Prologo: Ab initio

Era un día soleado. Lo único que me sacaba de mi ensoñacion era el crujir de la mecedora de madre.

Me apoyaba en el alfeizar de la ventana mirando las polvorientas calles, siguiendo con la vista a algún caballo que pasaba de vez en cuando.

No había podido salir a jugar. Tenía mucha tos, y madre no lo había encontrado conveniente.

Bajé de un salto de la silla en la que me subía, y la miré fijamente.

¿Qué tramas, jovencito?- ella ni me había mirado. Seguía tejiendo cómodamente, pero me conocía demasiado bien. Sonreí con los labios apretados. Hacia solo un par de días había perdido uno de mis dientes y, hasta que este creciera de nuevo, prefería no abrir mucho la boca.

Nada- me senté a sus pies, y clavé la mirada en los bajos deshilachados y llenos de barro de su falda.

Si no te estas quieto y te metes en la cama, nunca curará tu resfriado, Gryffith- dejó de coser y apoyó una de sus manos en mi cabeza. Yo reí, mientras me revolvía el cabello.

Si estoy en la cama me aburro- la miré a los ojos. Por mas que me esfuerzo hoy, soy incapaz de recordar con nitidez a mi madre...solo recuerdo sus ojos, grandes, profundos, de un verde brillante, que me encantaba. Pero cuando se entristecía era como si esos ojos se tornaran negros, como la noche. Odiaba que los ojos de madre lucieran negros. A mis casi 5 años sabía diferenciar perfectamente cual era la actitud de ella en cada momento.

¿El caballerito desobedece a su madre?- me pellizcó ambas mejillas, mientras acercaba su rostro al mío, sonriendo como una niña. Me deshice de su agarre y me puse en pie.

Mamá, que ya no soy un niño- se echó a reír- soy mayor- Puse el cuello bien recto en un intento de parecer mas alto.

Ooh- se puso en pie, su tono de voz denotaba cierta divertida burla- entonces ya eres todo un caballero andante...-agravó el tono de voz y se levantó ligeramente de puntillas-ya estas preparado para enfrentarte a la temible bruja que quiere mandarte a la cama- eché a correr en torno a la mesa, perseguido por ella. No podía parar de reír, y no me detuve hasta que me hubo cogido. Apoyó su rostro contra el mío, para tomarme la temperatura, mientras con una sonrisa, yo trataba de recuperar el aire perdido.-No tienes fiebre...mañana estarás bien.

¿que te decía?- suspiró.

Aún así, gran hombre, será mejor que te metas en la cama.

No tengo sueño...de verdad, madre- fingió no oírme y me tapó hasta la nariz.

Venga...si descansas, pasado mañana podrás volver a dar otra clase de esgrima.

¿Y mañana no?

No- lo dijo en tono dulce y condescendiente, mientras me acariciaba el cabello.

Pero comencé las clases anteayer...ayer ya no fui porque tenia fiebre, hoy porque tenia tos ¿Y mañana?- protesté.

Porque lo digo yo- me pellizcó la nariz.

Pero...- me hizo callar con el dedo índice, me besó en la frente y se levantó de la cama. Decidí no insistir. Mi madre era mas terca que yo (si cabe), la seguí con la cabeza mientras cerraba los porticones de la única ventana que tenía nuestra casa- Si cierras la ventana no tendrás luz para coser- me miró sonriente.

Coseré a oscuras..no es difícil- observé el rostro joven y cansado de madre. El cabello largo, castaño, enmarcaba perfectamente el ovalo de su cara, en la que los tiempos difíciles, y el hambre, habían dejado una profunda huella. Se sentó en la mecedora. Ya no la veía. Solo veía su silueta balancearse lentamente, con el sonido tan familiar y querido que me adormecía.

Madre...-no, no la veía, pero sabía que se había vuelto para mirarme- ¿sabes el castillo que está encima de las montañas?- oí el sonido de su respiración- cuando sea mayor, ya no tendrás que coser mas...porque vivirás en él. Te lo prometo... Tu eres mas digna de vivir en el que cualquiera de esos nobles...Yo te conseguiré ese castillo...