Los nombres de los personajes son Propiedad de Stephenie Meyer, pero la historia me pertenece.

Bueno, ésta historia comenzó con el One-Shot "CRAZY" Debido a sus comentarios decidí hacer una historia, espero la disfruten, dejen sus reviews para que me ayuden a mejorar.

Besos...


¿Cómo respirar?

Miré el reloj que se encontraba en la mesilla de noche y estiré mi cuerpo debajo de las cobijas.

Al fin había terminado el martirio de la preparatoria, y al menos por un tiempo, no tenía que volver a preocuparme de la hora…

Me levanté, y miré la foto de mis padres, pase la yema de mis dedos por el marco de caracoles y sonreí.

Seguramente se sentirían felices; a pesar de todo lo que había pasado tras el accidente, aquí estaba; viva, y a punto de entrar a la Universidad.

Tenía 18 años recién cumplidos, era la típica estudiante promedio, pero… A diferencia de las demás, no me la pasaba de fiesta en fiesta, o de muchacho en muchacho. Yo… sólo me la pasaba en casa, experimentando en la cocina, leyendo, escuchando música, o mirando alguna película.

Socialmente estaba muerta, de no ser por Alice, mi única amiga.

La había conocido en segundo semestre; su cabello corto, y su baja estatura la hacían parecer vulnerable a lo lejos, pero era la persona más valiente que conocía…

Sus padres eran agradables, pero no los había tratado lo suficiente como para omitir alguna otra opinión.

Manoteé al aire para dejar de pensar, y me apresuré a entrar a la ducha.

El agua tibia siempre me calmaba…

Al salir, me sentí renovada. Rápidamente me coloqué la ropa interior, y me enfundé en el único vestido negro que tenía, se entallaba demasiado...

Caminé hasta el espejo completo en forma de óvalo que se hallaba frente a mi cama, y me miré desde todos los ángulos. Era la primera vez que visitaba a Alice a su casa, por lo regular siempre nos veíamos en la biblioteca o en alguna plaza comercial…

Los nervios me carcomían.

Su madre, su padre, sus dos hermanos… Todos en una mesa, mirándome, preguntándose miles de cosas sobre mi vida. Si querían saber acerca de mis padres estaba perdida… No me gustaba hablar de ello.

Lamentablemente había sido literalmente obligada por mí tía a pasar las vacaciones con Alice y su familia, y había accedido para no preocuparle más de lo que ya había hecho.

Observé la pequeña valija negra que me esperaba a un lado de la puerta y tome aire.

Nunca había estado fuera de casa, y mucho menos con tantos rostros desconocidos, tenía miedo.

El llanto estaba a punto de explotar, así que golpeé mis mejillas con las palmas de mis manos esperando despejarme, y corrí hacía el pequeño armario. Tomé el par de zapatos altos color negro, y con disgusto comencé a ponérmelos.

Iba a ser una tortura aguantarlos todo el día.

Por última vez me miré al espejo, cepillando mi cabello con violencia, intentando deshacerme de los odiosos nudos que siempre se formaban en mi cabeza; tomé la maleta de la agarradera, y la arrastré hacía la sala.

Eché un rápido vistazo a la casa asegurándome de que todo estuviera como debería estar, y el sonido del claxon de un auto me distrajo.

Alice había llegado.

Tome mis cosas, y salí de la casa. Cerré la puerta con llave, y caminé hasta el auto lujoso color negro que se hallaba frente a mí, pero en segundos la cara aniñada de Alice se asomó por la ventana trasera, alzando los brazos, pidiendo que me apresurara.

Cuando llegué hasta donde se encontraba, sacó la mitad de su cuerpo para abrazarme, me sobresalté un poco, pero ya me estaba acostumbrando a las demostraciones de afecto que mi loca amiga solía tener, así que no me sentí incomoda.

Pero alguien tiró de mi maleta, y gire la cabeza con brusquedad para saber de quién se trataba.

Y ahí estaba él, lo suficientemente alto como para que yo tuviera que alzar la vista para mirarlo.

Sus labios formaban una línea recta, pero al poco rato se dibujo en ellos una curva delicada. ¿Estaba sonriéndome?

Se deshizo de los lentes de sol, dejando que mirará aquellos ojos miel, casi iguales a los de Alice, de no ser por la mirada… Era profunda y fría… Como si escondiera algo…

- Bella, él es mi hermano: Edward.

- Edward…

En un susurró dije su nombre, como si fuera lo más hermoso que en mi vida había escuchado.

- Suelta – dijo él, jalando la valija.

Uno a uno mis dedos se desprendieron de ella.

Caminó con elegancia hasta la cajuela del auto, y la introdujo en ella.

Usaba un traje negro que le quedaba perfecto. Parecía haber nacido para vestir así…

Pasaron unos segundos, y volvió hacia donde yo estaba, me moví para que pudiera pasar, y cuando lo hizo, abrió la puerta para mí.

Antes de entrar observé de reojo su cabello cobrizo ligeramente peinado, él sonrió, tomó mi mano derecha y me ayudó a sentar, como si fuera una niña pequeña.

La palma de la mano me hormigueaba, su tacto era cálido…

- ¡Bella, me alegra mucho que hayas aceptado venir! ¡No te arrepentirás! ¡Y ése vestido, se te ve genial! ¿Por qué no te lo pusiste para la fiesta de graduación?

Alice, ajena a todo, continuaba con sus preguntas, y yo contestaba a todas ellas, intentando sonar natural.

Estaba segura de que él me miraba por el espejo retrovisor, pero no era lo suficientemente valiente como para comprobarlo.

Los siguientes veinte minutos los pase sin moverme, pero después, decidí no pensar más en el asunto, y me relaje.

- Mi mamá está muy contenta de que vengas, le agradas demasiado. Me preguntó sobre tu comida favorita para la cena de hoy…

- Es muy amable, puedo comer lo que sea, no debió…

- ¿Molestarse?

Preguntó él.

- Si.

Dije.

- ¡Edward! ¡Tú solo conduce!

Le ordenó Alice.

- Perdónalo Bella, es un entrometido.

Sonreí.

- Lo perdono.

Antes de que mis manos callaran mi boca, las palabras ya habían salido.

- Gracias.

Respondió divertido.

- No lo veo sonreír así desde hace años…

Murmuró Alice para sí misma.

Después de eso, se puso a parlotear sobre Jasper; un chico, amigo de su familia, del que me había platicado tanto que hasta sentía conocerlo…

Así, el tiempo pasó más rápido.

- ¡Llegamos!

Gritó mi amiga eufórica.

El enorme portón color cobre se abrió cuando Edward oprimió el botón de lo que parecía ser un pequeño control.

Avanzamos a baja velocidad, el jardín era enorme, había muchas flores, pero pocos árboles, y una barda de piedra rodeaba todo el lugar.

Cuando al fin nos detuvimos frente a la casa, me asomé para contemplarla mejor. Era amplia, de colores ocres, blancos y rosas… Muy moderna y sofisticada… Había varias ventanas, ventanas y ventanas por todas partes…

- ¡Vamos Bella!

Alice abrió la puerta y salió de un salto, la imité y camine hasta donde estaba ella.

Los tacones estaban matándome…

- Entremos, mis padres esperan…

- Pero mi maleta…

Edward la traerá, ven…

Quise soltarme, pero cuando Alice se proponía algo, todo lo demás era inútil.

Mis zapatos hacían ruido contra el mármol color salmón… Tack… Tack… Tack…

- ¡Bella!

Cuando giramos por el corredor y llegamos hasta lo que parecía ser la sala, la madre de Alice gritó mi nombre.

Intentaba recuperar el aliento, la distancia había sido considerable… Sentía espinas en las plantas de los pies.

- Buenas tardes Sra. Cullen.

Le saludé, respirando profundamente.

- Llámame Esme, ya te lo he dicho antes. Mi esposo llegará en unas horas, tuvo que ir a la oficina.

- Esta b…

- ¡Hijo, al fin estás aquí, cuando tu hermana me dijo que tú la llevarías casi no pude creerlo!

- Rosalie está en España visitando a su madre, decidí venir a la cena familiar al menos por esta vez.

Sabía que estaba a mi lado. ¿Rosalie sería su novia?

- ¿Y la niña cómo está?

Alice cambiaba de posición cada segundo, estaba impaciente por mostrarme su recámara.

- Carlie está bien mamá. Quería venir, pero Rosalie…

No te preocupes, no puedes dejar a tu esposa totalmente sola de todas formas.

Mis ojos se abrieron tanto que comenzaron a arder.

¿Esposa? ¿Niña?

Mire hacia dónde estaba él y entonces me di cuenta; su mandíbula cuadrada, las pequeñas pero visibles arrugas en el contorno de sus ojos… Su rostro cansado, el porte al caminar, la voz varonil… Todo eso que los años hacen en un hombre…

- Bueno, me hace muy feliz tenerte aquí. ¿Ya conociste a Bella verdad? ¡Es encantadora!

Los elogios de la Sra. Cullen me hacían sonrojar.

- Sí que lo es – contestó Edward.

- Bueno ya, mucha habladuría, vamos Bella, ah, y Edward, por favor trae la maleta…

Él volteó los ojos tras escuchar las órdenes de Alice, pero parecía estar acostumbrado a ellas, pues no se negó.

Seguí a mi atolondrada amiga por los pasillos hasta llegar al pie de las escaleras.

El barandal era de algún metal grueso de tono ocre oscuro que formaba flores grandes y pequeñas mientras subíamos. Los escalones también eran de mármol, todo junto formaba un caracol que te guiaba hasta otro largo pasillo, pero al caminar, los tonos de los muros iban cambiando, de rosa pálido a lila… Había muchas pinturas, de las cuales, la mayoría pertenecían a Renoir. ¿Serían originales? ¿O una muy buena copia?

- Ésta es la habitación de Emmet, está es la de Edward - Miré mis zapatos sin prestar mucha atención - está es la mía, y está será la tuya. Mi mamá la arreglo para ti, espero que te guste. Ah, la habitación de mis padres es la que está al final del pasillo.

- ¿Para mí?

Pregunté con voz temblorosa.

- Si, anda, entremos.

Entonces me di cuenta de que Alice no moría por mostrarme su habitación, sino la mía…

Tomé la gruesa manija de forma horizontal con un pequeño adorno ondulado en la cola y abrí la puerta.

Lo primero que llamó mi atención fue la ventana; era gigante, ocupaba más de la mitad de un muro… La cama era blanca con rosa, y tenía un dosel con los mismos tonos… Todo iba a juego; la cómoda, él escritorio, la lámpara, la alfombra, el banco de la ventana, el sofá, las largas cortinas blancas, con pequeñas mariposas plateadas en el tul liso…

- ¿Es demasiado?

Preguntó Alice apenada.

- Me encanta.

El calor de mi cara me quemaba.

- No llores Bella, le diré a mamá que venga…

- No… Es que… nunca vi algo así, y mucho menos tuve algo así. Gracias.

La pequeña me envolvió entre sus suaves brazos.

- Anda, vamos a comer algo. ¿No tienes hambre?

Eliminé los rastros de lágrimas de mis ojos y asentí.

- Puedes cambiarte si quieres, sé que no estás cómoda con ésa ropa. No tienes que impresionar a nadie aquí, sólo se tu, por eso eres mi amiga, porque eres genial.

Sonreí.

- Entonces me quitaré esto.

Ella sonrió tierna.

- También me cambiaré. Te espero en las escaleras. No tardes…

Gritó lo último, pues ya se encontraba fuera.

Lo primero que hice, fue deshacerme de los zapatos, los alejé de mí lo más que pude, no quería verlos en mucho tiempo… Los dedos de mis pies estaban muy rojos, comencé por sobar mi pie derecho.

Después de un rato me pare en busca de mi maleta, noté que no la habían traído, y me dispuse a salir a buscarla, pero al cruzar por la puerta me tope con Edward en el pasillo.

- Tu maleta.

Dijo.

Me acerqué para tomarla, y le agradecí.

Di la vuelta para regresar a la recámara.

Y cuando estuve dentro tuve que sentarme. No sabía que me estaba pasando, el verlo, escuchar su voz, sentir como su aroma se metía por nariz hasta llegar a mi cerebro, intoxicándome… Era demasiado para mí. No podía gustarme el hermano de mi mejor y única amiga… Además era casado y tenía una hija… Lo mejor era olvidarle, no pensar más en él, dominarme y no dejar que provocará todo esto en mí…

Acerqué mi cara a la ventana, dejando que el viento hiciera lo suyo y me despejara la mente…

Después, saqué toda mi ropa, y la colgué y ordené en el armario. Tomé unos jeans, una blusa que me quedaba floja, y las cómodas zapatillas de piso…

Corrí hasta llegar a dónde había quedado con Alice.

- Casi me hago vieja aquí, ¿por qué tardaste tanto?

Dijo, dramática.

- No exageres, es que mi ropa no estaba.

- ¿No la llevó Edward? Voy a matarlo.

Sus pequeñas manos formaron puños y sus cejas intentaban juntarse…

- No es eso, si lo hizo, pero tardo un poco.

- Ah bueno.

Inmediatamente su rostro cambió, y volvió a ser la misma de siempre.

Reímos, comimos golosinas, caminamos por su jardín, y jugueteamos con su perrito. Al final miramos una película, nuestra favorita: Orgullo y Prejuicio…

Todas deberían conocer a un Darcy una vez en la vida…

Suspiré.

Cuando los créditos salieron en la pantalla, Esme se apareció con su elegancia y belleza natural, diciéndonos que era hora de cenar.

Me levanté del cómodo sillón, y me estiré a todo lo que pude.

- ¿No vienen?

Preguntó Edward desde una esquina.

Me incorporé de inmediato, y mi corazón casi se detuvo.

- Ya vamos, ya vamos hermanito.

Refunfuñó Alice.

La cena fue divertida, Emmet se la paso haciendo bromas, y los padres de Alice también reían… Me sentía feliz. Viendo todo eso…una familia normal. Algo que jamás volvería a tener. Estaba agradecida de que nadie preguntará acerca de mis padres, seguramente mi amiga les había dicho que no comentaran nada al respecto.

- He hecho tu postre preferido Bella. Mi hija me lo dijo.

Sonreí con ilusión.

- Selva Negra.

Murmuré.

Tome mi cuchara, y esperé pacientemente a que el pastel llegará.

Lo comí poco a poco, con paciencia, disfrutando de cada cucharada, saboreando la crema, las cerezas, el chocolate…

Me metí a la boca el último bocado y alcé la vista, y ahí estaban esos ojos, mirándome. Pero cuando notó que yo también lo veía, disimulo, como si nada hubiera pasado.

Tome un sorbo de leche, y agradecí la cena.

Toqué mi estómago, dolía… Había comido demasiado.

Al poco rato la noche llegó, y todos nos retirábamos a dormir.

Pensaba en Esme, y recordaba a mi madre, en cierta forma eran parecidas.

Cerré los ojos, y sonreí para mi misma.

Me acomodé en la cama y en segundos me quedé profundamente dormida.

Estaba cansada, feliz, y llena. La adecuada combinación para un sano descanso.


Pero, siempre hay un pero…

Después de lo que parecieron ser unas horas, ésa música me despertó.

El volumen no era demasiado alto, pero tenía sueño ligero y cualquier ruido me impedía dormir.

Intenté ignorarla, pero fue inútil. Sería mejor que le pidiera a Emmet que le bajara un poco.

Me puse las pantuflas, y somnolienta me arrastre hasta su habitación.

Toqué un par de veces con los nudillos, y esperé a que me abriera, pero cuando lo hizo todo mi cansancio se desvaneció.

Me sentía completamente despierta, con los ojos bien abiertos. Tragué saliva.

- ¿No es la habitación de Emmet?

Pregunté.

- ¿Buscas a Emmet?

Quiso saber, parecía molesto.

- No, no. Es que… ¿Está no es su habitación?

- No, es la de allá.

Contestó, señalando la puerta correcta.

- Ah…

- ¿Y?

- Es que la música…

- Pasa…

- ¿Yo?

Di un paso hacia atrás, y cuando él se dio cuenta de que no entraría por voluntad propia, tomo mi mano y me jalo hacía adentro, cerrando la puerta a mis espaldas.

Mis piernas temblaban, y me era difícil respirar. En todas partes estaba su aroma.

La camiseta que usaba era delgada y se pegaba perfecto a cuerpo. Seguramente hacía ejercicio… Sus músculos tenían el tamaño adecuado, su piel nívea parecía muy suave...

Se paro frente a mí y me sentí indefensa. Era muy alto, insoportablemente guapo y… Había algo en él que me llamaba… No podía despegar mis ojos de su rostro, su cuerpo… Jamás pensé ver la perfección en un ser humano…

- Deftones. ¿Te gusta?

- ¿Qué cosa es Deftones?

Intenté pensar si conocía algo con ése nombre, pero era inútil concentrarme con él tan cerca.

- La música, ¿viniste por eso no?

- Ah… No conozco.

Admití.

- Ésta canción se llama Change, es mi favorita.

- Ahh, ¿puedes bajar un poco el volumen? Me resulta imposible dormir con ésa música.

- No estaba tan fuerte.

Dijo.

- Lo sé. Lo siento, intentaré dormir. Descansa.

Le di la espalda, y vi la puerta, mi salida de escapé, quería correr hacía ella.

- ¿Isabella?

Me estremecí, mi madre me llamaba así todo el tiempo…

- Bella.

Corregí.

- Bella. ¿Puedes hacer algo por mí?

No contesté, ni me moví. No podía.

Era la primera vez que sentía todo esto. No sabía qué hacer, o que decir.

- Quédate quieta, solo eso.

Murmuró.

El sonido de sus pasos quedos, me ponían aún más nerviosa de lo que estaba. Sentía un ligero sudor en mi nuca, necesitaba aire fresco…

No supe cuando fue que lo hizo, pero sus brazos me rodeaban. Su pecho estaba pegado a mi espalda. Estaba segura de que sentía el temblor que mi cuerpo emanaba. Su aliento sobre mi cabeza era demasiado que soportar…

Las palpitaciones de mi corazón se elevaron hasta doler, mis respiraciones se hicieron más profundas, y mordí tan fuerte mi labio inferior que rápidamente pude percibir el sabor a sangre.

Poco a poco su abrazo se aligero, hasta que se alejo por completo.

- Gracias.

Me dijo.

Tras escucharlo, camine como pude y volví a mi habitación.

Y al tocar la cama, dormí como jamás lo haría.

Ésa noche lo supe.

Corría el riesgo de enamorarme de Edward Cullen.