Kuroko sentía miedo. Mucho miedo.
Sentía miedo cada que Kagami se iba a trabajar. Sentía miedo cada que escuchaba que un bombero salía herido de una misión. Era una muerte noble, eso de entregar su vida por los otros; pero, por noble que fuese, a Kuroko le daba miedo. No deseaba esa clase de fin para su novio.
Kagami, por otro lado, parecía no pensar jamás en ello.
Kagami tenía el cabello rojo, muy rojo, como el color rojo al centro de las llamas antes de que se difuminaran en escalas de naranja, las puntas de su cabello eran negras, como el carbón. Sus ojos eran de un tono intermedio entre ambos. Kuroko detestaba comparar las cosas relacionadas a Kagami con el fuego. Kagami era bombero.
— ¿Crees que esto alcance para mi cuñada? —Señaló Kagami, apuntando a un sixpack de bebidas deportivas.
— ¿Cuñada? —Respondió Kuroko, inexpresivo— No estamos casados, Kagami-kun, ni siquiera te me has propuesto.
Apresuró el paso hacia la línea de cajas. Kagami trotó tras él, empujando el carrito de la compra.
'Pero fue ella quien me pidió que la llamara así' quiso decirle, pero las palabras de Kuroko le habían cerrado la boca y no dejaban espacio a replicas.
Mientras que Kagami era todo fuego, incluso en su carácter explosivo, Kuroko era como una laguna de agua fresca. El cabello y los ojos azul celeste y la capacidad de enfadarse sin demostrarlo. Como una laguna que pareciera tranquila en la superficie y lo suficientemente baja para que cualquiera se arriesgara a entrar, pero era profunda, como para ahogar a cualquiera que se aventurara sin saber nadar, engañado por las apariencias. Kuroko, aunque era doce centímetros más bajito que él, le imponía bastante respeto. A veces se encontraba a si mismo siendo regañado por su novio como si fuese un niño pequeño. Kuroko era maestro en una escuela para niños con discapacidad auditiva.
— ¿Estás molesto? —Había preguntado, mientras sacaba las cosas del carrito y las ponía en la banda móvil de la caja para pagar.
— En realidad no.
Kuroko se distrajo mirando al cajero pasar las cosas por el lector de códigos. Éste tenía las cejas bastante tupidas y parecía extranjero. Kuroko de verdad estaba molesto. Al final dejó que Kagami se entretuviera pagando la compra mientras él avanzaba hacia la salida del supermercado.
— Kagami-kun, descansemos un momento —Le dijo en el camino a casa, justo frente a una banca que parecía puesta específicamente para ellos. Kagami se recordó que Kuroko no tenía mucha resistencia. Su estamina se había agotado mientras avanzaban. Aun le quedaba la duda de cómo podía aguantar un día completo en su trabajo sin desfallecer.
— Oye, de verdad estás molesto —A pesar de que Kuroko era bastante inexpresivo, Kagami ya había aprendido a leer entre líneas— Mejor dicho ¿por qué estás molesto?
— Piénsalo un poco, quizás eso te ayude.
Se quedaron un rato más, en silencio, tomando jugo en cajitas que habían comprado entre las otras cosas.
Cuando llegaron a casa la hermana de Kuroko aún no volvía del trabajo.
Cuando ella llegó las luces de la casa estaban apagadas. Ella se lo esperaba.
Al final de cuentas era su cumpleaños.
— Feliz cumpleaños —Saltaron gritando su hermano y su cuñado, aunque sabían que ella no los escucharía.
Riko, la hermana mayor de Kuroko, era sordomuda, pero era capaz de sentir la emoción de los otros dos en sus caras. Incluso su hermano sonreía.
La hicieron apagar las velas del pastel que estaba en la mesita de té en la sala de estar antes de encender las luces.
Luego le llenaron un tarro cervecero con las bebidas rehidratantes para atletas.
Riko era una aficionada a los deportes y de vez en cuando entrenaba a un grupo de niños en las canchas de basquetbol locales, aunque tenía un trabajo en otro lado, también relacionado con niños.
Riko era bonita, demasiado bonita como para atragantarse con gatorade frente a su hermano y el novio de su hermano (cuñado, le había comenzado a llamar), aunque no parecía tener problemas en hacerlo. Pero, aunque era bonita, tenía un único defecto físico visible, quizás demasiado visible. Tenía una quemadura en la mejilla izquierda, que para ella era una prueba de que era una sobreviviente más que una víctima. Aun así, a veces se encontraba ocultándola con su cabello castaño.
Era hora de abrir los regalos.
O más bien regalo.
Dentro de una caja bastante ostentosa, envuelta en papel rosa brillante, había un sostén también rosa.
Riko miró molesta a su hermano y a su cuñado, sentados frente a ella.
— "Sigues tratándome como a una niña aunque soy mayor que tú" —Se había quejado entre señas.
— "¿De qué hablas? Tardamos todo el día buscándolo, pensé que te gustaría" —Respondió Kuroko moviendo las manos rápidamente.
Siguieron discutiendo airadamente entre señas. Riko parecía furiosa, pero la expresión de Kuroko era tranquila. Kagami no entendía nada.
— Basta —Dijo con tono autoritario, metiéndose entre ambos. Hizo la señal de 'tiempo fuera' para que su cuñada entendiera—. No hay que discutir, si no te gustó el regalo —miró a Riko para que ella pudiera leerle los labios— dime que te gustaría… ¿Quizás un novio? —bromeó para aligerar el ambiente.
Riko se puso roja hasta las orejas y Kuroko acotó:
— "¿Quieres un novio?"
— Conozco a un tío genial que podría presentarte, se llama Junpei Hinata o Hyuuga, no sé cómo lee su nombre, todos lo llaman cuatro ojos, pero es muy buena persona, trabaja conmigo en la estaci…
— ¡Bomberos no! —Irrumpió Kuroko molesto.
Riko los miró. Kuroko mostraba más sus emociones cuando estaba Kagami cerca. La mayoría tenían que ver con la ira o la alegría. Kagami parecía llevar a su hermano a ambos extremos sin pausas intermedias.
El silencio amenazó con caer sobre ellos.
— "No necesito que me busquen novio, ya tengo a alguien" —Intervino Riko en señas.
— "¿En serio tienes novio?" —Preguntó Kuroko sorprendido, tanto en señas como con su voz. Kagami lo imitó.
Luego de un rato se encontraron viendo foto tras foto de un chico castaño de la estatura y talla de Kagami (quien medía 1.90 exactamente). Parecía ser un pintor en el parque en el que Riko trabajaba.
— Ah, es bastante guapo —apuntó Kagami.
— Sí —corroboró Kuroko.
— Me pregunto dónde lo consiguió.
Siguieron discutiendo mientras miraban el móvil de Riko. Ella se aburrió y se escabulló a escondidas hacia su habitación.
Siempre era así con su hermano y su cuñado. Ambos eran bastante idiotas, sobre todo su hermano que no se armaba de valor para decirle a Kagami que lo llamara por su nombre o siquiera para hacerlo él mismo. Tetsuya siempre sería Kuroko y Taiga siempre sería Kagami, incluso si se casaran. Eran idiotas sin remedio.
Al menos el sostén que le habían regalado era bonito. Se preguntó si alguna vez podría llegar a mostrárselo al chico del parque donde trabajaba.
Era triste, pero la respuesta a eso era una negativa total. En el parque trabajaba siendo Blancanieves, con una botarga con forma de muñeca de trapo. Nunca podría mostrarle su cara deformada por el fuego a él. En ese aspecto, envidiaba a su hermano por tener alguien que le quería como era, incluso si su actitud a veces llegaba a ser estresante.
No era culpa de él, era culpa suya, por haber nacido primero. Sus padres le habían enseñado con más vehemencia el lenguaje de señas a su hijo sano, para que se pudiera comunicar con ella y Kuroko terminó por ser una persona con poca presencia y silente. Como su casa en aquel entonces. Tetsuya nunca gritaba y la casa rara vez tenía más ruido que el de los trastes chocando en el lavabo o el agua de la regadera.
En ese aspecto, se sentía un poco culpable. Le debía a Kagami, más que su vida, la felicidad de su hermano, que de pronto podía hablar con su propia voz.
A la mañana siguiente Kuroko salió antes que ella a trabajar. Kagami se había quedado esa noche y había dejado hecho el desayuno. Tenía que agradecer que por él no tenía que almorzar huevos hervidos, que era lo único que su hermano sabía cocinar. Ni hablar de ella, que terminaba poniéndole cada suplemento alimenticio que tuviera a la mano. Era una hermana mayor terrible, siendo consentida por su hermano e incluso por el novio de su hermano.
Esa tarde llovería, eso decía el pronóstico del clima.; también esa tarde Kagami tenía turno en la estación. Quizás ese día su hermano estuviera de mejor humor que de costumbre, los días lluviosos eran los días con menos actividad para los bomberos. Y, entre menos actividad hubiese para los bomberos, menos posibilidad había de que Kagami muriera.
Kuroko vivía con ese miedo constante.
Ese día Riko vería a su príncipe encantador, aunque más bien fuera solo un triste pintor callejero, despistado.
Con la cabeza de muñeca ocultando la suya, se sentía más valiente.
Pero la lluvia había hecho escapar a su pobre artista, quien dejó tras de sí un boceto de la cara de una mujer, en un charco. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento se le cayó. Blancanieves fue quien lo recogió y lo colgó para que se secara en su camerino, que no era más que un cuarto lleno de diferentes trajes para su botarga, con un pequeño espejo donde ella podía arreglarse el cabello antes de salir. Su cabello siempre acababa siendo un desastre, con mechones saltando para cualquier lado. Le gustaba su cabello así, aunque no le tapara la cicatriz. Su cabello no era muy largo, pero cumplía bien su misión. Alguna vez pensó en cortárselo, pero desistió, por miedo a mostrar su fealdad. Riko no tenía problemas de autoestima, se mostraría tal cual si eso dejaba de asustar a los niños o a su torpe artista. Se cepilló el cabello descuidadamente.
Al día siguiente solo vería el caballete y la silla plegable, tendidos al sol antes de ver a su artista regresar a su sitio con una lata de zumo. Antes de que él llegara se aseguró de arrastrar con cuidado sus cosas hacia la sombra de un árbol cercano. Cuando él llegó ella estaba moviendo por último la silla.
Él le sonrió. El corazón de Riko se brincó un latido.
— Gracias —Dijo él, mirándola de frente por lo que Riko comprendió lo que le quiso decir. Ella hizo una reverencia dramática, cruzando las piernas e inclinando la cabeza, tomándose el vestido por los costados para levantarlo a la vieja usanza. El rio y sonrió. Riko pensó que tenía una sonrisa adorable pero bastante idiota. Recordó que lo había ido a buscar para entregarle el boceto que había dejado tirado el día anterior. Cuando él se acercó a ella, ella sacó de la bolsa que tenía el mandil de su vestido al frente el boceto y se lo ofreció con sus manos enguantadas.
'Espero que haya sido importante. Di que era un dibujo muy importante para ti'
— Ah, eso. Lo hubieras tirado, no tenías que tomarte la molestia.
'Idiota'
Riko hizo la mano derecha un puño y lo levantó contra su artista callejero favorito, pero no lo golpeó, se dio la vuelta poniendo morros al interior de la cabeza de muñeca que llevaba puesta.
'Al menos me hubieras dicho tu nombre'
Y, como si hubiese escuchado sus pensamientos, el artista le gritó a sus espaldas:
— Me llamo Teppei, Kiyoshi Teppei. Algún día espero escuchar tu nombre, Blancanieves.
Riko regresó a su trabajo bastante contenta consigo misma, aunque no había escuchado su nombre.
Ese día Riko llegó sonriendo a casa.
— "¿Pasó algo bueno en el trabajo?" —Le preguntó su hermano entre señas mientras calentaba las sobras de la comida que Kagami amablemente les había preparado en el microondas.
— "Nada especial" —respondió sonriendo aún más, como un niño que acabara de hacer una travesura que sus padres no le hubiesen descubierto.
— "¿Tiene que ver con ese artista bonito tuyo?"
—"Quizás"
Cenaron, por supuesto, en silencio. Aunque la charla de sobremesa sobre sus días había sido bastante animada. La casa estaba en silencio, pero sus manos rara vez dejaban de moverse.
Kagami no llegó ese día a visitarlas. Tres incendios mantuvieron lejos su atención de la casa de Riko y Tetsuya.
Al día siguiente fue Teppei quien la buscó, cuando ella estaba en su descanso. Con la cabeza de muñeca puesta a un lado y su cara descubierta. No escuchó sus pasos, pero los siete enanos (quienes también eran hombres en botarga, sus amigos y a veces protectores, como si ella de verdad fuese su princesa) la advirtieron a tiempo para que ella se pusiera la máscara de inmediato. Teppei notó que ella tenía un cuello largo y bonito y el cabello castaño. Tenía un misterio menos que descubrir.
Los enanos los dejaron solos. Ellos se sentaron en silencio.
— Dejame pintarte —Dijo el artista.
Riko, ni con la cabeza de muñeca puesta era tan alta como él. Debía medir más de 1.90, por lo que era más alto que Kagami, pensó. Él miraba al frente por lo que no pudo leerle los labios; sin embargo, intuyó lo que él dijo.
Negó con la cabeza.
Él no insistió y se fue, sonriendo como idiota.
— Será otra vez entonces.
Eso Riko sí alcanzó a leerlo.
'Quizás, si tienes suerte, idiota'
Quería que él la mirara más.
Al llegar a casa su hermano parecía decaído.
Ese día había estado soleado y algunos bomberos habían salido heridos.
Kagami estaba ahí, con una expresión sombría.
Riko se encerró en su cuarto para no interrumpir. Entendía la molestia de su hermano, aunque no sabía exactamente qué había pasado.
'No tienen que discutir. Tonto, tú ya lo sabías'
Tenía el día siguiente libre. Ese día no vería a su artista callejero y despistado. No se sentía mal al respecto. El recuerdo de su sonrisa le bastaría para sobrellevar el día entrenando a los niños en las canchas.
Su hermano se la pasó encerrado en su habitación.
Kagami fue y le preguntó entre señas por Tetsuya.
Ella le dijo que todo estaría bien, que su hermano lo quería y que no tenía que preocuparse.
Kagami, quien aún era muy torpe para el lenguaje de señas pareció entender
— "Está bien" —Le dijo entre señas.
'Oh, lo entiendes'
— "Deberías insistir más"
— De verdad, está bien, no tengo hambre, ya comí en casa —paladeó las palabras para su cuñada y se frotó el estómago.
'Ah, imbécil'
Kagami salió de la casa.
Riko tocó la puerta de la habitación de su hermano, pero no recibió respuesta.
— Al menos deberías decirle que lo amas, tú que puedes —Chilló, con voz gangosa y con horrible pronunciación. No era que su voz no sirviera, era que no podía escuchar a los demás por lo que no sabía hablar bien.
Era frustrante como la gente desperdiciaba sus palabras.
— "Te amo" —Le dijo una vez Kagami a Tetsuya, con señas— "Siempre lo haré" —Continuó, como su cuñada le había enseñado.
— Kagami-kun, ¿qué quieres decir con eso?
— Que te amaré por siempre, ¿lo hice mal?
— Significa 'Te amo, por favor dejame tocar tus pechos'
Kagami no sabía que su cuñada fuese tan burlona.
Pero eso había sido antes y Kuroko, en vez de tomarlo con gracia, se había enfadado más.
Esa no era la intención de Riko. Su hermano parecía demasiado sensible en esos días.
Ese día tampoco llovería.
Al día siguiente Riko no encontró a su artista callejero en el lugar de siempre.
Se sorprendió cuando él le tocó el hombro para llamar su atención.
— Te estuve llamando, Blancanieves, pero al parecer la cabeza esa no te deja escuchar bien —'No, no es la cabeza de Blancanieves, tonto'—. ¿Me dejarás pintarte hoy?
Riko arqueó una ceja al interior de su botarga. Asintió y se dejó guiar por Teppei hasta donde había puesto su caballete ese día. Los siete enanos los miraron aprehensivos.
Teppei le brindó otra silla plegable que extendió frente a su caballete, un tanto lejos, apenas lo suficiente como para poder captar a detalle sus facciones. Riko se sentó, sin quitarse la cara de Blancanieves.
— Ah, pero sin esa cosa —insistió por enésima vez.
Blancanieves se levantó ofendida. Los siete enanos se acercaron y la rodearon en un santiamén.
— Ah, no, si no quieres está bien, te pintaré así —Concedió, asustado de haberla asustado.
Blancanieves se volvió a sentar en la silla plegable y los enanos regresaron a sus lugares en el parque, aun vigilándola por si acaso.
Riko entonces pudo apreciar a Teppei por primera vez en su vida a detalle. Tenía el cabello castaño, como ella, quizás un tono más oscuro, igual que sus ojos, color chocolate. Los de ella más bien recordaban el color del café con leche. Teppei tenía también hombros muy anchos y manos grandes, aunque se movía con delicadeza mientras la pintaba. De tanto en tanto levantaba la vista del lienzo que tenía sobre el caballete para mirarla fijamente. El corazón de Riko latía entonces muy fuerte y feliz.
Cuando acabó, Teppei le entregó una hoja con su dibujo. Era el dibujo de la muñeca que Riko representaba, pero aun así le encantaba. Hasta entonces supo el nombre de su artista querido. Teppei, se leía en la firma del boceto.
Ella sonrió desde el interior de la botarga y él le regresó la sonrisa.
'Ah, si tan solo no fueras tan tonto'.
Pero Riko no podía desear de más.
Los enanos miraron cuidadosamente la escena, felices de que su princesa la pasara bien.
Cuando regresó a casa ese día su hermano parecía estar de buen humor.
Marcaría ese día en su calendario como 'Bueno', solo por si algún día la memoria comenzara a fallarle.
Riko no se hacía ilusiones, sabía que no podía desear de más.
Aun así, en su siguiente día libre compró maquillaje con su dinero, a escondidas de sus conocidos, solo por si acaso.
'Acaso ¿qué? Mírenme, parezco una colegiala'
Riko comenzaba a desear de más.
—Quizás no quieres que te vea porque hay un hombre dentro de ese vestido —Comentó Teppei mientras la dibujaba.
Riko se impacientó y puso morros.
'Idiota'
Se sacó un guante y le mostró su mano pequeña y femenina.
— Ah, pero hay muchos hombres con manos pequeñas —insistió
Riko se levantó el vestido y poco y le mostró su pantorrilla delgada.
— También hay muchos hombres con piernas bonitas —insistió
Riko se desabrochó el primer botón del traje y le mostró a Teppei el tirante de su sostén. Era el sostén rosa que su hermano y su cuñado le habían regalado.
— Bueno, los hombres no usan sostén —Concedió al fin.
Riko se volvió a abrochar el botón, se bajó la falda y se puso el guante de nuevo.
Teppei continuó pintándola.
Al final, Riko había podido mostrarle ese sostén a su novio (aunque él no sabía que lo era)
Debía agradecerles propiamente después a su hermano y su cuñado.
Riko estaba enamorada, pero con pocas esperanzas.
Ese día, saliendo del trabajo, se topó con Teppei en el autobús. Él no la notó sin el disfraz y se sentó un par de asientos detrás de ella. Su corazón latía muy rápido y una voz en su cabeza gritó 'Mirame' pero en realidad no deseaba ser mirada. Recargó la cabeza contra el cristal de la ventanilla del autobús y se encogió en su asiento. No quería que la viera así. Tendría que practicar maquillarse de vez en cuando.
Ese día llegó a una casa sola. Su hermano de seguro se había ido a quedar a casa de Kagami Taiga. No tenía problemas, era ya una mujer adulta, aunque apenas pasara los 23 por un par de días. Su hermano tenía 21, su cuñado 24. A veces se sentía como si de verdad fuera una niña, brincoteando por el parque con su disfraz de princesa abotargada, tomándose fotos con niños reales y turistas interesados en ella. Era divertido y le gustaba. Casi tanto como entrenar en su día libre a los niños locales, quienes la adoraban e incluso habían aprendido a decir algunas cosas en señas. "Entrenadora" había sido la primera. Ella no tenía que gritarles que hacer, con un soplido de su silbato los niños estaban prestos a seguir órdenes silenciosas. A esos niños les gustaba Riko y les gustaba el basquetbol, aunque odiaban cuando ella se ofrecía a llevarles el almuerzo.
Riko tenía una vida plena, aún sin su artista callejero.
Pero lo anhelaba. No había desesperación en su anhelo, a veces descubría que mirar una foto de él tomada a escondidas hacía magia para calmar ese anhelo. Sabía que no sería suyo y con eso estaba a gusto. Al menos su imagen estática en forma de foto digital le pertenecía y le pertenecería por siempre. Siempre y cuando guardara un respaldo por si acaso.
Él no la iba a amar si ni siquiera sabía cómo lucía. Incluso si no tenía problemas con la cicatriz, el amor a primera vista para él podría no existir. No conocía nada de ella y, por eso, no podía amarla.
Era su realidad y no estaba triste por ella.
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N/A: Se suponía que éste fic fuese un oneshot KagaKuro basado en una película que vi, pero de algún modo terminó así. El siguiente capítulo definitivamente será KagaKuro puro y absoluto, aunque quizás meta otros pairngs yaoi.
No se confundan, esto sigue siendo BL.
