Prologo
Desde hace mucho tiempo que llevo soñando despierto con encontrarme con mi felicidad, ¿saben esos momentos privados en el que pones a divagara tu mente y te imaginas el futuro perfecto? Me pasaba muy a menudo.
Imaginaba el momento en que cumplía mis sueños, llegaba a casa y mi pareja me esperaba con una cena romántica, un buen vino del barato y una larga conversación que terminaría en esos momentos de pasión y amor que pasaban en las telenovelas de los canales nacionales. Sí, era simplemente un iluso de primera.
El sonido estridente y molesto del teléfono en mi cubículo me hizo romper aquella rutina en mi vida: divagar, volviendo a la inminente realidad de mi pequeño cubículo y el insistente flujo de trabajo al que debía servirme para poder sobrevivir.
-Bakugou's Enterprises, Midoriya Izuku a su servicio, ¿en qué puedo servirle? – contesté de manera mecánica mientras escuchaba la voz de una chica en la otra línea.
Lo que menos me importaba en esos momentos era pensar en añadir otra reunión a la apretada agenda de mi jefe. Si se enteraba de que tenía una reunión más me gritaría hasta del mal del que me iba a morir, algo a lo que estaba acostumbrado desde hace más de dos años siendo el asistente ejecutivo del jefe de proyectos.
-Lamento decirle, que no podremos en ese tiempo, ¿Podría preguntarle al señor Gum si podemos poner la fecha para finales de septiembre? – pregunté antes de mirar por encima del cubículo y observar que Ojiro-kun me traía los reportes.
-Perfecto- le dije a la chica mientras le dedicaba una sonrisa al rubio- gracias por su tiempo.
- ¿El señor explosiones todavía no te ha gritado? – tan directo e indiscreto como siempre.
-Me ha gritado como 4 veces en toda la mañana, ha de estar de buen humor- dije mientras reprimía una sonrisa-, es algo extraño.
-No tan extraño como esa sonrisa, Midoriya-san –comentó y se reclinó encima de mi cubículo- ¿A que se debe tanto brillo en tu rostro?
- ¿Brillo? Debes estar bromeando- siento que la vergüenza me sube al rostro- solamente dormí mejor que otros días.
- ¿Sólo dormir, Midoriya-san? – cuestionó divertido el chico, con una sonrisa amablemente socarrona.
-Sí, Ojiro. Y si asumo lo que estás pensando, te dejo en claro que no es de tu incumbencia.
-Ay, por favor Midoriya-san, hace mucho tiempo que no lo veía tan brillante- dijo de manera amable, a veces el chico era dulce sin percatarse-, y de verdad que le sienta bien.
-Estas como muy coqueto hoy ¿No? – solté socarrón- Porque deberías estar buscando paquetes en estos momentos.
- ¿No debería ser mi decisión a quien le coqueteo? – se irguió quitándose la gorra y dando su pose más casanova que tenía- ¿Negar simplemente la belleza ajena?
-Sal de aquí – dije mientras me reía.
- Nos vemos, luego – dijo dándome un guiño divertido y desaparecía por el pasillo.
A veces Ojiro llegaba a ser muy divertido y coqueto cuando se lo proponía, pero ambos sabíamos que somos únicamente amigos y compañeros de trabajo. Era divertido estar con él.
- ¡Cabeza de brócoli!
El grito me hizo voltear el rostro rápidamente y aunque sentí un respingo en el cuerpo, el hormigueo que subía desde mi estomago hasta mi garganta era simplemente sublime. En el dintel de la exuberante puerta de caoba estaba mi jefe; ojos rubíes, cabello cenizo y un humor de mil demonios: Katsuki Bakugou.
- ¿Se le ofrece algo, señor Bakugou? - pregunté
- ¡A mi oficina ya!
Sentí un tirón que hizo vibrar y calentar mi cuerpo. Me mordí el labio con fuerza para poder reprimir la sonrisa que quería escapar, a veces era simplemente inevitable que esto pasara.
Tomé las carpetas que contenían los reportes y me quité los anteojos, dirigiéndome hacia la oficina de mi jefe quien cerro de un portazo; sentía que el calor de su cuerpo cercano al mío me iba a derretir. Sin embargo, él se alejó rápidamente de la puerta y se cernió en la silla de su amplio escritorio.
-Kacchan – murmure.
-Hay cosas que hablar, jodido nerd- dijo mientras señalaba demandante la silla frente a su escritorio.
Katsuki y yo llevábamos una relación clandestina dentro de la empresa desde hace más de un año. Un momento en el que me sentía halagado e intimidado, pero con el pasar del tiempo pude darme cuenta de lo bien que podía sentarme una relación tan intensa y carnal como la teníamos Katsuki y yo. Era como él, una destructiva explosión.
Algo que había movido mi confianza y mi personalidad a niveles altos, y que con el pasar de los sucesos había ido viento en popa. Katsuki me llevaba a cenar a restaurantes, al teatro y a caminar por los largos senderos de cemento de la ciudad, aunque todo siempre era de manera impredecible y espontanea. Como lo es este momento.
Camine lentamente hacia la silla que Kacchan- mote cariñoso que solo usaba en privado- me señalaba mientras sentía que su mirada me estudiaba. No sabía que podía conllevar esto, pero el ardor que había sacudido mi cuerpo – debido a la recalcitrante y frenética excitación- se esfumó al ver que su rostro estaba circunspecto y frío.
- ¿Qué pasa, Kacchan? – pregunté con calma, sintiéndome alarmado por dentro.
-Hay ciertas decisiones que debo tomar con la empresa, Deku – su voz profunda hizo que algo timbrara entre mis piernas, empero sentía que la preocupación crecía - y dentro de poco tomare el mando de Bakugou's Enterprises.
-Has trabajado mucho, Kacchan –le dedique una sonrisa- tu esfuerzo está dando frutos.
No estoy terminando de entender que está pasando y el porqué me llamo así a su oficina, aunque no podía negar de que estaba feliz que dentro de poco tomara las riendas de la empresa familiar. Era un acontecimiento que debía celebrarse y ya suponía como lo íbamos hacer.
-Sí, todo ese jodido e inservible papeleo me sirvió de algo – dijo triunfante-, y aunque era malditamente fastidioso llevar todo, tu estabas ahí para apoyarme con tu molesta presencia Deku.
Era lindo de su parte que reconociera mi trabajo a pesar de tener esta intensa y exquisita tensión que me comía vivo.
Kacchan se había parado de su asiento y se sentó encima de su escritorio frente a mí, con esa mirada rubí llena de un afán que conocía muy bien: estaba hambriento y no podía dejar de desear que me comiera vivo en esos instantes.
Tomándome de la muñeca me jalo hacia él y sentía que perdía el aire cuando sus labios, finos y demandantes, se dedicaban a besarme de la manera más caliente y perversa posible.
Había aceptado el beso sin rechistar porque, joder, los labios de Kacchan eran tan demandantes, bruscos y deliciosamente excitantes que hacían a mi mente y a mi cordura esfumarse como el vaho. Algo intenso que no podía dejar de saborear mientras un juego de lenguas se traspasaba sobre los labios.
Ese afán y frenesí puro lo sentía poderoso, incluso cuando sus manos se resbalaron a mis caderas y me apretaron más a su cuerpo. Estaba duro y simplemente no podía dejar de sentir que en cualquier momento ambos nos íbamos a incendiar de la pasión que crecía en ambos.
El beso se detuvo y el aire volvió a mí. Ya imagino mi rostro en estos momentos, los labios y el rostro completamente rojos del placer junto con los jadeos insistentes por mi falta de aire que seguro alentarían a Kacchan a seguir con lo que estaba haciendo, y yo suplicaba que lo hiciera.
Pero después lo vi a él. Algo había cambiado, como si de repente el brillo que hace nada había estado en sus ojos se convirtieran en simples pozos oscuros. En el mismo instante mi preocupación había subido a niveles catastróficos, jamás había visto a Kacchan de esa manera.
- ¿Pasa algo? – pregunté, aunque en verdad no quería hacerlo.
En ese instante sentí una inseguridad y unos nervios que harían explotar mi cuerpo, el rostro de Kacchan había cambiado en menos de un segundo y estaba angustiado de lo que pudiera decir o pasar.
-Izuku…
Ha usado mi nombre…esto no va para bien, esperare lo peor.
-Tenemos que dejar de vernos – dijo tajante mientras me miraba a los ojos.
El corazón se me detuvo por unos instantes y el shock me estaba comiendo vivo, ¿Qué demonios estaba pasando con Kacchan? ¿Por qué ahora? El cuerpo se me ponía rígido y el estomago se me encogía con un peso de plomo inimaginable.
-Y necesito que recojas tus cosas… Estas despedido.
Y esa fue la segunda vez que la vida me daba un baño de agua fría junto con un golpe de su balde de plomo en mi vida.
