No es justo ni para ellos ni para mí.

El que me considerasen un héroe. Una especie de caballero andante.

Uno de esos personajes de cuento de hadas, que valeroso llega al rescate de aquel que lo ha esperado paciente durante casi toda su vida.

No es justo perderme en mi soledad.

No es justo arrastrarlos a ella conmigo.

Pretender que soy alguien a quien agradecer, a quien brindar una sonrisa luego de un viaje en mi pequeña cabina azul.

Fingir que soy alguien que no tiene pasado y que no siente necesidad de cambiar lo escrito.

Así no funciona.

De eso no se trata.

No quisiera que todo lo que he compartido con ellos se oscurezca en la lejanía profunda de un momento olvidado.

No quiero que me recuerden como un raptor. Un aprovechado. Un ególatra.

Tal vez, y plenamente consciente, me atreva a decir que sí hubiese querido ser un real caballero.

Tal vez necesitara pensarlo por un momento para olvidar lo que constantemente invade mi razón.

El dolor, la ira, el rencor y el remordimiento.

Todo y Nada.

Un pequeño torbellino dentro de una Tormenta.

Y la tormenta soy yo.

Gris, Fría, Egoísta y absolutamente destructiva.

El contacto con otro cuerpo lo dañará, pero yo seguiré causando estragos.

Porque eso es lo que soy.

Porque fui creado para ser aquel que destruiría todo lo que toque, incluso si lo único que quisiera fuese ayudar.

El Doctor se queda para ayudar.

Pero también se queda para olvidar.

Para sanar, pero en vía doble.

Sé que a quien tome entre las luces de mi nave terminará indiscutiblemente herido.

Pero, aquella tormenta pasa. Se desvanece.

Y queda su sombra.

La sombra que compone mi dolor por la pérdida del ser humano que vio junto a mí las estrellas.

Porque por mucho que me haya esforzado en erguirme inmune, al final, duele tanto como al inicio.

Y no puedo hacer nada para evitarlo.

No puedo viajar solo, estos ojos ya han visto demasiado y quieren verlo todo a través de unos nuevos.

El Doctor necesita que lo necesiten.

De eso vive.

Por eso vive.

Es lo único que queda.

Vivir viajando, vivir corriendo.

Escapar de lo que llevo dentro.

Y al mismo tiempo, no querer apartarlo de mí.

Es lo que soy, a fin de cuentas.

Y, aunque no sea justo para nadie, es lo único que hay.