Disclaimer – los personajes a continuación pertenecen a sus respectivos creadores y editoriales. Yo solo los he tomado prestados por diversión y sin fines de lucro.
Capítulo I
Equipo
Chas Chandler tuvo que mirar dos veces (a causa de la incredulidad) cuando John Constantine entró cojeando.
"¿Que carajos hiciste ahora?" preguntó, mirando las muletas que el hombre con gabardina llevaba bajo sus axilas y el enorme yeso blanco que cubría su pie derecho. Entre sus dientes, un cigarrillo se encontraba cómodamente encendido.
"Ballet;" contestó John, con una sonrisa amplia y burlona. Una bocanada de humo salió hasta la cara de Chas, provocando que este gruñera exasperado. "Obviamente, esas piruetas son del demonio."
"No, ya. Enserio. ¿Qué coño te pasó, John?"
"Traté de hacer una maniobra heroica en cámara lenta... para salvar a un gatito de ser atropellado por un tractor."
"Constantine. Por el puto amor de Dios."
"Un demonio se robó mi hueso del humor, tuvieron que repararlo quirúrgicamente" Respondió Constantine, manteniendo un rostro serio.
Chas lo miró muy feo.
"Enserio, hombre... ¿estás bien?"
Soltando una bocanada de humo, John levantó una mano de las muletas y agarró el cigarrillo entre sus dedos con naturalidad, antes de hacer un ademán para quitarle importancia. "Solo es un jodido tobillo roto, no estoy muriéndome ni nada," luego empezó a caminar... o más bien, cojear en dirección a la enorme casa tétrica frente a ellos. Misma que estaba rodeada por una cerca policial. "Fue un simple accidente durante una persecución en New York. Murdock decidió caerse encima de mi pierna, la partió en dos. No lo culpo, el cabrón no ve nada. Fue divertido."
"Divertido... si... claro...", murmuró Chas, dándole una mirada sospechosa. "¿Por qué no te has curado a ti mismo con magia...? No, mejor aún, ¿por qué no te has curado solo? ¿Creí que tu sangre era milagrosa por la maldición después de acostarte con esa súcubo...?"
"Si, gracias por recordármelo. Me encanta acordarme de eso. Y no, esto no se podía curar de forma tan simple."
"Entonces... ¿te hicieron una cirugía...?" La mórbida curiosidad pudo más con él. En realidad no era común ver a un mago con heridas... después de todo, la gran mayoría las podían curar con magia. Y las que no... bueno, no eran precisamente heridas como esta.
"Sí. Un poco. Nada del otro mundo. No necesité anestesia ni nada, solo unas cuantas inyecciones mientras operaban. Hasta pude mirar, fue estupendo. Tengo algunos tornillos ahí dentro. Pasar desapercibido por la seguridad de los aeropuertos va a ser interesante a partir de ahora, pero bueno... hasta tomé fotos. ¿Quieres ver?" Constantine sonaba extrañamente orgulloso.
"Por el amor de... ¡Claro que no!" Replicó Chas, asqueado y horrorizado en partes iguales.
Ignorando la risa de Constantine, se adelantó hasta la cinta de seguridad y la sostuvo para darle paso al mago cojo. Saludó con la cabeza a los policías que rodeaban y custodiaban la escena de alta seguridad, muy pronto se abrieron paso hacia el vestíbulo de la casa, dónde una mujer alta de cabellos negros los estaba esperando.
"¿QUE te paso...?" fue lo primero que salió de su boca, al verlos.
"Ataque de lobos salvajes."
"Constantine."
"Zombies, Zeta. ¡Estaban por todas partes...! No pude escapar."
"Se rompió la pierna durante una persecución de dios-sabe-qué en New York. Aparentemente Murdock le metió la pata."
"¡¿Qué demonios...?!" Inquirió Zatanna, llegando una mano a su cadera de forma demandante... mezclada con indignación e incredulidad.
"Bueno, en mi defensa, amor, es la primera vez que me quiebro la pierna saltando de un edificio. Y es la primera vez que uso un yeso..."
Chas resopló.
"¡Oh, por el amor de Dios, Constantine!"
"Eres un idiota."
"¿Y qué hacías en Hell's Kitchen...?"
"¡¿Estuviste saltando edificios con todo y el cáncer pulmonar...?!"
"¡Oh, por el amor de todo lo que es santo, es un maldito pie! ¡Chas, deja de comportarte como mi madre! Zeta, estoy bien. Es un maldito tobillo roto, no va a afectar en nada mi magia; ni mis conjuros..."
"¿Que no va a afectar tus conjuros, mon ami...?" Una voz preguntó. Y ahí, en medio de los tres, la figura despreocupada de Remy LeBeau hizo acto de presencia. El mago colocó los ojos en blanco y se hizo de otro cigarrillo.
"Constantine." Le Beau alzó una ceja. "¿Que démons hiciste ahora...?"
"Me caí del cielo. El aterrizaje fue violento."
"Se rompió la pierna al saltar de un edificio" Siseó Zatanna, sospecha evidente en su tono.
"Ne me dis pas..." Le Beau colocó los ojos en blanco.
"¿Quien saltó de un edificio?" la voz de Shane Burke llegó hasta ellos. Se trataba de un hombre rubio y algo más bajo que los otros... pero igual de imponente con aquella katana casualmente extendida encima de sus hombros.
"¡¿QUE MADRES ES ESTO?! ¿Una intervención?" Pregunto Constantine, mirando de un lado al otro. "¿Van a decirme que me aman y que el primer paso en el camino a la recuperación es admitir que tengo un problema...? Porque, enserio, no tengo suficiente cafeína en mi sistema para esto. O nicotina." Añadió.
"¿Entonces... vas a poder con la misión?" Preguntó Burke, ignorándolo. Estaban más que acostumbrados a la excentricidad del mago.
"No lo sé; normalmente conjuro con mis manos y mi boca. Sería un poco raro que empezara a dibujar los símbolos con el pie de repente. Sobre todo cuando está con el yeso..." ironizó Constantine, antes de poner los ojos en blanco y empezar a subir las escaleras de la casa maldita, cojeando con las muletas. "Púdranse, todos ustedes."
"... esto va a ser un desastre." Suspiró Chas.
"Probablemente." Asintió Shane.
"Je ne doute pas" Corroboró Le Beau.
"No nos queda más que seguirlo..." Añadió Zatanna.
"Las damas primero."
Pierna rota o no, eran un equipo ahora. Y los cuatro no titubearon al seguir a Constantine en su camino cojo, porque... enserio, el hombre ya había salido votado como líder...
... y tenían una maldita puerta abierta hacia el infierno que cerrar.
