Título: Afectuoso
Género: Fluff/Humor
Clasificación: PG / T (porque soy paranoica)
Palabras: 517
Notas: Muchas gracias a mi gata (no, es en serio) por la idea y a mi amiga minddelirium por la enorme ayuda.


—Los gatos son extremadamente cariñosos. No es así, ¿Heracles-san?

—Sí, especialmente con aquellos que ya conocen y tienen confianza… —respondió, con esos aires filosóficos y de sosiego que casi siempre traía consigo.

Se hallaban en el patio de la casa de Grecia, rodeados de decenas y decenas de felinos, los cuales seguramente pertenecían a la misma familia y a varias generaciones. El dueño de casa y el japonés habían decidido tomarse la tarde libre para descansar. ¿Y qué mejor lugar que las antiguas y hermosas ruinas de la madre de Heracles? Escogieron para sentarse una columna caída y a medio enterrar, que a su lado tenía lo que parecía ser el resto de la misma.

Una vez allí, el griego esparció alimento para sus amadas mascotas, lo que hizo que de lugares inimaginables comenzasen a aparecer gatos y más gatos. Un poco después, los mininos se quedaron cerca de su dueño y su acompañante; a modo de agradecimiento. Les maullaban, algunos ronroneaban, otros se frotaban contra sus piernas y buscaban sus manos para que los acariciasen.

De pronto, Kiku sintió cómo algo le tocaba la cabeza, pidiéndole atención. Se giró para ver lo que era y allí estaba: sobre la columna partida, un gato. Era como un pequeño tigre gris, pero con manchas de blanco esparcidas desde el pecho hasta las patas. Sus ojos eran verdes y brillantes, su cuerpo, esbelto. Movía con lentitud su cola anillada de un lado al otro, como esperando algo.

—Su nombre es Perséfone, es una gata bastante dulce… —aclaró Grecia, cuando notó que su compañero examinaba al animal en cuestión.

Konnichiwa, Perséfone-san —le sonrió Kiku, haciendo una reverencia típica de su tierra.

Nunca hubiera esperado que la gata también bajase la cabeza para rozarla con la suya, mimándolo. El japonés ensanchó su sonrisa instantáneamente y se movió con suavidad de un lado al otro, mientras Perséfone lo imitaba.

Al ver cómo Kiku disfrutaba de los mimos felinos, y al notar aquella tímida sonrisa provocada por la dulzura del animal, se acercó hasta rozar su frente con la cabeza del oriental. Las caricias, en principio suaves, se tornaron sentidas, en imitación a la gata a su lado; ganándose el mayor desconcierto de Japón y a su vez la mirada curiosa de la minina.

—¿Heracles-san? —balbuceó mientras sus mejillas se teñían de un rojo intenso— ¿Qué hace?

—Parecía que estabas disfrutando de la muestra de cariño de Perséfone. Por ello pensé en hacerlo yo también —si era posible, el color del rostro del japonés se intensificó ante la naturalidad de la respuesta.

—¡Pero nosotros somos humanos, nosotros demostramos nuestro cariño de otra forma! —exclamó sacudiendo la cabeza vigorosamente, como queriendo sacudirse la vergüenza de encima y asustando a la gata, haciendo que esta huyera.

Heracles pareció quedarse pensativo unos segundos. Elevó sus ojos verdes al cielo y luego los redirigió a su acompañante.

—Ah, te refieres a las caricias, los besos y el sexo, ¿verdad?

—Efectivamente. Si pretendes hacerme una demostración de afecto —cerró los ojos volviendo a su postura misteriosa y repleta de decoro —, procura que sea lo más humana posible.