La vida de Miwa no era para nada fuera de lo normal. Se había mudado a los cinco a New York luego de que su madre se hubiera divorciado de su padre, y ya quince años después podría decirse que tenía una vida propia.

Había perdido a su madre en un accidente, pero seguía en contacto con su padre de Japón. Ella trabajaba día a día como toda persona, y no tenía problemas –no que ella notara– en su día a día.

Hasta que un día recibió una llamada de su padre, alegando que sus cuatro hermanos adoptivos –de los cuales ella nunca se enteró que tenía– irían a vivir un tiempo con ella a terminar sus estudios en Estados Unidos.


—¡¿Que qué?! —exclamó parándose de golpe al oír las palabras dichas por su progenitor.

—Así como lo oyes, Miwa —recalcó el serio hombre al otro lado de la línea—. Tus hermanos irán a New York, y quedarán alojados contigo durante un tiempo, ¿de acuerdo?

—P-pero… —intentó negarse, más no lo hizo. No estaba dispuesta a contradecir las órdenes de su estricto padre, y menos a negarse a darle alojamiento a quienes se suponía eran su familia. Suspiró rendida, y se despeinó el cabello castaño con reflejos rubios—. Está bien, padre. Pero como nunca los he visto, no sabré identificarlos. Por cierto, ¿cuántos son? ¿Dos?

—Son cuatro.

A la muchacha podría decirse que se le cayó la quijada, y abrió los ojos como platos.

—¡¿Cuatro?! —Repitió, casi sin creérselo—. ¿Tengo cuatro hermanos de los que nunca me enteré?

—Cálmate, hija. Tú solamente espera a que ellos lleguen a tu casa. Ya les di tu dirección actual, podrán hacerlo solos.

—… Bien —afirmó entre dientes, realmente frustrada—. Pero conste que solo se quedarán por un tiempo, ¿verdad?

—Así es. Además, no tienes por qué preocuparte, son buenos chicos.

La fémina rodó los ojos. ¿Desde cuándo los hombres jóvenes se comportaban bien? Negó ligeramente con la cabeza, y sonrió.

—Bueno. Hasta luego, padre. Te quiero.

—Yo también, Miwa. —Y finalmente cortó.

La muchacha soltó un suspiro cansado, y dejó el teléfono en su lugar. Sonrió tratando de mantenerse entusiasta.

«¿Qué tan difícil podría ser cuidar de mis hermanos? De seguro son unos niños».