Lo que ya se sabe de antemano: Saint Seiya Lost Canvas es propiedad de Kurumada y Shiori Teshirogi. (Las cosas locas que uno saca de la previa inspiración de ellos, ya son de mi libre y total imaginación xDD)

Hiiii, minna!

Bien, bien, bien. Sé que San Valentín ya pasó y más de uno estuvo amargado porque odia este día… (no finjan, saben que es verdad). Aniway…

Si lo celebraron o no, creo que no hay problema en ello. Personalmente, no soy de las que lo celebren, pues "tengo cualquier día para demostrarle mi afecto a las personas". Sin embargo, uso el título de este pequeño fic,y pongo al 14 de Febrero como mi excusa para escribir xDD

Los protagonistas son Minos y Albafika (una Fem!Alba en realidad :DD) Este es un Universo Alterno, los personajes no son los guerreros que conocemos, sino personas "comunes" que viven en la época contemporánea, asisten a la universidad, etc. Me reservo ciertas descripciones de espacios temporales y físicos, para dejarlos a su libre imaginación.

Dicho esto, coooomeeeenzaaaamooooooooos! *w*

Sólo una Excusa

"Esperar es arriesgarse a sentir dolor. Intentar es arriesgarse a fracasar. Amar es arriesgarse a que no le quieran. Pero hay que arriesgarse. Porque lo más peligroso en esta vida es no arriesgar nada" - Leo Buscaglia.

~Capítulo 1~

Cuando se levantó esa mañana, supo que sería un día tan común y corriente como los demás. No había nada importante, ningún suceso que le quitará su preciada atención.

Cerró los ojos un breve instante, como deseando que el apacible sueño no se esfumara para abrirle paso a la agotadora jornada que esperaba. Pero ya no había tiempo para dormir, el condenado timbre del despertador le ordenaba, cada segundo con más insistencia, que se levantara de una buena vez.

Estiró la mano y detuvo la chirriante alarma. Como un gato, comenzó su ritual de desperezamiento, y cuando sus articulaciones estuvieron lo suficientemente disponibles, se levantó para iniciar oficialmente el jueves de la semana. Luego de una ducha fría y de ponerse el traje que usaría esa mañana, se dirigió a la cocina del suntuoso apartamento, donde un apetecible olor comenzaba a propagarse ya.

—Huele bien… —alagó. Aquella joven cocinera se sorprendió ante su cercanía improvisada—. Buenos días —la besó en la mejilla.

—Ah, Minos… Buenos días, creí que tendría que despertarte.

El peliblanco rio con diversión —: Descuida, el despertador que te dio tu padre es suficiente para levantarme de la cama —Y claro que lo era. ¡Esa maldita alarma podría despertar a un muerto!—Por otro lado… —miró el espléndido desayuno de ese día—, ¿a qué se debe todo esto?

—Quería cocinar algo bueno, al menos una vez —se encogió de hombros—. Elegí una buena excusa para hacerlo.

—¿Excusa? —enarcó una ceja. La muchacha se giró a verlo con obviedad.

—Es San Valentín —atajó, recibiendo una mirada incrédula de parte de él.

—Creí que no eras partidaria de esas absurdas festividades —su voz fue desinteresada, como la frase misma. Sirviéndose una taza de café recién hecho, se sentó en el desayunador.

—No tiene nada de malo celebrar este día tal como lo hacen casi todos los seres humanos en el planeta —se defendió, pero entre más argumentaba, Minos se mostraba más despectivo—. ¿Qué hay de malo en ser detallista con la persona que quieres?

—Puedo ser detallista contigo cuando quiera, Albafika. No necesito de un tonto "día de los enamorados" para hacerlo…

—Bueno, quizás si eso fuera cierto yo no estaría diciéndote esto —frunció el ceño.

—¿Qué me estas insinuando? —su entrecejo también se puso tenso. El café y el delicioso desayuno, fueron un cero a la izquierda desde ese momento. Una buena discusión daría inicio.

—Dices que eres detallista o que puedes serlo cuando quieras, pero la verdad es muy diferente. Desde que nos mudamos a tu departamento, no has hecho nada más que trabajar en tus tontos juicios sin dejar al menos una o dos horas para nosotros.

La espátula para voltear huevos apuntó acusadoramente a un Minos airado. ¿Tontos juicios? ¡Tontos! Acababan de desdeñar su honorable puesto de magistrado en sus narices, como si sus casi diez años entre universidad, maestrías y doctorados en las leyes y política, no valieran nada para esa obstinada mujer. Como si ella misma no fuese tan egoísta con su tiempo tal como ahora lo acusaba a él.

—¿Dices que es mi culpa? —se puso de pie, aferrando la barra del desayunador—. ¿Quién es la que se va toda la semana a estudiar y cada sábado a administrar una tienda de flores?

—Dejé los domingos libres, precisamente para poder estar contigo. ¡Pero tú no puedes siquiera dedicarme un domingo!

—¡Sales con tu padre cada domingo, no mientas!

—¡Y siempre te invitó para que podamos salir juntos!

Se miraron fijamente, provocando un último reto con sus miradas enfebrecidas. Ninguno fue consciente de cuánto habían elevado la voz para "conversar". Pero no importaba, el sonido del timbre en la puerta principal, dio por terminada esa sesión. Con un movimiento brusco, Albafika apagó la estufa, los huevos estrellados yacían ahora quemados y pegados a la sartén, así como el pan de emparedados se había endurecido en el pequeño horno luego de calentarse más de la cuenta.

Arrojando su mandil, la peliazul salió de la cocina para ir a abrir. Minos la dejó marchar, aún con la mandíbula tensada y los puños crispados. Frunciendo aún más el ceño, cerró los ojos, molesto porque las palabras de Albafika empezaban a hacer eco en su consciencia, y que no pararían en todo el día hasta hacerlo ceder y admitir su error. Así era siempre, ¡y era frustrante! Esa bella perla sabía cómo derrotarlo, lo obligaba siempre a dejar su orgullo; estaba a su merced.

"Hoy no", pensó altivo. "Esta vez no, Albafika".

Dio un rápido sorbo a su café, el cual tragó con asco. La bebida se había enfriado casi por completo, por lo que el juez arrojó el contenido en el lavabo así como la taza vacía. Sus ojos dirigieron una veloz mirada a la comida arruinada, tan nefasta como la dirección a la cual su relación con Albafika estaba dirigiéndose. Si no hacía algo, las cosas quedarían peor que el desayuno…

Salió de la cocina, rumbo al recibidor, donde estarían su gabardina y portafolios aguardando. Si de casualidad, Albafika aún estaba en la puerta, quizá podría tratar de disculparse con ella.

Orgullo…

Y para su mala suerte, la muchacha seguía ahí, apenas despedía a quien quiera que los hubiese visitado. Minos estuvo a punto de reír al verla con dificultades para cerrar la puerta, pero su carcajada se ahogó en la sorpresa, una vez que contemplara la razón de los pasos vacilantes de su chica. Aquel ramo enorme apenas le permitió ver su rostro. Albafika se giró hacia su dirección nuevamente y camino por el pasillo hasta la sala. Aún perplejo, el ojilila la siguió de cerca hasta que la vio dejar el tremendo ramillete sobre la mesa del comedor.

Ambos se quedaron ojiabiertos, contemplando de lleno el espléndido arreglo de rosas carmesíes. Minos desvió por fin su vista para mirar la cara de la peliazul, quien admiraba el regalo llena de embelesamiento, con las manos entrelazadas sobre el pecho. Un mal presentimiento atravesó los sesos de Minos.

—¿Y bien…? —preguntó, rompiendo la burbuja armoniosa.

—Es un regalo… —inició ella.

El mal presentimiento se acrecentó: 60%

—…por el día de San Valentín…

80%

—…de parte de un amigo…

90%

Minos se aferró a su calma como pudo. Evadió aquella mirada azul para no ser descubierto, y cuando se sintió más dueño de sus expresiones, sonrió con soltura, completamente desinteresado. La verdad, le daba igual si los tontos amiguitos de Albafika querían llamar su atención con presentes sosos, no sería la primera vez, ni la última. Además, fuese quien fuese el amable idiota que enviara el ramo frente a sus ojos, conocía demasiado bien a su obstinada perla para saber que ella no tenía una fijación especial por ninguno de sus amigos.

O casi por ninguno… Casi. A menos que, ese "amigo" fuera precisamente…

—"Feliz día, Albafika" —la muchacha citó la pequeña tarjetita—. "Con todo mi cariño: Shion"

¡CIEN POR CIENTO! (100%!)

Aah, claro. ¡¿De qué otro imbécil podía tratarse?! Minos se sacudió el cabello de la frente, tal como siempre hacía en los momentos de irritación. Miró al piso, reparando por primera vez en las formas que la alfombra tenía (¿o eran manchas de café?), distrayéndose para no arrancarle de las manos esa odiosa tarjeta. Se mordió la lengua por enésima vez, conteniendo el par de maldiciones que ansiaba proferir.

—Fue un hermoso detalle de su parte —oyó la dulce voz de Albafika. Mirándola de soslayo, observó la hermosura de sus rasgos, sonriendo con gratitud.

—Le regala rosas a la dueña de una florería… ¡qué asombroso! —la frase se le escapó, llena de mofa. La chica volteó a verlo con enojo—. En fin… Tengo que ir a trabajar. Disfruta tu regalo —trató de unir sus labios a ella cuando se acercó para despedirse, pero aquella tarjetita blanca se atravesó en su camino.

—Me invitó a cenar esta noche —Albafika enarcó hábilmente una de sus cejas—. No te molesta, ¿verdad? Después de todo, este día es como cualquier otro para ti.

La sangre se convirtió en ácido dentro de Minos, digiriendo la tortuosa noticia mientras que su exterior pareciera inconmovible. Agradeció a su orgullo por acudir en su ayuda y así poder emitir una amplia sonrisa cuando finalmente dijo:

—Claro que no. Sal y diviértete con tus amigos —enfatizó la pluralidad de su frase—. No regreses muy tarde, tienes que estudiar para tus exámenes de titulación.

Besó la delicada frente (pues sus deseos de un beso apasionado se habían extinguido), y volvió a la puerta de entrada. Con su maletín en mano y el gabán puesto, salió sin despedirse y sin el "te quiero" acostumbrado.

Trató de disuadir los nuevos pensamientos que vinieron a colmarlo. De cierta forma, sabía que Albafika quería ponerlo en jaque, entre su orgullo y su amor por ella. Sus malvadas intenciones de provocarle celos eran evidentes, y esa sabia intuición femenina funcionaba perfectamente en la peliazul, pues conocía perfectamente la forma de hacer surgir el lado despreciable de Minos, que sentía sus entrañas retorcérsele de envidia cada vez que ese sujeto en específico era mencionado.

Desde que ese odioso peliverde había conocido a Albafika, no era más que una molesta piedra en el camino de la cual Minos hacia años quería deshacerse. Pero la joven ojiazul le tenía un cariño especial a su compañero de universidad; un afecto enfermizo ante los ojos de Minos, quien sólo podía hacerse a un lado cuando su novia y el inepto "sin cejas" se cruzaban.

Pero, había algo más; algo que hacía más tormentosos y difíciles de sacar a esos pensamientos en su cabeza.

Lo que Albafika había objetado esa mañana tenía algo de sentido. En realidad, tenía mucho sentido. Minos estaba desarrollando un "amor" tan enfermizo por su trabajo, como el que le reclamaba a Albafika por Shion. Y aunque, poco tiempo después de que iniciaran una relación, se había enfocado en convencerla por todos los medios posibles de hacerla vivir con él, luego de que consiguiera su cometido, la distancia parecía ahora más grande que cuando sólo se veían en el campus universitario.

Su deber en los tribunales estaba siendo la nueva muralla entre ellos, y marcaba aún más la conducta "anti-romántica" que Minos poseía. Tenía que ser honesto y otorgarle la razón a Albafika en sus acusaciones; él era el culpable en este veredicto.

Sus nudillos se pusieron aún más blancos cuando apretujó el volante de su auto. Con todas esas cosas merodeando en su cabeza y el estridente tráfico, la jaqueca matutina del diario no tardó en llegar. Minos estiró el cuello para mirar más allá del parabrisas, la larga fila de autos y transporte público le dio otra buena razón para odiar el 14 de Febrero. Demoró veinte minutos en avanzar media calle y supo que no estaba ni a la mitad del camino a su despacho.

Casi a punto de llegar al final de la misma calle, su celular se sacudió entre un curioso ringtone y vibraciones.

—¿Qué pasa, Lune? —fue su saludo, nada cortés.

Señor. Miss Elizabeth está aquí. Dice que quiere acelerar aún más su proceso de divorcio pero que necesita la autorización de un juez para quedarse con la potestad y bienes de sus hijos lo más pronto posible —una voz femenina, exigente y molesta, se oyó cerca—. Dice que es muy urgente.

Minos compadeció a su joven secretario. Pero, no estaba de humor para atender los caprichos de una clienta adinerada.

—Apáñatelas por unos minutos, Lune. Estoy varado en un embotellamiento que no parece mejorar pronto… —suspiró ante el quejido del muchacho—. Ofréceles té y galletas. Si es necesario, saca la reserva especial del despacho… Haré lo imposible para llegar pronto, descuida.

Sin nada más qué decir, su interlocutor colgó. Minos puso la mirada al frente de nuevo, hizo una mueca por su última mentira: sabía que no llegaría rápido. Las llantas del sedán giraban al compás de un caracol, avanzando casi nada cada par de minutos. En un intento por calmarse, el peliblanco mejoró el ambiente dentro del auto con suave música y calefacción, pero, tal como ese fastidioso tráfico, su alma estaba hastiada por todo lo ocurrido. De repente, las ideas que había intentado de evitar, se colaron sin tapujos en sus pensamientos.

Apenas reparaba en el verdadero significado de las últimas palabras de Albafika.

"Me invitó a cenar esta noche". La sonrisa en sus deliciosos labios, sus mejillas sonrojadas como las rosas que ese cretino había enviado. "Este día es como cualquier otro para ti…". Su mirada inquisitiva, su manera de usar sus propias palabras sobre el día de San Valentín en contra suya.

Sí, claro. Si Minos había dicho que ese día no tenía nada de especial, se había auto-condenado a sí mismo, puesto que no tenía los argumentos para objetar en contra de alguna doble intención en esa cena que no tardaría en concretarse.

Apretó los dientes, sacudiéndose esos pensamientos. Era imposible, ¡imposible! Daba igual si eran celos o no, si Minos llegaba o no a aceptarlo. Pero, ¡no podía aceptar la idea de que precisamente en este día —o cualquier otro—, su preciosa perla pasara la velada con otro!

"Maldito orgullo..."

Se oyó la bocina un carro detrás de él; era su turno de pasar la luz verde e ir a una avenida más despejada de vehículos. A ese chirrido de claxon, le siguieron otros más, tan molestos como el primero, aunque Minos continuó en su sitio, pensativo. Si quitaba el pie del freno, podría salir por fin de todo ese barullo vehicular. Sólo tenía que acelerar un poco, aprovechar el "siga" que le ofrecía el semáforo.

Sus clientes lo esperaban. Lune aguardaba por su auxilio. Y Albafika… ella, de alguna forma le había dado un ultimátum a su actitud arrogante, a su relación.

Otro bocinazo, esta vez acompañado de una palabrota y algunos dedos medios elevados. La luz verde comenzó a palpitar para convertirse en amarilla. El pie de Minos apretó el acelerador mientras que sus manos torcían el volante hacia la derecha, ya sin el menor atisbo de vacilación en sus acciones.

~Sólo una Excusa~

To be continueeeeed...

Sí, sí, como lo oyeron, esto va a seguir. Aún falta el desenlace de este conflicto amoroso.

¿Pensaban que el amor entre Minos y Alba-chan en la época de guerra santa era ya difícil? Pues aquí es una época bien diferente, donde las pruebas y dificultades son aún más complejas. Aquí ya no hay guerra física, cuerpo a cuerpo, sino una guerra de orgullo, y como dice esa película donde aparece Jack Nicholson: "Alguien tiene que ceder"

La pregunta es, ¿quién lo hará? ¬w¬

Si quieren saberlo, aguarden al próximo capítulo, el final de este pequeño fic.

Supongo que todos se dieron cuenta de que el "padre" de Albafika que se menciona varias veces, es nada más y nada menos que Lugonis... En el próximo capie, aparece la perspectiva de Alba y un buen (discordante) amigo uwu

Espero todos sus comentarios chicos y chicas, y ojalá que esto no les parezca una cosa fea y horrible. Los quiero, gracias por leer x3