Desde la muerte e sus padres los hermanos Jones, Alfred y Matthew, han viajado por la carretera acabando con cada criatura no natural con la que se cruzan, su trabajo, ser cazadores.

Viajando en un antiguo pero muy bien cuidado Plymouth fury de 1958 color rojo, comprado por su padre en un arranque de fanatismo al ser idéntico al de una conocida historia de terror, auto que para ambos jóvenes se había convertido en su hogar.

¿Cómo fue que llegaron a esa vida? Simple, como casi todos los cazadores que conocieran en los últimos 10 años, por una desgracia, un terrible acontecimiento que volteo sus vida al revés y los dejo ver, por primera vez, el horrible mundo detrás de lo que la gente llamaba normalidad. Para ellos esa desgracia llego el día 4 de julio diez años atrás, en medio en las celebraciones del día de la independencia y el cumpleaños del hermano mayor, entre los fuegos artificiales, los gritos de asombro y la diversión nadie escucho como dos adultos les gritaban a sus hijos, de 12 y 10 años, que se escondieran, que no se dejaran ver… "Alfred protege a tu hermano" fue el último grito del hombre antes de caer desgarrado por la garras de algo que ni siquiera debería existir. La madre había dejado de existir momentos antes. Alfred siempre había sido un niño curioso, demasiado para ser seguro y ese día lo comprobó, la cosa semihumana devoraba a su padre y debido a eso no presto atención al pequeño rubio que temblaba al verlo. Suerte que el niño tuvo la suficiente coherencia para no gritar y poder esconderse junto a su hermanito, semi desmayado, dentro de un mueble. Eso les salvo la vida.

Luego todo fue confusión y caras desconocidas, policías, médicos, psicólogos, cuidadores. Niños sin familia que tenían que vagar de un lado a otro, Alfred siempre preocupado de que su hermano no se alejara de él, cumpliendo con desesperación la ultima orden de su padre y con las pesadillas destrozando su joven mente. No fue hasta los 14 años que pudo ponerle nombre al horror vivido.

Fue un hermoso automóvil negro, aunque no tan hermoso como el rojo de su padre, el que casi lo atropelló, desde el vehículo dos hombres rubios se bajaron corriendo preocupados por el muchacho caído, afortunadamente no tenía ninguna herida visible pero se veía asustado y temblaba.

- ¡Eh! Chico, ¿estás bien? – pregunto uno de los hombres con un marcado acento francés, el otro, rubio, ojos verdes, cejas como orugas, se arrodillo a su lado buscando alguna herida visible. Suspiro aliviado al no ver ninguna.

- ¡¿Qué crees que hacer bloody kid?! –le grito con fuerza una vez supo que el muchacho estaba bien.- ¡lanzarte delante de mi auto no es buena idea! ¡Pudiste abollarlo! – el francés rió de forma cómica.

- No regañes así al garçon Arthur.- le regaño suavemente y le ofreció la mano al niño.- vamos, levántate.- pero la presión había sido demasiada para el jovencito quien aun temblaba, el miedo e morir atropellado se confundió con el miedo que sintió la noche del ataque e hizo lo que esa noche no puedo. Grito e terror, de angustia, de impotencia, abrazo sus piernas y se meció llamando a sus padres, suplicando por su vida. Ambos adultos se asustaron mucho y se miraron desconcertados y el francés solo atino a abrazar al chico buscando calmarlo.

Les costó más de 5 minutos lograr que el niño dejara de llorar.

- ¿Qué te sucedió pequeño? ¿Qué te da tanto miedo? – pregunto el francés, el llamado Arthur solo lo miraba con expresión sombría.

- Si les digo no me creerían.- murmuro Alfred ahogando un sollozo.- nadie jamás creería… - el cejon le coloco una mano en el hombro llamado su atención.

- Créeme chico, hemos visto cosas que asustaría a cualquiera, te aseguro que te creemos.- dirigió sus ojos verdes a su compañero y este asintió.- confía en nosotros.- el menor tomo la mano que el francés le ofrecía y se puso de pie sacudiéndose la ropa.- ¿Qué te parece si vamos a tomar una cerveza mientras nos dices que paso? – ante eso el galo volvió a reír.

- Cheri… creo que aun es muy niño para eso, ¿una hamburguesa con refresco seria más apropiado no? – ante la mención de una comida que llevaba dos años sin probar el adolescente asintió animado pero luego bajo la mirada apesadumbrado.

- No puedo.- dijo con verdadera tristeza en su voz.- mi hermanito esta esperándome en el refugio y bueno… él debe estar preocupado por mi.- ante su declaración ambos hombres volvieron a mirarse.

- No hay problemas pequeño.- la forma de ser el francés se diferenciaba muchísimo de la de su compañero, mas hosco.- podemos ir por él y llevarlo, ¿Qué dices? – El otro adulto solo bufo afirmativamente.- sube al auto chico, pero cuidado con ensuciarlo, Arthur es muy sensible cuando se trata de su nena.- le abrió la puerta invitándolo a sentarse en la parte trasera del vehículo.

- Claro, mi nena es más valiosa para mí que tu, Francis.- respondió el otro con acritud.- así que no la ensucies boy.- agregó sentándose en el asiento del conductor.

Gracias a las indicaciones de Alfred llegaron al refugio donde vivían ambos hermanos, el joven corrió en busca de su hermano y ambos adultos se quedaron esperándolos fuera fumando, por alguna extraña razón ambos sentían que el chico se había cruzado en sus vidas por una razón. Después de años en la carretera los dos tenían claro que debían seguir sus instintos.

Al poco rato salió del edificio el jovencito en compañía de un niño que abrazaba a un oso de peluche blanco y que mantenía la mirada baja, era tan lindo como el mayor pero tenía un aura mucho más tranquila y dulce que el otro.

- Mira Mattie, ellos son las personas de las que te hable.- el menor levanto sus lindos ojos violeta para mirarlos, se veía asustado y algo perdido sujetándose de la mano del mayor. Francis se acerco sonriendo.

- Bonjuor pequeño.- lo saludo con un alegre tono francés.- me llamo Francis Bonefoy y mi compañero aquí es Arthur Kirkland.- apunto al otro rubio.- conocimos a tu hermano y él nos hablo de ti petit.- el pequeño solo asintió aun semi escondido detrás de su hermano.- por eso venimos a invitarte a comer algo delicioso.- al escuchar eso los ojos del menor se encendieron.

- Merci.- le dijo en un francés muy bueno.- me… me llamo Matthew Jones… un gusto.- su voz era mucho más suave que la del mayorcito de los dos, casi inaudible, los mayores se miraron sorprendidos de la gran diferencia entre los hermanos.

- Vamos Mattie, estos señores nos llevaran a comer hamburguesas y helado.- Alfred se veía feliz de que su hermano saliera y la ansiedad se le notaba, los adultos se sintieron un tanto preocupados pero ambos decidieron hacer de ese un buen día para los chicos. Y lo fue, hasta que tocaron el tema que tanto querían abordar: la reacción aterrada que el joven tuvo en el momento del casi accidente.

- Alfred.- el menor estaba con su segunda hamburguesa en la boca y su cara era de solo placer al comerla.- ¿De qué te asustaste tanto en el accidente? – pregunto Arthur. El chico palideció al instante y dejo su hamburguesa sobre el plato, su hermano menor, preocupado, pudo una mano en el brazo del mayor.

- Yo… - trago saliva.- no tenía miedo de morir atropellado pero… el verme en una situación así me hizo recordar otra cosa… - miro a su hermanito y suspiro.- les dije que no me creerían pero… quizás solo pueda confiar en ustedes ¿no? – había tan tristeza en la voz del chico que ambos mayores se sintieron obligados a proteger a los hermanos, definitivamente algo tenían que hacer por ellos. Además de que olían que lo que el chico les iba a contar tenía mucho que ver con su línea de trabajo. – Nuestros padres fueron asesinados.- dijo en voz baja.- y lo que los mato no era humano.- agacho la cabeza esperando las burlas, durante los primeros meses desde que mataran a su familia él se había empeñado en decir la verdad pero la gran mayoría de los que lo escuchaban o se reían o se compadecían de él, pensaban que se había vuelto loco de dolor. Así que aprendió a callar la verdad pero esta siempre estuvo dentro de él, suplicando salir, los héroes nunca mienten le dijo su padre y por fin, después de tanto tiempo, podía decir la verdad.

- ¿Lo viste?- preguntó el francés- ¿Viste a la cosa que mato a tus padres? – no había burla ni malicia en la voz de Francis si no que genuino interés, eso alentó al muchacho a seguir hablando.

- Si lo hice.- exclamo.- era extraño, muy largo, brazos largos y piel gris… - podía verlo claramente en su mente.- tenia dientes enormes y nada de pelo.- trato de describirlo lo mejor posible, ambos adultos se miraron.

- Un wendigo… probablement… ¿Qué dices tu mon ami? – le pregunto al otro rubio mayor, este asintió.

- Hubo hace algunos años una seguidilla de ataques de wendigos, no sería extraño.- Alfred, que no entendía nada, los miraba intrigado.

- ¿Wendigo? – pregunto. El francés asintió.

- Son unas créatures de lo más desagradables garçon, difíciles de matar y muy peligrosas.- se enderezo en su silla y acerco la cara a la de Alfred.- tuviste suerte cheri… - le sonríe de forma sincera antes de tomar su taza de café. El británico se quedo callado unos minutos mirando a la nada.

- En verdad la tuvieron.- expuso melancólico.- son muchos los que no la han tenido. Hemos visto muchos casos en que la familia completa perece… - encendió un cigarrillo y exhalo el humo antes de hablar.- supongo que nadie te creyó ¿verdad? – Al ver que el muchacho asentía sonrío.- pues nosotros sí y hemos visto cosas mucho peores.- agregó.

- ¿Qué… qué es lo que hacen ustedes? – la débil voz del menor de los hermanos apenas se escucho por encima de la zalagarda que llenaba el sitio.- ¿Porqué es que conocen esas… cosas? – Alfred los miro fijamente esperando la respuesta a la pregunta de su hermanito.

- Somos chasseurs muchacho, cazadores.- le dijo Francis en voz baja.- somos los que nos encargamos de aniquilar a todas esas criaturas de pesadilla para que las personnes duerman tranquilas en sus camas.- ambos pequeños se miraron emocionados.

- ¡¿Son algo así como héroes?! – preguntó Alfred con demasiado entusiasmo. - ¡Tienen que enseñarnos! – los dos mayores se miraron.

- No podemos Alfred, esta vida no es para niños.- replicó el hombre ingles.- es mejor si se mantienen lo más alejado posible de cualquier cosa sobrenatural. No es futuro para nadie.- había tal tono de tristeza en la voz de Arthur que podría haber desanimado a cualquier otro niño pero Alfred estaba decidido y su hermano, misteriosamente, también.

- No tenemos ningún futuro siendo huérfanos.- exclamó el mayor.- a las personas que nos cuidan les da lo mismo si vivimos o morimos, llévennos con ustedes por favor.- los ojos celestes de Alfred se llenaron de lagrimas y Arthur imagino que era la primera vez que lloraba desde que murieran sus padres.

- Malditos niños.- refunfuño.- ¡tsk! – se dio la vuelta y fumo su cigarrillo bastante molesto, el francés solo río.

- Déjenlo, es la misma actitud que toma siempre que sabe que fue derrotado.- le sonríe a ambos chicos.- pero no se hagan ilusiones, llevárnoslos no será nada facile.

- Yo no he dicho nada.- dijo el inglés apagando el cigarrillo.- esta vida no es para niños… y apúrense que tenemos un caso ¿o lo olvidaste frog? – tomo sus papas fritas y comenzó a comer enfurruñado en la silla. Francis, por su parte, les sonrío a los niños y comió elegantemente. Al terminar los mayores pagaron y los llevaron de vuelta al hogar de menores donde vivían.

Los días se les hicieron eternos a los hermanos pero el mayor no se desanimaba, estaba convencido de que los irían a buscar y los sacarían de allí.

- Ya verás Mattie.- le decía a su hermano.- vendrán a sacarnos de aquí y seremos héroes como ellos, no dejaremos que nadie más pase por lo que nosotros pasamos.- y el más pequeño asentía feliz. Pero de los cazadores no se sabía nada y cada día que pasaba sus esperanzas se apagaban.

Hasta que vieron aparecer el Chevrolet negro propiedad de los europeos, ambos niños lanzaron un grito y corrieron a la entrada para recibirlos; Francis traía su brazo en cabestrillo pero una sonrisa le iluminaba la cara, Arthur, por su parte, tenía un moretón en una mejilla y el ceño fruncido.

- Bon après-midi.- saludo entusiasmado.- ¿Cómo están? – movía su mano sana de un lado al otro, el cejón le golpeó el brazo para que se detuviera.- mes petits amis.- agregó cuando estuvo frente a ellos, el británico solo gruñó a modo de saludo.

El tedioso papeleo para sacar a los chicos les llevo toda la tarde pero al final lograron convencer a los encargados de que ellos eran familiares de los chicos que vivían en países lejanos y que sentían muy felices de haberlos podido encontrar. Los papeles falsos que se habían conseguido ayudaron mucho también.

Antes del anochecer los niños iban cómodamente sentados en la parte de atrás del vehículo.

Desde allí en adelante todo se podía resumir en entrenamientos, estudio y prácticas, lo adultos utilizaron sus contactos y otros métodos menos legales para recuperar la mayor parte de las pertenecías de los chicos, incluido el vehículo rojo de sus padres que Alfred se empeño en aprender a conducir lo más pronto posible.

Luego de enseñarles todo lo que ellos sabían los europeos los enviaron a la casa del gran mentor de los cazadores, aquel que prácticamente había entrenado a la gran mayoría de los que se dedicaban a eso y al que recurrían cada vez que necesitaban información: un alemán enorme y demasiado estricto. Con él terminaron su entrenamiento y lograron hacerse un nombre entre los demás cazadores al terminar con éxito varios trabajos importantes.

Ahora, años después de todo eso, los jóvenes se dirigían al más famoso bar entre los cazadores, el "House road", a encontrarse con sus mentores, les costó algo de tiempo darse cuenta de cuál era la verdadera relación entre ellos pero cuando se enteraron no les importo; seguían siendo los maestros, los que los salvaron, una muy extraña especie de padres. El chevy negro indicaba que ellos ya estaban allí, los jóvenes descendieron y entraron al ruidoso local.


Bueno, espero les haya gustado este primer capitulo, es una especia de crossover con Supernatural aunque esos personajes no salen en esta historia.

Nos vemos en u próximo capitulo