Me vengo con un nuevo fic, asi para terminar el año a lo grande jajajaja. Y para empezar un capitulo extra largo, pero con una historia que llevo semanas dandole vuelta y al final me he animado a compartir.
Espero que os guste, es algo diferente a lo que ultimamente escribía, nada drama, ahora traigo un poquito de romance y humor...algo cute... (espero).
Anyway, dadle una oportunidad ;)
El viento que azotaba afuera debido el temporal que se había desencadenado hacía tres días en el estado de Nueva York, hacía que las gotas de agua golpearan con fuerza su ventana.
El silencio apenas era interrumpido por el sonido del agua repicando contra el cristal en mitad del amanecer.
Faltaban apenas unos treinta minutos para que la alarma de su móvil sonara, sin embargo, Kate Beckett llevaba horas dando vueltas por su pequeño apartamento del Lower East Side.
El ruido que sus vecinos hacían a todas horas y se filtraban por las paredes -prácticamente de papel- del viejo edificio en el que vivía no ayudaba para conciliar el sueño.
Si no era la música a cualquier hora, eran los gritos de la pareja del piso inferior.
Suspiró pensando que tal vez debería darles un nuevo toque de atención. No sería el primero y seguramente tampoco el último, pero no podía permitir los gritos –nada cariñosos- que se dedicaban a todas horas.
O el ruido que hacían cuando se reconciliaban.
Tal vez su padre tenía razón y aquél no era un buen lugar para vivir… Sin embargo ella ignoraba las opiniones que Jim Beckett tenía al respecto.
Así había sido desde siempre, o más bien desde los dieciocho, cuando abruptamente tuvo que madurar tras el trágico momento de perder a su madre en un oscuro altercado.
Kate se volvió más independiente aún.
Se encerró en sí misma, se dedicó a salir de fiesta con sus amigos… A huir de la ciudad con su novio de aquella época: Un grunge medio poeta medio integrante de un grupo de música…. Y poco después, tras un semestre en Kiev –aprendiendo Ruso, idioma que ahora le servía para comunicarse con algunos de los inmigrantes de su edificio-
Su vida por aquella época no había sido fácil… Pero logró encauzarla de nuevo a pesar de tres eventos importantes en ella: Entrar en la academia de policía -Cosa que su padre desaprobó completamente- Quedarse embarazada, joven y soltera- Cosa que también desaprobó -. Pero que finalmente y sin más remedio aceptó.
Y mudarse a ese apartamento.
Con su nieto.
Aquello era algo que Jim Beckett aún no había aceptado… Sin embargo a Kate no le importaba lo que su progenitor podía opinar de su pequeña vivienda.
Era suya.
Y estaba bien orgullosa.
Sólo era un pequeño pisito de dos habitaciones, un baño y una cocina apenas separada por una mesa del salón.
Ella no podía permitirse más con el sueldo de detective de homicidios, pero tampoco necesitaba nada más para al menos intentar ser feliz… Y el hecho de vivir en un barrio humilde y trabajador, donde el idioma ruso, español y chino estaba a la orden del día no iba a impedírselo.
Podía llegar a entender a su padre… Estaba preocupado por ella y su hijo. Kate había vivido toda su infancia en Queens, en una casa unifamiliar de dos plantas y un pequeño jardín que su padre aún conservaba, separada de sus vecinos, sin tener que escuchar gritos obscenos.
Estoy armada, papá- le había repetido una y otra vez – No va a pasarme nada.
Y con esa frase convencía una vez más a Jim para dejar el tema aparcado.
Ni aunque él estuviera dispuesto a ayudarle con algunos pagos para cambiar de residencia. No. Ella no lo aceptaba en parte por cabezonería y en parte porque su padre había rehecho su vida hacía un par de meses. Y eso le incomodaba.
Pero si existía algo que lamentara sobre su situación, sobre las idas y venidas con el padre de él; ese era su hijo.
Porque aunque él aún no era lo suficiente mayor para expresarlo, sabía perfectamente que echaba de menos una figura paterna permanente en su vida.
Un ruido en el exterior hizo que se sobresaltara. Miró su móvil y apagó la alarma. Caminó con una pequeña manta de felpa, suave y calentita sobre los hombros hasta su habitación y se recostó de nuevo en su cama arañando los últimos minutos que podía permitirse antes de empezar un nuevo día.
Siguió leyendo durante unos minutos las noticias –principalmente las relacionadas con el temporal- desde su móvil hasta que advirtió un bulto moviéndose bajo las sábanas.
Sonrió y dejó el aparato en la mesita para girarse y atrapar el pequeño cuerpecito bajo las sábanas.
Lo destapó hasta la cintura y pasó su mano por la espalda del niño con suavidad cómo cada mañana que despertaba en su cama.
Últimamente estaban siendo demasiadas las veces que se escabullía por la noche para meterse en la cama de mamá.
El niño ni siquiera si inmutó ante las caricias de su madre, quien paseaba su mano por su piel tibia que escondía bajo un pijama de Iron Man.
Thomas se movió quedando boca arriba sin despertarse. Su pechó subía y bajaba respirando profundamente.
Kate suspiró cuando posando su mano sobre el pecho de él y sintió un leve pitido, producto de la congestión y de las adversidades que el niño tenía a la hora de respirar cuando dormía. Sobre todo en esa época del año.
Le arropó hasta el cuello y apartó su mano de su cuerpecito para posarla sobre su frente, apartando un par de mechones rebeldes y luego bufó casi imperceptiblemente sobre su cara para despertarle.
-Leoncito-susurró- Es hora de ir al cole…
Leoncito. Así le llamaba desde que con apenas un año su pelo había empezado a crecer y a rizársele de forma que parecía que tuviera más cabeza que cuerpecillo con ese pelo castaño claro casi rubio y rebelde, esos ojos tan risueños y de idéntico color verde amarronados que ella, esos mofletes achuchables y sonrojados y esos dientecillos de leche que asomaban siempre en una sonrisa.
Kate sonrió recordando aquellos días. Había crecido tanto…
Sin lugar a duda, no había hombre más importante en su vida.
Pasó una mano por su cabello apartándolo de la frente, intentando domarlo en una tarea imposible; enredó sus dedos en los rizos de su hijo y se inclinó mordisqueándole sin surgir presión en su rostro, haciéndole una pedorreta.
Tommy se retorció en los brazos de su madre y gruñó dándose la vuelta.
-Thomas.
-Katherine.
Kate le agarró del trasero, apretando sus dedos intentando que diera un brinco debido a las cosquillas pero no consiguió nada. Su príncipe era inmune. Suspiró exagerando una mueca, una debida a la respuesta de su hijo, verbalizando su nombre.
No un mamá, su nombre.
Solía llamarle Kate o Katherine a la hora de molestarla.
Tommy se hizo un ovillo bajo la almohada, quedando la sabana enrollada alrededor de su cuerpo.
Si había algo que le encantaba, era dormir. Sobre todo en la cama de su mamá.
-Venga cariño, no podemos llegar tarde… Sabes que a la señorita Dunham no le haría gracia.
Kate se levantó y fue a la habitación de su hijo para buscar el uniforme de la escuela.
Abrió el armario y se quedó mirando su interior con la mirada perdida. Realmente las temperaturas a finales de octubre habían descendido debido al temporal dejando un estado invernal.
En cualquier momento podrían cancelar las clases por precaución. Sin embargo ella no había recibido ninguna notificación.
Finalmente agarró todo lo necesario, pantalón gris, camisa blanca, pequeña corbata granate y el jersey del mismo color con el logo de la escuela.
Pasó una mano por el jersey quitándole una pelusilla y sonrió recordando lo mucho que Tommy odiaba el uniforme escolar. O la escuela en sí.
El colegio Brearly para chicos y chicas en el Upper East Side era uno de los mejores colegios privados de Manhattan y de todo el país.
Tommy había acudido allí desde su primer año, gracias a los 40.000 dólares anuales que su padre se encargaba de pagar. Era lo único que Ethan hacía por el chico, apenas lo veía o tenía relación con él debido a las ideas y venidas de su relación con Kate… Pero la detective se había cansado de reclamarle nada.
Y aún así, acostumbrado ya a ese colegio, Kate sabía que a su hijo lo único que le gustaba de la escuela eran los programas extraescolares que tenían, especialmente los deportivos. El baseball y el futbol era su pasión.
Fútbol Europeo. Nada de soccer. Tommy odiaba que alguien le dijera que jugaba a soccer…
Él era delantero de las jóvenes promesas del colegio. Promesas por que no tenían ni siquiera noción para atarse las botas ellos solos.
Entró en la habitación con toda la ropa del pequeño cuando no pudo evitar reír al encontrarlo medio destapado y con el cuerpo prácticamente fuera del colchón.
Kate no dudó un instante y se lanzó para hacerle cosquillas, dejando la ropa a un lado.
Él contraatacó.
-Basta-pidió clemencia- Ten piedad de tu mamá, enano.
Ambos quedaron recostados en la cama. Tommy acarició con ternura la frente de su mamá y luego escondió su cara en el cuello de ella mientras acariciaba su pelo como tantas otras veces había hecho de bebé.
Aquél simple gesto hacía que el corazón de Beckett se encogiera.
Por mucho que hubiera crecido, aun seguía siendo su bebé, y aún seguía siendo un niño que no comprendía porque sus papás a veces habían estado juntos y la mayoría no debido a las discusiones.
Kate suspiró. Las últimas semanas el comportamiento de Tommy había cambiado… Era menos expresivo que cuando por alguna casualidad su padre hacía presencia e intentaban ser una familia feliz…
-Háblame, bebé-susurró.
Su hijo la miró con seriedad y luego soltó una risotada separándose.
-No quiero ir a la escuela.
-Oh, pero hay que ir.
-Tú querías que hablara y yo digo-dijo con ese tono de sabiondo y su vocecilla infantil- Que no quiero ir.
Se dejó caer a lo largo de la cama extendiendo sus articulaciones aun ataviado con el pijama.
-Quería que me explicaras algo… No sé… -sonrió y se levantó cargando con él hasta el baño. Tommy se había pegado a su madre como una lapa cruzando sus piernas alrededor de su cintura. -¿Te gusta participar en la obra?
-No-dijo enfurruñado- Sophia me molesta.
-Idéntica a su padre-murmuró.
Kate suspiró mientras el niño con algo de torpeza comenzaba a deshacerse de la ropa al mismo tiempo que su madre hacía lo mismo.
Solían ducharse juntos porque si no Kate no daba abasto y así le ayudaba.
-Hay que cortarte ese pelo, eh amiguito.
-A mí me gusta así.
Kate suspiró. Su hijo tenía carácter.
Ambos entraron en la ducha y varios minutos después, secados, peinados y vestidos se acomodaron en la cocina dónde Kate intentaba preparar el desayuno mientras atendía un par de mensajes del trabajo.
-Mami… ¿Hoy es viernes? ¿Han pasado todos los días que faltaban?
Kate dejó el plato de tortitas en la mesa y el vaso entrenador de Mickey Mouse que aún utilizaba su hijo para desayunar leche con cacao. Se sentó a su lado apurando su taza de café.
-Si. Eso es.
-Entonces hoy…
-Sí, cariño, hoy irás con Ethan- Tommy asintió- Te he preparado la mochila para que la lleves a la escuela, -carraspeó- Papá te recogerá allí.
-¡Bien! ¡Podrá verme en el entreno!-dijo contentísimo.
Kate se mordió el labio. Sólo esperaba que no se llevara una nueva decepción por parte de su progenitor.
Desde siempre Ethan había dado por hecho que con pagar la escuela de su hijo cumplía con sus obligaciones y era el mejor padre del mundo, pero cada vez eran más las ocasiones en las que anteponía otras cosas a Tommy.
Sobre todo desde que se había mudado a Chicago.
Kate apuró a su hijo para que terminara de desayunar y tras acariciar su largo cabello intentando peinarlo una vez más, depositó un beso en su cabeza.
-Te voy a echar de menos este fin de semana, amor.
-Sólo son dos días, mami.
Kate no pudo evitar sonreír.
-Vamos… ¡Al cole!
-Nah…
-Seh…-contestó Kate colocándole el gorro y la bufanda y riendo-.
Ni siquiera la lluvia –casi tormenta- Que caía en la calle y golpeaba gracias al viento el ventanal de su habitación era capaz de perturbar el maravilloso descanso del dueño del loft del edificio de la calle Broome que hacía esquina con la calle Canal en el Soho. Uno de los barrios caros y exclusivos de Manhattan.
Un barrio céntrico pero a la vez ideal para vivir una familia como la suya.
Todo el hogar estaba en silencio y en la penumbra, apenas iluminado por una leve luz oscura envuelta en nubes, que se filtraba por la ventana del salón y de su habitación.
Rick Castle se removió en la gran cama matrimonial de la habitación principal de su vivienda completamente ajeno a lo que sucedía a unos metros de él, tras la estantería que conectaba con la que para él era la mejor habitación de la casa; su despacho.
No para Sophia.
Para su pequeña hija la mejor habitación era la sala de juegos en el piso superior junto su habitación, la de su hermana, la habitación de la abuela, los dos baños y la habitación de invitados.
Sophia adoraba ese loft. Era donde había vivido desde que era un bebé.
Su hermana no.
Alexis extrañaba su anterior casa tanto como extrañaba a su madre.
-Papá…-susurró la casi adolescente asomándose por la puerta.
-Así no se va a enterar-murmuró Sophia y rápidamente se escabulló por la puerta, aún con su pijama de princesas Disney y saltó sobre la cama.
Alexis contuvo la risa cuando Sophia aterrizó sobre el estomago de su padre, hincando la rodilla en la entrepierna dejándole sin respiración y despertándolo de golpe.
-Ca…Cariño-dijo ahogadamente, agarrando a su hija de la cintura, con ojeras, cabello despeinado y aún desorientado- ¿Qué hora es?-alzó la vista por detrás de la pequeña criatura que seguía sentada sobre él y agarrándole el rostro con sus manitas -¿Alexis?
-La hora de ir a la escuela.
Rick suspiró y se irguió quitando a Sophia de encima de él. Se inclinó en la mesita mirando el reloj y comprobó lo que temía, apenas había dormido un par de horas.
-Bien…-Se estiró mientras bostezaba- ¿Trabajo en equipo?
Alexis sonrió. Su padre era un caso aparte sin embargo, no tenía ninguna queja… Desde que sólo eran ellos tres, se había dedicado enteramente a ellas dos… Y a las fiestas de la editorial, a salir con modelos rubias y a escribir.
Pero principalmente a su educación y crianza.
Se las apañaba como podía él solo y con la ayuda ocasional de su abuela Martha.
Sin embargo desde que ella había cumplido catorce y tan cercana a los quince… Los problemas entre padre e hija habían comenzado y cada vez su relación era más complicada.
-Ok-Rick se levantó cargando a Sophia y se la tendió a Alexis, quien como era habitual ya estaba vestida con el uniforme de la escuela- Viste a tu hermana, yo me vestiré y haré el desayuno. ¿Tortitas?
-¡Tortitas!-exclamó Sophia contenta-.
Alexis se dirigió hacia las escaleras para subir cargando a su hermana mientras Rick se las quedó mirando.
Habían crecido tan rápido…
Miró su reloj y encendió la televisión para mientras preparaba el desayuno para sus chicas, escuchar las noticias. Principalmente para saber sobre el temporal que azotaba la ciudad.
Diez minutos después, Sophia bajó detrás de su hermana vestida con el uniforme escolar y peinada con dos trenzas, al mismo tiempo que Rick se acercaba a ellas ya vestido.
-Menos mal que me las hizo Alexis, papá-dijo trepando hasta uno de los taburetes- Tú no las haces muy bien.
Rick sacó su lengua haciendo reír a la niña, sin embargo, aquello era una realidad que le dolía. Él había criado a Alexis con la ayuda de Meredith, pero una vez había faltado ella… Se le había hecho un mundo tratar con una niña de diez años y una recién nacida… Teniéndolas que criar el solo… ¡A dos niñas!
Por mucho que se había criado solo con su madre… No tenía idea de maquillaje, peinados, ropa femenina –aunque la adoraba si se daba el caso de algún ligue- o de chicos…
Deseaba con todas sus fuerzas detener el tiempo y que sus dos enanas no siguieran creciendo.
-¿Cómo te va con la obra, princesita?-preguntó.
-No me gusta-murmuró- Thomas Beckett es un pesado.
Rick suspiró.
-Creo que tendré que hablar con la señorita Dunham… O con la madre de ese pequeño monstruo.
Alexis rió y se concentró en su tortita ante la mirada de su padre.
Ella sabía y –comprendía a diferencia de su hermana pequeña- los comentarios mordaces que su padre soltaba sobre la madre de Tommy, la señorita Beckett.
O como todas esas discusiones cada vez que uno le quitaba aparcamiento al otro, o se cruzaban en las reuniones escolares…
Ninguno de los dos soportaba al otro.
Y la mala relación entre los padres había llevado a que tanto Sophia como Tommy imitaran su comportamiento y tuvieran que sentarse frente al director en más de una ocasión debido a sus pequeñas peleas.
-¡PAPÁ!-gritó la pelirroja sacando a su padre de sus pensamientos- ¡Llegamos tarde!
Richard asintió y agarró a Sophia en brazos, colgándose de su hombro la mochila de la niña y saliendo del hogar seguido de Alexis.
Beckett rodeó la calle de la escuela de su hijo, abarrotada de coches, coches aparcados, coches en segunda fila con los intermitentes puestos y coches esperando que el semáforo cambiara a verde.
Suspiró hastiada e insultó a uno de los conductores de delante mientras tocaba el claxon.
Dos segundos más y encendería las sirenas de su viejo Ford Crown Victoria azul oscuro, propiedad de la NYPD.
Miró por el retrovisor y vio a Tommy sentado sobre su alzador con el cinturón abrochado y pegando pegatinas en la ventana.
-¡Cariño, no! ¡Te he dicho cien veces que no hagas eso…!-Suspiró nerviosa- ¡Es el coche del trabajo de mamá…!
-Y aquí a veces vienen malos –terminó Tommy su frase.
Kate vio un hueco libre y dio un volantazo aparcando tal y como llegó, rápido y sin cuidado.
Sin importarle nada.
Había sido una suerte encontrar ese hueco frente a la puerta del colegio donde un buen tumulto de padres bloqueaba la entrada para despedirse de sus hijos.
Por suerte había dejado de llover a pesar de que seguía nublado y con bastante aire frío.
Con las prisas habituales, se bajó del auto y ayudó a su hijo a deshacerse del cinturón. Guardó el alzador en el maletero y le tendió sus dos mochilas, la de la escuela y la del entreno que también contenía ropa para pasar el fin de semana.
-¿Podrás con todo, bebé?
El niño asintió.
-¿No quieres que te acompañe hasta clase?
Miró hacia la entrada, tras la verja que separaba el recinto escolar de la calle donde se amontonaban los últimos padres que despedían a sus hijos y les prometían regresar a por ellos más tarde, había un pequeño patio frente al edificio principal.
Varios niños correteaban aun por las escaleras que daban a la puerta del edificio, donde la señorita Dunham esperaba a sus últimos alumnos con una sonrisa amable.
Tommy negó.
-Pórtate bien.
Asintió.
-Y con papá también-se inclinó para darle un beso en el pelo y achucharlo con fuerza cuando una voz –una que le sacaba de quicio- se alzó detrás suyo.
-¡Choca esos cinco!-exclamó chocando la mano con su hija.
Kate rodó los ojos.
-¿Vendrás a buscarme, papá?
-Vendrás a casa con Alexis-Kate miró de reojo y observó como Richard Castle despedía a su hija.
Tommy salió corriendo cargando con las dos mochilas al mismo tiempo que Sophia intentaba adelantarle.
Rick sonrió ante la ocurrencia de la niña viendo como subían las escaleras con temeridad y miró a la madre del pequeño monstruito que empujó levemente a su hija y ambos eran reclamados por su profesora.
-Supongo que eso lo ha aprendido de su madre.
Kate le encaró alzando una ceja.
-Si no llegara tarde, no tendría que correr. Pero claro, supongo que eso ella también lo ha aprendido de usted.
Rick la miró.
-No llegaríamos tarde si cierta detective aparcara como es debido.
Kate frunció el ceño y Castle señaló su coche, aparcado en medio de dos lugares, en un sitio de carga y descarga y con parte del coche sobre el paso de peatones.
-Usted debería dar ejemplo, Detective-dijo remarcándolo.
Argg. Kate gruñó. Ese hombre le sacaba de quicio. Y su sonrisa socarrona más todavía.
-¿Tengo que recordarle que ayer podría haberle multado? ¡Estuvo a punto de rayarme el coche!
-¿Eso es multable?
-Desacato a la policía… Y se pasó el semáforo en rojo.
-Ámbar-masculló Castle- El ámbar significa acelera...
-Reduzca velocidad, eso significa el ámbar-gruñó Kate casi histérica, ignorando el hecho que ambos estaban discutiendo abiertamente frente la puerta del colegio siendo observada por los demás padres de preescolar.
Rick rodó los ojos.
-Supongo que esos son los modales que aprende su hija…
-¿Qué ha querido decir?
-Sophia es un poco…sal…vaje.
-¿Y Thomas? Thomas no deja de empujar a mi hija, es un desce…
-¡Señor Castle!-gritó interrumpiendo el director González acompañado de la profesora Dunham - ¡Detective Beckett!
Ambos hicieron una mueca sin dejar de mirarse altaneramente y finalmente se giraron para mirar a su interlocutor.
Kate se mordió el labio y Rick alzó las cejas intentando relajar el ambiente. Sin haberse dado cuenta el director se había acercado hasta ellos con cara de pocos amigos mientras los demás padres se iban dispersando.
-Ese no es el ejemplo de educación que queremos dar en la escuela, por favor… Acompáñenme a mi despacho, tenemos que hablar.
Kate miró su reloj, iba a llegar tarde al trabajo.
El director no le dio opción a quejarse y echó a caminar hacia el edificio.
-Esto es tu culpa-murmuró molesta.
-Claro que si-se quejó Rick- Ni que yo quisiera esto… No tengo nada mejor que hacer.
-Dormir, seguramente. Algunos trabajamos.
-¡Silencio!-dijo secamente el director, delante de ellos.
Kate tragó saliva andando por los pasillos de esa escuela sintiendo un escalofrío como el que varias veces había sentido cuando ella iba al instituto -uno público- y se metía en problemas.
Y todo por culpa de Richard Castle…
Y bien?
