees que nos llevaremos bien? —preguntó la pequeña peliazul dudosa.

—Claro, seguro que los dos os hacéis muy buenos amigos, no te preocupes tanto Hinata—corroboró su padre justo a tiempo, que estaba acabándose de colocar la corbata delante del espejo de la entrada de casa, consiguiendo calmar un poco a la ojiperla.

Y, con las palabras de su padre a Hinata empezó a entusiasmarle la idea de la visita. Tener un nuevo amigo en el barrio podría estar bien. Konoha era un pueblo de pocos habitantes y en la zona donde vivían los Hyuga, no había muchos niños de su misma edad.

Hiashi, el padre de Hinata, apartó con cuidado la cortina para mirar al jardín a través de la ventana.

—Ya están aquí —anunció haciendo que los nervios volvieran a Hinata, pero respiró profundamente intentando tranquilizarse.

Se pusieron frente a la puerta y el timbre sonó. Hiashi abrió y Hinata esperó delante de su madre, que posaba las manos en los hombros de la pequeña. Los Uchiha mostraban una sonrisa muy amplia. Allí estaban perfectamente posicionados. La madre lucía un vestido gris sobrio con un cinturón negro a juego con los zapatos y el bolso de marca.

El padre un pantalón y chaqueta con corbata y el pequeño de los tres, unos pantalones de pinzas y una camisa con una minicorbata. Parecía que antes de llegar se hubiesen retocado con Photoshop, porque las vestimentas no tenían ningún tipo de arruga ni sombra por ningún lado.

—¡Hola! ¡Vosotros debéis de ser los Uchiha! —exclamó Hiashi—. Pasad, pasad—decía con una efusividad que para nada le caracterizaba.

—Los mismos —respondió el padre de familia—. Yo soy Fugaku, mi mujer Mikoto y este es nuestro hijo, Sasuke —dijo mientras le colocaba al niño un diminuto mechón de pelo en el perfecto peinado con la raya al lado.

—Bueno días, señores Hyuga. —Sasuke les ofreció una cesta llena de jabones naturales, avena orgánica y varios productos con una etiqueta en la que ponía BIO—. Esto es para vosotros, esperamos que les guste—dijo el azabache educadamente.

—Muchas gracias, es muy amable por vuestra parte. Bienvenidos. Yo soy Hiashi, ella es Hana, mi mujer, y ella es nuestra pequeña, Hinata. Dile hola a los Uchiha, cariño.

—Hola, señores Uchiha. Hola, Sasuke—los saludó con un dulce tono de voz y una reverencia, para luego darles una cálida sonrisa.

Todos rieron por la ternura que desprendía Hinata, se veía como una muñequita con aquel vestido beige y su hermoso lazo.

Los Uchiha acababan de mudarse a Konoha. Todo era tan reciente, que aún tenían parte de sus pertenencias en cajas porque no les había dado tiempo a colocarlas. A Fugaku le habían ofrecido un puesto de director de ventas de una importante compañía de embarcaciones de lujo. Estaba situada cerca del puerto del río Nakano y, aunque el pueblo era muy distinto de Tokio, del loft que habían dejado allí y de la vida a la que estaban acostumbrados, era una oportunidad muy buena, ya que cuadriplicaría el salario. No pudieron dejarla escapar.

—Pasad al salón mientras preparo té y café —dijo Hana.

—Muchas gracias, tienes una casa muy bonita —respondió Mikoto.

—Qué amable. —Miró a su hija—. Hinata, ¿quieres enseñarle tu habitación a Sasuke?

—¡Me encantaría verla, Hinata! —Sasuke sonrió entusiasmado, la verdad es que él se aburría mucho con los adultos.

Hinata se sorprendió y se alegró mucho, parecía que su padre tendría razón y podría ser muy buenos amigos. Le mostraría todo lo que tenía.

—¡Claro, Sasuke! Sígueme, está en la planta de arriba—dijo ella amablemente mientras no podía aguantar las ganas de sonreír.

—Vamos, Hinata. Hasta luego, señores Hyuga; hasta luego, papás —se despidió Sasuke muy educadamente.

—Está bien, luego os avisamos cuando nos tengamos que ir —dijo Fugaku.

Al final, Hinata le había cogido gusto a lo de las visitas. Sasuke le parecía un buen chico, muy amable y divertido, siempre estaba sonriendo. Hinata le abrió la puerta de su cuarto. No sabía por dónde empezar a enseñarle y se puso un poco nerviosa.

—Mira, Sasuke, aquí es donde tengo la colección de fósiles y todos mis unicornios. ¿Sabes? Me encantan los unicornios —dijo señalando la estantería que estaba repleta de esos animales mágicos—. Abrazo a cada uno de ellos muy fuerte por la noche antes de irme a dormir.

Sasuke no pareció prestarle mucha atención y a Hinata le extrañó la actitud distante que acababa de adoptar. Pensó que quizá no la habría oído y se acercó más a él.

—Cada uno de los unicornios están organizados por colores y...

—Basta —la cortó Sasuke, que ya no sonreía—. Mira, niña, no me interesan las cositas de chicas —dijo mientras sacaba su móvil de última generación y se sentaba en un puf que tenía en la otra esquina para a continuación, ponerse a teclear, dejando a la pequeña a cuadros.

—Solo te quería enseñar... —pero él la cortó

—Shhh. —Sasuke levantó la mano en señal de silencio, para que dejase de hablar—. Además, los unicornios son caballos torpes que no han sabido comerse un cono de helado y se les ha quedado en la frente. Son estúpidos.

—¡No son estúpidos! —exclamó Hinata ofendida—. Mi papá dice que solo las personas estúpidas insultan de la nada.

—¿Ah sí? ¡Pues tú lo eres más! —replicó Sasuke—. No me interesa nada de lo que tienes en tu habitación de princesita.

—Está bien.

Hinata se llevó una decepción con Sasuke. Quería tener un nuevo amigo, pero no uno que fuese así de tonto. Parecía otro niño diferente al que había entrado por la puerta y estaba con sus padres. Ahora no quitaba ojo de la pantalla de su móvil ignorando el resto del mundo.

A pesar de la poca edad de Hinata, sabía gestionar muy bien la tristeza. No le duraba demasiado, ya que siempre tenía un plan B, además su mamá siempre le decía que solo uno tiene el poder de hacerte sentir triste. Así que sin mirarlo enchufó el televisor. De un cajón sacó un mando de la videoconsola y la conectó. No hacía mucho que había salido la última versión de aquel videojuego de disparos y a Hinata se le daba muy bien.

Al ver a Hinata disparando, Sasuke se sorprendió, pero intentó que ella no se percatase de su reacción. Daba la casualidad de que también era su juego preferido e inmediatamente se arrepintió de haber dicho que no le interesaba nada de lo que tenía ella en esa habitación. No podía dar marcha atrás, tenía que mantenerse serio ya que era muy orgulloso.

—¡Sasuke, Hinata! Bajad, que los Uchiha se tienen que ir —gritó Hana.

Hinata dejó el mando de la videoconsola y se levantó. Sasuke hizo lo mismo y, conforme se acercó a las escaleras, su sonrisa volvió a crecer y a llenar la cara de una falsa alegría.

—Cariño, ¿te lo has pasado bien? —le preguntó Mikoto, su madre.

—¡Sí! Muy bien. Hinata me ha enseñado toda su habitación y es muy bonita.

Hinata no podía dar crédito a las dos caras que tenía su nuevo vecino. El chico que había estado con ella en la planta de arriba no se parecía en nada al que ahora tenía delante. Pero de verdad que no le gustaba el cinismo de la gente, por lo que pensaba darle un poco de su propia medicina

—¡Nos lo hemos pasado muy bien, señora Uchiha! —dijo Hinata entusiasmada.

Sasuke se giró y la miró con ojos de asombro.

—Hemos jugado todo el rato —continuó Hinata—. Sasuke me ha dicho que le encantan los unicornios, así que les ha preparado té con pastas y, a dos de ellos, los ha sentado en una mesita y decía que estaban enamorados. ¿A que sí, Sasuke?

Hinata sonreía. Se lo estaba pasando bien. Sabía que Sasuke sería incapaz de hablar mal delante de sus padres y le estaba devolviendo la insolencia que le había mostrado en su habitación. Él arrugó un poco el ceño y entrecerró sus ojos negros antes de responder.

—Bueno... —titubeó inseguro—. Sí...

—También me ha dicho que ojalá le regalaran muchos unicornios.

—No me lo habías comentado, Sasuke. No te preocupes, que dentro de nada es tu cumpleaños y te compraremos alguno —Mikoto le dio una palmadita en el hombro.

Mientras salían por la puerta de la casa y bajaban los escalones, Sasuke intentó reprimir una sonrisa al darse cuenta de que la niña de los unicornios lo había superado en aquel primer asalto. La había subestimado. Pero, raramente, se lo había pasado bien, nadie nunca le había ganado, tal vez el pueblo iba a ser más interesante de lo que se esperaba.


Hola, esta es mi primera adaptación, espero poder traer pronto los demás capítulos, pero aquí os dejo con esta divertida historia entre estos dos chicos, a mi el libro me gustó mucho, espero que a vosotros también.