Año 1638, Belovia, Archivo de la cacería de brujas I.

"Testimonio de un campesino".

"Aun sabiendo las desdichas que traía la noche, me adentré en el bosque buscando a uno de los animales que sustentaban mi economía, una cabra joven y sana. No creía que las leyendas fueran ciertas, y si lo hacía, pensaba arrogantemente que no pasaría nada, que yo, por llevar una vida humilde y sin pecados me salvaría por gracia divina. A mis oídos sólo llegaban los sonidos de mi preciado animal. Por el volumen de este sabía que me acercaba y andaba por el sendero correcto, nunca dudé un minuto de mis sentidos hasta lo que ocurrió luego. Estaba cerca, cada vez más cerca, cuando un grito bestial a mis espaldas me exaltó de pronto. Se hoyó lejos, era como si alguien hubiera sido atacado y su vida se hubiese terminado en ese preciso momento juzgando por la desesperación que me había transmitido. Si he de ser sincero, mi sangre se heló y mis deseos de llegar a la cabra se redujeron completamente. Lamentablemente esta corrió despavorida empujándome levemente, haciéndome dar un giro, y sorprendiéndome a la vez que mis ojos se fijaban en una larga cabellera del color del césped que desapareció tan pronto como mi cabra nuevamente."

El relato de aquel ciudadano podía encontrarse en cada muralla del pueblo, cada sitio donde pudiera ser colgado bajo la forma de un afiche. En él, además de la historia, se dibujaba la figura del cabello visto por el hombre, verde y largo ondeando por entre los árboles. Con esto quienes figuraban esa insignificante característica fueron los blancos principales de la turba histérica.

"Ella ha estado con nosotros todo este tiempo, ¡No puede ser semejante demonio!" gritaban aterrados los familiares de las víctimas mientras eran encerradas una tras otra las doncellas de cabellera verdosa "Por favor, no se la lleven. Ella no es, ¡Prometemos que ella no es!". Todo era inútil. Con el paso de los días se formaron las cruces que apoyaban su base en una hoguera gigante e imponente. Ya se habrán imaginado lo que ocurrió a continuación.

La calma volvió por un par de meses, el tiempo suficiente para que los oficiales y los mercenarios pensaran que sus acciones fueron correctas pero cuando comenzaron las desapariciones nuevamente se les castigó con la misma moneda. "Quizás ha sido un plan para desviar la atención de las autoridades", "Quizás entre ellos se esconda a tal aberración", "Quizás... Quizás..." las palabras se repitieron a lo largo de los años y nadie, absolutamente nadie estaba a salvo de ser acusado de brujería.

Era estúpido, cualquiera pensaría que si se atrapaba a alguien verdaderamente culpable este escaparía usando sus poderes. Posiblemente si alguien se atrevía a pronunciar tales palabras se le quemaría igualmente. Pasar desapercibido era la mejor opción. Una acción cobarde que salvaría tu vida.

Fragmento del diario Géminis, encontrado en los restos de una antigua vivienda. Escrito por Rin Kagamine.