Prólogo
Hola! ^_^ aquí les dejo el prólogo de la historia, quise comenzarla de esta manera para dar un pequeño repaso a la vida de Hinata antes de entrar en la institución; quiero se comprenda bien la forma en como estuvo ambientada su vida desde que era tan solo una niña. Ojalá les agrade:* por fa comenten...:*
PD: Los personajes de esta historia son propiedad del grande "Masashi Kishimoto", además de ellos habrán algunos nombres propuestos y originalmente creados por mi persona.
Prohibida la copia u adaptación. Historia registrada ;)
Que lo disfruten.
El chirrido de las llantas chocando contra el asfalto se deslizó con extrema facilidad a través de la ventanilla y consiguió llegar hasta ella como una frágil y enigmática sorpresa de navidad. Sus manos, colocadas a cada lado de sus costados sujetando un fuerte puño entre ellas, temblaban con ligereza y no paraban de hacerlo, había empeorado un poco más de lo normal en el recorrido.
Él estómago se le contrajo y un fuerte nerviosismo cruzó su espina dorsal con un rápido e inesperado choque eléctrico que se abrió camino a hasta traspasar su canal auditivo y hacerla perder el equilibrio.
Se supone que la etapa nerviosa y diferencial de ciertos sucesos era un fondo que hacía años había logrado superar con horas y horas de práctica continua, pero allí estaba, como si no fuese aprendido absolutamente nada, tan nerviosa e insegura como un niño pequeño al adentrarse a un espacio desconocido, temerosa, desconfiada.
Millones de pensamientos azotaban su mente con fuerza mientras se mantenía inmóvil en el asiento trasero de cuero negro. Su mirada estaba perdida en un punto fuera de lo específico a través de la ventanilla de la limusina color champaña que la transportaba. No divisaba nada a través del cristal, los rayos del sol perdiendo su brillo y el afanoso tono negro ahumado de las mismas le hacían poder concentrarse aún más en lo que su cabeza estaba dispuesta a aportar. Sentía que lo coleccionado y guardado por años dentro de su mente en una carpeta personal llamada "confidencial", comenzaba a deslizar la información por pequeñas rendijas que terminaron por nublar su vista. Era una sensación extraña, y casi desconocida, pero presente y muy latente.
Hinata, Hyuga Hinata, ese era su nombre, tan reconocido en el mundo del mercadeo como un celular BlackBerry o la pasta dental Colgate. Su padre, Hiashi Hyuga, era un famoso empresario dueño mayoritario de varias industrias tecnológicas importantes situadas alrededor del mundo, creador del nuevo (Pathfinders) -un aparato tecnológico cuyo fin radicaba en el grato funcionamiento de la música a través de movimientos restringidos y vocalizaciones - y empleador del casi treinta por ciento de la población del país. Eso, ligado a una madre exitosa y más que distinguida en el mundo del espectáculo, la convertían en una figura importante y sin querer llegar a serlo, reconocida. Muy reconocida.
Envidiable para muchos, alternativa irremediable para ella.
Escuchó con claridad como Asuma hacía que el motor dejase de rugir, y el simple hecho de percibirlo forjó que engranajes de su cerebro comenzaran a bombardear el recuerdo de esa indiferente voz de su madre, quien sin avisar tomó riendas sueltas y se coló hasta llegar a sus pensamientos. Le hizo recordar con extremo detalle los sucesos transcurridos hace apenas unas cuantas horas, cuando Hiromi, vestida de traje y con una pétrea sonrisa en sus labios le miraba con un brillo jocoso que iluminaba sus hermosos ojos perlados.
- confío en que te hayas tomado el tiempo necesario de hacer todo el equipaje con antelación a esta mañana Hinata, no quiero enterarme que a última hora andas corriendo para empacar las cosas - sus iris pálidas contactaron con el rostro de su hija - ¿Lo has hecho? -preguntó firme tras haber dado un buen sorbo a su vino blanco.
- sí, lo he hecho, Nana me ha ayudado con las cosas.
- ¿no han olvidado nada?
- no.
- ¿segura?
Hinata asintió al notar su incertidumbre.
- puede poner su total confianza en mí cuando vuelvo a decirle que no he olvidado nada, madre.
Hiromi suspiró.
-bien - respondió ésta mientras se concentraba de nuevo en su aperitivo y envolvía con el tenedor una delgada capa de espagueti -, me alegra escucharlo. Espero realmente que así sea. Te repito, no quiero enterarme que no lo has empaquetado todo y que has olvidado algo a última hora ¿me entiendes?, ya existen demasiados problemas como para que algo tan simple se torne una carga molesta.
Luego de esa corta e incómoda charla y de un frágil asentamiento por parte de Hinata, ninguna de las dos volvió a dirigirse el habla el resto del almuerzo. Hiromi disfrutó de sus alimentos y su hija contrario a eso, no picoteó más de tres bocados. Estaba sumergida en el sigiloso y algo perturbador mundo de cavilaciones. Partía al día siguiente a su nueva institución y ese simple hecho la mantenía cabizbaja e intranquila.
Desde que recordaba siempre recibió clases en casa. Sus padres, como acostumbraban a hacer, tomaron la decisión de contratar a tantos docentes pudiesen para darle "el gusto" a su primogénita de no asistir a ninguna escuela. No les gustaba el hecho de verla interactuar por su cuenta, les aterraba de una manera sórdida que Hinata gozara de libertad. El miedo se abrió paso en sus vidas hacía años, y desde entonces nunca más permitieron que decisiones contrarias a lo que ellos consideraban correcto, fuesen las que tomasen posición de acción. Escondieron su mundo privado. Y lo envolvieron en una resistente burbuja glacial que impedía por todo los medios ser algún instrumento maquinado para propio beneficio de interna visualización.
- deberías de estar contenta ¿no? - Hinata alzó la vista de sus fríos espaguetis y observó a su madre al otro lado de la mesa. Ésta ya había terminado su injerta diaria de carbohidratos y la miraba recostada del espaldar de la silla con una copa en la mano. Lucía preciosa, casi como una villana sensual de las telenovelas exitosas que alguna vez, cuando era más joven, logró interpretar.
- me permite preguntar ¿por qué piensa usted que debería de estarlo?
Hiromi sonrió y se llevó con lentitud el borde de la copa cristalina a los labios.
- será tu último año, vendrá la graduación e irás a Norteamérica. Tendrás estudios y un título del cual presumir, ¿te parece propia esa razón? ¿No es lo que deseas? - Para sorpresa de Hinata, su madre, quien la miró expectante y con una frágil sonrisa surcando sus bañados labios de carmín al otro lado de la mesa del comedor, había dado justo en el clavo con aquella pregunta. Esa que tanto carcomía su cerebro en busca de una respuesta concreta y segura y que no lograba forjar por ningún medio. ¿Era realmente lo que deseaba? ¿Viajar a Norteamérica y estudiar en una "prestigiosa" universidad gringa? Por supuesto que NO. Si su lucha por el viaje a la institución se estaba volviendo una verdadera molestia, no quería ni pensar cuando sus padres la mandaran al extranjero. Eso sería la gota que derramaría el vaso. Días tras días, los mismos cuestionamientos azotaban su cabeza, invadían su mente y con ello cada una de esas no tan fructíferas reflexiones que forjaba con continuidad. Era triste saber que aunque muy dentro de sí conocía sus verdaderos ideales con respecto a esa gran interrogante, no podía arriesgarse simplemente en responder con lo que pensaba. Así no eran las cosas, no para ella. Su mundo era regido paso a paso por reglas, seguimientos, normas y dictámenes puestos por sus padres. No era algo que pudiera simplemente cambiar ahora con diecisiete años de edad, no cuando tenía once de los cuales había seguido cada una de ellas sin error alguno. Lo había intentado, pero siempre fue en vano. El esfuerzo demostrado hacía que la ganancia cuya existencia era nula, la colocara en una situación donde desear continuar con lo mismo, no tuviese cabida a la realidad.
Recordaba cada una de esas clases en casa, forzadas y aburridas, los profesores privados, viejos y barbones, y el cautiverio indefinido que acorralaba no sólo su cuerpo en la amplitud de su hogar, sino cada uno de sus sueños y esperanzas que iban muriendo a medida que pasaba el tiempo. Estaba viviendo en una película de drama y horror. Aislada del mundo real y de todo aquello que rodeaba las palabras anhelos, sueños... ¡libertad!
Cuando se es preso de su propio destino ¿qué posibilidades hay de quitar los grilletes que te apresan antes de que sea demasiado tarde? Según el criterio de Hinata, el porcentaje ya era demasiado bajo. Las cadenas no sólo rodeaban el delgado hueso de sus muñecas, sino que traspasaban su carne con dos enormes tornillos de metal y la mantenían más que sujeta.
¿Alternativa?, ninguna.
Su madre llamando a una contestación carraspeó. Hinata- quien no había dejado de observar el tenedor envuelto en el pálido espagueti que se encontraba en su plato - levantó el rostro y sonrió cabizbaja, justamente con ello afirmó con éxito lo que Hiromi quería de una forma u otra hiciera.
Su madre por otra parte brillaba al otro extremo de la mesa, complacida la miraba con dulzura, estaba entrelazando sus largos y finos dedos manteniéndolos con firmeza apoyados en la mesa del comedor, y sus sedosos, brillantes y largos cabellos azulados caían sobre uno de sus hombros con extrema soltura. El encantador centelleo en sus ojos era más que evidente y el flequillo limpio y perfecto cortado hacia un lado le daba un aire juvenil y hermoso. No le atribuían para nada sus cuarenta y cinco años de edad.
- me alegra que por lo menos una vez concordemos en que las decisiones que tu padre y yo hemos escogido son las correctas. Ya era hora de que recapacitaras.
Un relámpago repentino perforó el estómago de Hinata. Una extraña sensación se posó en su lugar.
Quiso vomitar.
Ahora si me disculpas he de retirarme temprano, hay algunas cosas que necesitan mi inmediata atención, estaré en mi despacho si necesitas algo ¿de acuerdo? Con permiso
Hinata asintió.
- bien pueda, madre.
Hinata la observó limpiar sus labios con la servilleta de seda, deslizar la silla hacia atrás y ponerse de pie. No dejó de mirarla en todo el camino hasta que se detuvo a su lado. Hiromi se inclinó sobre su hija, besó su cien y pasó sus delgados dedos de manera cariñosa por su largo, sedoso y liso/ondulado cabello azabache.
- Sarutobi pasará por ti mañana a las siete treinta. Le he ordenado a Kurenai que tenga todo preparado. Así que lo único que te pido es que tomes una gratificante ducha luego de la cena y vayas a descansar ¿vale? Somos conscientes que mañana se presentará un día agotador, y por ello quiero que descanses lo más que puedas. Es un viaje largo a la capital.
- ¿Mi padre ha de regresar hoy?
- Ya lo conoces cariño, nunca se comunica con nosotros cuando está de viaje, pero prometió estar aquí mañana por la mañana, quiere despedirte.
Hinata alzó la mirada y la observó.
- creí que mañana saldría de nuevo al Reino Unido - dijo confusa.
- y así es, últimamente no para con las reuniones, pero no tienes por qué preocuparte, sé que no te dejaría marchar sin antes despedirse. Tiene una agenda apretada todo este mes, así que te pediré que colabores un poco con la puntualidad, no quiero que me lo decepciones ¿de acuerdo?
- lo entiendo. Así lo haré. No te preocupes.
Regla número 6: respuestas concretas, directas y sin revuelo.
- gracias cielo, confío en ti. Ahora come rápido que se enfría, ¡anda! - con dos besitos a cada lado de su mejilla a un estilo francés, Hiromi dio por terminada la conversación y se marchó de la amplia sala con paso seguro y elegante.
Hinata por el contrario no acató esa orden, pasó casi quince minutos viendo al frente con la mejilla apoyada en su mano derecha y removiendo una y otra vez con aburrida repetición el tenedor en su plato.
No fue hasta que una anciana alta, de cabellos oscuros y un poco regordeta se apareció en su campo de visión que ella pudo reaccionar. Kurenai o Nana, como acostumbraba a llamarla Hinata desde que era una cría por el cariño que sentía hacia ella, la estaba viendo con preocupación al otro lado de la mesa mientras se limpiaba con un pañuelo color azul cielo -que colgaba de su cintura-, sus mojadas y arrugadas manos.
- ¿Nana? ¿Qué sucede? -preguntó Hinata curiosa al ver en ésta un gesto preocupado. La anciana sin responder se encaminó a paso apurado hasta llegar a ella.
- ¿te encuentras bien pequeña? - Hinata espabiló y al percatarse del verdadero nerviosismo en su rostro se sintió extraña, quiso comentarle como muchas veces lo que sentía y le inquietaba, pero pese a su preocupación le sonrió con cariño, calló su angustia.
- sí, tranquila, no pasa nada.
- ¡pero como que no es nada!, mira nada más cómo estás de pálida. - se acercó y tomó su cara y le aplastó con ajetreo los cachetes - no tienes fiebre, ¡pero pareces un muerto querida! ¡Mira nada más! ¡Mira nada más!, Tienes que tomar algo, ¿Quieres que te lo traiga?, ¿estás mareada?, necesitas...
- ¡Nana! - le tomó las manos para controlar su inquietud y le miró graciosa - tranquilízate estoy bien. No tengo nada.
- ¿segura?, porque puedo prepárate un caldito de pollo sin ningún problema y...
- no - la interrumpió, pero al ver la angustia seguir situada en su gesto dijo: - está bien, ¿quieres hacer algo por mí? -la anciana asintió sin dudarlo.
- entonces, siéntate aquí, tranquilízate y habla conmigo, ¿puedes?
- ¡por supuesto! - seguido de eso, tomó asiento en la silla que estaba a un lado y se acercó lo más que pudo a ella. Cuando lo hizo bajó la mirada sólo unos centímetros y miró el plato con perplejidad - ¡pero mira nada más mi terroncito!, si no has comido nadita, con razón te ves tan pálida y flacuchenta. Ya decía yo que...- esa vez Hinata no tuvo que hablar para interrumpirla, Kurenai subió el rostro para continuar su regaño y se dio cuenta de su fruncido gesto, el simple hecho bastó para que se mordiera la lengua
- de acuerdo, lo siento, no diré nada. ¡Pero no me mires así! Que mira que pa' preocuparse por ti está esta vieja.
Hinata le sonrió con dulzura.
- lo sé Nana, pero tienes que creerme cuando te digo que no tengo nada. Estaba algo...distraída. Es sólo eso.
- ¡distraída es poco mujer! Casi te doy señales de humo para que pudieras verme- se mofó Kurenai haciéndola reír.
- Oye por cierto Nana, ahora que lo recuerdo -argumentó Hinata luego de un rato. Dejó el tenedor en el plato y lo alejó varios centímetros de ella para poder recostarse en la mesa y verla mejor - he oído esta madrugada desde mi habitación que el teléfono repicaba y repicaba y nadie lo cogía. ¿Sabes si dejaron algún mensaje o algo?
- pero mi cielito, ¿cómo lo van a coger si eran ¡las tres de la mañana!? - se tocó la cien con cansancio mientras recordaba la escena - De veras que hay personas que no respetan el sueño ajeno, ¡mira nada más! que hacer levantar a una persona trabajadora y ocupada de sesenta y ocho años para luego colgar el bendito celular, ¡es no tener vergüenza!
- ¿tu tomaste la llamada? -preguntó y la anciana sólo asintió
- Sí, pero él o la muy bestias colgó cuando dije: "hola" - suspiró con molestia - luego de eso no volví a conciliar el sueño ¿puedes creerlo?
- entonces colgaron - dijo Hinata distraída mientras miraba el mantel de cuadros azulados.
Nana asintió con clara molestia en su rostro.
- ¡ni me lo recuerdes! mira que sólo estoy deseando que quien fuese que haya sido vuelva a llamar. Unas cuantas cosillas se llevará esta vez de mi parte. ¿Hacer lo que hizo? ¡Qué va!, no tiene perdón.
Hinata sólo se limitó a observarla con ternura y diversión, aunque muy dentro de ella una clara encrucijada por saber el protagonista de aquella llamada la tenía pensativa. Hacía días que esperaba una con ansias, pero tal parecía y todo indicaba que no pudo de haber sido esa. ¿Verdad?
- terroncito, ¿ya no lo comerás cierto? - la voz de Nana de pronto pausada y tranquila hizo que dejara de pensar y tomara la decisión de mirarla.
Vio el plato casi lleno que la anciana señalaba con un dedo situado a unos cuantos centímetros por delante de ella, y luego volvió la vista y la concentró de nuevo en su amable y querida Nana.
Sonrió y negó con la cabeza un par de veces.
- debo decirte que mi apetito se ha desvanecido por completo.
- entiendo, yo tampoco comería esa cantidad. -sonrió- ahorita necesito ir a ver a la señora Claudia a la cocina, ¿quieres que te consiga algunas frutas y algo más liviano para ingerir?, tampoco puedes pasar la tarde sin comer más que tres cucharadas de pasta.
Hinata sacudió la cabeza en negativa. Le sonrió.
- si tengo apetito serás la primera en enterarte ¿bien? Por ahora no es así y no me apetece nada.
- ¿segura? Porque puedo hacerte...
- de verdad - afirmó la joven interrumpiéndola. Otra vez.
Lo menos que quería era envolverla en otra tarea pesada. Ya con lo que hacía le bastaba. Además, comenzaba a cansarse de toda la manía del control que se vivía dentro de esas paredes-. Si mis tripas piden a gritos comida yo misma iré a la cocina y me preparé algo, tú por eso no tienes por qué preocuparte ¿de acuerdo?, demasiado trabajo tienes ya con todo lo que mamá te ha mandado a hacer.
Una gran carcajada se oyó en el ambiente. Fue de Kurenai, quien divertida no pudo evitar mofarse por lo que su querido terroncito-como acostumbraba a llamarla desde que era una pequeña- profesaba.
- ¡Ya quisiera yo ver a tu madre mirarte en la cocina! Ja, como mínimo sufriría un infarto fulminante. Nunca te atrevas a hacerle esa clase de broma amor, de verdad que moriría, o peor aún, buscaría en cualquier rincón de la tierra mi viejo cuerpo para vengarse -ambas rieron gustosas antes de que Nana se pusiera de pie.
- bien terroncito, yo me voy, hay tareas que me esperan y una deliciosa merienda que preparar.
- ¿si? ¿Ya tienes algo en mente?
-se supone que Claudia me ayudará con una tarta de fresa
- ¿tarta de fresa?, suena rico.
- y espero que realmente lo esté porque tú mi querida niña, no me rechazarás la merienda también, así tenga que obligarte a tragarla, juro que lo haré. ¡Mira nada más esos huesitos en tu clavícula!, necesitas calorías mi pequeña. Y te aseguro que a partir de ahora te las daré.
Hinata rio ante su ocurrencia.
- y yo te aseguro que si tratas de engordarme siquiera un poco, mi madre, a quien por supuesto no le agrada la idea de subir de peso, no tendrá que preocuparse por verme en la cocina ya que tú con tus simples ocurrencias la habrás matado del todo.
Nana la imitó. Cuando se calmó un poco se acercó, le dio un beso sonoro en la cabeza y le sonrió.
-mientras yo pienso en mi plan macabro para engordarte poco a poco ¿Qué harás tú?
- de seguro nada interesante como preparar una deliciosa tarta o algo así. -sonrió - subiré a la habitación y me recostaré un rato. Se supone que debo descansar para mañana.
Kurenai torció el gesto en claro desagrado.
- cierto, mañana, un día que no quiero que llegue - soltó con un suspiro de lamentaciones y trató de sonreír, algo que le salió fatal- Entonces... sé honesta, ¿puedo confiar en que estarás bien?
Hinata no titubeó y asintió.
-por supuesto Nana, ve tranquila.
Sus ancianos ojos rojizos se entrejuntaron unos segundos con sospecha antes de asentir.
- te creeré sólo por esta vez, pero no creas que me convenciste del todo. Soy vieja pero no tonta y lo sabes.
- si nana, lo sé, siempre me lo repites - Hinata sonrió.
- pues me alegra que esté más claro que el agua.
Se acercó y la envolvió en sus brazos con cariño. Al finalizar su puchungo abrazo volvió a darle un beso maternal en la cabeza y se marchó de la sala, directo a la cocina.
Hinata dio un largo trago a su jugo de melón con la cabeza en el aire en cuanto la figura de la cariñosa anciana se perdió.
Dejó el vaso a mitad y se levantó del asiento, tras limpiarse los labios dejó a un lado de su no acabado aperitivo el pañuelo y se limitó a retirarse de la sala.
- señorita Hyuga, la señora Hiromi me ha dado instrucciones específicas que vigilara su engerimiento completo del alimento. Le pido por favor culmine. - la ronca y carrasposa voz de Petit, una de las ayudantes de mayor confianza de su madre, hizo que de manera espontánea su corazón bombardeara sangre rápido hacia sus oídos. Se llevó una mano al pecho y la sostuvo para contener el susto mientras se giraba a encararla.
¡Parecía un maldito fantasma! ¿De dónde había salido?
Petit, era una señora de muy baja estatura, rechoncha y de mirada esquiva y fría. Tenía un enorme y feo lunar acomodado debajo de la nariz y sus largas y cansadas arrugas a merced de la gravedad estaban situadas bajo sus ojos y en sus llenos cachetes. El pelo lleno de incontables canas, enmarañado y sujeto en una cola baja le atribuían una apariencia desagradable, y eso, unido a un comportamiento misterioso y obseso de hipocresía era lo suficientemente capaz de considerarse peligroso.
- le agradezco - respondió Hinata de manera cordial tras recuperarse un poco - pero ahora mismo carezco de apetito. Yo realmente no podría…
- A su madre no le agradaría escuchar tan impertinente escusa...
Hinata se irguió y alzó una ceja ofendida.
- lo siento, pero creo poder ser capaz de sobrellevar a mi madre señora. Ahora si me disculpa pienso retirarme a mi dormitorio. Muchas gracias - con un leve asentamiento de la cabeza, Hinata se retiró de la sala sin mediar ninguna palabra más.
Subió cada escalón con rapidez y se adentró en la privacidad de su habitación con tan solo un clic al cerrojo de la puerta.
- hemos llegado señorita- la profunda pero agradable voz de Asuma, el chofer privado de la familia, la hizo volver a la realidad y golpearse contra ese duro y extenso muro. Los nervios como consecuencia volvieron a apoderarse de sus manos inquietas.
Espabilar.
Se elevó en el asiento, suspiro un par de veces y luego apartó los ojos del oscuro vidrio frente a ella y los fijó en aquellos grandes, arrugados y hermosos ojos marrones que le veían con cariño desde la parte lateral de la limusina. Asuma, tan elegante con ese traje de gabardina negro y guantes de cuero de igual color, mantenía la puerta abierta para ella incitándola a salir, pero, no fue hasta que una sonrisa lozana surcó sus labios que Hinata tuvo el valor para dar el paso y unirse a su lado.
- gracias - manifestó con gratitud mediando una sonrisa cordial cuando una de las manos del anciano tomó la suya y le ayudó a reponerse.
- Bienvenue Beauté al instituto TSUKI KUMINAKI, es un grato honor para mí acompañarte en esta dichosa hazaña belle fille - el acento francés que utilizó Asuma para dirigirse a su persona le hicieron sonreír con gratitud y cariño.
Para ella el dialecto envolvía la belleza de las palabras con el tono jocoso y seductor de su tono. Era precioso, encantador y más que gratificante de escuchar. Una bendición que Asuma como su chofer privado, realzara esa belleza con la cordialidad que lo envolvía.
espero sea de su agrado señorita. Es mi deber informarle que sus padres se han mostrado muy dichosos por haber conseguido el cupo para usted. Asumo que debe concordar con ese sabio y magnífico deseo. Así que disfrútelo. Se lo ha ganado.
Hubo un silencio repentino. La mirada de Hinata se perdió. Ojalá sus últimas palabras fuesen sido tan gratificantes de escuchar para ella como su adorable acento. Sin embargo, cada una agrupaba un significado pétreo y colosal que envolvía solamente una palabra, elección. Cada decisión tomada carecía de esa pequeña e inexistente palabra en su vida. ¿Estaría su chofer consiente de eso?, Hinata lo dudaba, aunque sus setenta y ocho años le atribuían un tiempo de casi cuarenta años trabajando para la familia, las acciones que desempeñaban sus padres eran para el resto de las personas ajenas a ese trío, inexistentes. Era su vida personal, y tanto Hiromi como Hiashi sabían tratar con ello a la perfección. Eran magos inexplicablemente buenos en su mundo, disfrazaban la realidad de los hechos para mantener todo como se debía, en secreto. Si lo mostraban desde una perspectiva diferente las cosas lucirían descabelladas e irreales, puede que hasta graciosas y locas, pero ese era el gran problema, nadie se involucraba lo suficiente como para dar uso de ella. Todos observaban con adoración el disfraz que envolvía con una curvatura absoluta su vida, y nadie hacía réplica al respecto. Para ellos todo era, perfecto.
Una mentira que ella misma había jurado creer cuando pequeña, pero que con el paso del tiempo se había hecho tan obvia y preocupante que no tuvo opción más que desecharla y tomar la realidad. Una realidad que resultaba más que decepcionante.
No tuvo el valor de hablar, así que sólo se limitó a asentir mientras le miraba con educación. Asuma repitió el gesto y le sonrió. Él era amable y afectuoso, siempre lo había sido con ella, sus acciones habían hecho que de una forma u otra Hinata se mostrara más receptiva a un trato "normal" con él. Y era divertido para ella tener cierto control de sus acciones y palabras cuando estaba a una distancia segura de casa. Por lo menos la única cosa gratificante que la llenaba de placidez era abrirse a la idea de estar en un internado el resto del año, no era como si el cambio a simple vista fuera obvio para muchos, pero para ella era más que suficiente. Que sus padres no estuvieran cerca para dirigir cada palabra y actitud podía considerarse especial, increíble, ¡único!
Ya no regirían cada paso a dar, simple y preciso, tendría una vida normal, después de tanto tiempo anhelándolo al fin había una rendija que permitía mirar más allá de lo que creía. ¿Había algo más gratificante para ella que eso?, por supuesto que no. Por ello luchaba, salir de la paranoia obsesiva/lunática de sus padres con respecto a la seguridad de su vida era un sueño que quería se volviera realidad, en la amplia extensión de la palabra deseaba con ansias que se cumpliera, este se sentía como el primer paso a dar. Y pensar en ello le recompuso el ánimo.
- estarás en casa para navidad ¿no es así? - preguntó un interesado Asuma, quien redujo el trato "formal" y lo mantuvo a un nivel descuidado.
Hinata lo acompañó hasta detrás de la limusina y miró que el portaequipaje estaba cerrado.
- no estoy muy segura de esa información Sarutobi. Mamá se limitó a explicarme sólo lo básico.
- ¿lo básico? ¿A qué te refieres?
- ya sabes... las particularidades del estudio, materias, profesores, reglas, listado de alumnado, puntos a considerar importante por algo extracurricular, etc. - Hinata dio dos toques al maletero y Asuma no tardó en acatar su orden y abrirlo.
- ¿y tus vacaciones navideñas no entran en ese concepto?
- conoces a mamá - se encogió de hombros con una sonrisa en sus labios. - para ella algo que surca fuera de la derecha línea marcada siguiendo el camino de su entrecejo, no tiene cabida para la importancia. Tal parece que hablarme de mi paradero en navidad no llenó ese espacio.
Asuma rio con gracia, un tono bajo y ronco, al igual que su voz.
- desvarías pequeña. Tu madre es incapaz de actuar así- la ironía sobresalió y Hinata no tardó en imitarla.
- ¡Oh! Por supuesto que lo hago- sonrió divertida.
Desvió la mirada y observó dentro del compartimiento, dos gordas y repletas maletas negras hicieron acto de presencia. Llenaban por completo el amplio espacio del portaequipaje.
¿Así que ha llegado el momento?- se preguntó con cierta gracia. Luego inhaló y soltó un suspiro fatigoso en cuanto brotó el aire de sus pulmones.
- ¿nerviosa? - Asuma se acercó un poco más a ella y posó sus manos envueltas por el apretado cuero de los guantes encima de sus hombros, estrujó un poco sobre ellos y la consoló.
Hinata giró su cuerpo y le miró desorientada. La sonrisa se había borrado de sus labios y sus pálidas mejillas respondían a lo que se le preguntaba. ¿Estaba nerviosa?, nooo, ¡Aterrada!, apunto de un colapso físico.
- oye - rosó con suavidad su mejilla y dio una palmada suave sobre ella, llena de reconforte. - no deberías de estarlo.
- Asuma yo...
- pequeña, - interceptó sus palabras - debes entender que las cosas van y vienen, tan sólo hay que disfrutarlas y apreciar de ellas lo mejor. Esto no tiene por qué causarte pánico, sólo tienes que entretenerte.
- y ¿cómo se supone que lo hago Asuma?, ¿cómo puedo siquiera fingir en disfrutar de un momento como este?
- no lo hagas, no finjas, sólo déjalo estar - la miró con cierta melancolía - No le des tantas vueltas a este asunto cariño, como ya te dije, las cosas pasan. En un período de tiempo estarás cómoda con la decisión de pertenecer aquí. Piensa en esto como un pequeño retiro, un retiro vanguardista esencial para tu mejora. - sonrió - te esperan grandes cosas mi querida niña, y las oportunidades que se te están presentando son un indicio de la realidad futura en la que vivirás. Es tu momento, sólo disfrútalo. Tienes diecisiete años, el camino que te falta por recorrer seguro estará manchado, habrá hendiduras, curvas, barrancos, polvo... la indiferencia, el desconsuelo, las ganas de salir, de librarte te perseguirán siempre, no hay excepción, es tu deber no desmayar y seguir, porque llegará el momento donde todos esos pesares quedarán a un lado para darle la bienvenida al regocijo y a la felicidad que acarreó un duro trabajo. El nervio es más que normal. Y te entiendo. No has estado nunca fuera de casa, pero es tu futuro, es el bien de tu vida cobrando realidad, y tu realidad se encuentra en ese lugar - señaló detrás de él. - la educación es tu realidad por ahora pequeña, y debes aprovecharla. Alegrarte por este momento es lo único que debes hacer. - hizo una pauta para recomponer el aire y la miró con suavidad y añoranza. Su nostalgia se vio reflejada en esa frágil sonrisa que dedicó -Mi pequeña ya casi adulta... venga, dedícale a este viejo un gran abrazo de oso ¿sí?
Hinata no dudó, se acercó, puso de puntas sus pies y se alzó lo suficiente para rodearle el cuello y aferrarlo con fuerza contra sí.
- te pones muy emotivo Saru. Y haces que yo también lo haga. - rio bajo, pegada a su hombrera.
- es normal en viejos de casi ochenta años querida - sonrió.
Se separó de ella y le miró con ojos vidriosos. El cariño era tal cual un padre gentil y amoroso transmite a una hija. Presente, fuerte y existente.
- Pido disculpa por mi incapacidad para demostrar el desconsuelo que me causa verte marchar.
Los labios de Hinata temblaron con pesar.
- no hagas eso Asuma. No lo hagas.- sus ojos se aguaron pero no pudo reprimir una sonrisa.- Me harás llorar. -Le dio un toque juguetón en el hombro. - sabes que te extrañaré ¿no es así?, a ti a nana y a bigotes. Despídeme de ella tan pronto la veas, me incomoda no poder haber ido personalmente a hacerlo, discúlpame al igual y ofrécele un abrazo tan lleno de afecto que le haga llorar.
El anciano dio un respingo repentino.
- ¡Oh!, gracias a dios, casi lo olvido- su angustiada y repentina actitud desconcertó a Hinata, quien, algo conmocionada se retiró algunos pasos.
Con una de sus manos, Asuma comenzó a hurgar dentro del bolsillo interno del traje. Tardó un poco pero logró hallar lo que buscaba. Sacó un sobre abultado y una pequeña carta.
- Me pidió que te diera esto. Apenas se enteró que te transportaría puso manos a la obra para hacerlo. - lo estiró para que lo tomara.
- ¿qué es? - preguntó intrigada mirando ambas cosas.
- no tengo idea, me golpeó la cabeza cuando traté de averiguar su contenido - tocó el lugar afectado y dio una suave sacudida como si aún sintiera el golpe.
Hinata sonrió y negó divertida.
- tan típico de Nana. - sostuvo a la altura de su pecho las cosas y las apretó fuerte contra él. - es algo muy lindo de su parte, ahora me siento más culpable. Por favor no dejes de disculparte y de darle las gracias. Me comunicaré con ella apenas pueda, lo prometo.
- te aseguro que se alegrará de oírlo cariño. - sonrió y señaló ambos equipajes. - Ahora, no debemos perder más tiempo, llevemos eso adentro.
- espera, espera - Hinata hizo Adén con la mano y lo detuvo justo cuando él se acercó para retirarlos - no es necesario que te tomes tanta molestia, puedo cargar con ellos.
- ¡Hey cariño! no te me pongas tan modesta, me sentiré mal si por lo menos no te ayudo a conducirlas hasta la entrada. Soy viejo, pero no por ello me caracteriza ser débil y holgazán.
- lo sé. No es por eso que lo digo.
El viejo negó con la cabeza y sacudió la mano en sincronía.
- nada de nada. Además es mi trabajo, no deberías de interferir en él.
Hinata la miró con un gesto dulce y burlón.
- tu trabajo consistía en traerme hasta aquí sana y salva Asuma, y lo has hecho, nada más corre por tu responsabilidad. Vamos, dámelas.
Su viejo chofer se acercó aún más al maletero.
- no, te equivocas, no ha terminado, esto sigue siendo mi responsabilidad pequeña...
- Saru... - murmuró ella con advertencia.
- piensa, la tarifa de mi sueldo bajará una considerable suma si tus padres, o sea mis jefes, se enteran... no permitirás eso ¿verdad?, no a tu viejo y querido chofer.
Hinata no evitó reír.
- si este es el mejor argumento que tienes para convencerme, te aseguro que no causarás efecto de cambio en mi decisión. - la sonrisa en el rostro del viejo se intensificó.
- tienes razón, soy algo tonto, pero algo debía de inventar rápido esta vieja y cansada mente, no me exijas mucho.
Hinata le guiño un ojo y besó su mejilla.
- tienes razón, y no lo haré, por eso no dejaré que te encargues de esto. No esta vez.
Asuma bufó con fingido gesto malhumorado.
- ¿en serio estamos teniendo esta conversación? - Hinata asintió con rotundidad. El anciano entrecerró los ojos y le miró como si sospechara de algo - Te comportas como una niña malcriada ¿sabes?, es algo infantil lo que intentas, no deberías negarme a hacer algo que debo de hacer. - una suave curvatura se mostró sobre sus labios.
- no lo considero infantil. - se acercó a la maletera y lo desplazó, tomando el aza del primero tiró de él hasta posarlo a su lado en el suelo de cemento. Costó un poco pero lo hizo. Recuperó el aliento.
-escucha, no hay mucho que discutir ¿de acuerdo? es mi equipaje, es mi problema. - sonrió con dulzura. Repitió el proceso con el segundo y cuando estuvo todo fuera, alzó los brazos, tomó el borde y cerró el baúl con un seco golpe hacia abajo - deja de ser tan terco.
- no soy terco, tú lo eres...
- ¿yo? ¡Vamos Asuma! No soy una niña pequeña que necesita atención de toda aquella persona que la rodea. Mi parentesco me considera tal, no lo hagas tú también, por favor.
Asuma se cruzó de brazos y desvió la mirada.
-Además, es algo exagerado ¿no crees?, ¡Es el equipaje!, creo que por lo menos puedo con eso sola, ¿me dejas?
Los ojos estáticos de éste la miraron de inmediato con claro arrepentimiento.
- sí, por supuesto que puedes. - dio un largo suspiro y continuó - De acuerdo, te daré la razón. No haré imposición alguna más nunca en algo que no quiere que haga mi apreciada señorita. - de forma teatral y exagerada hizo una cruz sobre su pecho izquierdo rodeada por un círculo, besó su pulgar y lo alzó junto con el dedo índice, luego bajó su torso en señal de rendición y lealtad.
Hinata se carcajeó. Mostrándole con gracia lo hermosa de su sonrisa.
- gracias Sir Caballero - le dio un pequeño beso en la mejilla mientras sonreía- Bien, ahora por favor si necesito tu ayuda con algo - El chofer le miró de inmediato - ayúdame a terminar con esto de una vez por toda ¿sí?
Su viejo y buen amigo como respuesta le sonrió con cariño.
- ¡Hagámoslo!
Caminaron algunos pasos en dirección a la escuela mediando una conversación tranquila, pero hubo un momento en que la mirada de Hinata no pudo concentrarse más en la enorme figura masculina vestida con traje pulcro que se encontraba a su lado, ni en sus palabras, se había perdido en la nada de sus pensamientos. Desvió un poco su atención y pasó a envolverse por completo en el ambiente que la rodeaba.
Lo primero que divisó fue la enorme construcción de estilo ambiguo que se alzaba con majestuosidad a una distancia lejana, la longitud y el perímetro del área se expandían alrededor de más de quinientas hectáreas y el hermoso edificio envuelto en un estilo clásico cubría cada parte de la misma. El camino que conducía hasta sus puertas era estrecho, largo y rodeado de pasto, corto, limpio y verde. Sí, auténtico. Estaba iluminado con faros que alumbraban más allá de lo propuesto, había árboles, algunos pinos y unas cuantas farolas.
Todo era de ensueño, pero aun así Hinata, no se sintió a gusto con la imagen que su futura institución y temporal hogar transmitía.
Exhaló con aburrimiento y se volteó para encarar a Asuma
- es algo...
- ¿Qué? ¿Grande?, ¿bonito? - propuso éste pretendiendo adivinar sus próximas palabras.
No fue así.
- egocéntrico. Exagerado - respondió dudosa y fruncida la joven de ojos perlados.
Asuma eso no se lo esperó. Frunciendo el ceño agregó:
- es una de las mejores escuelas del país querida. ¿Qué esperabas?, tus padres jamás permitirían que tu educación se basara en unas simples horas provenientes de una institución pública cualquiera.
- y es por eso que su lógica sobrepasa lo natural y puede tender a considerarse estúpida.
- ¿estúpida? - se sorprendió ante sus palabras - te equivocas belle, es normal y más que comprensible su preocupación. No es bueno tomar la iniciativa de juzgarlos ¿no crees? Estoy seguro que si el lugar de ambas partes se invirtiera, y tuvieras que tomar decisiones conforme a la mejor opción para tus hijos, te verías en la obligación de repetir sus acciones.
Un gesto burlón no pudo opacarse en la boca de Hinata.
- no creo que me vería en esa obligación Asuma, la exageración por todo aquello puede ser un problema grave ¿sabes? Mamá y Papá no saben cuándo detenerse, y nunca lo han hecho. Así que los cambios y las decisiones monótonas que tú mencionas, no equivalen a la igualdad cuando hay cambio relevante en las personas cuyas manías son muy diferentes - se movió a un lado y le miró - Entiende, esto no se trata de una buena institución, o de la educación perfecta que ellos quieren para mí, esto, desde la perspectiva que mis padres consideran correcta no es algo más que la necesidad de mostrar un estatus superior al de cualquier persona fuera de nuestro pequeño núcleo. Siempre quieren superarse ¿Por qué crees que escogieron esta institución privada?, ¿acaso piensas que la prensa no atacaría a mamá si ésta fuese tomado la decisión de enviarme a otra escuela?, por ejemplo, una simple y particular institución pública. Por favor, no le convendría, ella es la que vela por la reputación que se ha ganado durante años. ¿Y sigues pensando que lo hacen por mi bien?, - sonrió con ironía y bufó un tanto decepcionada. Asuma no respondió - eso Saru, sí que es ser ingenuo.
Un silencio los bañó a ambos, Hinata dio un suspiro agotador y acomodó su largo pelo a un lado. Luego pasó una mano por su rostro y estrujó sus ojos. Cuando las conversaciones con su chofer o con su Nana Kurenai pasaban a terreno paternal, tenía la costumbre de expandir su molestia hasta el punto de expresarla con claridad y poderío. Lo que conllevaba luego de ello, a un sentimiento culpabilizado por sus palabras no tan limitadas. Se sentía cómoda con esa pareja de ancianos que desde pequeña la cuidaron y velaron por su seguridad tanto como sus padres, y por esa razón se sentía confiada en entablar una conversación de un tema tan delicado para ella. Pero el problema era que siempre terminaba igual. Ellos, protegiendo o apoyando de alguna manera el comportamiento de sus padres y la causa que profesaban y ella, contradiciendo o anteponiendo su opinión al respecto. No era nada constructivo vaciar ante ellos, las crueles palabras o pensamientos que desde hace mucho tiempo guardaba dentro de sí.
Nada constructivo.
Asuma se acercó a ella y le quitó la mano de la cara. Sus hermosos y grandes ojos perlados brillantes hicieron contacto con sus cansados ojos marrones.
- me duele que pienses de esa forma querida. Tus palabras son sagaces pero hirientes. ¿Juzgas a las personas por tener la gracia y el aprecio de brindar una mejor vida al ser que aman?
- eso no es lo que...
- tienes razón - la interrumpió el anciano, mirándola con pena - tu familia goza de una economía privilegiada desde hace generaciones, pero no por esa simple razón hay que ser dura con ellos o atacarlos. Quieren de ti lo mejor, y saber que pueden darte todo aquello que necesites para que el trabajo que pases sea mínimo, no los hace malas personas, al contrario. Tienes que aprender a percatarte de las cosas apreciándolas desde un enfoque diferente cariño.
- yo no juzgo Asuma, cada día vivo el tormento de sus escuálidas exigencias. ¿Quién dice que la apariencia es digna de apreciar cuando el fondo de la imagen es repugnante?, es algo decepcionante ¿no lo crees? Cada vez que miro lo que me rodea, - dijo y se enfocó en el edificio - siento la mentira, el interés y la extraña sensación de discordancia aferrándose a ello. No estoy cómoda con sus decisiones, son desorbitantes a un nivel extremo. Mamá y Papá concuerdan en algo, creo que es lo único en que lo hacen, y te aseguro que no es el pensar en mi bienestar, por lo menos no antes que en el de ellos.
El entrecejo de Asuma se arrugó un poco.
- Ay por favor princesa, no te conviertas en una odiosa capacitada para ejercer y escupir por esa pequeña boquita toda clase de locuras. Tus padres quieren lo mejor de ti, siempre lo han querido y siempre lo querrán. Eso no se debe poner nunca en duda - aferró una vez más sus manos a sus hombros e hizo que lo mirase - Sólo... confía en mí y tenlo en cuenta ¿de acuerdo?
Aunque Sarutobi tenía sus razones y se aferraba con énfasis al ideal implementado como un régimen estricto por sus padres como una buena fortuna, Hinata pensaba en lo difícil que era pasar cada minuto de sus días fingiendo complacencia, felicidad, cuando la mayor parte del tiempo el desasosiego y la incomodidad envolvía por completo su vida personal.
Absolutamente nadie sabía lo que sentía cuando su voz no era escuchada, cuando su privacidad era violada, cuando sus padres hacían intromisiones en su vida y realizaban cambios conforme a su voluntad y a su buena fortuna, y cuando todo era estrictamente controlado y preparado con anticipación. Eso no era vida. Era vivir en una maldita obra de teatro donde ella era la marioneta principal. Sus padres colocaban el teatrito, el ambiente, los personajes, escribían el guion y le daban una buena historia a los espectadores con la cual deleitarse. Hinata sólo seguía las pautas acordadas.
Y pobre de ella si llegaba a equivocarse.
- ¿crees que estaré bien? -dijo de pronto cambiando de tema.
- cariño... - dio dos pasos y se colocó frente a ella - ¡estarás más qué bien! Te adaptarás y harás amistades sin dificultad, te lo aseguro. La institución es grandiosa. Y lo mejor de todo es que estarás segura en ella - hubo un silencio incómodo antes de que el anciano continuara -: te aseguro que lo disfrutarás.
Hinata le miró aparentando confianza, suspiró y asintió.
Tomó el cabezal de ambos equipajes y los deslizó a su lado.
- en ese caso, creo que es hora decir adiós.
Los brazos de Asuma se alzaron sobre su cabeza.
- ¡No belle!, adiós no, un hasta luego es más agradable de escuchar para mí.- rodeó su cuello y la abrazó con cariño - ya sabes mi querida niña, ánimos ¿de acuerdo?, no dejes que nada te tumbe o te mortifique. Mantente fuerte como siempre lo has sabido hacer, y forja tu camino pedazo por pedazo, fornido, seguro. No desfallezcas...Y lo más importante, disfruta de ello.
- es un trato Saru - besó su mejilla antes de separarse. - es un trato.
Se despidieron de forma directa luego de eso, sin darle demasiadas vueltas. Lo último que vio Hinata de él aquella tarde fue conducir fuera de su vista, directo al horizonte donde se desvanecía con aire de penumbra el atardecer. Sintió la necesidad de salir corriendo y detenerlo, rogarle que la llevara lejos y perderse por un muy largo tiempo, sin familia, sin dinero, sin estudio, sin arrogancia ni falsedades, sin mentiras, sin pleitos... sin absolutamente nada rodeándola. Sólo ella, un lugar tranquilo y apartado donde poder descansar de todo, poder despejar su mente y por primera vez ser ella misma. Ser aquella persona tan ajena a las emociones que moría por salir, que golpeaba la puerta con desesperación pero era ignorada por completo. Ganas no le faltaban de mandar todo a la mierda, pero la conciencia y la dificultad que sentía cada vez que debía tomar una seria decisión la traicionaron de forma tal cual lo acostumbraba. No pudo más que agachar el rostro y dirigirse a su destino.
El destino que a partir de ese momento obraría en su vida...
^_^ Bueno... eso es todo por ahora :*
Gracias por la oportunidad!
Me despido de este lado del monitor. DLBS3
