Disclaimer: los personajes y lugares que surgen en esta historia pertenecen a J. y al mundo, yo sólo me he dedicado a cambiar un poco la ecuación.

Empecé a escribir esta historia hace como 6 años y nunca la continué, pero a veces es bueno reciclar el pasado. Si logro hacer sonreír a una sola persona cumplirá su cometido y me daré por satisfecha. ¡Espero que os guste!


1. Amor de Hermanas

Una chica salía de su casa con sus padres y su hermana mientras se dirigían hacia el coche. La chica, Lily Evans, era pelirroja, con unos preciosos ojos verdes, delgadísima y de estatura mediana. Iba hacia King Cross, donde cogería el Expreso a Hogwarts para empezar su último curso en la escuela de Magia y Hechicería.

Sus padres estaban radiantes de alegría, como siempre lo estaban por todo lo que hacía su pelirroja hija. Pero, su hermana Petunia, (de pelo negro, alta y con "demasiado hueso" que se marcaba en su esquelético cuerpo) miraba con cara de profundo asco a su hermana. Odiaba todo lo que se salía de lo normal, y Lily se salía de todos y cada uno de sus esquemas de la normalidad. Al igual que Petunia, Lily aborrecía a su hermana, y la molestaba cuanto podía diciéndole que era, o bien adoptada, o que había ido a parar en forma de huevo microscópico al plato de su madre y esta se lo había comido, con intensas arcadas, solía añadir. Se lo decía desde pequeña, pero Petunia aún no era capaz de ignorarla.

Durante el trayecto en coche, Lily rememoró sus anteriores años en el colegio con nostalgia, sintiendo un nudo en el estómago al recordar que éste era su último año. Habían pasado mucho tiempo desde que la menuda niña de 11 años recibió aquella carta que cambió su vida. Y no se arrepentía en absoluto. Recordaba la emoción que la embargo al entrar por primera vez en el callejón Diagón, los nervios en la selección y lo contenta que estuvo al ser seleccionada para Gryffindor. Incluso recordaba las palabras que dijo un muchacho pelirrojo de séptimo curso:

- No podía ser de otra manera. ¿No ves su color de pelo, Molly? No sólo los pelirrojos Weasly estamos destinados a Gryffindor, simplemente, tener éste color de pelo es como un presagio de que en Hogwarts vas a ser uno de los leones.

Incluso sentía emoción al revivir su primera clase con McGonagall pues era la primera vez que había utilizado su magia de manera consciente y voluntaria. Sonrió también ante su primera visita a Hogsmeade, sintiendo el sabor de la especiada cerveza con mantequilla en su boca. De su vida amorosa no había mucho que recordar, más bien era nula, un fracaso, un cero a la izquierda. Bueno, una vez, a los pocos meses de entrar en Hogwarts había tenido un cuelgue estúpido por uno de sus compañeros de clase, pero no valía ni la pena mencionarlo, porque en la actualidad había pasado a ser lo único que no echaría de menos de su colegio. Incluso recordaba la primera discusión que tuvo con ese energúmeno:

- ¿James?

Un chiquillo despeinado atisbaba escondido detrás de una estatua con algo en la mano.

- ¿Eh? Ah, si eres esa empollona muggle…- la pequeña Lily de sus recuerdos miró acobardada al guapo James Potter de sus recuerdos-. ¿Evans, no? ¿Has visto a Snape? Ya sabes, un chico feo y sucio que suele tener pinta de vampiro porque va de negro y está muy blanco. Puede que te resulte familiar porque siempre huele a bombas fétidas.

- No lo he visto. ¿Pero no huele siempre a bombas fétidas por qué tú y Black se las tiráis?

- Pues claro, un poco de mugre más y quizás así entiende que las personas se suelen lavar para ir a clase. Ya verás, si te toca sentarte a su lado y se ha bañado por nosotros, lo agradecerás.

- Supongo que sí… aunque si tú lo haces debe estar bien, claro- añadió la sonrojada niña ante la mirada confundida de él- Oye…¿querrías salir algún día conmigo?- tartamudeó Lily.

- ¿Salir contigo? ¿Para jugar a quidditch, por ejemplo? – James seguía mirando si aparecía su presa, sin prestar demasiada atención a la conversación.

- Como…novios- la cara de la niña había logrado igualar el tono de su pelo.

- ¡¿Qué?!- acto seguido, James empezó a reírse a carcajadas, haciendo sentir ridícula a la niña.

- ¿Qué pasa?- Lily se estaba enojando, no le veía la gracia por ninguna parte y de repente James ya no le gustaba tanto. Aunque claro, que si le decía que sí, se lo perdonaría todo.

- ¿Salir contigo? ¿Bromeas? Pero si juego a quidditch y tú sólo sabes que estudiar, yo me aburro mucho estudiando y no pareces de las que se le da bien el quidditch.

- Pero si sacas muy buenas notas, algo debes estudiar…

- Mmm…escucho a Remus cuando repasa, pero sólo porque lee en voz alta. ¿Ves? Además, todavía eres una niña, ¡si estás plana como una tabla!

- ¿Pero qué te crees que eres tú? ¿Un adulto? ¡Tenemos la misma edad! ¡Te odio James Potter!- dicho esto, la niña le arreó una patada, errando el tiro hacia lo que sería el centro de su masculinidad y dándole en la mano donde sujetaba la bolsa, que salió disparada y le cayó a James en la cabeza…dejándolo con olor a bomba fétida durante el resto de la semana.

Así se había estropeado su relación con uno de los más populares alumnos del colegio, logrando que sus grandes peleas por todo el colegio fueran recordadas por todos y cada vez, más evitadas. Por otro lado, es como había empezado su complejo con su físico. No es que Lily se encontrara poco atractiva, era simplemente que el comentario de James sobre sus atributos y su carácter, la hicieron sentir poco femenina y el tiempo, en vez de solucionar la situación cuando se desarrolló adecuadamente, sólo lo empeoró, haciendo que, irracionalmente, ocultará su cuerpo con ropas anchas por temor a que todos se burlaran de ella por algo raro.

De repente, la voz de Petunia la sacó de su ensimismamiento.

- Espero que no vuelvas nunca a casa, Lilian – le dijo en todo mordaz Petunia.

- ¿No me digas? Volveré para atormentarte cuando pueda, querida hermana – Lily, que no soportaba que nadie la llamara por su nombre completo, y menos su hermana, estaba con la mano en el bolsillo, donde guardaba su varita, a punto para lanzarle el primer hechizo que le pasara por la cabeza la próxima vez que Petunia abriera la boca "Es insoportable" pensaba, "Si no fuese por papá y mamá, ya me habría ido lo más lejos posible de este intento de ser humano con aires de superioridad".

- ¡Eres lo peor! No te pienso invitar a mi boda con Vernon. He visto como lo miras – dijo entrecerrando los ojos-, apuesto a que me tienes celos porqué nunca podrás casarte con alguien tan maravilloso. ¡Ni lo mires! Nunca se irá contigo, así que, ¡sigue soñando con él!

- Si a mirarlo te refieres a que lo hago con asco y no con deseo, te doy toda la razón – comentó Lily algo crispada, a la que la sola idea de tocar a la bola de grasa del novio de su hermana le causaba escalofríos- Dime Petunia, ¿cuantas chuletas de cordero le das a "eso" cada vez que vais de pique-nique?

- ¡No te aguanto! ¡Argh!- dicho esto, se lanzó sobre la pelirroja con las manos por delante, intentando arañarle el rostro, pero Lily ya estaba preparada para eso y la repelió con un sencillo hechizo escudo.

- No os vais a ver durante meses, ¿no podéis comportaros cómo si no quisierais separaros?- su madre sabía que era algo imposible, pero cada año lo intentaba. "No pierdo nada probándolo". Sabía que sus dos hijas eran demasiado diferentes, pero no le preocupaba mucho. Debido a las caras con las que la miraban, suspiro- ¡Está bien! Al menos, ya hemos llegado. Bajad del coche, anda.

- Yo me despido aquí. Adiós Lilian- Petunia giró la cara antes de que su madre le dijera que se levantase y le diese un abrazo a su hermana.

- Yo también te echaré de menos, "Horse" – Lily llamaba así a su "queridísima hermana" debido a su parecido con un caballo.

Antes de que Petunia reaccionase, cerró la puerta del coche y se fue con su equipaje y sus padres, desternillándose de risa mientras recordaba la cara de su hermana.