Esa noche solo era él, contemplando la luna, simulando que las decepciones a los largo de todos estos años no habían hecho efecto en él, que no habían dañado su corazón y sus reales sentimientos habían sido rechazados una vez más, sin piedad.

Una falsa sonrisa se extiende en su rostro, por dentro solo desea llorar, pero no puede, no debe. Tiene que permanecer feliz, nada le importa, un rechazo mas no es nada especial, ha habido muchos, y seguramente habrá más.

Pero está cansado, duele, ya no puede sostener la sonrisa, ya no puede fingir felicidad, no puede simular que todo está bien con él, porque no lo está. Está cansado de rechazos, de continuas decepciones, de humillaciones.

¿Acaso no demostró que sus sentimientos eran verdaderos? Tal vez no era la mejor opción, y mucho menos la única, pero que sus sentimientos eran sinceros, no era un engaño. ¿Acaso no podía verlo en su mirada? Cada vez que sus ojos se posaban en ella, algo dentro se movía dentro de su interior, su corazón latiendo al compa de su risa.

Ella, siempre tan perfecta, tan inteligente, siempre correcta. Tal vez era mucho para él, probablemente lo sea, como un ángel inalcanzable, fácil de observar, pero difícil de alcanzar. Si tan solo pudiera tocar sus cabellos, ver su sonrisa dedicada a él, su risa provocada por el. Pero lo único que ella le dedicaba eran gritos, insultos y humillaciones.

Ha pasado tiempo desde la primera vez que lo intentó, jamás pensó en bajar los brazos, siguió, insistió. Pero hoy ya no sabe si es lo que desea, en verdad está enamorado, pero tal vez no sea lo correcto, quizás es el destino, gritándole que no era ella su futuro, que desistiera e intentara seguir con su vida.

Pero quien sabe, hoy era el fin de su sexto curso, y todavía quedaba un año más, y tal vez -solo tal vez- el destino se pondría a su favor.