¡Aquí vamos otra vez!
Esta será mi segundo gran proyecto Riren en el que comenzaré a trabajar OuO
Es un steampunk AU, para los curiosos, es un subgénero literario de ciencia ficción, que habitualmente son realidades alternativas ficticias, retrofuturistas (es decir que es tiene adelantos tecnológicos utilizados de maneras rústicas o burdas). Centrado en la segunda mitad del siglo XIX, en las épocas victorianas y eduardianas, momento en que la Revolución Industrial se encuentra en su apogeo. (Sacado de Wikipedia, si quieren leer más sobre el tema ahí está muy bien detallado).
Como notaron, la clasificación es "M" por contenido explícito y lenguaje obsceno.
Espero que puedan disfrutar del primer capítulo y se queden conmigo ;)
La historia es betada por Faby Kaban.
Shingeki no Kyojin no me pertenece, si no a Isayama Hajime.
Antes que pasemos a más debo definir una palabra que será utilizada muchas veces: Autómata, es un androide con la imagen de un humano; con piel, cabellos y voz normal. Creados para obedecer y para cumplir trabajos, y así facilitar la existencia de las personas. Sin libre albedrío alguno y con un único propósito, que es servir a la raza que los creó.
Ahora sí, adelante.
Precaria atracción
El chirrido de los engranajes tocaba sin cesar, como una endemoniada melodía en repetición, la ciudad gritaba abajo. Eren Jaeger levantó el rostro de la cama para mirar el reloj marcando el principio de la tarde. Saltó de su litera asomándose por la ventana.
Si no fuera por la máquina sobre su mesa de estar, le sería imposible saber qué hora era.
Miró hacia el cielo… al vacío y gris cielo. Carente de un sol, nubes, estrellas o lunas; un infinito lienzo plomizo se desenrollaba sobre su cabeza. Respiró, llenando sus pulmones con el inodoro aire.
Se rio de sí mismo al pensar sobre cosas tan bobas como astros en el firmamento; no era como si alguna vez los hubiera visto; leyó una vez, acerca de una enorme bola cubierta de llamas que le proporcionaba calor al planeta tierra hacía centenares de años. Antes de la "Gran Guerra de Santimonia".
Por la hora que era, supo que se le hacía tarde para sus lecciones de ese día. Esas en las que le era enseñado todos los pilares, mártires y sacerdotes que habían construido la utopía que Hardfort era; estás se prolongaban más de cinco horas… cinco enloquecedoras horas.
Había un problema, sin embargo, este era: que asistir a sus larguísimas lecciones era lo que Eren menos quería hacer. Lo que más deseaba en ese momento era una tarde de completa improductividad. Pasar lo que restaba del día haciendo, bueno… nada.
Decidió que por un día que faltara a sus lecciones no habría diferencia, pero se aseguraría de no hacerlo solo; así que corrió hacia la planta baja, a la oficina de su madre.
Todo el piso estaba completamente alfombrado con un tapete más viejo que Eren, de color pardo, con dibujos abstractos y sin formas. En tres de las cuatro paredes se erguían orgullosamente libreras enormes que besaban el techo con miles de libros, repletos de polvo.
Las cuatro paredes de color vino eran llenadas melodiosamente por música compuesta de cuerdas que sonaba en el aire; Eren se acercó y paró el gramófono, levantando la aguja del gigante disco negro que giraba, su madre lo había dejado encendido antes de irse a su trabajo, ella era tan olvidadiza como él.
El escritorio de Carla estaba abarrotado con hojas de papel y pergaminos; el castaño de ojos verdes deslizó su mirada por algunos. Todos pertenecían al trabajo de su madre, nuevas órdenes para la santísima iglesia, impugnaciones, penas de muertes para autómatas. Eren comenzaba a bostezar al pensar que todo este trabajo de papeleo sería suyo cuando su madre se retirara y él ocupara su cargo.
Dejó de pensar sobre eso, en su lugar, se enfocó en su "Día de pinta" que le esperaba hoy.
Tomó el teléfono, poniendo el auricular sobre su oreja, discó con su mano el número que tenía en mente. Jugó con el grueso cable del aparato mientras esperaba que la otra línea fuera contestada.
—Buenas tardes —saludó un hombre, el castaño sabía que se trataba de un mayordomo.
Indicó quién era él y con quien quería hablar, el hombre de la otra línea concedió y transmitió la llamada.
—Eren Jaeger —saludó la voz llena de ira; pero el castaño sabía mejor que creer su tono—, debe de haber una muy buena razón para que me llames en este momento. Debo atender a mis lecciones diarias, igual que tú ¿recuerdas? O es que ya te quedaste atrás en ellas.
Eren se rio con burla.
—Esa es la razón de mi llamada, idiota. —Escuchó un bufido de la otra línea—. Primero no, no me he quedado atrás, es más, estoy casi seguro que mis notas son mejores que las tuyas.
—…sigue soñando —dijo el chico del teléfono.
—Segundo, quería hablarte para proponerte esto: ¿Por qué no dejamos esas lecciones aburridas de cómo la "Santa Iglesia" llegó al poder, de cómo ejecutaron a los rebeldes, del origen de los autómatas y bla bla bla, por este día?
La línea se quedó muda.
—¿Jean? —Preguntó Eren— ¿Sigues ahí? ¿Qué te parece si hacemos algo diferente hoy?
—¿Por qué? —Fue la respuesta de su amigo, su voz era neutral.
—Será divertido.
Silencio nuevamente. El castaño se preocupó que su amigo lo fuera a delatar con su tutor y meterlo en problemas; estaba por admitir que todo había sido una jugarreta, hasta que Jean suspiró pesadamente y habló.
—Más te vale tener un buen maldito plan, ¿me escuchaste?
Eren sonrió por su victoria.
—Estoy seguro que será inolvidable.
Se apresuró a salir de la oficina de su madre, dirigiéndose a su cuarto. Atravesó la galería en donde estaban colgadas las pinturas de todos sus antepasados: abuelos, bisabuelos y demás; miró a cada uno de ellos.
Un cuadro llamó su atención, el marco estaba gastado pero brillaba, sus mayordomos se encargaban de limpiarlo semanalmente. Su tatarabuelo estaba en ese, Alphonse Jaeger, con un sombrero de copa y un monóculo adornando su ojo. Lucía orgulloso mientras sostenía una figura humana en el suelo con su mano; el ser que estaba a sus pies no tenía piel sobre el rostro, sus ojos mecánicos y su cara de metal llena de circuitos atravesaban la pintura.
Eren siempre se estremecía cuando lo miraba.
Intentaba recordar que se trataba solamente de un autómata, un ente sin vida, compuesta de circuitos, cables y metal. No era un ser humano pensante y con alma; aun así, no podía evitar sentir lástima por la aberrante creatura.
Subió los escalones del vestíbulo frente a la puerta de la entrada, la alfombra era infinita. Ahí había un graderío que abarcaba todo el muro, después de los primeros siete peldaños, la escalera se dividía en dos partes. En la pared de la bifurcación estaba una pintura del rey Reiss, con mirada penetrante; asegurándose de guardar a todo su pueblo, debajo de él estaba la santa trinidad de diosas, María, Rose y Sina.
Hizo una leve reverencia y siguió su trayecto a su cuarto.
Cuando abrió la puerta, no gastó tiempo y se desnudó; se acercó a una linterna de aceite y la encendió trayendo a la vida una pequeña llama de fuego. Hizo lo mismo con la que estaba en el baño.
Abrió la ducha, la tubería de cobre se quejaba cuando el agua viajaba por la telaraña de caños hasta caer sobre su cabeza. La corriente estaba fría, pero no era molesta. Los vapores de los establecimientos y de las maquinarias de la ciudad afuera, llenaban el cielo con carbono y metano, atrapándolo sobre sus cabezas como un domo de gases calientes. A veces la temperatura era insoportable.
Con rapidez se vistió mientras se secaba el cabello; pasó por su armario, no tenía idea qué ropa ponerse, pues no sabía qué era lo haría ese día. Optó por usar unas botas marrones hasta sus rodillas, pantalones negros con un cinturón del mismo color. Abotonó una camisa holgada de las mangas y encima un chaleco negro. Pasó sus dedos por sus hebras, intentando domesticarlos, pero no logró nada.
Se despidió de la servidumbre, le dijo a su ama de llaves que se dirigía al hogar de su tutor para reanudar sus lecciones, la vieja señora con mejillas rosas y rostro de manzana pareció creerle, pues lo dejo ir sin cuestionarlo más.
Salió de su hogar y fue recibido por los ardientes vapores, ahí abajo el sonido de las máquinas de engranaje era ensordecedor, pero se había acostumbrado a la estridencia después de tanto tiempo. Saludó a un hombre con sombrero de copa y traje de vestir negro; le sonrió a un grupo de chicas jóvenes de su edad, sus vestidos pomposos de colores vivos siempre eran un espectáculo para mirar, ellas se rieron y hablaron entre ellas. Eren les guiñó un ojo y fue recibido por nuevas risillas.
Siguió caminando, doblando la esquina; se encontraría con Jean en la estación ferroviaria. Sus ojos se escurrieron al cielo muerto, ahí las aeronaves con velas que asemejaban a sus hermanas marítimas navegaban el cielo grisáceo. Pasó por pequeños establecimientos, una peletería, una sastrería y una panadería; el delicioso olor a pan recién salido del horno lo embriagó por completo, siempre amaba ir a esa hora. El panadero jefe, Hannes, siempre le regalaba una porción.
Ahí estaba el hombre rubio, con un azafate lleno del delicioso alimento. Eren se acercó con una sonrisa.
—¡Hannes! —saludó amigablemente.
—Eren, vienes más temprano que lo usual. Acabamos de sacarlo del horno, creo que está demasiado caliente para que lo comas —advirtió el hombre con bigote.
—¡Tonterías! —se burló—. Si me lo como muy rápido será suficiente.
Hannes resopló pero no dijo más. Eren tomó el pedazo de pan y lo puso en su boca, estaba ardiendo, pero no lo sacó, lo masticó lo más rápido que pudo pero en el camino dejó de sentir su lengua; tragó el bolo, el calor era tanto que lo sintió bajar hasta su estómago.
Él lo miraba expectante.
Eren sacó su lengua para demostrar que no tenía residuos.
—Allá tú, chico. —El hombre negó con su cabeza y regresó adentro de la panadería.
El castaño no se sentía capaz ni de hablar.
Aun así, siguió su trayecto.
Cruzaba de aceras cuando los coches tirados por caballos paraban de pasar por las calles adoquinadas. A medida que iba caminando el paisaje cambiaba, las grandes edificaciones de las corporaciones más adineradas, se convertían en pequeños establecimientos. Cada vez se acercaba más y más a la parte pobre de la ciudad. Claro, los murales que les rendían culto a las tres santísimas diosas y al Rey Reiss nunca dejaban de aparecer.
El padre de Jean era colega de su madre, así que él siempre fue su amigo desde que Eren tenía memoria; era más como una relación amor-odio (casi siempre quedándose en lo de odio), pero se las arreglaban para ser amigos.
Aún faltaban como cinco manzanas para llegar a la estación de trenes y desde ahí se podía escuchar el chillido de los motores y el rugir de los vapores de las máquinas. Pero ese era el mejor lugar para reunirse con Jean, la estación quedaba en la frontera de Hardfort, nadie los estaría buscando ahí.
Apresuró el pasó hasta que llegó al corazón de la estación, mirar a los enormes trenes siempre le quitaban el aliento; eran gigantes mecanismos metálicos que median cinco metros de alto y veinticinco de largo. Eren no sabía dónde iban, desde que había nacido, nunca dejó la ciudad; pero siempre había querido saber qué habría más allá.
Los libros decían que toda la tierra estaba contaminada por gases tóxicos capaces de causar la muerte en minutos, una secuela de la Santa Guerra. La contaminación de las bombas químicas y los gases emitidos por miles y miles de cadáveres pudriéndose al sol; terminaron matando casi al ochenta por ciento de la población, dejando inhabitable el setenta y cinco por ciento de la tierra.
Había lugares en donde se decía que el aire estaba limpio y el efecto invernadero no había atacado, pero la Santa Iglesia clamaba que no eran más que rumores confabulados por las células de los rebeldes y por los autómatas que todavía vivían.
Los trenes transportaban mercadería, seguramente se dirigían a pueblos más pobres y llenos de enfermedades. Eren hizo una mueca y se dio la vuelta, reanudado su búsqueda por el tipo castaño y cara de pocos amigos.
Lo divisó entre la multitud, levantó un brazo y corrió hacia él. Gritó su nombre, pero el tipo no pareció escucharlo, se acercó a él y le dio un codazo amigable.
—¡¿Qué hay?! —dijo Eren por encima del bullicio de la estación.
Jean meneó la cabeza, señalándose un oído, indicándole al castaño de ojos verdes que no le escuchaba. Eren resopló frustrado, así que entre gritos y oraciones a medias decidieron salir de la línea férrea.
—Más te vale tener un buenísimo plan, ¿me oíste? —se quejó su amigo cuando pudieron ser capaces de escucharse, fuera del rango del alboroto de la estación.
La realidad era qué, el chico de ojos verdes no tenía idea de lo que harían, así que dijo lo primero que le vino a la mente.
—Ir a la ciudad subterránea.
Jean abrió tanto los ojos que parecían que ambos orbes se iban a salir de sus cuencas.
—¡¿Estás loco?! —gritó—. ¿La ciudad subterránea? ¿La maldita ciudad subterránea? ¡Así como Duskinn, la ciudad subterránea!
Eren le urgió que se callara, era bien sabido que Duskinn era la zona más peligrosa de toda el área. Había adquirido el apodo de "la ciudad subterránea", debido a que la contaminación era más grave ahí, la capa de gases era mucho más densa, el cielo no podía verse y tampoco la luz del sol; toda la ciudad estaba en penumbras permanentemente, daba la impresión como si estuviera debajo de la tierra.
Se rumoraba que ahí se encontraban los rebeldes, los desterrados que se oponían al régimen autoritario del rey Reiss, también los androides que habían sobrevivido a las cazas, junto a criminales y asesinos.
Eren siempre había tenido curiosidad de ir a la ciudad subterránea. Estaba seguro que las ideas menos pensadas eran las más divertidas. La curiosidad siempre había predominado en él, quería saber si lo que decían de Duskinn era cierto, que el ambiente era más pesado, que siempre la rodeaba una eterna noche. Que ahí nadie tenía reyes ni diosas; y quería saber si los autómatas no se habían extinguido todavía.
—¡Será divertido! Y no lo digas tan fuerte, pueden escucharnos.
Jean le dedicó una mirada de desaprobación, decidido a abandonar a su amigo de la infancia; pero Eren sabía mejor que creer eso. Él sabía cómo hacer que el de ojos ámbar lo acompañara.
—¿A qué le tienes miedo, Jean?
Él otro resopló.
—No le tengo miedo a nada, y deja de ser idiota, eso no funcionará conmigo esta vez.
—¿No fuiste tú quien me dijo una vez que no querías morir en este basurero de ciudad?
—Eso fue cuando teníamos diez años, y no tenía idea que ocuparía el cargo de mi padre como protector del rey. Ahora sé que es mi maldito destino "morir en este basurero de ciudad" —terminó con amargura.
—¿Dónde está tu sentido de curiosidad? —preguntó con una sonrisa.
—Muerto, así como debería estar el tuyo —escupió las palabras con enojo—. No quiero ir a la ciudad subterránea y ser asesinado por uno de los malditos rebeldes cuando sepan quién soy.
—No lo descubrirán —aseguró Eren—; además, mira el lado bueno, si descubren quién soy yo, entonces me matarán a mí. No tendrás que soportarme.
Jean pareció considerarlo por un momento.
—Eso sí suena como una buena idea…
—Muérdeme —dijo Eren con burla.
—La respuesta es: No, idiota. Ni por todo el oro de la corona iré a esa ciudad de mala muerte para que me asesinen.
Llevaban menos de una hora desde que habían salido de la estación, iban caminando hacia el noroeste. No era como si trenes llegaban al pueblo de Duskinn, el mercadeo en ese lugar estaba completamente muerto. Se decía que era como un pueblo fantasma. Ni siquiera los Titanes se acercaban ahí; así eran llamados el grupo de guardas que se encargaban de aniquilar los autómatas y castigar a los rebeldes.
—No puedo creer que me dirija a mi muerte —rezongaba Jean mientras caminaba arrastrando los pies.
—Oh vamos, es muy tarde para arrepentirte. —Eren rodaba los ojos ante la actitud de su amigo— ¡Será divertido!
—¿Crees que te maten primero y me obliguen a mirar como lo hacen? —cuestionó.
El castaño resopló, irritado. Él estaba seguro que sería una experiencia inolvidable.
—Ya te dije que te calles, nadie debe saber que somos de Hardfort.
El camino para llegar a Duskinn no era el más glamoroso, la ciudad parecía estar en un desnivel bastante pronunciado de tierra. No era llamada la "ciudad subterránea" por nada. Había un enorme puente que venía desde Hardfort y se dirigía a otra ciudad, Duskinn se localizaba debajo de él. Una colina bastante amplia los separaba; a sus pies se encontraba una barda, la última división entre Hardfort y su destino. Era de tres metros, pero las tablas de maderas estaban raídas y viejas, servía más como recordatorio que para evitar el traspase.
Eren estaba seguro que nadie los había visto salir de Hardfort, la ciudad estaba preocupada por sus propios negocios para notar un par de chicos adentrándose a la ciudad subterránea.
Después de dar unas cuantas vueltas al cerco de madera, Jean encontró una que no parecía estar tan sujeta como las otras. Hizo una pequeña abertura, moviendo la tabla hacia un lado. Esa era una señal de qué lo que fuera que viviera en Duskinn, tenía un acceso fácil a Hardfort… eso lo hizo estremecerse un poco.
El lugar estaba envuelto en una tenue niebla, seguramente por los gases, la atmósfera se sentía pesada. Parecía ser de noche, pero no realmente, Eren nunca se había imaginado lo que estaba viendo.
No era un pueblo fantasma, todo estaba lleno y vivaz, las personas caminaban en las calles de lado a lado, algunos caminaban entrelazados de brazos; otras madres cargaban a sus bebés; y otros se besaban en medio de todos. Las luces de las farolas tenían un halo en el suelo hasta donde llegaba su luz. Había letreros en los diferentes establecimientos, panaderías, cantinas, vidrierías, entre otros.
La ciudad era menos industrializada que Hardfort, pero no por eso muerta.
Miró a Jean, seguramente su rostro era similar al de su amigo, bocas abiertas y cejas hasta la línea de su cabello.
—No se ve tan… —comenzó Kirschtein.
—¿Peligroso? —terminó Eren.
Jean solo movió la cabeza de arriba hacia abajo, la gente se miraba normal y parecía no haber androides por ningún lugar. Eso lo calmaba, aunque una parte de él se sentía un poco decepcionado. La aventura no sería tan emocionante como había anticipado.
Algo llamó su atención, era un chico que pasó frente a ellos. De su cintura para arriba era normal, pelirrojo y con pecas… un humano; sin embargo, tenía una pierna de metal, la piel de su muslo parecía haber sido arrancada con fuerza, pues ahora colgaba como si fuera tela.
'Un autómata' pensó, luego miró a Jean quien le regresó el gesto.
Esta era la primera vez que habían visto a uno a esta corta distancia.
Muchas veces su madre lo había llevado para que presenciara ejecuciones de androides; La purga, le llamaba la santísima Iglesia. Los autómatas eran la prueba en vivo de todo a lo que se oponía la religión de la Santa Trinidad: Eran aberraciones creadas por los mismos humanos, para los humanos; no tenían alma, así que por eso, no sentían nada.
No merecían ser salvos.
Hacía siglos, los autómatas habían sido la novedad de la época; entes sin libre albedrío alguno, obedecían órdenes, realizaban trabajos a la perfección. Eran producidos en masa, cada androide se especializaba en un área; había desde albañiles, enfermeros, niñeras, cocineros, amas de casa, mascotas, juguetes sexuales, hasta niños para parejas estériles.
Cuando la Santa Trinidad de diosas tuvo más seguidores, el movimiento se volvió una religión dominante y obligatoria para toda la civilización… Los autómatas no formaban parte de ellos.
Fueron cazados hasta el extremo de su extinción, era extraño ver un androide en el presente; ellos sabían mejor que mostrar su rostro en un universo en donde eran aborrecidos.
El extraño chico lo miró a los ojos, Eren sintió sus dedos volverse helados. Se veía completamente normal —quitando el hecho que le faltaba una pierna—, como si fuera su igual.
Excepto…
Sus ojos eran como dos fragmentos de hielo, celestes y fríos.
Eran normales los orbes de color azules entre todos los humanos, sin embargo, los del androide eran brillantes en comparación. Se miraban artificiales. Ése era el método más común de diferenciarlos, los extraños ojos que ellos tenían. Eren miró a otro lado, rezando a las diosas que el autómata los ignorara a ellos dos y siguiera su camino; apostaba que Jean estaba igual que él.
Sina seguramente estaba escuchando, pues el joven robot les quitó la mirada de encima y caminó lejos de ellos. El castaño escuchó a su amigo exhalar sonoramente a su lado. Eso había estado cerca. Debían ser cuidadosos, sino, la ciudad subterránea podía tragarlos vivos.
Jean le dio un codazo y urgió que se movieran de ahí, estar en medio de la calle los hacía un blanco fácil para todos.
Eren notó una cantina a su derecha, había un enorme rótulo con letras rojas de neón, brillaban pero estaban cubiertas por una fina capa de polvo. "El Callejón" se leía. Parecía que adentro estaba muy ameno, en la puerta estaban un par de hombres charlando con familiaridad.
Los dos amigos caminaron hacia el establecimiento, el más bajo notó los ojos de hielo que uno de los dos hombres tenía y se estremeció. Los autómatas estaban por todos lados…
Entraron al establecimiento y fueron recibidos por una oleada de calor. Las voces de los comensales llenaban la cantina y le daban un ambiente jovial. Nadie estaba solo, y Eren notó que en cada mesa habían varios jarros de cerveza; los meseros se movían de un lado a otro sin parar y una música de trompetas, trombones y pianos avivaba todo el lugar.
La pared del fondo estaba construida de ladrillos y pintada de amarillo, las demás paredes eran de un azul apagado, el techo estaba compuesto por tuberías de cobre que surcaban de lado a lado. Las mesas de maderas estaban repartidas en medio y las butacas eran de cojines dorados.
La barra de bebidas estaba en la pared de ladrillos, tres estantes llenos de licor estaban clavados a la pared. Los barmans se movían con velocidad atrás del mostrador, mezclando y preparando bebidas.
Él y Jean comenzaron a acercarse a la barra, Eren miró todo el lugar, bebiendo con impresión todo El Callejón. En las paredes estaban atornillados cientos y cientos de engranes, casi cubrían todo el muro. En medio de toda la habitación se erguía un pilar, en él estaba la cabeza de un ciervo, exhibido como si fuera un trofeo. El castaño quedó boquiabierto, ¡hacía siglos que ese animal se había extinguido! Aun cuando no había comenzado la guerra de santimonia.
Sin embargo, cuando siguió caminando notó la otra mitad de la cabeza del animal, todo el pelaje faltaba; en lugar de su ojo tenía un bombillo de color rojo, y en lugar de hueso tenía un esqueleto de hierro.
Tragó grueso, nunca debió haber ido a ese lugar.
Jean haló de su camisa y se sentaron en los taburetes de la barra.
Un barman mujer llegó a su encuentro.
—Buenas noches, caballeros, bienvenidos a El Callejón —saludó fríamente, con palabras practicadas y memorizadas—, mi nombre es Mikasa Ackerman, ¿qué puedo darles para tomar?
Eren la miró, tenía un cabello que llegaba hasta sus hombros color negro, su piel era más blanca que una hoja de papel; parecía que la chica nunca antes había salido a la luz. Vestía una camisa blanca de botones y un chaleco negro encima, con un corbatín en el cuello.
—Dame una jarra de tu mejor cerveza —pidió Jean con aire de suficiencia.
El castaño luchó por no rodar los ojos, pero no lo logró.
La chica lo miró con frialdad, parpadeó unas veces y luego se dirigió a Eren, esperando que él hablara.
—Uh… tendré lo mismo que él —señaló a su amigo, el idiota.
Dio un leve movimiento de su cabeza y se fue.
—Qué extraña —opinó el de ojos esmeraldas una vez que la barman se había ido.
—Extraña, pero hermosa —suspiró Jean, siguiendo con sus ojos a la chica de cabello azabache.
—Sí, creo que sí —concordó, ahora que miraba a la intimidante pelinegra, era bastante atractiva. Su nívea piel se miraba suave y sus ojos tenían una bonita forma.
—¿Qué hace una chica así de linda en este lugar? —preguntó el otro, desconcertado—. Un lugar tan peligroso como este no es lugar para ella.
Eren solo se encogió de hombros; y pasó sus manos por las bolsas de su pantalón, congelándose cuando se notó un pequeño detalle.
—Ey, diablos Jean ¿trajiste algunas esterlinas? —interrogó Eren—. ¡Yo las olvidé!
—¿Estás jodiendo conmigo? ¡Esta fue tu estúpida idea! ¡Debías traer dinero! ¿Qué hacemos ahora? —Jean estaba frenético.
¿Qué era lo peor que les podían hacer?
Ah, sí… matarlos.
—¡Eres un maldito imbécil, Eren-!
—¿Qué? ¡No es mi culpa que tú seas un idiota!
Mikasa les trajo sus bebidas y ambos cerraron la boca, si esta chica se daba cuenta que ellos no podían pagar, no tenían idea qué pasaría; así que solo callaron y asintieron para que ella se fuera.
—¿Sabes cuánto cuestan las cervezas?
Eren negó rápidamente, moviendo su cabeza de lado a lado.
—Cinco esterlinas con veintisiete céntimos —respondió una voz atrás de ellos.
Ambos giraron en sus taburetes para encarar el origen de la voz, era bastante aguda y tranquila, había parecido que le pertenecía a un niño.
Era de un chico bajo con cabello tan amarillo como el trigo, caía como cascadas por sus pómulos. Se miraba frágil e inocente… ¿Qué diablos hacía en una cantina con tantos autómatas?
—¿Vienes mucho aquí? —bufó Jean con sarcasmo, de todas formas, el pequeño había respondido bastante seguro.
—No realmente —negó el chico de apariencia juvenil.
—De acuerdo… —su amigo dejó de prestarle atención y habló nuevamente con Eren—. Entonces, en dos cervezas, deberíamos de pag…
—Diez esterlinas con cincuenta y cuatro céntimos —interrumpió la chillona voz del rubio.
—¿A qué no eres un sabelotodo? —volvió a burlarse Jean, esta vez con más enojo. Levantó su jarra llena del líquido ámbar, cuando posó el recipiente de vidrio en sus labios, el pequeño chico volvió a hablar:
—Técnicamente no podría ser un sabelotodo, el término implica un sujeto que, literalmente, es conocedor de absolutamente todos los diferentes temas, de todo el universo. Es bastante dudoso que dicha persona exista. Es decir, podría pasar su vida entera leyendo y estudiando pero ni aun así podría llegar a "saber" —hizo unas comas con sus pequeños dedos— todos los temas de todo el universo. Es científica, al igual que lógicamente imposible que un ser sea "sabelotodo".
—De… acuerdo… —repitió Jean, claramente irritado.
Fue hasta ahí que Eren notó los ojos del chico, azules como el hielo, y fríos como la nieve…
—¿Qué eres? —preguntó Eren, con incomodidad y temor.
El chico respondió con toda naturalidad.
—Diseño: Armin Arlert; modelo número i, cero, cero, tres, seis, tres, pe, siete cinco. Tutor para estudiantes, y asistente capacitado en treinta diferentes profesiones. Fabricado en el año trecientos treinta y cuatro; dos años antes de la guerra de santimonia. —terminó.
El par de chicos se quedaron boquiabiertos.
—Tú eres… —comenzó Eren.
—Un autómata, correcto —terminó "Armin".
…
Su amigo de cabello bicolor palideció y tomó la jarra de cerveza, comenzando a tomar todo su contenido, sin separar sus labios del vidrio para respirar. La manzana de Adán se movía incesante, engullendo todo el líquido. Una gota color bourbon salió de la comisura de sus labios.
Cuando terminó su bebida pareció estar más tranquilo.
Eren notó con la esquina de sus ojos que la chica barman se acercaba a ellos.
—¡Jean, imbécil, te tomaste toda la cerveza que no podemos pagar! —le amonestó al otro. Ahora definitivamente estaban perdidos.
—Mierda… —murmuró Jean, dándose un pequeño golpe en la cabeza.
Como si hubiera sido una señal, en segundos la chica pelinegra llegó a supervisarlos, mirándolos sospechosamente. Seguro que estaban causando todo un alboroto que solo empeoró cuando el maldito autómata llegó a molestarlos.
—¿Tenemos algún problema aquí, caballeros? —Preguntó la chica Mikasa.
—No te preocupes, Mikasa —habló el autómata rubio—. Yo invitaré a estos chicos esta vez.
—De acuerdo, Armin —dijo la pelinegra, aceptando unas cuantas monedas que el androide de corto tamaño le dio.
Cuando la barman se retiró, Armin les volvió a hablar.
—¿Hace cuánto que dejaron Hardfort, amigos?
Eren abrió los ojos y se quedó mudo.
—No crean que no lo sé —dijo el robot con una sonrisa y ladeando la cabeza—, sus dos camisas están hechas con seda de las orugas arcoíris de las islas Turquesas. Un producto importado bastante único y bastante costoso, sus principales países en los que los botes hacen su desembarco son: Hartridge, Hardfort y Dester.
»Entonces, si Hardfort es la ciudadela más cercana con solo cinco kilómetros de distancia aquí a Duskinn, es seguro asumir que es su primera vez por estos sectores. También es seguro que ustedes son de familias renombradas, por su forma de vestir y hablar…
—¿Hablar? —preguntó Eren, confundido.
—… y como lucen anonadados por la presencia de un autómata. ¿Soy el primero que ven? ¿O el primero que les habla?
—¿C-como…? —tartamudeó Jean.
—Su ritmo cardíaco está por las nubes, su temperatura es más alta que lo normal y transpiran a causa de su nerviosismo. O están enamorados de mí o me temen. —Terminó el pequeño rubio.
Los dos chicos de Hardfort se miraron entre ellos y luego estallaron en risas.
—En verdad eres algo más, Armin —elogió Jean mientras le ponía una pesada mano en la pequeña espalda del robot. El gesto hizo que el rubio sacara todo el aire de sus pulmones, luego levantó una ceja, pero sonrió.
Antes que Eren se diera cuenta, el pequeño Armin estaba sentado a su lado, en el taburete de la par, pero no tenía bebida.
'¿Los autómatas comen y beben?' Se preguntó el castaño para sus adentros.
Su nuevo acompañante les estaba relatando algunos hechos acerca de las otras ciudades que estaban lejos de Hardfort, no era como si Armin había visitado esos lugares, pero sabía todo de ellos. Parecía que el frágil rubio conocía todo acerca de todo. El chico de ojos verdes bufó para sus adentros, no tenía idea porqué había pensado que el de ojos celestes era una amenaza; se miraba solo como un dulce chico menor que él.
Un genio dulce chico menor que él.
Cuando volvió en sí, después de estar absorto en sus pensamientos, notó que su mirada se había perdido al otro lado de la habitación; sus ojos habían estado enfocados en alguien todo el tiempo y ¡Eren no lo había notado! Rápidamente dirigió su rostro para otro lado, pero ya era demasiado tarde, el sujeto que lo había descubierto mirando tenía la mirada fija en él.
Eren lo volvió a mirar para luego huir de sus ojos nuevamente.
La mirada del otro tipo no flaqueaba.
El castaño no era de esos que huían, así que esta vez lo volvió a mirar, decidido.
Sus ojos eran grises e intensos, Eren sentía que le hacían agujeros, estaba completamente clavados en él; viajando desde sus pies hasta su cabeza. Las facciones del desconocido eran finas pero marcadas, su nariz era recta y sus pómulos protruían de su apuesto rostro. Su cabello negro y brillante llegaba hasta sus ojos pero estaba rapado de la parte de atrás.
Su boca se le secó.
Intentó regresar a la conversación entre Jean y Armin. Hablaban acerca de Duskinn, Eren llegó a escuchar que los extraños no eran muy bienvenidos.
Sus ojos se deslizaron nuevamente al intimidante extraño, él seguía mirándolo.
—¿Y cómo se llaman? —Preguntó Armin Arlert.
—Jean —contestó su amigo.
—Uh… Eren… —respondió sin prestar atención.
El rubio notó de inmediato su raro comportamiento y siguió su mirada, seguido por una aguda bocanada de aire por parte de su nuevo amigo mecánico.
—¡No deberías meterte con él! —Hizo saber el genio.
—¿Huh? ¿Qué? —Murmuró Eren confundido.
—Su nombre es Levi Ackerman y él significa malas noticias.
—Levi Ackerman —probó su nombre en su lengua, no se sentía mal.
—¿Malas noticias? —Repitió Jean— ¿Por qué?
Armin agitó sus lacios cabellos dorados de lado a lado mientras negaba con su cabeza. Desaprobando lo que estaba pasando.
—Es alguien bastante peligroso, es todo lo que puedo decir.
Jean pareció preocuparse por las palabras del androide. Eren no podía prestarle atención, solo miraba que "Levi" se levantaba de su asiento y comenzaba a dirigirse a ellos, sintió su pulso intensificarse. Él tenía una camisa holgada de las mangas, color crema, tenía agujetas sueltas en el cuello que se abrían y demostraban su piel; usaba botas negras que llegaban a la rodilla y pantalones del mismo color.
No podía confiar ciegamente en Armin, después de todo, lo acababa de conocer… y era un autómata.
Si tuviera un poco de sentido debería dirigirse a su madre y hablarle del par de androides que había visto ese día, para que fueran ejecutados; pero conociéndose, no lo haría. Eren nunca fue fanático del maltrato hacia otros, aun cuando estos no fueran más que simples capullos de metal y circuitos. Si éste pobre autómata moría, no sería por su responsabilidad.
Recordó al extraño y atrayente hombre que se dirigía en línea recta hacia él y cuando acordó lo tenía en frente.
—Ey —dijo. Eren se estremeció, su ronca voz le hacía justicia a su físico—. Nunca antes los había visto por aquí —se dirigió a ambos, Jean y él—. ¿Vienen de visita a Duskinn o están aquí para quedarse?
—Ehh… este… yo… —El castaño no podía formar palabras coherentes, hasta el perfume que el pelinegro con mirada intensa usaba era atrayente para él.
—¿Puedo sentarme? —lo interrumpió, mirando fijamente a Eren.
—S-sí —tartamudeó.
Levi se movió hacia una mesa con cinco sillas en las que estaban cuatro personas charlando entre sí; cuando el pálido hombre llegó todos lo saludaron por su nombre, el aludido solo asintió y tomó el mueble que sobraba, luego lo dirigió hacia donde estaban los tres chicos menores.
—¿Bien? —Preguntó una vez que ya tenía su asiento y lo había tomado— ¿Dónde estábamos?
—Me llamo Eren Jaeger —dijo el castaño más rápido de lo que había planeado. Fue después que reconoció su error.
Jean lo miró con ambos ojos llenos de sorpresa, Armin se quedó boquiabierto.
—¿Jaeger? —repitió Levi con tono curioso.
'Mierda' pensó.
—¿Tú amigo es un Jaeger? —preguntó Armin asombrado a Jean.
El de ojos ámbar no le contestó, pero palideció en segundos.
—¿Jaeger? ¿Así como los Jaeger que protegen la corona? ¿Los encargados de mantener al glotón rey a salvo y asesinar a los autómatas y rebeldes? —Preguntó Levi jovialmente—… una de las familias más importantes del reino. Qué interesante.
Armin miraba con grandes ojos a Jean, llenos de sorpresa.
—Lo próximo que me dirás es que, tu amigo aquí, es un Reiss —señaló al castaño más alto—, o un Kirschtein.
Jean se tensó.
Levi sonrió y enarcó una ceja.
—Parece que tenemos dos señoritos aquí —finalizó—. ¡Mikasa, trae el mejor barril de cerveza que tengamos! —Le gritó a la chica desde donde estaba sentado— ¡Tenemos invitados especiales!
'Diablos, diablos, diablos. Esto está mal, está muy, muy mal' gritaba su mente, decir su apellido había sido un desliz de su lengua '. Levi seguramente es un rebelde.'
Rato después llegó la pelinegra con las bebidas, Jean tomó una con cautela y Eren también.
—¿Ackerman? —Recordó su amigo— ¿Ustedes dos son hermanos?
Levi se rio quedamente.
—Se podría decir —respondió, sonriendo ladinamente—. Pero vamos, dejen este lúgubre aire. No les haremos daño aquí en El Callejón —aseguró.
Eren no parecía muy confiado, no lo miró a los ojos.
La sonrisa del pelinegro se borró cuando dijo:
—Si los quisiéramos muertos, sus cadáveres ya estarían pudriéndose en el basurero de afuera. —Se había acercado a ellos para susurrarles las palabras, debajo de toda la música, se recostó sobre su respaldo y se cruzó de piernas—. Ahora… —levantó su mano, con la jarra llena— Por los nuevos amigos.
Eren sonrió, nervioso y a la vez sorprendido.
Después de un rato, y algunas cervezas para tranquilizarlos, Eren se encontraba hablando con Levi. Estaban en una esquina de la cantina, donde la música sonaba menos, sentados sobre dos sillones color verde oscuro. Miró a Jean, quien estaba hablando con Armin en los taburetes donde Eren había estado primero.
Parecía que su amigo había perdido el temor a los autómatas.
Eren aún se sentía extraño alrededor de ellos, prefería evitar a Armin.
Pero por alguna razón, no podía temerle a Levi.
—Mikasa se parece mucho a ti —opinaba—, digo, sus ojos son iguales de intimidantes y bonitos, su cabello es negro y liso… ambos son bastante pálidos… ¡Parecen gemelos!
—Yo soy mayor que ella —dijo el serio pelinegro.
El castaño se rio, Levi parecía muy joven.
—¿Qué edad tienes? —preguntó el chico.
—¿Qué edad piensas que tengo? —regresó.
—¿Veintinueve? —probó.
—Estás cerca —asintió Levi con una sonrisa— ¿Qué edad tienes tú?
—Veinte.
—Y es tu primera vez aquí en Duskinn —adivinó.
Eren asintió con el rostro, bobamente.
—Eres un virgen.
—¿Q-qué? —Se sonrojó, seguido de un resoplido —. No…
La respuesta flaqueó un poco, pero no había sido mentira. Eren se había divertido con chicos y chicas de su misma edad, claro, todos habían sido de familias importantes del reino; hijos de duques y de archiduques. Ninguno parecido al amenazador pero vulgar hombre atractivo a su lado.
—Lo que quiero decir —dijo Levi con una sonrisa de complicidad—… es que eres un virgen siendo nuestro visitante —aclaró—. Y como toda buena primera vez, debe ser memorable.
La sonrisa del pelinegro hizo que se le pusiera la piel de gallina.
El castaño no se había dado cuenta cuando una mano estaba sobre su pierna, moviéndose lánguidamente.
'¿Podría ser que…?'
—Y-y… ¿Éste es tu bar? —preguntó el chico, sin moverse de la caricia.
—Sí —contestó con su barítona voz—, pero también tengo otros negocios.
—¿Cómo cuáles? —Eren ladeó su cabeza.
—Digamos que me dedico a brindarle placer a las personas por un precio justo —terminó lamiéndose los finos labios.
'Oh…' Eren abrió los ojos como platos.
—¿Te… te vendes? —cuestionó el chico, mirándolo con confusión.
—Todos están a la venta, señorito, lo único que cambian son los servicios que proveemos. —Los ojos grises se tornaron inexpresivos.
Se sintió un poco decepcionado, el chico de verdad creía que el desconocido hombre se había fijado en él. Nunca pensó que solamente iba tras algunas esterlinas; mala suerte, decidió Eren, él ni siquiera tenía dinero. Miró la mano que estaba sobre su pierna e hizo una mueca.
—Entonces… ¿esperas que yo te pague? —Levantó la mirada y se encontró con la siempre intimidante de Levi.
—No —respondió—, no pudiste siquiera pagar tus bebidas, sé muy bien que no tienes dinero, señorito.
Eren notó que, al parecer, el hombre de fría mirada lo llevaba observando largo rato.
—¿Qué quieres?
—Ya te dije, tu primera vez en Duskinn debe ser memorable… y vaya que yo lo soy —sonrió lascivamente, Eren se estremeció. Subió sus níveos dedos sobre el muslo del chico, más arriba cada vez—. Esta vez irá por cuenta de la casa. ¿Quieres hacer algo osado?
Su corazón comenzó a latir fuertemente, adrenalina surgiendo por todas sus venas. Miró a su amigo, Jean seguía sin prestarle atención. Pensó seriamente en la idea de Levi, podría ser temerario, acostarse con un tipo extraño y peligroso; el pelinegro se miraba como si podía matar a alguien en cualquier momento. No podría robarle, razonó el castaño, ya que no tenía ni un céntimo.
El Callejón estaba menos concurrido en esos momentos, el chico no tenía idea qué tanto tiempo había estado en la cantina. La música era más fuerte sin las voces de los comensales, y todo el lugar olía a madera.
'¿Dormir con un rebelde?' sopesó '¿Qué es lo peor que podría pasar?'
—De acuerdo —dijo—, acepto.
Levi sonrió cautivadoramente, entornando sus ojos y poniéndose de pie, cuando se levantó bajó una mano a su cuello, tomando uno de los cordones de su camisa, el castaño sintió la necesidad de mirarlo más. Había algo encantador en la forma que él se movía… como si todo lo que el pelinegro hacía, servía para hipnotizar y fascinar a quién lo mirara. Y Eren no había sido inmune.
—Sígueme —pidió con una exuberante voz que hizo estremecerlo más.
Iba caminando atrás de él, no miraba adonde se dirigía solo al cuerpo delante de él. El cuello era llamativo e inmaculado, su cabello estaba cuidadosa y simétricamente cortado. La camisa caía holgada sobre sus hombros, la piel invitaba al toque, él no podía dejar de ver a Levi.
Llegaron a unos escalones que estaban a un lado de la barra, el pelinegro levantó la voz, llamando la atención de su hermana.
—Mikasa —dijo—, estaré ocupado, atiende los clientes sin mí por un tiempo.
La otra pálida chica asintió rápidamente, sin cambiar la expresión. Eren no pudo evitar pensar qué parecía que esto sucedía a menudo. Se preguntó si la chica brindaba los mismos servicios que daba Levi.
¿Ella también se vendía?
El trayecto a la segunda planta pasó rápido y borroso, había una puerta ahí, Levi la abrió. Cuando ambos hombres entraron, Eren fue empujado hacia la pared, sintiendo los labios de él sobre los suyos. El castaño respondió el beso, ladeando su cabeza y abriendo su boca, respirando por la nariz.
Levi era contundente, su beso era prueba. Deseaba a Eren, por la forma como lo tomaba de su nuca, la otra mano sobre su espalda baja; atrayéndolo más a él. Los dos se quedaron ahí, moviéndose, devorando sus labios hasta que quedaran rojos e inflamados.
Esto definitivamente era lo más salvaje que alguna vez había hecho.
Sintió un par de manos en sus pantalones, desatando los cordones para removerlos. Eren tomó la pista y se soltó las botas, dejándolas caer. Levi lo empujó y él cayó sobre un colchón. El otro parecía conocer muy bien la habitación porque se movía con facilidad aun cuando todo estaba en penumbras.
Cuando estuvo acostado, el otro tomó de sus pantalones y los haló, dejando sus piernas descubiertas. Sintió los labios de Levi subir sobre ellas, besando y lamiendo hasta llegar en medio de sus muslos. Era difícil saber si el hombre se había quitado la ropa o no, pero dejó de pensar en eso cuando el pelinegro volvió a besarlo.
Bajó su mano sintiendo la espalda de Levi, la piel era fría y no tenía ropas. Acarició hasta su espalda baja… no tenía ropa interior tampoco. Gimió cuando supo que el pelinegro estaba desnudo.
—En verdad eres atractivo —informó Levi entre jadeos y besos.
Eren se rio un poco.
—¿Cómo puedes saber eso? Yo no puedo ver nada en la oscuridad.
Levi se rio entre dientes y besó debajo de su ombligo. La respiración se quedó atascada en su tráquea, cuando esa lengua bajó hasta la base de su goteante órgano; luego subió y lamió perezosamente la cabeza, el castaño se dejó caer en la cama, quejándose de placer. El deseo quemaba en sus entrañas con cada toque de la húmeda lengua.
Se lamió los labios al sentir que Levi se introducía fácilmente todo su falo en su boca, hasta su garganta. Su cuerpo entraba en más y más calor con los segundos. Movió sus caderas, atacando el rostro del pelinegro; no pareció importarle, sino que le dio la bienvenida y lo metió más adentro hasta la base. Eren gritó de placer cuando Levi ahuecó sus mejillas succionando su miembro con fuerza.
Un dedo acarició su entrada, lleno de un líquido lubricante, y entró. Eren se tensó cuando lo hizo, Levi comenzó a tararear con su boca, las deliciosas vibraciones le hicieron perder la cabeza; el dedo entró hasta el fondo, explorando sus alrededores, entrando y saliendo de él.
El chico arqueaba su espalda con el deseo y demanda de sentir más. Se sujetaba de la ropa de la cama con sus nudillos, volviéndose blancos de la fuerza. Gimiendo más fuerte cada vez. Otro dedo había entrado en él, comenzando a hacer un movimiento de tijeras con el primero, doblándose para luego estirarse. Eren hablaba incoherencias, maldiciendo ávidamente por llegar a su liberación.
Los traviesos dedos dieron con su próstata, haciendo al joven gritar, su cuerpo comenzaba a perlarse de sudor, su respiración era entrecortada. Levi atacaba la glándula con sus dedos sin cesar; la estimulación en su trasero y en su pene era demasiado intensa para poder soportarlo más tiempo. Sin aviso alguno, se vino en la boca del pelinegro con fuerza. Todo su cuerpo tembló con éxtasis mientras sentía las cintas de semen llenar la boca de Levi. Él siguió acariciando su próstata, haciéndolo que expulsara más, ordeñándolo seco.
Estuvo un rato sin moverse, tumbado en la cama mientras intentaba recuperar su aliento. No escuchaba los jadeos de Levi por ninguna parte.
¿Se había ido?
—¿Levi? —llamó, respirando con fuerza.
—¿Señorito? —respondió con la misma voz.
—¿Terminaste?
Un demandante beso lo sorprendió, pero Eren se dejó llevar, metiendo su lengua y saboreando la boca de Levi completamente.
—Te dije que la cuenta iba por la casa.
Empujó sus mojadas hebras fuera de su rostro, hacia atrás, podía distinguir algunas siluetas ahora que su mirada se había acostumbrado a la oscuridad. Levi estaba frente a él, pero no sabía la expresión que tenía.
Se quedó callado un rato, ¿qué podía decir? ¿Gracias por la cogida, espero que podamos hacerlo de nuevo en otra ocasión?
Miró a todos lados y se asustó, dándose cuenta en la situación donde estaba; solo, con un probable asesino. Tal vez Levi lo mataría ahora, o lo mantendría secuestrado para pedir un rescate.
No había pensado esto bien.
—Tu amigo, probablemente te esté buscando —mencionó Levi. Eren quería poder ver su rostro, saber qué era lo que estaba pensando.
—Sí, probablemente tengas razón —estuvo de acuerdo—. Umm… ¿Gracias… por esto? Hiciste un buen trabajo…
Sabía que estaba haciendo el ridículo pero no sabía cómo reaccionar.
Levi dejó salir una risa, melodiosa y sonora.
—En verdad que eres adorable —dijo, Eren sintió vergüenza por las palabras—. Encenderé una lámpara de aceite para que puedas recoger tu ropa.
La cama se movió cuando Levi se levantó del colchón, escuchó unos pasos y luego un golpe sordo de la madera. Cómo si un ladrillo había caído al suelo.
Eren se alarmó.
—¿Qué fue eso? —preguntó asustado, había sonado como un metal de gran peso.
¿Una escopeta?
—Mierda… —murmuró Levi con enojo.
—¡¿Qué fue eso?! —Gritó.
—Maldita sea, mocoso, cálmate solo déjame…
No lo dejó terminar, Eren se lanzó al piso y comenzó a buscar el arma de fuego él mismo. No moriría sin pelear. La madera del piso rasgó sus rodillas, pero la adrenalina hacía que no sintiera dolor alguno. Se movió frenéticamente, buscando ciegamente por cualquier cosa para atacar el peligroso hombre de mirada gris.
—Eren, deja de ser un idiota, no te haré nada.
—¡Jódete! —Vociferó.
Las yemas de sus dedos tocaron algo en el piso. 'Bingo' celebró, ahora solo tenía que matar a Levi, llamar a Jean y regresar Hardfort. Le diría a su madre sobre los autómatas que estaban en Duskinn y ella haría lo necesario para proteger al reino.
Tomó el arma en sus manos.
Esa no era un arma.
Era…
¡Era una mano!
Eren gritó con miedo, ¡¿Qué era lo que este monstruo iba a hacerle?! ¡¿Quitarle todos sus miembros?! ¿Era este una especie de laboratorio?
Una luz azul lo rodeó, haciendo una sombra en la pared atrás de él, era brillante y severa en sus ojos. Miró el objeto que había recogido, se le revolvió el estómago cuando vio la mano en su palma… lo extraño era que no parecía estar llena de sangre, era pesada y el corte era demasiado limpio.
Y helado.
Miró a Levi y sintió todo su cuerpo entumecerse cuando notó que los grises ojos habían sido reemplazados por los profanos de color hielo que tanto le habían enseñado a temer; actuaban como si fuera una lámpara, despejando la oscuridad de la habitación. El brazo del hombre estaba cortado a la muñeca, Eren tenía su mano, su metálica mano; era pesada pero el pelinegro parecía más liviano que una pluma cuando se movía.
Levi era un autómata.
Un autómata con el que acababa de tener sexo.
Sus ojos se movieron de Levi al miembro que le faltaba, estupefacto. El grito que salió de su garganta fue tan repentino que lo asustó también a él.
Lo siguiente que sintió fue la otra mano de Levi cubriendo su boca para no ser escuchado.
¿Qué tal?
¿Les gustó?
Éste subgénero siempre me ha llamado la atención, ¡el arte que se encuentra es simplemente hermoso! Como un paraíso postapocalíptico.
Espero que puedan seguir conmigo por este nuevo viaje(?)
Me encantaría escuchar sus opiniones con un review, no cuestan nada y me hacen la chica más feliz del mundo.
Nos leemos luego.
