Bueno, alguien me pidió secuela de este fic y como si me vino la inspiración, la he escrito jajaja. Podéis tomarlo como un epilogo un poco largo o un fic corto xD
El titulo se debe solo a que es después del de Frozen, no tiene ningún sentido concreto xD
Como siempre espero que os guste, lo disfrutéis y toda critica constructiva y sugerencia sera bien recibida =)!
Los personajes de OUAT no me pertenecen.
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Emma estaba algo nerviosa, pero también emocionada.
- - ¿De verdad vas a hacerlo?
Preguntó su madre sujetando las manos del pequeño Neal que ya podía mantenerse en pie y dar algunos pasos torpes.
- - ¿Estás segura?
Añadió David sentándose junto a su esposa y dejando una humeante tetera en la mesa. Emma asintió enérgicamente con una sonrisa, lo que pareció gustar a su hermano, que se giró hacia ella intentando caminar por sí solo, la rubia extendió las manos para sujetarle como estaba haciendo su madre y dejar que se acercase a ella.
- - Sabes lo que eso supondrá ¿verdad?
Dijo el príncipe sirviendo el té. Su hija volvió a asentir mordiéndose el labio en un intento de dejar de sonreír de esa manera tan amplia, sin conseguirlo. Mary Margaret no podía evitar sonreír también con ternura al mirar la felicidad que había dibujada en la cara de su hija.
- - ¿Lo sabe Henry?
Preguntó viendo a su hija mayor jugar con su hijo pequeño, Emma asintió una tercera vez poniendo muecas a su hermano para hacerle reír.
- - Seguro que esta tan emocionado como tú. Regina y tú vais a ser muy felices juntas.
La sonrisa de la Salvadora era imposible de apagar. Había ido a contarles a sus padres que pensaba pedirle matrimonio a Regina esa misma noche. Había pasado algo más de un año desde que Elsa volvió a Arendelle y no habían tenido nuevas crisis importantes, ni nuevos villanos atacando la ciudad. Todo el mundo se había acostumbrado ya a que la Salvadora y la Reina Malvada saliesen juntas, algunos incluso bromeaban refiriéndose a ellas como si ya estuviesen casadas, y ahora Emma pensaba hacerlo realidad. Había sido un año realmente feliz y no le parecía ni por asomo que fuese demasiado pronto para matrimonio. Discutían, claro que sí, no serían ellas si no lo hicieran, pero sus discusiones nunca duraban más de un día, aunque las reconciliaciones durasen más. Eran totalmente una familia, incluyendo a David y Mary Margaret, celebraran las fiestas y cumpleaños juntos sin ningún tipo de tensión o rencores pasados. Emma nunca se imaginó que podría tener esto: felicidad, tranquilidad, una familia, el hijo que dio en adopción y que finalmente la había llevado hasta su verdadero amor. Porque no importaba lo que un hechizo le hubiese dicho a Regina toda una vida atrás, o que Emma no tuviese un león tatuado, Regina Mills era el verdadero amor de Emma Swan, y Emma Swan era el verdadero amor de Regina Mills, ninguna de las dos dudaba eso, y por supuesto su hijo era su mayor fan. Además las ventajas de que ya fuese todo un adolescente era que pasaba mucho tiempo con sus amigos, dejándoles tiempo para ellas.
- - Aún tengo el anillo con que mi padre pidió matrimonio a mi madre.
Dijo Mary Margaret haciendo el amago de levantarse a buscarle, pero Emma la detuvo.
- - Mamá, te lo agradezco, pero…no creo que Regina se sienta muy cómoda llevando ese anillo. No solo porque fuese de tu madre, sino porque…bueno…tu padre es algo así como su ex marido…
La rubia hizo una mueca por ese enredo familiar que tenían, si lo pensaban era todo bastante extraño, pero eso no importaba, lo único que importaba era que Regina y ella se querían, lo demás era totalmente irrelevante. David abrió la boca, pero Emma le señaló con un dedo para callarle.
- - Ni se te ocurra decirlo, ya dejamos ese asunto claro. No hay sangre de por medio ni relación familiar.
Era un tema que la cabreaba bastante, cuando su relación con Regina fue abiertamente pública algunas personas la habían calificado de aberrante porque la reina estuvo casada con el padre de Blancanieves, pero nadie había prestado atención a esas personas y cada vez eran menos los que pensaban así.
- - Solo iba a decirte que si ya tenías un anillo.
Dijo su padre con una risita, la sonrisa de Emma volvió a ser enorme y asintió una vez más, buscando en sus bolsillos con una mano sin soltar a su hermano con la otra. Sacó una pequeña cajita que le pasó a David, el hombre la abrió y Mary Margaret se inclinó hacia él para mirar también. En la cajita había un sencillo aro de oro blanco con un discreto rubí cuadrado de un intenso color rojo. Su madre sonrió.
- - Es perfecto para Regina.
- - ¿De verdad? ¿Crees que le gustará?
Pregunto Emma con cierta inseguridad levantando al pequeño Neal para sentarlo en su regazo.
- - Aunque fuese con un aro de cebolla a ella le gustaría siempre que quien la esté pidiendo matrimonio seas tú.
Rio Mary Margaret.
- - Espero que tengas razón. El anillo de Eva puedes dárselo a Neal cuando vaya a casarse, ¿verdad hermanito?
Por toda respuesta el niño agarró su collar tirando juguetonamente de él.
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Emma volvió a la mansión que llevaba más de un año siendo su casa tratando de contener la emoción para que Regina no notase nada, la morena la conocía demasiado bien y si no actuaba con total normalidad se daría cuenta enseguida, aunque no sabía cómo iba a actuar con total normalidad sabiendo que con suerte el anillo que ahora estaba en su bolsillo pronto estaría alrededor del dedo de Regina como una promesa eterna. Pero nada más entrar en la casa supo que algo no iba bien, escuchaba a la morena en su estudio moviendo cosas y gruñendo algo con molestia.
- - ¿Emma? – Dijo asomando la cabeza por la puerta para ver si era ella quien había llegado. - ¿Has cogido tu un archivador marrón que había aquí?
Preguntó claramente molesta, Emma se encogió cautelosamente de hombros.
- - No lo sé, tienes muchos archivadores marrones.
- - En el que estaban apuntadas las cuentas de la ciudad y los registros de las propiedades.
Regina seguía siendo alcaldesa, habían intentado pasarle el cargo a Mary Margaret ya que esa maldición la había lanzado ella, pero después de intentarlo una semana la mujer prácticamente le rogó a Regina que volviese a coger el puesto, nadie conocía la ciudad mejor que ella y además sabia como manejar a los ciudadanos, que por mucho que se quejaran de ella, era la única capaz de mantener el orden en la ciudad, pero desde que no estaban bajo la maldición inicial de Regina, los ciudadanos se habían vuelto mucho más quisquillosos y la morena estaba algo estresada esos días.
- - ¡Dios! ¿Si tan mal están aquí porque no se fueron a través del portal con los demás?
Se desesperó la alcaldesa volviendo al despacho para seguir buscando.
- - ¿Te apetece hacer algo especial esta noche?
Preguntó Emma siguiéndola y apoyándose en el marco de la puerta.
- - No puedo, Emma, los enanitos reclaman como suyas unas tierras que Whale dice que le pertenecen, que las compró poco después de romperse la primera maldición, y me están volviendo loca. Además Marco asegura haberle pagado el alquiler a Gold, pero el maldito demonio dice que no, y que si no lo arregló de la manera legal lo hará él a su manera. Y toda esa información debería estar en el maldito archivador que no consigo encontrar.
Se quejaba Regina sin mirar a la rubia, sacando ficheros y carpetas para darles un rápido vistazo antes de descartarlos.
- - ¿Es uno muy gordo con unas hojas amarillas?
Preguntó Emma recordando, la morena se giró rápidamente hacia ella con un "¡sí!" casi desesperado.
- - Creo que sí lo cogí, estaba buscando unos papeles que me pidió la madre superiora y no recordaba donde los había dejado.
Ventajas y desventajas de tener viviendo bajo el mismo techo a la alcaldesa y a la sheriff, tardaban mucho menos en hacer el papeleo, pero también acababan mezclándose los papeles.
- - ¿Y dónde lo dejaste?
Preguntó Regina con el ceño fruncido por la frustración. Emma hizo memoria por un rato.
- - No lo recuerdo.
Dijo con una mueca culpable. Regina gruño de desesperación.
- - Emma ¿te das cuenta de lo hará Gold si no arreglo esto? Y Whale no deja de darme la lata con los malditos papeles de propiedad. – Volvió a gruñir de frustración. - ¿Por qué no volvieron al Bosque Encantado donde podían arreglar las cosas con espadas? – Salió del despacho hecha una furia sin siquiera mirar a Emma. – Volveré a mirar en la habitación.
- - Lo siento, ¿quieres que te eche una mano?
Se disculpó la rubia a quien ya se le había reventado la burbuja de emoción con la que había llegado a casa.
- - No, mejor no toques nada. ¡Dios, Emma! ¿no podías dejar las cosas en su sitio?
Protestó subiendo como un vendaval por las escaleras. La rubia apretó la cajita del anillo en su bolsillo con una mueca triste.
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Regina pasó buena parte de la tarde buscando el archivador, que finalmente apareció en el armarito de debajo de la televisión, con los DVDs sin que nadie supiese como había llegado allí. Y el resto del día lo pasó metida en el despacho rebuscando entre los documentos y arreglando papeleo. Emma hizo otro intento de decirle a Regina con todo el disimulo posible de hacer algo especial esa noche, pero habría dado igual que no hubiese disimulado, porque la morena se negó sin siquiera mirarla, con un cumulo de enfados encima. Aun así la rubia entró en el despacho y le dejó un plato con la cena que había preparado. Regina se lo agradeció secamente sin mirar lo que había en el plato, leyendo atentamente unos papeles. Emma esperó hasta bien tarde a que la morena terminase, pero la alcaldesa no parecía dispuesta a dejar de trabajar esa noche, así que al final se dio por vencida y se fue a dormir sola. Unas horas después notó como Regina se acostaba también a su lado en silencio, quedando de espaldas a ella. Desde luego esa noche nada había salido bien.
Por la mañana cuando Emma despertó Regina ya no estaba allí, había solo una seca nota diciendo que pasaría todo el día en la oficina y que luego iría a recoger a Henry, así que la rubia estaba totalmente sola en casa. Toda la emoción del día anterior había desaparecido.
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Henry casi no había abierto la boca cuando su madre fue a recogerle, sabía que la noche anterior Regina había pagado su enfado con Emma arruinando la proposición de su rubia madre, y también sabía que la morena aún seguía estresada por el trabajo y que por eso estaba tan irascible, así que lo más seguro era tener la boca cerrada, aunque se sentía mal por Emma, su plan de la noche anterior había fallado estrepitosamente.
Antes de salir del recinto escolar, Mary Margaret se acercó a ellos a toda prisa. Storybrooke era un lugar pequeño así que el colegio y el instituto estaban en el mismo sitio.
- - ¡Regina, espera! – Gritaba la maestra corriendo hacia ellos con una sonrisa. – Déjame verlo.
Dijo nada más alcanzarlos, por detrás de su madre Henry hacia señas a Mary Margaret para que se callase, pero su abuela no le vio, estaba demasiado ocupada cogiendo la mano de Regina para mirar sus dedos sin encontrar nada, cogió la otra mano y allí tampoco había nada. Frunció el ceño sin comprender.
- - ¿Dónde está? No me digas que has dicho que no.
Su cara era de espanto ante la idea de que Regina hubiese rechazado la proposición de matrimonio. La alcaldesa no entendía nada.
- - ¿He dicho que no a qué? ¿Qué estás buscando?
Preguntó mirándose las manos buscando algo extraño en ellas, en ese momento Mary Margaret adivinó que al final Emma no había hecho la pregunta del millón; y Regina entendió lo que estaba pasando.
- - ¿Iba a pedirme matrimonio? – Preguntó horrorizada de lo que había pasado el día anterior. Se volvió hacia su hijo. - ¿Anoche?
Henry suspiró bajando la cabeza. Adiós sorpresa.
- - Al final no pudo hacerlo abuela, acabas de cargarte la sorpresa.
Se quejó el chico, Blancanieves se llevó una mano a la boca arrepentida de lo que había hecho.
- - ¿Por qué nadie me dijo nada?
Preguntó Regina a su hijo sintiéndose fatal.
- - Se suponía que iba a ser sorpresa, tenía planeada una cena romántica y todo. Yo iba a quedarme en mi habitación hasta que te lo pidiera.
Respondió su hijo resignado a que ya no había nada que hacer por mantener el misterio.
- - ¿Pero qué pasó anoche? ¿Por qué no lo hizo? Cuando salió de casa estaba muy ilusionada, impaciente por hacerlo.
Eso hizo sentir aun peor a Regina.
- - Yo…
- - Mamá estaba enfadada.
Explicó Henry.
- - Soy una estúpida. Tengo que ir a casa.
Dijo la alcaldesa sacando las llaves del coche y haciendo un gesto a Henry para que se diese prisa, el chico se despidió rápidamente de su abuela y siguió a su madre que parecía tener demasiada prisa para esperar a nadie.
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Emma comía sola en la mesa del salón con la cajita del anillo abierta junto a su plato, observando la joya mientras masticaba sin ganas. No quería pensar que lo de la noche anterior era una especie de señal ni nada así, pero desde luego era bastante desmotivador.
La puerta de entrada se abrió y rápidamente recogió el anillo y lo guardo en su bolsillo.
- - He hecho la comida.
Dijo a modo de saludo cuando las cabezas de Regina y Henry asomaron por las escaleras de la entrada, pero la morena no pareció escucharla, corrió directa hacia ella y la agarró las mejillas, levantándola de la silla para besarla como si llevase media vida sin verla. Después de la sorpresa inicial Emma le devolvió un beso igual de intenso, abrazando la cintura de Regina, quien profundizó el beso todo lo que pudo antes de que tuviesen que separarse para coger aire. Acarició la nariz de la Salvadora con la suya, le dio otro rápido beso y después sonrió.
- - Sí. Sí. – Emma la miró sin entender, aunque también con una pequeña sonrisa reflejo de la de Regina. – Si después de lo imbécil que fui anoche, aun quieres, yo también. Sí. Para siempre sí.
La rubia miró a su hijo acusatoriamente, pero el chico se encogió de hombros.
- - No he sido yo, ha sido la abuela que quería ver el anillo.
Emma giró los ojos con una pequeña risita, su madre no iba a cambiar nunca.
- - ¿Estás segura? ¿Incluso aunque te cambie las cosas de sitio?
Preguntó con cierta inseguridad a Regina, la morena rio.
- - Puedes cambiar de sitio lo que te dé la gana mientras tú no vayas a ninguna parte. – Volvió a besar a esa rubia que era tan suya como lo era ella de la sheriff. – Siento lo de anoche, tu no tenías la culpa.
- - Estás muy estresada, lo entiendo.
Respondió Emma apoyando su frente en la de Regina.
- - Eso no es excusa, no debería pagar mis frustraciones contigo.
- - Pero lo haces, y volverás a hacerlo, igual que yo, siempre lo pagamos con quien tenemos más cerca.
Rio la Salvadora besándola la nariz, esperaba ser ella siempre la persona con quien Regina pagase las frustraciones.
- - ¿Y aun así quieres casarte conmigo?
Dijo la morena riéndose también. Emma la dio un rápido beso y sacó la cajita del bolsillo, poniendo una rodilla en el suelo como mandaba el protocolo. Regina venia del país de los cuentos de hadas, así que quería hacerlo como era debido, aunque el escenario no fuese muy de cuento de hadas.
- - Regina Mills, nunca he tenido nada más claro en mi vida que el que quiero pasar el resto de ella contigo, con cada parte de ti, con todas las partes de ti. ¿Quieres casarte conmigo?
La morena no podía creerse que incluso se hubiese arrodillado, esa rubia suya era incorregible, y esa era una de las razones por las que la quería tanto.
- - Sí, quiero.
Respondió con un nudo en la garganta y unas lágrimas de felicidad. Emma colocó el anillo casi con reverencia en el dedo de la que ahora era su prometida, se puso de pie y besó a Regina con tanta energía que Henry, observando desde atrás, casi pensó que iban a caer al suelo. Sonrió al ver a sus madres, perdidas en su burbuja de felicidad, una burbuja de la que tenia la suerte de formar parte.
