Aquello que guardaba.

Con cada puntada me acercaba a lo que más quería. Con cada remiendo que terminaba, le daba forma a mi sueño. Con cada aguja que utilizaba, ataba el hilo rojo de unía nuestros corazones.

Estaba decidida a terminarlo, y si era necesario no dormiría; él lo valía. No me había dado cuenta de lo que sentía hasta que me dijo que se marchaba: su madre le había ordenado regresar a su país, a Hong Kong.

Entonces un dolor intenso atravesó mi pecho, mi corazón se rompía en mil pedazos y mis fuerzas me abandonaban. No sabía que hacer, ni siquiera lograba comprender mis propios sentimientos. No fue así hasta que recibí la valiosa ayuda de una amiga.

Me preguntó que me ocurría, y sin mediar palabras lloré desconsoladamente entre sus brazos. Me vio preocupada, yo no era de llorar en público y verme tan terriblemente angustiada. Le conté sobre mi pena, sin mencionar su nombre, y de mi dolor al saber que jamás podría volver a verlo. Entonces me confesó que a ella le ocurría algo similar.

Se encontraba profundamente enamorada de alguien mayor que ella, algo que no nos sorprendía por la madurez que mostraba. Pero ella me confesó la pena que le causaba ya que no podían verse siempre que querían, y que muchas veces se sentía terriblemente sola. Pero también me dijo que a pesar de todo y si alguna vez dejaba de verle, jamás podría dejar de amarlo.

Ella me hizo ver que sin importar la distancia, si realmente lo deseo, podré estar con él algún día. Pero eso sólo pasaría sí le confesaba lo que sentía. Así que rápidamente llegué a mi casa y comencé a confeccionar lo que debía haberle dicho desde hacia tiempo.

Casi era de mañana cuando logré terminarlo: un oso de felpa alado, ahora sólo debía entregárselo. Con ayuda de mi hermano, que milagrosamente se apiadado de mí, logré llegar hasta la estación donde él se encontraba ya abordando el autobús que lo llevaría al aeropuerto y corriendo le entregué aquel oso. Entonces, le confesé todos mis sentimientos desde lo más profundo de mi corazón.

"¡La persona a quien yo amo eres tú, Syaoran!"

Me sonreíste y recibiste aquello que con tanto amor te hice. Mientras el autobús se marchaba, alejándote de mi vida, me prometiste que algún día regresarías a mí y yo te prometí que te esperaría, porque sabía que aquel hilo rojo que nos unía jamás se cortaría.