Otra vez... Otra vez esa chica... Justo antes de dormirse se le aparecía su imagen. Ya era la tercera vez que el chico intentaba conciliar el sueño sin resultado.

A su izquierda, su mejor amigo dormía a pierna suelta, ajeno a las tribulaciones de su compañero de habitación. Estaba bien arrebujado en las mantas, pese a ser pleno Agosto.

Decidió levantarse a por agua. Las escaleras estaban pobremente iluminadas por el fulgor de la luna casi llena, sin embargo conocía el lugar a la perfección. Se llenó un vaso de agua y acercó una silla a la ventana, observando a la luna recortarse contra la silueta de las montañas. Pensó en su amigo licántropo, deseando que estuviera bien. Al cabo de un rato, se levantó de su asiento y volvió escaleras arriba. Pero mientras lo hacía, no dejaba de pensar en las razones de que no pudiera olvidarla. Parecía lógico, por una parte, pues era la única que se había resistido a sus técnicas de seducción. Dedujo que, seguramente, sería por orgullo. Aunque esa razón no le hacía sentirse mejor.

Volvió a tumbarse en su cama, y cerró los ojos. Sabiendo lo que iba a pasar, se resignó a no luchar contra la imagen que le traía de cabeza y así, con una sonrisa en los labios, se durmió.

A unos trescientos kilómetros de distancia, tres chicas jugaban a "verdad o prueba". En teoría, debían estar durmiendo desde hacía tres horas por lo menos, pero no todos los días se celebraba que la última de ellas cumplía la mayoría de edad.

- Venga, Lils. ¡Es tu turno! –dijeron dos de ellas.

- ¡Verdad! –contestó Lily Evans, apartándose un mechón pelirrojo de la cara.

- ¡Yo me lo pido! ¿Me dejas, Rach? –Lily entrecerró sus ojos verdes cuando Dawn Bishop pronunció estas palabras. A muchos su apariencia de niña bien podía engañarles, pero Lily sabía que, tras su cutis de porcelana y sus ojos azules, su cabecita funcionaba a mayor velocidad (y temperatura, según sus amigas) que la del resto. Dawn intentó imitar una risa macabra, consiguiendo que sus amigas la mirasen de forma rara. –Vale, vale… Pregunta: ¿qué sientes por el-dios-del-Quidditch Potter?

-¿Yo? ¿Por ese egocéntrico arrogante? Ya sabéis que no me gusta su actitud.

-Su actitud quizá no –dijo la chica de ojos oscuros -, pero no me negarás que está como un tren –esa era Rachel Altair. Siempre era así de directa. Salvo cuando tenía que ocultar algo.

-No, no lo niego. Pero sé que Black te gusta más –pinchó Lily. Rachel se toqueteó un rizo, antes de contestar.

-Cierto, peeero no hablamos de mí. Hablamos de ti. Y de lo que sientes por James Potter –Dawn asintió con la cabeza, agitando su melena negra.

-Ya os lo he dicho, su actitud me parece demasiado prepotente, se piensa el rey del mambo. Pero he de admitir que… el año pasado fue muy halagador todo lo que me dijo.

-Y los regalos que te hizo, y los poemas que te dedicó –mientras Dawn enumeraba, la pelirroja se sonrojó -, y lo de ese beso que te robó…

-Sí, todo eso. Aunque el beso… -titubeó, poniéndose aún más colorada –no me lo robó… del todo.

Sus amigas se escandalizaron de la misma forma que si les hubiera dicho que se iba a hacer un aumento de pecho.

-¿Y cómo no nos lo habías dicho? –inquirió Dawn. Mientras, Rachel se reía -¿De que te ríes? ¿Te parece bonito que nos haya mentido? –La castaña rizosa pudo serenarse un poco para contestarle.

-No nos ha mentido. Simplemente nos ha ocultado información poco relevante hasta el momento –sonrió ampliamente, mostrando sus dientes perfectos. –Información que, de todas formas, yo ya poseía hace… ¡eh, Dawn! –había tenido que esquivar una almohada que su amiga rica le había lanzado.

-¿Por qué siempre soy la última en enterarme de las cosas? Espera, -dijo, cortando la broma –si ya lo sabías, ¿por qué te has sorprendido cuando lo ha dicho?

-Porque pensé que jamás lo admitiría en voz alta… pero me equivocaba: esta es una nueva Lily –dijo, alzando las cejas. –Pronto la veremos proclamar su amor por James a los cuatro vientos mientras… ¡oye! –había esquivado otra almohada, esta vez de parte de Lily –No me vais a dar –les sacó la lengua.

-¿Y tú como lo sabes? –preguntó la pelirroja.

-Es obvio –respondió la aludida -, entre que tenéis mala puntería, y que juego al Quidditch… una almohada es mucho mayor que una bludger, ¿sabes? –Lily la miraba mal –Ah, lo del beso… -titubeó, mientras se retorcía un rizo. –Bueno… ya sabes que entreno en el mismo equipo que él y…

-¡No me lo puedo creer! –exclamó, levantándose de la cama en la que estaba sentada. –Fue alardeando de que me había dejado besar, ¿no? ¡Cuando lo pille lo mato!

-¡No! –Rachel se ganó una mirada asesina. –Es decir, mátalo a besos, si quieres, pero no fue así. No creo que se lo haya dicho más que a Sirius y a Remus –la mirada asesina se había transformado en una suspicaz.

- ¿Y… entonces… cómo… lo sabes… tú? –Dawn, previendo el ataque de ira de la pelirroja, agarró el primer objeto que tenía a mano (un cojín naranja) y lo utilizó como escudo.

-Pues… digamos que… algo así como… que os vi –a cada vacilación, había dado un paso hacia atrás, hasta que pegó con la pared. Lily se acercó a ella hasta que su entrecejo casi rozaba la nariz de su amiga.

-Tú… le dijiste… ¡Le dijiste a Potter dónde podía encontrarme! –explotó. Menos mal que mis padres no llegan hasta mañana, pensó la reprendida, mientras Lily empezaba un monólogo acerca de amigas traidoras que confraternizan con el chico que te gusta para tenderte una trampa mientras intentas hacerte la dura. En ese momento, Dawn se dio cuenta de lo que estaba diciendo, y decidió intervenir cortando el rollo.

-Lils. –a lo suyo. –¡Lily! –Ídem de ídem. -¡LILIAN EVANS! ¡CIERRA EL PICO DE UNA VEZ! –La aludida se quedó clavada. Estaba acostumbrada a que su nombre completo solo fuera mentado cuando hacía alguna trastada en casa, lo cual odiaba, y sus amigas lo sabían. –No te has dado cuenta de lo que acabas de decir. ¿A que no?

-Sí, he dicho que las chicas de origen español que están en la casa Gryffindor y que se llaman Rachel son unas traidoras –respondió, mirando mal a la "traidora".

-Pues la traidora acaba de hacerte confesar –terció la misma, empezando a reírse.

-No es cierto –dijo Lily, palideciendo.

-¡Sí lo es! –contestaron sus amigas a coro. Y luego como niñas de primero de Hogwarts empezaron a canturrear: -Lily y James bajo un árbol se verán, y un beso se darán, amor para siempre prometerán y luego hablarán de los hijos que tendrán.

Lo cual, obviamente, se zanjó con una batalla de almohadas.

-Por cierto, Rach –dijo Dawn después de un rato. –Hace más de hora y media que es 27 de Agosto, así que… ¡FELICIDADES!

-¡Bienvenida a la mayoría de edad! –corroboró Lily. –Y toca… ¡tirarte de las orejas! –exclamó, abalanzándose sobre su amiga. – ¡Oh, cuánto he esperado este momento!

-¡Au! No te pases. ¡Au! Dios, cómo me arrepiento de habéroslo contado…

-Bah… para una cosa tradicional de tu cultura en la que podemos participar contigo –se quejó Dawn.

-Tampoco es que yo pueda participar en muchas. ¿Por qué te crees sino que mis padres me dejaron aquí una semana antes de mi cumpleaños? ¿Para darme una sorpresa o algo así? Pfff...… -dijo frunciendo el ceño. –Debe ser cosa de Miriam, la meiga jefa, pues hubo problemas con mortífagos hace poco –sus amigas se llevaron las manos a la boca. –Tranquilas, no hubo ningún problema serio. Voldemort y sus secuaces se presentaron en pleno bosque galaico, pero las meigas son fuertes mientras estén en su territorio. Ni siquiera pudieron atravesar los lindes del bosque.

-Pero eso es genial –comentó Dawn. –Si las meigas pueden retener a Voldemort, también podrían derrotarle, ¿no?

-Probablemente, pero para eso debería haber un llamamiento a todos los clanes. Y hace más de medio milenio que no se juntan todos –explicó la rizosa.

-Ahora yo me preocuparía más por los pueblos muggles. –Sus amigas la miraron. -¿Qué os pensáis, que ese sádico no se tomará venganza? Localizará un blanco estratégico para tus parientes, y lo arrasará… Como ha hecho tantas veces –Lily hablaba por experiencia, pues sus abuelos habían muerto en uno de esos ataques. Sólo por ser muggles y estar en el momento y lugar equivocados.

-Por eso mis padres tuvieron que irse tan urgentemente… -Rachel había atado cabos. –Se reunieron con Dumbledore la semana pasada, yo creí que era por mi comportamiento o algo así… Debieron de hablar de eso, y se fueron a proteger a la familia. Muy típico de ellos… -en ese momento, una lechuza se posó en el alféizar de la ventana, picoteando los cristales para llamar su atención. Dawn, que era la que más cerca estaba, la abrió un poco para dejar pasar al mensajero, que se fue a posar delante de la cumpleañera. Llevaba un paquete no muy grande, envuelto en papel multicolor con estrellitas. En un costado, había una tarjeta: Para felicitar a la mejor jugadora de Quidditch que conocemos, y a la que mejor nos entiende en todas las facetas. Esperamos que te guste. Con cariño: James, Sirius y Remus.

-¿Qué es eso de "la que mejor nos entiende"? –inquirió Lily.

-Oye, no seas paranoica, no te voy a quitar a tu James. Sólo me consideran una buena amiga.

-¿No piensas abrirlo? –preguntó Dawn. Le entusiasmaban los regalos.

-Claro que sí. ¡Chit! ¡Lejos! –y es que su amiga ya había acercado sus manitas al brillante papel. -¡Las manos quietas! Que tú ya tuviste tu sesión de regalos la semana pasada.

-Pues ábrelo de una veeeez… -gimoteó. Rachel, sólo para fastidiar, empezó a desempaquetarlo lentamente, y con mucho cuidado. Cuando lo hubo desatado de las patitas de la lechuza, ésta revoloteó hasta el escritorio, y Lily intervino.

-Por favor, Rach… se está sobreexcitando. –A Dawn sólo le faltaba ponerse a babear.

-Está bien –cedió, al tiempo que arrancaba de cuajo todo el papel. Eran dos cajas iguales, de las mismas dimensiones. Pero una pesaba más. La otra parecía vacía.

-Espero que no sea una broma pesada –dijo Lily. –Gastar una broma cruel con los regalos en un cumpleaños es muy retorcido. Como se les haya ocurrido, los machaco.

Rachel no estaba escuchando. Abrió primero el paquete que pesaba, y se encontró con una placa conmemorativa, similar a las que se dan a los servicios especiales a la escuela en Hogwarts, que solo ponía unas iniciales y una fecha.

BSK

Desde 31-1-1972

Hasta la actualidad

Una enorme sonrisa se extendió por su cara. Si hubiera sido una chica sentimental, hasta habría llorado de emoción, pero no lo era. Así que sólo sonrió.

-¿Qué es eso? –preguntó Lily. Al no recibir respuesta, repitió la pregunta con idéntico resultado.

-Rachel, ¿estás bien? –inquirió Dawn. Las dos chicas se pusieron frente a su amiga que, sin mediar palabra, se levantó e hizo su primer hechizo legal en su casa: un conjuro de presencia permanente para esa placa. Estaría encima del cabecero de su cama para siempre. O, al menos, hasta que decidiera mudarse.

-¿Qué significa BSK? –le dijo Dawn a Lily, quien se encogió de hombros. –Parecen las iniciales de un grupo musical…

La cumpleañera las estaba ignorando cuando volvió a por el otro paquete. Estaba mejor sellado que el otro, las ranuras bien cerradas para que no se escapara nada. Lo abrió con cuidado, pensando que igual sí podía ser una broma.

Pero sus suposiciones estaban desencaminadas. En el interior de la pequeña caja había 4 pergaminos bien doblados. Tres eran cartas personales de cada uno de los jóvenes. El cuarto estaba en blanco, salvo por una pequeña línea escrita con tinta verde: Una copia de nuestro tesoro. Ya sabes cómo usarlo. Al leer la línea, ésta se borró. Y la sonrisa de Rachel era, si cabe, más amplia.

-Dale unas chucherías lechuciles y un poco de agua a nuestro amigo, Lily, por favor, que está un poco cansado –fue lo primero que dijo, mirando a la lechuza, que seguía posada en su escritorio. –Has recorrido un largo camino desde casa de James. Descansa aquí esta noche, y mañana dejaré la ventana abierta, para que puedas volver cuando quieras con mi respuesta, ¿de acuerdo? –la lechuza ululó suavemente, mientras olisqueaba las chucherías que le habían alcanzado. –Perfecto. Y gracias –le dijo, mientras le rascaba la cabeza.

-Otra vez el rollo de la mente animal –pinchó Dawn. Rachel puso los ojos en blanco. Ya les había explicado innumerables veces que no les leía la mente a los animales, sino que interpretaba se lenguaje con bastante exactitud. Pero ellas siempre intentaban fastidiarla, diciendo que era un poco más animal que los demás por esa habilidad.

-Tranquila, niña pija –contraatacó -, guardaré en secreto lo que piensas ahora mismo.

-¿Me estás llamando animal? –se ofendió la morena.

-Eso lo has dicho tú –dijo la otra, sacándole la lengua. Luego se puso seria –Deberíamos irnos a dormir. Mis padres llegarán pronto y nos sacarán a rastras de la cama, si hace falta.

Y es que las chicas tenían que terminar de preparar las cosas en el Callejón Diagon: ingredientes de pociones, libros avanzados de DCAO, encantamientos, transformaciones, y alguna que otra chuchería, por supuesto. Antes de apagar la luz, sin embargo, Rachel sacó dos de las cartas de sus amigos, y las leyó. La tercera tendría que esperar un poco, aunque no sabía con lo que se iba a encontrar.

-Rachel –se oyó a Lily. -¿Qué significa BSK?

-Algún día os lo diré –prometió -, pero de momento es un secreto.

Y con esas últimas palabras, apagó la luz.

A la mañana siguiente, una lechuza (-Otra vez… -se quejó Lily) despertó a las chicas, picoteando en la ventana. Dawn se levantó, refunfuñando que sus regalos no habían molestado tanto, pero el ave se posó encima de la colcha de su amiga pelirroja. Aunque si hubiera sido para la dueña de la habitación, podría haber pasado una horda de mortífagos, y seguiría durmiendo.

Lily desató con cuidado el pequeño paquetito de la lechuza oscura, que volvió a la calle con un batir de alas. La joven desenvolvió el papel, y se encontró con una insignia de Premio Anual.

-¡LILY! –gritó Dawn, sobresaltando a su amiga despierta, y despertando a la dormida. -¡Lily, eres una Premio Anual! ¡Es fantástico! ¡Enhorabuena!

-Eh… gracias –dijo, sonriendo levemente.

-Así que ya te ha llegado, ¿no? –preguntó Rachel con voz pastosa. –Me preguntaba cuánto más tardaría…

-¿Y eso por qué?

-Porque la lechuza que vino de casa de James me dijo que él la había recibido hace dos días.

Lily se quedó de piedra. No podía ser que Potter fuera el otro premio anual. Si siempre estaba haciendo de las suyas… ¡Por favor! ¿Es que el director no tenía en cuenta la reputación de los demás premios anuales para nombrar a ese desastre uno de ellos? Ahora todos pensarían que cualquier persona podía ser Premio Anual, incluso aunque su expediente estuviera tristemente manchado, y fueran capullos arrogantes.

-No pongas esa cara, Lils, te saldrán arrugas –por lo visto, su frustración se había filtrado a sus rasgos. –Además, no es tan grave. Así tendrás oportunidad de conocer a Potter alejado de sus amigotes. Ya sabéis que cuando hay más testosterona de la habitual en el ambiente, se comportan como bichos en celo –opinó Dawn, poniendo los ojos en blanco. Y es que era de las chicas más codiciadas del colegio. Sus amigas no le iban a la zaga, precisamente, pero el primer puesto era suyo, y alguna vez había tenido más de un problema con adolescentes sobrehormonados. Ella decía que todo era actitud, pero los entes masculinos de Hogwarts daban 3 razones: su culo, sus piernas y su cara. En ese orden, la mayoría de las veces. Por eso sólo salía con los que le miraban a la cara y eran capaces de mantener una conversación coherente que no se basara en el Quidditch.

-No sé por qué decís eso de ellos –intervino Rachel. –Conmigo siempre se han portado la mar de bien, incluso cuando están los cuatro juntos. No me miréis así, -la observaban con una ceja arqueada, en idéntico gesto –sabéis que es verdad. Si los tratarais como a personas y no como a entes masculinos, como los llamáis, igual os iban mejor las cosas con ellos.

-¿Y quién quiere que mejoren las cosas? –Dawn se defendió como si su amiga la hubiese insultado. –A mí el tratamiento a distancia me parece una relación perfecta con ellos.

-A mí también –secundó Lily. Ahora fue el turno de Rachel de levantar una ceja. –Al menos con Potter –las dos cejas -, ya sabes que con Lupin me llevo bien. Y ¡no! –Rachel cerró la boca, pues iba a replicar –no digas que he de recortar distancias con Potter. Bastante cerca ya vamos a estar cuando nos toque la reunión de inauguración en el Expreso, como para encima hacer que es mi amigo –Rachel se encogió de hombros.

-Ya te lo dije antes de exámenes… James ha cambiado. Los cuatro han cambiado, de hecho. Aunque Peter… no demasiado, jajaja.

-Qué mala eres con el pobre Peter –ahí estaba: la faceta protectora de Dawn. –Con la poca autoestima que tiene…

-Sí, bueno, por algo será, ¿no crees? –por ese comentario, Rachel se ganó una mirada asesina. Iban a enzarzarse en una pelea verbal, pero en ese momento Arancha, la madre de Rachel, llamó a la puerta.

-Chicas, el desayuno espera –informó, asomando su cara en forma de corazón por el resquicio de la puerta. –Daos prisa o se enfriará. –La madre de Rachel se parecía mucho a su hija en el físico. Era un poco más bajita, pero tenía los mismos ojos oscuros, que le daban a los rasgos de ambas un toque misterioso. Como las chicas no se habían movido, las apremió -¡Venga! O perderéis la oportunidad de tomaros un helado en la terraza del señor Fortescue.

Viendo que su amenaza había conseguido su objetivo, cerró la puerta tras de sí, y se dirigió a la cocina. Le hizo una seña a su marido, Mike, que puso un paquete encima de la mesa, al lado de las tortitas. Aunque casi no cabía en la mesa, de largo que era.

Cuando Rachel bajó, justo detrás de sus dos amigas y vio el paquete, tropezó y todo. No tardó ni 3 décimas de segundo en llegar a la mesa y abrir el paquete.

-¡Es genial…! ¡Una Cometa 220! ¡Graciasgraciasgraciasgraciasgraciaaaaas! –dijo, abarcando en un solo abrazo a sus padres. –¡Ahora podré echar carreras con James sin que tenga que darme ventaja! –añadió, emocionada.

-También es de parte de tu tía Jana –le dijo su padre. Rachel sonrió. No dejó de hablar de las características de su escoba nueva en todo el desayuno, y sólo cuando fueron hasta la chimenea para usar los polvos Flu, sus amigas consiguieron que se callara.

En el Callejón Diagon, las horas pasaron volando, de una tienda a otra. Lily y Dawn le dieron su regalo en Madame Malkin, pues le habían encargado una túnica de gala nueva cuando habían ido juntas a pedir los arreglos para sus uniformes.

Era una túnica preciosa: negra, con el escote en pico, mangas abiertas y espalda descubierta. A partir de la mitad del muslo, el tejido de la falda empezaba a clarear ligeramente, hasta llegar al gris plateado en los bajos, dejando transparentar la silueta de las piernas. Tenía integrados unos hechizos especiales para que ni se resbalara por los hombros accidentalmente, ni se tropezara con los zapatos… De lo más práctico. Ahora sólo faltaba que hubiera una ocasión especial para estrenarla.

No faltó de nada, hubo helado, librería, ingredientes de pociones, suplementos vitamínicos para lechuzas (la de Rachel había ido volando a España, con una nota de agradecimiento a Jana; eran muchos kilómetros), etc. Comieron en el Caldero Chorreante, y luego se fueron a dar una vuelta por el Londres muggle. Arancha decía que echaba de menos las aldeas pequeñas que rodeaban los bosques donde ella había vivido, donde apenas había ruido. "Pero bueno, Londres tiene su encanto", admitió. A Lily le encantaba una tienda de música que estaba en una calle cercana, y estuvieron allí hasta que la dependienta tuvo que pedirles que se fueran. Y es que Dawn nunca había entendido cómo funcionaban esos trastos, y se dedicaba a dejar girar los discos en los muestrarios. Cuando Rachel le puso los cascos en las orejas, se puso a gritar como una loca que alguien se había metido en su cabeza con legeremancia, y fue entonces cuando la encargada les echó del local, por asustar a sus otros clientes.

Por fin, después de un día de vagabundeos, volvieron a casa. En la habitación de Rachel estaban esperando, apoyadas en fila en el escritorio, unas quince lechuzas, todas con un mensajito de felicitación, y alguna que otra con un detallito: un colgante con su nombre, de parte de Ezequiel y Ahriel Stevenson, los gemelos de Ravenclaw que iban a su clase de Encantamientos, y con los que estudiaba a menudo; un libro muggle, llamado "El Señor de Los Anillos", de parte de Zoey Shiner, su compañera de 6º de Quidditch; y unos subrayadores mágicos que, al ir leyendo lo que estaba subrayado, cambiaban de color, de parte de Kathleen Monroe, su compañera de habitación Gryffindor.

Al ser tantas lechuzas, se las habían repartido entre las tres amigas para abrir más rápido las cartas y los paquetes, y de vez en cuando, alguna exclamaba:

-¡Mira! Te ha escrito Derek Livelong, ese chico guapo de Hufflepuf –esa era Dawn.

-¡Vaya! Nunca pensé que Andrea Connor tuviera tan mala letra –esa era Lily.

-¡Uuh…! Alguien me da recuerdos para ti, Dawn –obviamente, era Rachel. –Bruce Dawson… Me parece que es aquél con el que saliste una vez, y a quien ahora das esquinazo, ¿no? –su amiga resopló. Todo el mundo sabía que Bruce tenía un físico impactante, pero que era demasiado… simple. Dawn, intentando reforzar su teoría de que no todos los rumores de Hogwarts son ciertos, había salido con él para conocerle intelectualmente. Pero lo más intelectual que hubo en la cita fueron unos Ravenclaw con los que ella se encontró, y que la ayudaron a escabullirse de un aburrimiento manifiesto.

Después de revisar que todas las cartas estuvieran abiertas, y contestadas, las chicas bajaron a la cocina para tomar la cena, donde Rachel les preguntó a sus padres por su viaje a España, a lo que ellos contestaron con evasivas. Al insistir la joven, diciéndoles que habían llegado noticias de que se habían visto algunos mortífagos por la zona, ellos le contaron lo que sabían.

Algunos clanes de meigas se habían reunido en el bosque de Miriam, los más cercanos a la zona, pues algunos animales habían informado de la llegada de unos enmascarados y una especie de hombre-serpiente liderándolos. Rápidamente, las meigas se pusieron a trabajar en hechizos protectores para el bosque, los animales y las aldeas circundantes. Cuando los mortífagos llegaron al límite norte del bosque, las meigas estaban esperándolos. Voldemort dijo que solo quería hablar con ellas, negociar para que se cambiaran de bando, alegando que, si así lo hacían, no harían ningún daño a los bosques, ni a los animales, ni a la gente del territorio meiga. Mientras hablaba, intentaba utilizar la legeremancia con Miriam, pensando equivocadamente que una anciana como ella no podría poner demasiada resistencia a su poder. Pero olvidaba que tenía a todo el bosque apoyándola, así que no consiguió nada. Y la respuesta de las meigas a su ofrecimiento fue negativa, casi humillante para el Lord Oscuro, pues le dijeron que estaba equivocado en sus planteamientos. Le dijeron exactamente lo mismo que le había dicho Dumbledore cuando le fue a pedir trabajo, que no las podría vencer porque ellas poseían el poder de una magia que él no comprendía. Furioso, Voldemort dio la orden de ataque a sus siervos, pero la magia protectora del bosque era demasiado fuerte, y los hechizos rebotaron contra los mortífagos, provocando el caos. Finalmente, tuvieron que retirarse sin que las meigas movieran un dedo, ni dijeran una palabra de más.

Los señores Altair explicaron que, como había predicho Lily, los enmascarados intentaron vengarse con un ataque a las aldeas que ayudaban a las brujas, pero sin ningún resultado, pues habían evacuado a los habitantes, y las casas estaban protegidas mágicamente.

-Resultado: Meigas 2, Voldemort cero –concluyó Rachel, aliviada.

-No cantes victoria tan rápido, hija. Ese tipo está loco, no sabemos cómo, pero volverá para intentar vengarse. Aunque de momento parece tener otros objetivos, no podemos bajar la guardia –explicó su padre. El silencio reinó en la pequeña cocina, y los presentes miraron de reojo a todos lados, como si en cualquier momento fueran a aparecer mortífagos desde dentro de los armarios y de las cazuelas.

Después de una buena cena y una tarta, las chicas se fueron a la cama, agotadas. Al día siguiente, Dawn y Lily tendrían que ir a sus respectivas casas, a terminar de preparar sus baúles para Hogwarts. El primer día de su último año estaba muy cerca.

1 de septiembre, 1977. Estación King's Cross, entrada principal.

-Menos mal que quedamos con veinticinco minutos de adelanto –comentó Lily al estar Dawn cerca para oír sus reproches. –Si no, perdemos el tren seguro. ¿Dónde te habías metido? ¡Sabes que tengo la reunión de los Premios Anuales en cinco minutos!

-¡Lo siento! –dijo la aludida. –Un idiota con una motorcicleta de esas no me dejaba pasar con el equipaje.

-Otro año que no vuelves a casa, ¿no? –la picó Rachel. La cantidad de equipaje que llevaba Dawn sólo era comparable a la incontable cifra de zapatos que tenía. De los cuales cargaba con la mitad, por lo menos. Por esa razón sus amigas le preguntaban cada inicio de curso si la habían echado de casa permanentemente, aún sabiendo que sus padres jamás harían algo así, ni aunque supieran que era una criminal.

Sin contestar a sus amigas, comenzó a caminar con dificultad, empujando el carrito con sus baúles a través del gentío. Las otras dos la siguieron, mucho más ligeras que ella. Ni siquiera frenaron cuando llegaron a la barrera mágica que separaba el andén 9 y ¾ de los andenes muggles, y utilizaron hechizos levitatorios para meter el equipaje en el Expreso. Una vez elegido el compartimento, bajaron del tren para despedirse de sus respectivos familiares, que las habían seguido a una prudente distancia, hablando sobre la noche de pijamas en casa de los Altair.

Rachel abrazó a sus padres:

-Cualquier cosa que ocurra en nuestra tierra, avisadme de ello. Por favor –añadió, al ver la mirada que intercambiaban sus progenitores -, no soportaría pensar que tía Jana está en peligro y yo en la cama tan tranquila leyendo un libro.

-Está bien –cedió Arancha. –Pero no se te ocurra hacer ninguna tontería. Que nos conocemos. –Los tres sonrieron ante ese comentario.

Mientras Dawn intercambiaba una serie de despedidas protocolarias con sus adinerados padres, los de Lily llenaban a su hija menor de besos.

-Por favor, no hagáis eso –se quejó la pelirroja. –Todo el mundo me está mirando. Y ya no soy una cría, ¿sabéis?

-Lo sentimos, cariño. Pero sabes lo que nos cuesta pensar que estaremos hasta navidades sin verte –dijo su padre.

-Pásalo bien, aprende mucho y lígate a algún chico guapo –la madre de Lily se ganó dos verdes miradas reprobatorias por ese comentario. Se encogió de hombros y besó a Lily en la mejilla por última vez antes de abandonar el andén.

En cuanto los mayores se hubieron ido, Rachel les pasó los brazos por los hombros a sus amigas, y dijo alegremente: -Bueno, ya estamos sin supervisión paterna. ¿Qué hacemos ahora?

-Yo salgo pitando –contestó Lily –, lo siento, pero tengo que instruir a los Prefectos, y no puedo llegar tarde.

La joven se despidió con un gesto de la mano de sus amigas, mientras Rachel le daba una mirada esperanzada a su otra amiga, esperando que le dijera algo divertido para hacer.

-A mí no me mires, he quedado –le dijo. La otra puso mala cara.

-Pues si ninguna quiere hacer nada divertido conmigo, allá vosotras. ¡Me voy! –y comenzó a caminar a lo largo del andén. Dawn se encogió de hombros y empezó a buscar a su amigo Frank. Lo encontró intentando subir el baúl por la puerta del tren, y se acercó a él.

-¿Necesitas ayuda? –le preguntó amablemente. El chico la miró, y por poco se le aplasta un pie al escapársele el baúl entre las manos.

-Eh… Hola, Dawn. Eres muy amable, pero creo que ya lo tengo –respondió con una sonrisa. Ella también sonrió.

-Tranquilo, es para evitarte el esfuerzo. Ya soy mayor de edad, así que puedo usar un hechizo –movió una mano para quitarle importancia, y le guiñó un ojo.

-En ese caso… -Frank se apartó del baúl en el momento en que Dawn lo movía con magia, y lo guiaba hasta el compartimento del Hufflepuff. Una vez allí, la joven iba a empezar una conversación casual para coquetear un poco con él, pero una chica de pelo castaño, y más bajita que Dawn entró en el compartimento.

-Hey, Frank, estás aquí. –dijo. –Te he estado buscando –entonces se puso de puntillas y le dio un beso en los labios.

-Perdona, Dawn. Supongo que conoces a mi novia Alice Fletcher, es de Ravenclaw –comentó Frank. Dawn, que intentaba no perder las formas, sonrió y le respondió.

-Claro que sí. ¿No íbamos a Herbología juntas?

-Sí, me alegro de que te acuerdes de mí –dijo la aludida.

-Por curiosidad… ¿hace cuanto que… vosotros…?

-¿Que salimos? –Frank miró a Alice antes de responder. –Pues unas tres semanas. Nos encontramos en la fiesta que dieron mis padres en la casa de verano, y estuvimos viéndonos tiempo después.

Sabía que tenía que haber ido a esa dichosa fiesta, se reprochó Dawn.

-Pues me alegro por vosotros. Hasta la vista –dijo, y salió dignamente del compartimento.

Llamándose tonta mentalmente, y poniendo a parir a Alice en su cabeza, se dirigió a su compartimento. De vez en cuando un chico se paraba y la miraba, o le saludaba. Se cruzó con Bruce Dawson, pero cuando él se acercó para hablar con ella, le ignoró. El silbido del tren la sacó de su ensimismamiento. Estuvo hablando con unas cuantas compañeras de curso, y cuando llegó al compartimento, se encontró con una desagradable sorpresa…

En cuanto Lily se separó de sus amigas, volvió a su compartimento para ponerse la túnica y su insignia de premio anual, y se encaminó al compartimento de los prefectos. Estuvo ensayando mentalmente una y otra vez el discurso de inauguración y las recomendaciones e instrucciones para los prefectos. Pasó un rato a solas, esperando a que Potter apareciera por la puerta, pero no llegaba. El tren emitió el silbido característico de la última llamada y, tras unos segundos, arrancó. Potter aún no había llegado.

Los prefectos de Gryffindor, Tabitha Wagner y Joey Cliveson, fueron los primeros en llegar. Después los de Ravenclaw y Slytherin, y seguidamente los de Hufflepuff. Y Potter aún no había dado señales de vida.

Igual tengo suerte, y este año no ha podido venir, se pensó, con una sonrisilla. Comenzó a hablar acerca de las responsabilidades y las funciones de los prefectos, les repartió una lista de normas, y los puntos que costaba infringirlas. Iba a empezar a explicar las penas por violar más de una norma a la vez, cuando llegó. James Potter estaba en el Expreso.

Al verle, Lily perdió el hilo de lo que decía. Siempre le había parecido rematadamente guapo, pero esa actitud suya le perdía. El chico le sonrió, y se disculpó por el retraso, pues había tenido que separar a dos niños de segundo que se estaban peleando, y les había dado un discursillo acerca de pelearse en el colegio. Al verle tan decidido y maduro, Lily pensó que quizá Rachel tuviera razón. Parecía haber cambiado.

Continuó con su explicación. Se hizo más corta de lo planeado, pues James se sabía cada punto perdido por infracciones individuales, dobles, triples y múltiples por experiencia propia, y eso evitaba que la chica tuviera que mirar la lista de castigos constantemente. La reunión finalizó sin una sola mirada reprobatoria hacia James. Éste, antes de que los prefectos salieran del compartimento, les dijo:

-No os dejéis intimidar por los alumnos mayores que vosotros. Si alguno se os pone chulito, bajadle los humos con algunos puntos menos, o llamad a un profesor.

De nuevo, Lily se asombró del cambio que parecía haberse operado en el muchacho. Se quedaron solos en el compartimento, y la chica ya temía que él fuese a empezar con su perorata de "Sal conmigo, Lily", pero simplemente preguntó:

-¿Crees que lo harán bien?

Se sintió tan aliviada, que casi se le escapa una risita. Estuvieron hablando de sus vacaciones durante el corto trayecto hasta el compartimento de ellas, donde escucharon un par de voces increpándose mutuamente. Al abrir la puerta, se encontraron con una escena, cuanto menos, pintoresca.

Rachel estaba frustrada. Aún quedaban unos diez minutos para que el tren arrancara, y no quería estar sola en el compartimento con cinco baúles. Era muy triste.

Mientras caminaba por el andén, vio a Ahriel y Ezequiel Stevenson despedirse de sus padres. Hacían honor a sus nombres, con el pelo rubísimo, los ojos de un azul intenso y los rasgos serenos talmente parecían ángeles de algún mural renacentista.

Rachel se acercó para agradecerles su regalo de cumpleaños. Ezequiel le dio un abrazo, mientras que su hermana le aseguraba que solo había sido un detallito.

-¿Cómo no estás con tus inseparables? –Rachel rodó los ojos ante la pregunta de su amigo.

-Lily tenía reunión de Premios Anuales, y Dawn había quedado –finalizó, con retintín.

-Bueno, no te preocupes –le dijo Ahriel, mirando por encima de la castaña –, estoy segura de que no estarás mucho tiempo sola.

Rachel miró a donde le indicaba la rubia, y vio un revuelo considerable de chicas que parloteaban, suspiraban y se reían como tontas. Sólo había una explicación para eso: los Merodeadores habían llegado.

Rachel se despidió de los gemelos, volviendo a darles las gracias por el colgante, y se dirigió al barullo. Se quedó a una distancia prudencial, pero en un lugar estratégico para que cualquiera de los cuatro chicos del centro del grupo que mirase hacia donde ella estaba, la viera. Para hacerse notar un poco más, se subió al escalón de la entrada al vagón.

El primero en verla fue James. Sin preocuparse por si aplastaba a alguna joven enamorada con su baúl, se dirigió hacia ella y la abrazó.

-¿No debería estar preparando una reunión, señor Potter? –le preguntó ella, revolviéndole el pelo negro. El joven se golpeó la frente con la mano, con una mirada divertida.

-Porras… sabía que me olvidaba de algo.

En ese momento, Remus y Sirius llegaron hasta donde estaban sus compañeros. Rachel les saludó de la misma manera que a James, y luego les dio las gracias por sus regalos.

-Os juro que casi lloro de emoción –los chicos se llevaron una mano a la boca, de manera teatral –, pero tranquilos, solo fue un segundo –les consoló ella, con un ademán. Comenzaron a subir los baúles al tren, buscando un compartimento.

-¿En serio que te gustó? –le preguntó Remus.

-Sí.

-¿Seguro? –insistió.

-¡Ya te he dicho que sí!

-Os dije que era una gran idea –terció Sirius, pasándose una mano por su melena.

-Tiene razón, Remus. Deja de ser tan inseguro. –le dijo ella –Además no sé de qué te preocupas. Siempre notas cuando miento. –Los otros rieron ante ese comentario.

-¿Qué te dijeron tus inseparables de los regalos? –preguntó Sirius.

-De el regalo –enfatizó ella. –Ni loca les iba a enseñar el mapa, con lo puritanas que son. Seguro que le iban a la McGonagall con el cuento para delataros –los jóvenes cruzaron una mirada, estando de acuerdo con su amiga. –Y de la placa… -empezó a reírse –me parece que creyeron que estaba en shock o algo así. Sólo les faltó zarandearme.

Y luego las vi compartir una mirada en plan "¿tanto rollo por una plaquita?" –y continuó con sus risas.

-¿Qué es que en este tren no queda ni un maldito compartimento libre? –se quejó James. –Aún tengo que llegar a la reunión.

-Eso os pasa por llegar con el tiempo justo –pinchó Rachel. Al ver que los cuatro (Peter había llegado en ese momento) la miraban con mala cara, se permitió ayudarles. –Porque os tengo aprecio, pero son otros los que me miran así, y no les dejo compartir compartimento conmigo.

-Anda, Rach, no seas mentirosa –contraatacó Sirius. –Seguro que a alguno le dejarías. –Ella le dirigió una mirada astuta, y respondió:

-Sí. Pero sólo a uno. Y sólo conmigo –se dio la vuelta, dejando al chico pasmado, y comenzó a caminar por el pasillo. En ese momento se oyó el silbato del tren.

Al llegar al compartimento, Rachel le hizo un encantamiento reductor a los cinco baúles que ocupaban el altillo del equipaje, los colocó en un extremo, y dejó que los chicos pusieran su equipaje (mucho menos voluminoso) allí. En el mismo momento en que James dejó su baúl, se despidió, con la túnica a medio poner y corriendo por el pasillo.

Una vez hubieron terminado, empezaron a hablar de sus vacaciones. Peter contó que se había ido a Estados Unidos, a ver a unos familiares. Habían hecho un tour por Nueva York, Washington, Miami, Las Vegas y San Francisco. Se hizo el interesante al hablar de la tradición brujeril de esos lugares, pero al hacerle un par de preguntas, confesó entre risas, que había estado todo el día de fiesta o tomando el sol.

Por su parte, Remus había ido a la playa, a Dover. Había estado sólo una semana, y luego habían tenido que volver a casa por sus "problemas del mes".

Sirius se había ido a visitar a su tío Alphard, el cual le había dado en herencia prematura una considerable cantidad de oro. "Para que puedas ser quien tú quieras, y no quienes esos patanes te digan que seas", le había dicho. Parte de ese dinero lo invirtió en una pequeña excursión para los padres de James, por haberle alojado durante las anteriores vacaciones. Mientras, James y él tenían la casa para ellos solos, y celebraron alguna que otra fiestecita.

-¿Hicisteis una fiesta y no me dijisteis nada? –le preguntó Rachel, ofendida.

-Era una fiesta exclusiva para hombres –dijo él, a la defensiva. Ella se cruzó de brazos.

-Pues otras veces no había sido ningún problema. No me parece que os cortara el rollo a ninguno, creo yo. Además, si era para hombres, tú no podías estar, niñato –y alzó la barbilla, enfurruñada. Para intentar que le perdonara, Sirius hizo casi de todo, salvo ponerse de rodillas. Hasta Peter le ayudó, pero sólo cuando Remus empezó a meterse con las Holyhead Harpies, ella entró al trapo. Estuvieron hablando de Quidditch un rato más, hasta que…

-¿Qué hacéis vosotros tres aquí? –Dawn apareció por la puerta dando voces.

-Tranquila, Dawnie, les dejé yo. No había compartimentos libres.

-¿Y a mí qué? Este es nuestro compartimento, no quiero compartirlo con nadie más que con Lily y contigo. ¡No puedes invitar a cualquiera a entrar! –Rachel se levantó de un salto, bastante molesta por el comentario.

-Sí puedo, porque en este compartimento sólo estaba yo, porque vosotras dos me dejasteis tirada. ¡Y ellos no son cualquiera! –los chicos hicieron una inclinación de cabeza. –Son tan amigos míos como Lily o tú. –Dawn se sorprendió mucho con esa afirmación. Tanto que por un momento dejó de increpar a su amiga, pero no por mucho tiempo.

-Pero es que yo no quiero que estén aquí –concluyó. Remus hizo ademán de levantarse.

-Si prefieres que… -pero Rachel le cortó con un gesto.

-No le hagas caso, Rem. No se te ocurra irte. A ninguno –añadió, mirando a Peter, sobre todo. Sabía que Sirius se quedaría, sólo por fastidiar. –Sólo está intimidada.

-¡No estoy intimidada! –gritó Dawn, sonrojándose un poco. -¡Solo quiero estar con vosotras dos un poco!

-Si hubieras llegado a tiempo, y no te hubieras ido a buscar a tu amiguito, igual habríamos podido estarlo –Rachel se cruzó de brazos, animándola a desmentirlo.

Los chicos estaban tan centrados en el enfrentamiento verbal que no se dieron cuenta de que había una escenita peculiar en la puerta del compartimento.

-¿Se puede saber por qué discutís? –Lily y James habían llegado, riéndose. Pero al ver la refriega, a la pelirroja se le había pasado el buen humor.

-Porque ésta –dijo Dawn, señalando a la castaña –ha decidido, sin nosotras, compartir nuestro compartimento.

-Ya te he dicho que no había ningún compartimento libre, y yo estaba sola. ¿Por qué no puedes aceptarlo sin más? –se defendió la otra. Dawn iba a replicarle, pero Lily las hizo callar.

-¡BASTA! Dawn, es cierto que debería habernos preguntado, pero también es verdad que ellos no tenían compartimento y nosotras no estábamos. –Dawn apretó los labios. –Ahora ya no pueden irse a otro sitio, así que si te molesta tienes dos opciones: o te aguantas, o te cambias de compartimento.

Dawn se lo pensó fríamente. Nunca había soportado a los Merodeadores, con su boyante popularidad, con sus bromitas estúpidas. No sabía como Rachel se había hecho amiga de ellos. Le había sorprendido que comparara su amistad o la de Lily con la de esos chicos. Incluso le había dolido. Pero conocía a Rachel, y si no valiera la pena, no los habría defendido. Igual podía sacar provecho de la experiencia y todo, sobre todo para ver cómo actuaban James y Lily al estar juntos en público.

-Bueno… si no hay más remedio… -concluyó, y se sentó al lado de Sirius.

Pasado el percance, no hubo más problemas durante el trayecto. Dawn estuvo casi sin participar en las conversaciones acerca de las vacaciones; estaba de mal humor por lo de Longbottom, y encima tenía que aguantar a esos tíos. Al llegar a la estación, Rachel bajó los mini-baúles del altillo, ganándose una bronca de Dawn.

-Si noto que mis zapatos me van pequeños, te echaré la culpa a ti –la amenazó, mientras la otra les devolvía su tamaño original.

El camino a Hogwarts en la carroza fue más relajado. Parecía que la morena había superado un poco la aversión que sentía por esos cuatro entes masculinos, y ya empezaba a verlos un poco más como a personas. Lily había descubierto la faceta humilde de James, y Peter y Rachel intentaban ganar a Remus y Sirius al Trivial, sin resultado.

Una vez en el colegio, se encontraron con Kathleen Monroe, su compañera de curso Gryffindor, que había ido en el tren con los integrantes del club de Gobstones. Esa noche llegaron nueve nuevos integrantes a su Casa, y el banquete transcurrió con normalidad, terminando conversaciones pendientes, y saludando a viejos amigos. Lily y James se levantaron antes que los demás para vigilar el desalojo del Gran Comedor, y para informar de las contraseñas a los prefectos. Dawn se separó un rato de sus amigas y los merodeadores para ir a saludar a un par de chicos que le interesaban, mientras Rachel explicaba a los chicos la ceremonia de cortejo que su amiga llevaba a cabo.

-Pues con nosotros cuatro nunca ha hecho eso –hizo notar Sirius.

-Obviamente es que no le interesabais… pero ella es libre de cambiar de opinión, ¿no crees? –le dijo Rachel. Sirius se encogió de hombros, y desvió la vista.

Cuando llegó el momento de irse a la Sala Común, Rachel hizo que se parasen a hablar con Zoey Shiner y Kurt Reese, dos miembros del equipo de Quidditch. Al llegar a la Sala Común se produjo como una reacción en cadena: todo el mundo se acercó a ellos para saludar a los Merodeadores, momento en el que Dawn aprovechó para escabullirse y buscar a Lily. Rachel y Kate también intentaron zafarse de la marabunta, pero Sirius les pasó los brazos por los hombros. Al momento, James y Lily se habían puesto en el centro del gentío, arrastrando a Dawn al lado de sus amigos. Al verse todos juntos, sonrieron. Incluso Dawn.

Su último curso en Hogwarts había empezado.