Incienso
Un cementerio. Una tumba en primer termino.
Él llega muy dolido, a dejar una ofrenda floral. Se queda allí, viendo la tumba con sentimiento, murmura cosas inaudibles como si dialogara con la difunta.
Se medio arrodilla.
Ella viene del fondo, muy suavemente. Trae flores. Se detiene detrás de el. Con gran cautela, pone las flores junto a las de el.
Él se sobresalta, se incorpora.
-Ah, eres tú. Te acordaste…
-Cómo no. Hoy hace un año. Quien no iba a acordarse.
-Tú, nadie más. Nadie fue a la misa
-Yo fuí, pero no quise molestarte.
-Muchas gracias.
- ¿Cómo alguien puede simplemente olvidarla? Tan hermosa, tan buena amiga, tan dulce…
Él va a llorar, se contiene. Ella le toma un hombro.
-Perdona.
-Llora, desahógate. Esa idea de que un hombre no debe llorar, es idiota. Llora, que ella merece tus lágrimas.
Se seca los ojos, mientras él llora francamente.
-Ahora pienso… que has de haber sido tu la que… me han llegado unos pasteles muy deliciosos, caseros… de los que hacia ella.
-La verdad, si fui yo. Y es que ella me regalo muchas de sus recetas y me enseño a hacerlas. Si un día quieres, háblame y te hago alguna.
-Si, gracias. Qué considerada, cómo te lo agradezco.
-Llevas un año de soledad. Ya es tiempo de que te distraigas un poco.
-No me dan ganas. Me quedo en casa, acordándome de ella. A veces veo sus cosas…
-Es natural. Pero estas delgado y bastante pálido. No esta mal salir al aire una mañana… ¿Sabes que? Aquí hacen falta flores. El domingo que viene podemos venir juntos y sembrar un jardincito aquí; yo tengo mis cosas de jardín y tú traes semillas y… un rosal aquí junto a la lapida iba a quedar precioso. Arreglamos bien ¡y así te asoleas!
-Qué bonita idea. Me gusta mucho. Está bien. Puedo pasar por ti como a las diez.
-Pasa más temprano, y te hago un desayuno muy rico.
-Es mucha molestia.
-Me va a encantar. Llegas como entre ocho y nueve.
-A las ocho y media.
-Eso es. Es que he pensado, fíjate: un hombre joven como tú, aunque sufra tanto con el recuerdo, y aunque se entregue a la soledad.
No deja de ser un hombre, no lo crees.
-No, pues sí. ¿Y…?
-Nada que he pensado eso. Pero tú no podrías llevar a tu casa una nueva mujer que profanara el recuerdo de ella.
- ¡Claro que no! ¡Nunca!
-Tendrías que hallar a alguien que la hubiera querido, una verdadera hermana del alma de ella. Y así sí, podrías compartir su recuerdo con alguien que no profanara ese templo de tu alma donde ella está… sino que te ayudara a quemarle incienso.
Un silencio. Él se queda viéndola.
- ¿Y tú crees que exista alguien así?
-Pienso que puede aparecer… Y que vas a encontrarla cuando menos te lo figures.
-No sé. Nunca se me habría ocurrido…
-Deja correr los días, el tiempo va descubriendo solo sus propios secretos.
-El tiempo… bueno, pues vámonos. Ya le dejamos flores y…
-Y vamos a volver el domingo.
Van a salir, Ella se detiene y dice.
-Tengo una idea. Verás. Voy a pensar intensamente en ella. Eso es, ya lo estoy haciendo. La veo como si estuviera aquí junto. Ahora tú… Cierra los ojos; y siente su presencia. ¿Ya?
-Ya. No muy bien, espérate. Si, ya la siento mejor.
-Ahora… no los abras. Ahora…
Él es muy alto para lo que ella intenta. De la mano lo acerca a la tumba. Se para sobre esta y le da un beso.
Él se sorprende. Luego poco a poco, va correspondiendo hasta que es un beso inmenso. La ha cargado y se da cuenta de donde se paró ella. La suelta. Se ven. Suspiro de ambos. Un silencio.
-Pues… Nos iremos.
Él asiente. Ella se regresa aprisa, limpia la tumba donde dejo marcados sus pies. Vuelve, lo toma del brazo y salen.
