Una bella joven de 18 años se ataba un listón color rosa en su cabello, cayéndole sobre sus hombros, lacio y con las puntas onduladas. Su cabello era castaño, su tez, blanca, su rostro angelical. Llevaba puesto un vestido que llegaba unos centímetros antes de las rodillas, de color blanco con flores pequeñas fucsias, amarillas y turquesas. que se entrelazaban con los tallos verdes, se miró por última vez en el espejo, acomodándose el sutil maquillaje que llevaba, sus mejillas sonrosadas combinaban perfectamente con el color de sus labios que poseían un color rosado natural con un poco de brillo labial.

- Mimi, hija ya nos vamos, apúrate a bajar-. Dijo Satoe, la madre de la joven.

- Ya bajo madre!-

Mimi seguía en su habitación mirándose en el espejo sin mirarse a si misma, su mente estaba volando y recordándolo a él, a Michael, el joven que le había robado el corazón, juntos habían pasado un año increíble pero aún recordaba la última discusión que había tenido con él y eso opacaba todo su amor, desde esa vez que discutieron no lo había vuelto a ver, puesto que había dejado atrás Estados Unidos para regresar a Japón, su país natal, y no había hecho tiempo para arreglar las cosas y despedirse. Bajó las escaleras y subió junto a sus padres al auto para dirijirse a misa, un método que habían adoptado durante su estadía en Estados Unidos, pero ahora que hacía una semana que habían vuelto a Japón, a la ciudad de Odaiba, querían retomar la costumbre ese mismo domingo, en Odaiba sólo el 2 % de la población es cristiana, pero al hacerse populares las bodas con un vestido blanco, se habían construidos varias iglesias en el lugar, por eso habían elegido ir a misa a una iglesia muy bonita cerca de su vivienda.

Iban camino a la iglesia, Mimi iba encerrada en un profundo mar de sentimientos , meditaba acerca del amor que sentía por Michael y a su vez observaba su dedo anular derecho, en este se encontraba un anillo con una piedrita brillante rosa en forma de gota, una gota de agua que simbolizaba pureza. Sus padres se lo habían regalado de niña, su familia era conservadora y religiosa. El anillo significaba un voto de castidad, debía usarlo hasta que algún joven le ofrezca matrimonio y así reemplazarlo por uno de compromiso, pero no podía perder su virginidad hasta el matrimonio.

Recordaba las cosas que había pasado con su amor aquel día, tenía ganas de arrojar ese anillo por la ventanilla, olvidar ese trato de llegar virgen al matrimonio, ya que culpa de eso había estado a punto de pecar con Michael, y le había costado el fin a la relación.

Flashback

Mimi se encontraba en la casa de Michael tomando un café cuando ambos decidieron ir a la habitación de Michael para ver una película. Sin darse cuenta, de un momento a otro comenzaron a besarse tiernamente, hasta que los besos fueron aumentando y siguieron besándose con pasión. Michael a medida que besaba a Mimi, la dirigía levemente a su cama. Ella estaba levemente excitada, sentía un calor insoportable dentro de su ser, al igual que Michael, físicamente, se hacían visibles sus ganas. Comenzó a levantar la camisa rosa que llevaba puesta Mimi, acariciando levemente su vientre, mientras besaba su cuello. Ella se dejaba acariciar y besar por él, miles de mariposas revoloteaban por su vientre, no podía pensar claramente, su mente estaba bloqueada por la pasión y lujuria que sentía en esos momentos.

- Mimi…mi amor, despréndete la camisa.- Le dijo él, con la respiración agitada y la voz entrecortada.

Mimi solo asintió con la cabeza, cuando empezó a desprender el primer botón, a su vez que Michael desprendía su pantalón, divisó su anillo y no pudo continuar.

-¿Qué te pasa Mimi?, ¿Por qué no te desprendes la camisa?- Le preguntó

-Pasa que no quiero seguir con esto, perdóname Michael pero tú sabes bien lo que significa este anillo.- Lo dijo enseñándoselo.

-Tienes razón pero no le hagas caso, sólo déjate llevar, es un tonto anillo, no tiene mucha importancia, es solo un objeto Mimi.

-No puedo hacerlo, perdón, yo le hice una promesa a mis padres y la cumpliré.

-Pero qué cosas dices Mimi! Por un estúpido anillo no quieres hacer nada, otra vez la misma historia, me estoy cansando de ti.- Le gritó Michael a la vez que la tomaba fuertemente por sus muñecas.

-¡¿Qué haces Michael?! Me estás lastimando.- Dijo Mimi.

Las lágrimas comenzaron a salir rápidamente mientras él no la soltaba, ella cerraba fuertemente los ojos girando su rostro hacia la izquierda, no quería observarlo. No podía creer que el amor de su vida, el que le había prometido que la cuidaría, que haría que nadie le haga daño, el mismo se lo estaba haciendo.

-¡Michael suéltame!, por favor te lo pido.

-¡No!, tú serás mía en este preciso instante, no me importa ese tonto anillo ni nada, ni siquiera tus sentimientos, sólo quiero tu cuerpo, ya no me resisto-.

Dicho eso, Michael la empujó nuevamente a la cama, Mimi seguía llorando, estaba en shock, su dulce Michael, estaba por abusar de ella.

-¡Suéltame Michael!, ya no quiero más nada contigo. Déjame ir, quiero que esta relación termine.-

Mimi forcejeaba pero Michael no la soltaba, hasta que pudo levantar una pierna y le pegó con su rodilla derecha en las partes íntimas de éste, haciendo que salga de arriba suyo para sostenerse, el dolor para Michael era insoportable. Mimi aprovechó para salir corriendo de la habitación. Salió corriendo de la habitación y luego de la casa. Tomó el metro para llegar a su casa, en el camino iba temblando, aún sin creer lo que había sucedido. Abrió su bolso y sacó un espejo que ella llevaba, observó cómo su maquillaje se había corrido a causa de las lágrimas, lo retocó para que no se note que había llorado y a los minutos bajó del metro para dirigirse a su casa.

-Hola hija, ¿Qué tal te fue hoy con Michael?-. Preguntó Satoe

-Hola Mami, todo bien, y a ti ¿Qué tal tu día?-. Dijo con una sonrisa fingida.

-De eso quería hablarte hija, vamos a la sala con papá, ambos tenemos que decirte algo.

End of Flashback

Ese día además de haber terminado con Michael, sus padres le habían comentado que iban a volver a Japón por razones de trabajo, a las dos semanas se mudaron y no supo más nada de Michael. Él la llamaba cada día pero Mimi rechazaba las llamadas y los mensajes que le enviaba eran pidiéndole perdón y pidiéndole volver, decía que se había equivocado, que en verdad lo sentía.

Llegaron a la iglesia, Mimi bajó del auto y entraron al lugar. Comenzó la misa, ella seguía pensando en Michael, todavía lo amaba. El último mensaje que le había enviado, la había tomado por sorpresa, aún lo recordaba el mensaje de memoria.

"Hola Princesa, me pregunto ¿Cómo has estado?, me acabo de enterar que te has mudado a Japón nuevamente, me entristeció mucho al enterarme pero luego recordé que tengo familia por parte de mi madre allí en Japón, entonces decidí ir a buscarte, quiero que me des una nueva oportunidad para remediar el error que he cometido y así poder estar juntos nuevamente, no espero una respuesta a este mensaje, sólo espero que lo leas. Quien aún te ama. Michael"

"¿Será verdad que vendrá hasta aquí sólo para verme? ¿Realmente estará arrepentido?, Sinceramente ya no sé qué pensar al respecto, lo extraño, pero no demasiado, eso me tiene confundida, si lo amo tanto como mi mente piensa, ¿Por qué mi corazón no lo extraña lo suficiente? ¿Será acaso que ya no lo amo lo suficiente?

Mientras que finalizaba la misa, el Sacerdote de la iglesia daba las últimas palabras.

- Mis queridos fieles, doy aquí por finalizada mi última misa en esta bellísima ciudad, puesto que me transferirán a una iglesia de Polonia, mi país natal, pero no se preocupen, el nuevo Sacerdote que me suplantará es muy bueno, acaba de convertirse en uno, es un jovencito muy simpático, así que la semana siguiente, lo podrán conocer. Con esto último doy el rito de conclusión.

-El Señor este con ustedes.
-Y con tu espíritu-. Respondieron los fieles
-La bendición de Dios Todopoderoso, †Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre-. Continúo el Sacerdote Juan
-Amén- Respondieron los fieles
La Santa Misa ha terminado. Podemos ir en paz-. Concluyó el Padre Juan
-Demos gracias a Dios-.

-Mimi, hija vamos. ¿Te pasa algo? No has respondido en ningún momento a los rezos ni nada.

-Tranquila madre, estoy bien, solo que un poco cansada, nada más-.

Mimi se sentía sumamente culpable por no haber prestado atención en la misa, ni siquiera se había enterado que el Padre Juan se retiraría de Odaiba. Se sentía culpable pero así, tuvo una gran idea.

-Madre, como no he prestado atención alguna en la misa, para compensar me quedaré aquí para confesarme, necesito un poco de la paz del Señor para sentirme plena-. Lo dijo sonriente.

-Está bien hija, me parece perfecto, ¿Quieres que regresemos por ti en una hora?

-Tranquila mami, yo me iré sola, me iré en el metro, sabes que nuestro hogar no queda muy lejos de aquí.

-Está bien mi niña, entonces cuídate mucho. Me iré porque papá está en el auto.

-Adiós madre-.

-Adiós Mimi-.

Mimi se alejó de allí para dirigirse al confesionario, estaba dispuesta a hablar con el Padre, no tanto de los pecados, puesto que no había cometido muchos, si no para descargarse y buscar algún consejo con respecto a su situación con Michael, prefería ir allí puesto que se preserva la identidad y los pecados de la personas, manteniéndolos sólo en el diálogo con el sacerdote. Éste está obligado a no revelar jamás lo escuchado en confesión, por eso estaba segura de poder ir allí a confesarse. Sabía que si lo hacía con su madre, no la perdonaría por haber casi pecado con Michael, y allí en la ciudad, no tenía amigos, no sabía nada con respecto a los que había tenido en la infancia así que por eso fue allí.

Mimi se sentó allí para comenzar con su confesión.

-Padre, ¿Se encuentra ahí?-. Preguntó Mimi temiendo que no haya nadie allí.

- Que tal señorita, usted viene a confesarse, estoy a su disponibilidad siendo mediador entre usted y nuestro Señor. ¿Qué es lo que te trae por aquí?-.

Mimi dudó en contestar, ese señor que le hablaba no era el Padre Juan, la voz que provenía de allí era de alguien más joven.

-Disculpe, usted no es el Padre Juan ¿Verdad?-. Preguntó Mimi con duda.

- Tienes razón, mi nombre es Yamato, acabo de empezar mis tareas en esta iglesia, tu eres la primer persona que viene a confesarse conmigo, mucho gusto señorita. Espero no incomodarla por el hecho de que yo no sea el Padre Juan.

-No se preocupe Padre, no me incomoda, solo que no sabía que el Padre Juan se iría.

- No has estado prestando mucha atención a la misa ¿Verdad?-. Dicho esto Yamato sonreía.

- Tiene razón Padre, ese es uno de los motivos por los que vengo a confesarme-.

Mimi se encontraba apenada, jamás se había distraído tanto en una misa, por eso se sentía mal.

-Bueno señorita, puedes empezar a confesarte.

Ella le contó toda su historia, lo sucedido con Michael, el significado de su anillo, y la confusión de sus sentimientos, no sabía si en realidad estaba enamorada o no. Yamato la escuchó del principio a final, cautivándose con la melodiosa voz de aquella joven desconocida ante sus ojos, sin embargo, ella le transmitía con su voz la amargura que sentía su corazón.

- Bueno jovencita, he escuchado todo tu relato, la verdad que no veo pecado alguno de tu parte, sí por parte de ese tal Michael pero no soy quién para juzgarlo, puesto que estoy aquí para ayudarte a ti con tus problemas. Préstame atención a lo que te voy a decir.

A Mimi la voz de ese joven Sacerdote la tranquilizaba y le sacaba un peso de encima, al sentir por medio de la voz de él que ella no había pecado en su intento por estar con Michael.


Hola ¿Qué tal? Este es mi primer fic! Es un Mimato, quizás este capítulo no contenga mucho pero les aseguró que en los próximos capítulos habrá más interacción entre Mimi y Matt. Espero sus reviews!

Sin más que decir, saluda atte . AsheAmirah