Amor rayano en la locura
Las olas aquella tarde estaban simplemente magnificas.
O eso alcanzo a apreciar en el pequeño descanso que le dio su mente de los recuerdos de aquellos Juegos que había vivido, aquellos que había ganado por mera suerte.
Su victoria, eso si, le había costado un precio muy caro a la joven Annie: su cordura. Todos la creían loca, todos menos su antiguo mentor, su mejor amigo, él era el único que creía en ella, que confiaba que lograría salir adelante, eliminar los recuerdos de la cabeza cortada de su compañero de Distrito, Ashton Krauser. La confianza que Finnick había depositado en ella logro sacarla del continuo suplicio de su mente.
Se impacientó cuando el sol comenzó a ponerse porque él no había llegado a su encuentro en la playa. Se sintió sola, abandonada.
A paso lento se encaminó a su casa en la Aldea de los Vencedores, temerosa a las pesadillas que serian su única compañía. Annie no vivía con sus padres, ellos habían preferido dejarle su espacio para que se recuperara y volviera a ser la revoltosa chiquilla del ayer.
Se despertó exaltada, gritando con toda la fuerza que le permitían sus pulmones. En esta ultima pesadilla había visto ser decapitados a todos y cada uno de sus seres queridos por ese tributo muerto en la arena, podía jurar que todavía tenía la sensación de la sangre caliente salpicándole la cara. Recordó entonces en la mueca que quedo la cara de Finnick y, llorando, además del hecho de todavía estar en pijama salió a toda prisa de su casa y tocó con fuerza la puerta, decidida a echarla debajo de ser necesario.
De ella se dejo ver a un Finnick somnoliento y agotado. Annie era consciente de que al cobrizo tampoco le gustaban los recuerdos de sus juegos, quizás él también había tenido pesadillas aquella noche.
Sus delgados y débiles brazos rodearon el torso del chico, quien estaba realmente confundido ante la escena, dominado todavía por los brazos del Reino de Morfeo.
Cuando el sopor en el que se había encontrado desapareció, correspondió el abrazo de la castaña, sintiéndose culpable por haberla dejado sola el día anterior por ir a resolver los asuntos de Snow.
-Hey Annie- susurró acariciándole el cabello a su amiga, quien balbuceo un saludo similar, incapaz de hablar correctamente por el frenesí de lágrimas que caían de sus ojos –Shh cielo, ya pasó, ya estoy aquí-
Una alegría descomunal se apoderó del pecho de la chica al saberse querida, reconfortada y protegida. Y la antigua Annie que estaba escondida dentro de su cuerpo supo que ya no podría escapar de las redes que Finnick Odair había tejido para atraparla.
