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Ser aquél indefenso adolescente resultó ser más fácil de lo que creía. Sus pensamientos y recuerdos se fundieron como capas invisibles, y juntos fueron uno. No tenía mucho que fingir, ya que toda persona se abalanzaba encima del pobre Stiles y lo socorría con preguntas de apoyo, de fuerza, de cariño, de preocupación. Nunca se hubiera preguntado porque su alma estaba llena de pureza y calidez.
Scott caminaba desde el pasillo principal, y comenzó a correr al verlo en su casillero. Comenzó a preguntarle sobre muchas cosas, pero él intento responder como un adolescente normal. Scott sonreía para mostrarle su apoyo, pero todo lo que tenía detrás era una angustia a flor de piel, carcomiéndolo todo. No necesito de sus habilidades para saberlo.
–No quiero preocuparte–advirtió–, pero anoche hubo una explosión. ¿Crees que eso te continúa siguiendo?
–Creo que dejará de molestarme por un buen rato–contestó el Stiles que ignora los problemas.
– ¿Te poseyó?
–Sí, creo que por un momento no fui… yo mismo–concluyó y eso pareció convencer a su amigo.
Scott preguntó si quería que se quedara, pero Stiles respondió que estaría bien. Scott, sin embargo sintió oscuridad, penumbra plena crecer desde el difuso interior de los ojos de Stiles, de los que dudaba incluso que tuvieran brillo.
Lydia Martin no había dormido en toda la noche, porque sentía que perdía el control de sí misma y gritaría nuevamente y mataría nuevamente y se equivocaría nuevamente. Una y otra vez, el martillo golpeteaba contra su cabeza, pero ya no era constante ni a gran volumen. Se sentía tenue, bajo, como si fuera demasiado tarde. Al entrar al colegio, se topó con un pasillo vacío y sin sombras, ni iluminaciones. Como un dibujo, trazado a mano donde todo se distorsiona.
Corrió para abrir su casillero, pero de él caía polvo azulado y herramientas oxidadas, y teniendo la sensación de nunca poder detenerlo, oyó una voz familiar cerca de ella.
–Te ves bien hoy, Lydia.
Mirando hacia un costado, Stiles tomaba los libros de su casillero sonriente y le guiñaba un ojo. Le guiñaba un ojo. Pero no había nada bueno en ellos, ni tampoco en esa sonrisa tan perversa. Se sintió víctima de un horrible truco y lo miró, deseando que lo admitiera.
–¿Qué?–vociferó él– ¿Te vas a hacer la importante otra vez?
Ella intentó no decir nada, abrió bien sus ojos y sonrió falsamente: –No. Gracias, en… en realidad.
–¿Estabas en el hospital, verdad?
–¿Dónde está Scott? –preguntó de improvisto. A Stiles no le gustó nada.
–¿Qué importa Scott? ¿Le quieres decir algo? Somos amigos, puedes contármelo todo a mí.
Lo hizo sonar desinteresado, pero Stiles se hundía más y más en su propio calvario.
–Solo quería saber dónde estaba Allison. Ella… no la veo desde hace tiempo.
Stiles–o quién sea– se colocó muy cerca de ella y casi estuvo segura de que sus narices pudieron haberse tocado. Su aliento era seco, ni frío ni calor. Seco.
–Pues tendrás que buscarla–le aconsejó y él y le lanzó una sonrisa malintencionada, asquerosa y repugnante antes de irse. Lydia se aseguró de que se había marchado, y ni siquiera se quedó a ver de la extraña y superior manera en la que caminaba porque había encontrado a Scott y a Allison en la clase de Francés.
Scott la escuchó preocupado, pero Allison no dejaba de removerse inquieta, probablemente a causa de su insomnio.
¿Pero que iba a decirles la banshee? "No es él. Es otra persona, pude sentirlo. Sé que me equivoqué antes, pero ahora estoy segura. De enserio Scott, allanemos su casa para que te des cuenta de que estoy segura, muy segura" No. No iba a cometer los mismos errores dos veces. Stiles estaba pasando por un momento difícil, acababa de ser diagnosticado de una enfermedad demencial y ella quería correr a decir que no era él. Claro que no era él, ¿quién no cambia después de eso? ¿Quién no podría sentir que la vida se va al garete y hace lo que se le antoje? Solo había sido hostil, cualquiera puede ser hostil. O solo fue una ilusión de ella, o solo fueron aquellos inservibles poderes que llevaba encima que no la dejaban en paz.
En cualquier momento, parecía querer acabar con esta locura, pero no tenía idea de cuándo había empezado.
