La maga blanca y la dama de las espadas
Capítulo 1 – El anuncio La tarde era apacible en Rivendell. El invierno había quedado atrás y el calor del sol se empezaba a notar por toda la Tierra Media.Una suave brisa inundaba todo aquel lugar de la fragancia de la infinita cantidad de flores que se podían encontrar por toda la ciudad y los alrededores.
Treinta años habían pasado ya desde que por fin el anillo había sido destruido y la amenaza de Sauron por fin desapareciera. Treinta años que una maravillosa y armoniosa paz había inundado toda la Tierra Media.
La relación y la fraternidad entre todos los pueblos había aumentado y ahora no era nada extraño poder ver en cada poblado o ciudad una mezcla de todos los seres que allí habitaban.
Lord Elrond estaba en el salón del fuego intercambiado impresiones con el príncipe Légolas del Bosque Oscuro, que había llegado en una visita de saludos entre ambas familias.
La pose tranquila y serena de los dos hombres era la nota predominante en Rivendell.
La figura de un hombre muy alto, de largo pelo y barba blanca y que vestía una túnica del mismo color que su pelo les hizo desviar su mirada hacia la entrada de la sala.
-Sé bienvenido, Gandalf, amigo mío –saludó Lord Elrond al mago blanco que entraba en esos momentos.
-Lord Elrond, príncipe Légolas –saludó Gandalf con una ligera inclinación de cabeza. No le hacía falta hacer tal cosa, pero el gran afecto y respeto que sentía por los dos hombres allí presentes lograba que lo hiciera sin darse cuenta.
-Es un gran placer y una alegría para nuestros ojos volver a veros –saludó Légolas correspondiendo a la inclinación de cabeza del mago.
-Llegáis justo a la hora de la comida –lord Elrond se levantó y se dispuso a salir de la sala para acompañar a sus amigos hacia el comedor- Hablemos mientras caminamos hacia el salón.
-Preferiría que nuestra conversación tuviera lugar después de la comida. La tranquilidad es algo que siempre me ha gustado y creo que mis noticias requieren un poco de tranquilidad.
-¿Algún peligro nos amenaza? –Légolas se había puesto tenso ante tal posibilidad.
-No, mi querido príncipe –Gandalf sonreía de tal forma que parecía que todo su alrededor se iluminaba.
Con la tranquilidad que daban las palabras de Gandalf, tanto Lord Elrond como el príncipe Légolas se relajaron y los tres se encaminaron hacia el gran salón en donde disfrutaron de la deliciosa comida que les era servida mientras comentaban temas superfluos y sin importancia alguna.
OooooooOooooooOEl gran fuego reinaba en el centro de aquella inmensa sala.
A su alrededor, los principales elfos de Rivendell, el príncipe Légolas sentado al lado derecho de Lord Elrond. Consejeros y sabios elfos a su alrededor. Gandalf, el mago blanco se encontraba al lado del fuego, mirando a todos los presentes, presto para comunicarles las nuevas que traía.
-Mis queridos amigos. Antes que nada debo tranquilizaros ya que las nuevas que traigo no son para revelaros amenaza alguna. Debo deciros que he sido convocado por los Valar para restaurar el orden mágico en tierras lejanas, mucho más lejanas de las que alguno de los habitantes de Tierra Media hayan podido nunca soñar.
-Pero si marcháis nos dejaréis desprotegidos –habló uno de los consejeros de Lord Elrond.
-No. No os quedaréis desprotegidos –dijo Gandalf con una gran sonrisa adornando su rostro- Se espera la pronta llegada de una persona que ya ha sido designada por los Valar para guardar Tierra Media mientras que yo esté fuera.
-¿Nos envían un mago blanco? –preguntó Lord Elrond
-No exactamente
-¿Entonces? ¿A quien nos envían los Valar?
-Según las revelaciones que me hicieron los Valar, se trata de una gran maga blanca
-Quieres decir –interrumpió otro consejero- otro mago blanco como tu.
-No, he querido decir lo que he dicho una maga, pero no una maga blanca como todos estáis acostumbrados a ver como un normal mago blanco, es una "gran" maga blanca. Una mujer con unos poderes tan potentes que nunca hasta ahora han sido conocidos por estos lares.
-¿Una mujer que es maga? –volvió a preguntar el mismo consejero, poniendo un énfasis especial al pronunciar la palabra mujer, como si su mente no captara ese nuevo concepto en una fémina.
-Ha oído bien –volvió a decir Gandalf- Una mujer.
-¿Estás completamente seguro de este detalle? –Lord Elrond miraba fijamente al mago blanco.
-Completamente –afirmó Gandalf-. Llegará de forma voluntaria, no tendré que ir a buscarla, pero no sabrá muy bien para qué viene. Sus poderes saldrán por sí solos. Es nuestro deber guiarla y protegerla para que pueda llegar a cumplir los deseos de los Valar. Les recuerdo que estoy hablando no de una maga blanca, sino de una gran maga blanca, incluso yo debo inclinarme ante ella.
-¿Los Valar te han anunciado cuando llegará? –pregunto Lord Elrond
-Para cuando el sol llegue a iluminar la torre sur del palacio
-Para eso faltan apenas dos horas –comentó Légolas
-Entonces será mejor que nos preparemos para su recibimiento. Una gran maga blanca, de la categoría de la que nos envían los Valar debe ser recibida con la cortesía y respeto que merece.
Todos los presentes se levantaron de sus asientos y marcharon para vestirse con sus mejores galas. Si tal como el mago blanco Gandalf les había anunciado, la persona que llegaba era declarada como gran maga blanca por parte de los Valar, no podían recibirla vestidos con lo más ordinario de su vestimenta.
OooooooOooooooOEl jardín estaba impecablemente cuidado. Los árboles mostraban unas copas llenas de vida y energía.
Justo en medio de aquel jardín, dos inmensos árboles, uno a cada lado del camino, juntaban sus grandes ramas dando la imagen de que formaban una gran puerta.
Gandalf salió del palacio seguido de Lord Elrond, Légolas y toda la comitiva de elfos y marchó directamente hacia los dos grandes árboles.
Quien veía al mago blanco se quedaba completamente asombrado, ya que caminaba con los ojos cerrados, guiándose únicamente por las indicaciones que los Valar le iban mostrando.
Se detuvo justo a pocos metros de los dos árboles y abrió sus ojos, contemplando la caprichosa obra de la naturaleza, que logró que las ramas de aquellos inmensos árboles se juntaran y que entre éstas y el tronco, lograran la forma de una inmensa puerta. Una inmensa puerta en la que, no tardando mucho, debería aparecer una mujer. Una mujer de la que nadie sabía nada pero que se había convertido en el ser más importante y el más esperado de toda la Tierra Media.
Poco tiempo después, cuando todo el mundo ya estaba pendiente de la forma por donde el camino pasaba bajo aquellos árboles. Aquel espacio comenzó a iluminarse con infinidad de luces.
Amarillo, rojo, violeta, verde y en el centro el color blanco fueron mostrándose poco a poco hasta llenar todo aquel espacio hasta que al final la luz blanca ganó a todas las demás y ocupó todo el espacio de la imaginaria puerta que los dos árboles mostraban.
