¿Podré olvidarte?

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—Muy bien señorita Shapiro, tiene que estar segura de la decisión que está tomando en este momento; ser presidenta es un trabajo muy duro y de gran responsabilidad.

Isabella asintió con una pequeña sonrisa en su rostro, firmó el papel de apuntes por la candidatura de la presidencia de la universidad. Liderar no era un trabajo complicado, había sido su fuerte desde niña con las exploradoras y consiguientes elecciones en la secundaria, desde su salón de clases hasta la institución en general. Esto era otro gran paso.

—Le informaremos en unos días el resto del reglamento, por el momento, continúe con sus estudios y espere— dijo amablemente una señora de unos 40 años, de pelo rubio enrollado y recogido con una liga. El estar sentada no le permitía ver su estatura, pero no parecía más que alguien de mediana. Alineó los papeles y los guardó en una carpeta sobre su escritorio, sonriendo asintió y estrechó la mano con la joven, viéndola un rato después irse.

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Era su primera semana en la Limítrofe Estatal, una de las más importantes. Adaptarse a esta no era tarea fácil, era tan extensa que en ocasiones debía de pedir ayuda a cualquiera que se cruzara. De todas formas le encantaba. Tenía grandes áreas verdes y aulas habilitadas con alta tecnología. Sus comedores no solo llenaba de muchas mesas y sillas, sino también de una comida espléndida que en ocasiones deseaba repetirla, más no lo hacía más que en su primer día.

Sin embargo, la falta de sus amigos era muy grande que solía pasarla sola en las sillas frente al lago detrás del campus, mirando al paisaje y llenando su mente de recuerdos; no solo los últimos momentos en Danville, eran también los de un pasado cuando era una niña que siempre iba todos los días del verano a la casa de al frente; desde que conocía hasta cuando empezó a trabajar en el local de su mamá.

La casa de los Flynn-Fletcher

No sería una imagen posible de olvidar, y cada mención le recordaba las maravillosas invenciones de aquellos dos hermanos frente a su casa, quienes hicieron lo considerado imposible para que sus vacaciones no fueran aburridas. Sí, había conocido a muchas personas, había ganado más insignias de las que creyó poder, había aprendido y divertido. Por sobre todo…

Se había enamorado

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Phineas Flynn

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Aquel chico de cabeza triangular y cabello rojo había sido el encargado de que su corazón no fuera el mismo, que en cada visita lo hiciera latir con más rapidez que parecía que muy pronto se saldría. Exagerado pero cierto. No era normal que los ojos formaran y corazón, literalmente. Y solo él había sido el responsable por todo eso. Desde el primer día en que lo vio. Casas cercas, escuelas y vacaciones juntos, graduación juntos. Todo excepto…

Universidad juntos

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Haberlo amado toda su vida no significaba que había existido una relación. Tristemente jamás la hubo. Ella se mostraba obvia, no solo porque lo decía, los ojos del resto también asentían. Más él no.

Phineas Flynn jamás declaró sentimientos hacia ella

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Dolía

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Sin embargo…tendría que vivir así

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Era hora de olvidarlo, de hacer su propia vida y tal vez darle una oportunidad a quien en verdad la tomase en cuenta. Quedarse pensando en él solo le haría daño, solo la dejaría infeliz y con ilusiones que nunca llegarían a ser realidad.

A pesar de no ser un trabajo fácil lo intentaría, lucharía así como hizo porque sucediera lo contrario, esta vez traería resultados.

Mmm…— suspiró.

Ahora que estaba decidida no existía nada que la detuviera, pero no implicaba por lo menos dejarle saber que él fue más que un amigo para ella.

Una carta

Escribirla un día antes de irse llenó de lágrimas sus ojos, y releer cada palabra escrita simplemente era desastroso. Expresar a palabras obviamente no sería jamás lo mismo que decirlas, hacerle saber mediante todo menos voz era irritable, ¿qué podía hacer? Sentiría vergüenza verlo y confesar, cuando probablemente no podía sentir lo mismo.

Dejarle la carta pudo ser lo mejor

Continuará…