Long-Fic
Besa la Traición
—Albafica & Agasha—
¿Te has imaginado tener una vida perfecta: con un padre generoso, un trabajo honrado, días pacíficos y finalmente el amor de tu vida? Agasha no la imaginaba, la vivía. Pero un día todo se desmorona precisamente por su traición. La de él. El hombre al que le entregó su corazón y éste hizo pedazos sin la más mínima compasión.
Disclaimer:
Saint Seiya © Masami Kurumada
"The Lost Canvas" © Shiori Teshirogi
Besa la Traición © Adilay Fanficker
Advertencias: Rated M. | Lemon. | Lenguaje vulgar. | Parejas Crack. | Irrespeto por la secuencia de la trama original.
Notas:
Después de terminar "Milagrosa Piedad" prometí que regresaría con un nuevo fic de esta pareja.
Siendo franca no creí que tendría tanto apoyo siendo que apenas soy una novata en el fandom. Me alegra mucho contar con el apoyo de muchos de ustedes.
Este fic es considerablemente más pequeño que el otro, pero les aseguro que les gustará igual. Su actualización será constante si diosito así me lo permite. Voy a tratar de publicar el fic en Facebook y en Wattpad también, espero que lo ven en esas dos redes, lo apoyen igual. Recuerden: es un favor que me hacen a mí.
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
•
I
NADIE LO SABE
.
Si una mirada (en este caso la suya) pudiese hacer polvo a alguien, que nadie dudase ni por un segundo que Albafica de Piscis ya habría hecho que el viento arrastrase lo que pudiese quedar de aquel mocoso estúpido que aparentemente no entendía un "no" por respuesta.
—Albafica…
Había ocasiones en las que el Santo lamentaba no ser tan hijo de puta como algunos pensaban que era; de ser así ya le habría dado una patada en el trasero a ese tipo para sacarlo volando por los aires.
Deseaba agarrarlo del cuello y exprimirle los ojos como quien quiere quitarle las semillas a un limón.
—Hey, Albafica.
Enfrascado en sus pensamientos asesinos, Albafica de Piscis hizo oídos sordos a las palabras de Manigoldo de Cáncer. Otro idiota. Cuanto deseaba mandarlo a comer mierda también, pero se contendría por el respeto que aún le quedaba para el Santo de Cáncer, alguien que se supone, era un Santo de su mismo nivel por su dedicación.
Ese día Albafica había decidido salir a visitar a Agasha aprovechando que el sol no estaba en su punto más alto y hoy ella trabajaría en la florería con su padre hasta tarde. Obviamente no iba a ir a su casa con toda la confianza del mundo como si fuese la suya, pero necesitaba verla, al menos desde lejos.
Pero a veces al destino le gustaba joderlo un poco, porque para empezar, Manigoldo junto a Kardia de Escorpio habían estado siguiéndolo con la única finalidad de estarlo fastidiarlo, por suerte, este último había sido llamado por Dohko de Libra cuando pasaron por la casa del Caballero y ambos partieron al Santuario por órdenes de su Ilustrísima.
Lamentablemente Manigoldo no había sido nombrado por el Patriarca y Dohko no quiso llevarlo con él aún con la petición nada sutil de Albafica, pues ambos Santos eran lo suficientemente listos como para saber lo que ese par de payasos podía hacerle a los nervios de cualquiera, en poco tiempo y estando juntos.
Sin embargo esta vez el cangrejo estaba jugando muy cerca de la olla con agua hirviendo aún en vivaz fuego rojo, y se encontraba disfrutándolo como nunca.
El guardián de la cuarta Casa no sólo estaba siendo un interesado espectador de la ira de Albafica alzándose lentamente al ver a la chica florista siendo abordada por un Don Nadie que había llegado desde hace 20 minutos y se negaba a irse por más que la pequeña muchacha se alejase de él, sino que también estaba siendo testigo del hecho de que como todos en el Santuario, Albafica de Piscis era un hombre más, uno desconfiado y algo raro, pero un hombre plenamente capaz de sentir diversas emociones buenas y malas quemándolo desde adentro como a cualquier otro mortal.
Por su lado, Manigoldo estaba divirtiéndose, él no sabía exactamente qué le pasaba a su compañero pero siendo franco no le interesaba demasiado pues tenía un buen par de ojos en la cara que le funcionaban bastante bien. De pronto Albafica había parado sus pasos y sus intentos de mandarlo al hades, cosa que extrañó al Santo, para ponerse a ver un punto específico en las calles de Rodorio. Ahora Albafica lo ignoraba por completo sin recato, dando toda su atención al par de jóvenes que estaban a lo lejos.
No estaba al 100% seguro de que tenía que ver el malhumor de Albafica con la sosa chica de las flores que siempre pasaba nerviosa por su Casa con arreglos florales para la señorita Sasha y su Ilustrísima, pero solo con ver la cara irritada de Albafica, ya podía darse una idea.
«Así que te gustan este tipo de chicas, ¿eh, Albafica?» Manigoldo ya empezaba a entender por qué Albafica no tenía amantes ni bajaba a Rodorio a los burdeles en busca de prostitutas. «Creí que las santurronas sólo le interesaban a Dégel» quiso reírse, definitivamente para gustos y colores no había nada escrito.
Decidió que picaría las costillas un poco a su colega… a ver qué pasaba.
Albafica lo presintió ahí donde estaba parado, sabía que Manigoldo aún existía y el maldito iba a estresarlo con esto, pero no podía contenerse. El maldito cangrejo en definitiva no estaba en contacto con sus instintos animales el día de hoy, de estarlo, habría hecho lo más sensato que era irse al Tártaro bailando de puntitas a ver si ya había alumbrado el sol ahí, y no pensar en fastidiar al Santo de Piscis.
Pero a Manigoldo siempre le gustó enfrentar el peligro.
—Por Poseidón —rezongó él poniendo una mano sobre el hombro de Albafica, regresándolo a la realidad—. ¿Sabes, amigo? Creo que ya deberías decirle a esa chica que te mueve el tapete.
Mierda. Albafica quiso maldecir. Manigoldo ya había empezado a usar términos estúpidos y vanos.
Albafica juraba por Zeus que había días en los que realmente extrañaba su sangre envenenada; hoy por ejemplo, era uno de esos.
La señorita Sasha se apiadó de él y encontró el modo de sellar el veneno adentro de su corazón, con la ayuda de Asmita, para que de ese modo Albafica pudiese acercarse a los demás luego de una sanguinaria pelea contra Hades; no había idiota (incluso entre sus compañeros) que no quisiera estarlo hostigando día y noche. En teoría Albafica podía deshacer dicho sello, pero correría el riesgo de ya no poder usarlo.
Según la propia Sasha, era mejor que conservase el sello hasta una verdadera emergencia. Qué forma tan afortunada de decir que en verdad se alegraba de poder pasear por Rodorio sin preocuparse, ¿verdad?
—Míralo —continuó Manigoldo usando ese tono intelectual irritante que usualmente ponía para fastidiar a Dégel de Acuario—, es un Don Nadie. Escuálido, sin chiste. ¿De dónde demonios sacó ese cabello? Parece como si una ardilla se hubiese pasado todo el invierno ahí —hizo una mueca de desaprobación—, ¿y qué son esos acercamientos? ¡Viejo, ese tipo realmente quiere aparearse como un animal con tu chica! ¿Lo vas a permitir?
Paciencia, paciencia, se repetía en subconsciente de Albafica evitando por todos los medios resistir las ansias de ahorcar a Manigoldo pensando que era el cuello de aquel mocoso escuálido y no el de su fastidioso compañero.
Los Santos Dorados estaban arriba del techo de una casa cercana a la florería más concurrida de Rodorio. Por suerte o porque en verdad a nadie le apetecía admirar el cielo esta tarde, ambos caballeros no habían sido descubiertos por los pueblerinos. Aparte de que el día de hoy no había mucha gente caminando por los lares, la mayoría se encontraban comprando comida o enteramente enfrascados en sus propios asuntos.
—Zeus, en serio va a pedirle que se case con él. ¡En definitiva se lo pedirá! —predijo Manigoldo volteando los ojos hacia arriba, exasperado para luego darle un golpe en la nuca a Albafica—. ¡Y tú has algo, maniquí estúpido! ¡Mueve el trasero antes de esos ojitos soñadores miren a otro imbécil!
El último nervio de Albafica explotó.
—¡Cierra ya el maldito pico! —con un tic bastante pronunciado, Albafica alzó el pie izquierdo y dio una patada fuerte al trasero de Manigoldo para hacerlo estrellarse directamente contra la puerta de la florería arrastrando varios adornos a su paso.
Manigoldo incluso entró de cabeza a la casa derrapando con el pecho.
Como era de esperar, la gente alrededor gritó, se alarmó y algunos salieron corriendo en direcciones aleatorias. Un comportamiento normal en Rodorio, había que decir. Es decir, un Santo Dorado estrellándose contra un establecimiento de flores sólo presagiaba problemas.
Sabiendo que se había excedido por mucho que Manigoldo le sacase de quicio, luego de soltar un suspiro, Albafica bajó de un salto y pasó de entre muchas personas que se había paralizado al verlo.
La noticia del sello del veneno en su sangre, gracias a Kardia y sus charlas de taberna, se había corrido como la pólvora y ahora todos podían estar tranquilos estando cerca del Santo de Piscis, cosa que al hombre no le agradaba tanto pues dejarse ver por el pueblo significaba un grupo concurrido de hormonas persiguiéndolo.
Hoy en particular no estaba de ánimos para nada de eso.
—Disculpe, señor —le dijo al papá de Agasha, tratando de ignorarla a ella y al idiota a su lado—. El Caballero Manigoldo no calculó bien su posición y se estrelló contra su establecimiento.
—¡Vete a la mierda! —exclamó en latín antiguo, el Santo de Cáncer, saliendo de la casa con pedazos de flores y mucha tierra sobre él—. ¿Esto es lo mejor que pudiste hacer para separar a esos dos? No puedo creer que seas tan idiota.
El Santo de Piscis en contestación alzó los hombros prometiéndose hacerle pagar por sus insolencias más tarde.
—Bastardo —masculló Manigoldo con los dientes apretados.
—Te lo compensaré luego, ahora cállate y lárgate —respondió el joven de Piscis en idioma persa.
No es que todos los Caballeros pudiesen hablar muchos idiomas, pero debido a que usualmente tenían que partir a otros países para cumplir misiones de importancia, y a que algunos maestros y/o conocidos de conocidos dentro y fuera del Santuario solían ser de diversos lugares, era su deber como los Santos más cercanos a Athena el poder dominar por lo menos 3 idiomas o más, al menos uno antiguo, y el local que era el griego.
Otros más no venían mal.
Quien dominaba a la perfección la gran cantidad de dichos idiomas era el Patriarca, Sage. De ahí partían desde Shion, Asmita, los gemelos de Géminis, Dohko, Dégel, Sisyphus, Hasgard y hasta él mismo. Entonces para no perder la práctica solían hablarse entre ellos en algunas lenguas diferentes.
No era común, pero como hoy, a veces era una necesidad que les venía bien al tener algo de privacidad para charlar.
—Como su Majestad-Cuernos-Torcidos diga —se burló por última vez Manigoldo usando esta vez el idioma persa.
Lo que irritó a Albafica fue la señal que hizo usando su mano mientras se iba. Alzando el brazo y meciendo los dedos índice y meñique, contrayendo los otros simulando los cuernos mencionados.
Soltando un nuevo suspiro Albafica se giró hacia el señor.
—Mi compañero de verdad lo lamenta —se disculpó sabiendo bien que debía hacerlo.
El hombre se rio viendo con asombro e interés, como el resto de los ciudadanos, el intercambio de frases entre caballeros.
—No se preocupen, no fueron grandes los daños —desligó el hombre.
—Le prometo recompensar hasta lo último que se haya roto.
—No hay necesidad de eso —insistió con timidez—, es más, ¿por qué no le ofrecemos una cena?
¿Qué… carajos?
Esto debía ser su castigo. Ahora que él no quería estar cerca de Agasha (en definitiva, tampoco de su padre) y pasaba esto. Además, no estaba preparado para ver a este hombre a la cara y menos durante una cena.
Qué dilema, ya era demasiado difícil ocultarse como para que haya más coincidencias que los marcasen en rojo a la vista de otros entrometidos que no tenían nada mejor que hacer salvo de los Santos Dorados y lo hacían en sus momentos libres.
Desde que Albafica le permitió a la chica acercársele casualmente por la calle, al igual que cada vez que ella cruzaba la Casa de Piscis para ir a dejar flores al Santuario; desde entonces ya muchos se tenían una idea "equivocada" de lo que pasaba entre ambos.
¿Y qué pasa entre ambos?
Nada por lo que un padre como este noble señor no intentaría matar a un Santo Dorado.
Como por ejemplo, sostener una relación clandestina con su hija después de desflorarla hace algunos meses en su propia casa. Bastó con una sola noche en la que el padre de Agasha no estuviese en Rodorio para que toda la tensión sexual que se iba formando entre la chica y el guerrero explotase al fin, dando como resultado esa relación y al final, esta escena.
Al mirar de reojo a Agasha, mientras el señor pedía a los aldeanos regresar mañana por sus encargos, Albafica notó que ella se había enrojecido hasta las orejas bajo su escrutinio.
Así es como debe ser.
Él no era posesivo, no vigilaba a la chica a todas horas del día pues a pesar de todo Agasha no le pertenecía, pero hoy (justamente hoy) sólo quería verla a ella y asegurarse de que estuviese bien, como todos los fines de semana. Sin embargo en este preciso momento Albafica se sintió poderoso al verla desviar su mirada mansamente, enrojeciendo más de sus mejillas y rehuyendo a su vigilancia.
—Agasha, hija mía. Prepara todo para la cena, el señor Albafica comerá con nosotros —apremió impidiéndole al caballero rechazar la invitación.
—Sí padre…
—¡Espera Agasha!
Albafica juraba por su honor que si Agasha permitía que ese estúpido se le acercase por lo menos 5cm más él iba a cometer una locura. Suerte fue que el padre de la chica se haya adelantado.
—¡Y tú niño! Ya deja de molestar a mi hija, ya te he dicho desde hace varios minutos que no pienso dejar que se casen.
¡Zeus! El aire le regresó a Albafica luego de oír eso.
En Grecia si el padre o el tutor no permitían una unión de pareja, era una garantía sólida de que ese tipo no tocaría a la chica, eso agregando que si sus oídos no estaban mal, Agasha también le había rechazado. Sí, Albafica podía respirar normalmente después de oír eso.
—¡Pe-pero no lo entiendo! —exclamó indignado—. ¡Mi padre tiene un buen ganado, hectáreas de tierras que pronto heredaré! ¡Podré darle a Agasha la mejor vida! Será una buena esposa para mí y yo un buen marido para ella, ¿por qué me rechazan?
—Niño, no vamos a discutir contigo sobre nuestras decisiones. Lo mejor será que busques a otra chica —respondió el hombre encarando al insistente muchacho—. Escucha, yo te aprecio como un sobrino. Pero mi hija ya te lo lleva explicando durante toda la mañana, yo se los expliqué a tu padre y a ti anoche. Mi hija no quiere casarse contigo —enfatizó.
Algo le dijo a Albafica que el mocoso, que por cierto era mucho más pequeño que él, no iba a rendirse tan pronto.
—¡Pero no estaba pidiendo el permiso de su hija, sino el de usted!
—¡Mi permiso tampoco lo tienes, pesado! —explotó. Tomó a Agasha por los hombros y la hizo retroceder para pararse enfrente de ella.
Agasha suspiró para luego ponerse nerviosa al chocar contra la Armadura Dorada de Piscis. Al conectar sus miradas, la chica comprendió que ya no había mucho que pudiese hacer para contener el dilema.
—Escucha hijo —dijo entre susurros el padre de Agasha, invocando toda su paciencia o lo que quedaba de ella—. Tu padre y yo hemos hecho buenos negocios juntos, de no ser por él no tendría lugar para sembrar más de mis flores; pero son solo negocios, mi hija no es mercancía y no pienso vendértela.
—Yo no lo llamaría así. Además, Agasha no tendrá un mejor futuro sino conmigo —insistió el joven. Sus ojos brillaban con vanidad, era claro que no estaba acostumbrado a las negatorias.
Harta de él, Agasha iba a gritarle un par de verdades a la cara cuando de pronto sintió como el caballero a sus espaldas la tomaba de los hombros e imitaba a su padre poniéndola atrás de él. La cara se le distorsionó de molestia a una que transpiraba confusión y cierto miedo.
Ay no.
—Disculpen mi intromisión —dijo Albafica. Él ya comenzaba a entender por dónde iba el asunto, «así que ese estúpido no bromeaba» había que decir que Manigoldo tenía un buen oído—. Pero yo quisiera saber —continuó—, si Agasha dijo que no a su propuesta, y el señor también dijo que no, ¿por qué tú insistes en tenerla como esposa?
El chico al verlo no perdió la compostura y fue claro en su respuesta, aunque en efecto, su nivel del altanería tuvo que descender considerablemente.
—Porque de todas las chicas que conozco, Agasha ha sido la única que no ha tenido ni un solo pretendiente —informó con respeto hacia Albafica—, por ende no ha tenido ni un solo amante y con seguridad afirmo que si alguien puede ser la nueva señora de mis tierras debe ser ella.
—En pocas palabras buscas a una chica virgen para desposar —Albafica se cruzó de brazos alzando levemente las cejas un tanto anonadado.
—Exactamente.
El padre de Agasha soltó un gruñido dispuesto a írsele encima al muchacho como un lobo sobre un conejo. Por su parte, nada más bastaba con oírlo hablar para perder los estribos.
Albafica dedujo que él mismo ya le habría hecho algo peor al estúpido si su estatus como Santo Dorado no lo estuviese reteniendo; y mejor que así siguiese, que ese idiota tuviese aunque sea las pocas neuronas necesarias para no decir más estupideces enfrente suya y entonces hacerle pensar a Albafica que el mundo no se partiría a la mitad si lo mataba. El Santo de Piscis no era tan gentil y/o paciente con ese tipo de imbéciles como lo eran Shion y Dégel, aunque muy para su pesar, todos los que lo rodeaban pensasen que sí.
—Mi hija no es una moneda de intercambio —decretó el padre de Agasha con fuerza—, si ella no quiere pertenecerte sólo acéptalo, y déjala en paz.
Menos mal que no había gente alrededor, las cosas estaban poniéndose de verdad tensas. Albafica inhaló profundo una vez más antes de volver interrumpir o hacer que ese niñato besase su puño con la nariz.
—Insisto, sé que no es asunto mío, pero me atrevo a desmentir su versión… joven… —le miró preguntándole su nombre.
—Cyril, mi nombre es Cyril.
—Cyril —dijo Albafica queriendo vomitarle encima—. Le pido que entienda que si la señorita Agasha no ha tenido amantes ha sido por su decisión, no por quererse reservar para usted.
—Pe…
Albafica alzó una mano para callarlo.
—Ella es una mujer pensante, sabe lo que le conviene y si usted no lo hace, acéptelo por las buenas y retírese.
—¿Una mujer pensante? —se rio Cyril—. Vamos, usted no puede estar diciéndome eso. La mujer no fue creada para pensar, sino para cuidar de su esposo e hijos.
¡Por Hades! Aparte de Kardia y el bastardo de Minos de Grifo, el Caballero Albafica no había visto a alguien tan vanidoso, bocón y estúpido. El único detalle entre Cyril y los otros antes mencionados era que al menos Kardia y Minos presumían lo que tenían, ambos eran habladores y tan irritantes como un par de gárgolas con síndrome premenstrual agraviado, pero al menos se justificaban de cierto modo.
Lo que más enfurecía a Albafica, era que esa estúpida boca no era motivo suficiente para matar a Cyril a patadas. ¿Pero este tipo qué se creía? A simple vista, estéticamente era poco agraciado, 1.70cm aproximadamente, delgaducho con cabello rubio cenizo mal cuidado y ojos color miel. Si revisábamos en el interior, las cosas sólo irían de mal a peor: fastidioso, insistente, parlanchín y con un complejo de superioridad que le quedaba tan grande que Albafica no podía esperar para meterle un cactus en la boca y lanzar su egoísta trasero lejos de su vista.
Oírlo reírse de la creencia poco popular sobre que las mujeres también eran lo suficientemente listas para vivir sin un hombre que las manejase, fue la gota que derramó el vaso. Aunque odiaba admitirlo, el pensamiento primitivo que pesaba sobre las mujeres dominaba el pueblo de Rodorio y Grecia en general. Algo que difícilmente podría erradicarse en un par de meses.
Si se lo preguntaban, él ya había tenido suficiente con las burlas de Kardia y la escenita montada gracias a Manigoldo. Albafica de Piscis no era la más paciente de las criaturas, mucho menos un monje ni un seguidor de Buda como para soportar que aquel estúpido niño intentase, enfrente de sus narices, coquetear con Agasha y hablar de las mujeres como si fuesen nada, todo al mismo tiempo.
Él mismo servía a una diosa fémina gentil y poderosa, ¡y aparte de todo! El que ese pequeño bastardo dictase que su Agasha no pensaba lo suficiente como para dejarla decidir por sí misma su futuro lo dejaba con la sangre hirviendo.
Albafica era bien conocido por ser un Caballero que podía mantener sus emociones a raya, parar sus instintos primarios salvajes y solidificar pensamientos lógicos antes de hacer cualquier movimiento. Pero no estaba dispuesto a soportar ni un segundo más que esa lagartija malformada se mofase de Agasha en su propia cara.
Él mismo podía dar crédito a todos aquellos momentos en los que ella le pedía ayuda para leer un pergamino escrito en griego, varias veces la joven le rogaba porque le hablase en idioma italiano pues ansiaba aprenderlo también aunque no tenía la necesidad de ello. En una ocasión el propio Dégel de Acuario le dijo con una sonrisa que se sentía satisfecho de poder ayudar a Agasha al proporcionarle pergaminos ligeros para su lectura.
Ella siempre ha estado dispuesta a esforzarse y sorprender al Caballero de Piscis con sus nuevos conocimientos adquiridos, aunque no fuesen muchos, según Agasha. Pero Albafica se sentía, de cierto modo, orgulloso al pensar que una chica de Rodorio como ella (trabajadora desde la más tierna infancia) quisiera cultivarse y aprender por sí misma cosas nuevas. Leer, escribir y saber la historia de su nación eran cosas que usualmente no importaba para los pueblerinos. Pero no así Agasha, ella era una chica astuta que gustaba de empaparse de sabiduría.
Albafica no permitiría que nadie tratase de burlarse de su esfuerzo; menos estando él presente.
»Ojalá más jóvenes siguiesen su ejemplo —dijo Dégel antes de dar por terminada su plática de esa tarde con él, hace ya algún tiempo.
Con dedicación, Agasha se había ganado a pulso el respeto de Albafica. ¿Cómo él iba a permitir que este zoquete la insultase gratuitamente?
Con el enfado acumulado en su garganta Albafica pudo haberle roto el cuello a ese muchachito por sus insultos, pero el padre de Agasha se le adelantó arrojándole una maceta de barro al chico, que la rompió con su dura cabeza.
La maceta fue lo único que se rompió por completo muy para el pesar del Santo.
—¡¿Pero qué le pasa?! —gritó Cyril sosteniéndose la parte afectada, la cual empezó a sangrar.
—Vienes a mi casa y a mi establecimiento, mandas al carajo mi petición de que te largues y no conforme con eso te niegas a entender que Agasha no quiere casarse contigo —le reprendió tomando otra maseta entre sus manos—. ¡Insultas la inteligencia de mi querida hija! ¡¿Y piensas que voy a quedarme parado viéndote pisotear su honor frente al Caballero Albafica?! No me hagas decírtelo de nuevo, muchacho —gruñó entre dientes—. ¡Lárgate!
Cyril frunció el ceño dándose la vuelta.
—Su hija morirá sola —espetó antes de irse.
Si alguien le preguntara a Albafica cuanto tuvo que contenerse para no asarlo a fuego lento. Ese alguien ardería en llamas.
…
Después del altercado con Cyril, la cena con el padre de Agasha fue un poco incómoda, para empezar la casa era un tanto… pequeña. El padre de la chica medía cuanto mucho 1.60 de altura mientras que el caballero podía casi superar sin problemas el 1.80. Albafica podría tocar el techo alzando las manos y si no lo había hecho era porque el hombre estaba ahí atento de él.
Fue amable, le recibió con gentileza, le pidió sentarse y beber agua mientras Agasha preparaba la cena en la cocina. Pobre hombre, pensaba que era la primera vez que Albafica veía la casa por dentro, los destrozos que hizo Manigoldo al entrar de forma tan estrepitosa fueron fácilmente limpiados por el hombre que no le dejó hablar mucho.
La historia del negocio familiar se llevó prácticamente el protagonismo de la charla, con pequeños lapsus para responder de forma cortante, Albafica encontraba pocas ocasiones para mirar a Agasha, la chica había bajado la cabeza con un semblante pensativo por no decir abochornado.
De estar solos él le hubiese preguntado al respecto, pero no lo estaban y en lo que el padre de Agasha respectaba ambos eran poco menos que desconocidos que ocasionalmente se veían.
Al finalizar con la plática y la cena Albafica se despidió de la familia, apresurado por volver a su casa, faltaba un tanto para que el sol de la tarde cayese lo que le daría tiempo suficiente para atender sus deberes en el Santuario, que era la manutención de las flores venenosas que transitaban las escaleras finales.
Las rosas venenosas no se alimentaban del aire y tampoco eran infalibles al abandono.
Tenía regresar.
—Ha sido un honor contar con su presencia —dijo el hombre haciendo una pequeña reverencia con la cabeza—. Esperamos que la cena haya sido de su agrado.
—El honor es mío, y muchas gracias.
Luego de intercambiar una despedida con la promesa de volver a verse (por favor no), Albafica dio marcha hacia el Santuario con la seguridad de que Manigoldo al verlo iba a intentar algo estúpido.
Siempre era así.
—CONTINUARÁ—
Editado: 5 de mayo del 2019.
Ustedes díganme qué les pareció ésta parte.
¡Feliz año 2019 tengan todos ustedes! :D Francamente no tengo mucho que decir salvo que me gusta escribir con Albafica y Manigoldo (no yaoi eehh); no sè como que me encanta que molesten a nuestro prìncipito de las rosas jaja.
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