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Odiaba la temporada navideña, nunca había mucho que hacer, incluso los vándalos se tomaban sus vacaciones para disfrutar de sus familias...si es que tenían. Todos estaban felices, comprando regalos, adornando sus casas, quitando la nieve del camino.
Era normal que por esas fechas se volvieran más gruñón de lo normal y por eso Miguel Ángel le llamara Grinch, pero en realidad no lo era, simplemente no entendía el porqué de celebrar y estar bien con todo el mundo en un día en específico, era igual de absurdo el día de San Valentín.
-Rafa-le llamó Leonardo- Ayúdame a poner la estrella en la punta.- Gruñó por lo bajo, pero no había nada más que hacer, mientras no llegara el año nuevo y con ellos los propósitos de los mal nacidos de seguir robando y molestando a las personas, no tenía una excusa para salir a la superficie, pues, también, su compañero de fiesta, Casey, había salido de vacaciones con Abril.
-Cuidado-dijo su hermano mayor.
-¿Con qué?
-Las esferas- ¡Ah,sí! Las estúpidas esferas eran de cristal. Rafael dio un salto hacia la columna más cercana al árbol, salto encima de ella, coloco la estrella en la punta y cayó limpiamente del otro lado-Presumido.
Después de colocar las luces, y los regalos debajo del árbol (aún faltaban cinco días para Nochebuena); cada uno se dedico a sus cosas, jugar videojuegos, meditar, limpiar el laboratorio, entrenar.
Rafael suspiró hastiado, ¿cómo era posible que no se aburrieran? Siempre había sido inquieto, no podía evitarlo.
Después de ver tres películas y jugar con Miguel Ángel, su paciencia no pudo más.
-Voy a salir-anunció, para su sopresa nadie le recriminó nada ni preguntaron a dónde iba. Seguramente se habían dado cuenta de su desesperación.
Al sentir el aire fresco ondeando su banda roja, se sintió mejor y su humor estaba por los cielos. Sonreía, hacía acrobacias, se sentía libre, eso era lo que siempre había deseado, libertad...y patear uno cuantos dragones púrpura.
En su recorrido llamó su atención una gran carabana que transitaba por la avenida, varias camionetas negras y grandes custodiaban una limosina gris.
-Ricos-murmuró. Siguió a los automóviles, de todos modos no tenía nada mejor que hacer.
Pararon en un salón de fiestas, al ver la limosina, los encargados del valet en el evento se volvieron locos, como si hubiera llegado una estrella de rock. Corrían de un lado a otro, como pollitos sin cabeza, la tortuga miraba divertido desde unos cuantos edificios. Cuando finalmente abrieron la compuerta, surigó un hombre de traje balcno, moño negro, robusto, con ojos de sapo y una sonrisa escalofriante; tendió la mano a su acompañante, una mujer de caireles rubios, ojos de agua de charco, vestida como una bailarina de danza árabe, numerosas pulseras, los pies desnudos, al igual que el bien formado abdomen...
Rafael se descubrió boquiabierto ante la escena, cerró la boca avergonzado a pesar de que nadie lo veía. Los dos personajes entraron a la fiesta, seguidos por sus múltiples guardias. El observador pensó varias veces, antes de decidirse a ir al evento.
-Tengo la invitación perfecta-dijo al ver las ventanas de la parte superior del salón, al parecer, eran el único acceso para él.
Se encontró en una de esas maravillosas fiestas donde se mezclaban la gente rica, fuera de la mafia o no. Aunque, como lo sabía Rafael, el 70% de ellos hacía negocios ilegales.
-Llegué a la cueva del lobo-dijo para sí mismo al pensar en cuántos de esos personajes se habían escapado de sus manos por milímetros, pero había dejado una gran huella al acabar con sus fuerzas básicas, con sus títeres-Y yo que pensé que también estaban de vacaciones.
Desde el pequeño rincón en donde estaba podía apreciar los movimientos de cada uno, era muy divertido ver que entre los mismos mafiosos coqueteaban con la mujer del otro, ciriticaban, cerraban contratos, etc.
-En enero tendremos mucho trabajo que hacer...-la chica que bajó de la limosina pasó a unos cuantos metros de él, no sólo era hermosa, su sonrisa era espectacular. De su brazo estaba aquel hombre sapo, el cual la agarraba fuertemente, como si ella planera escaparse. Saludaron a personas, presumieron sus vestimentas, sonrieron, hicieron todo lo que suele hacer una persona importante en una fiesta.
Cuando Rafael estaba por irse, pues sería inútil pelear ahí ya que le superaban el número de uno en un millón y la chica tenía el único defecto de ser humana, una conversacón se filtró a sus oídos.
-¿Bailarás para nosotros?-preguntó una mujer ya mayor con sus caros anteojos a la joven.
-Sí-el que contestó fue su acompañante-Bailará para nosotros, mostrará sus habilidades-sonrío complacido. La chica le devolvió la sonrisa.
-Claro que sí.
-¡Qué afortunado eres Tony, de tener una mujer tan bella y talentosa a tu lado!-dijo la anciana.
-Y sexy-agregó el aludido. Cosa que nadie podía negar, ni siquiera Rafael que ahora, por su curiosidad, decidió quedarse a ver el show.
Cuando habían pasado ya dos horas de comida, mucho alcohol, borrachos, pleito y uno que otro tiro al aire. Por fin, para alivio de las piernas de Rafa, empezó el show.
-Queridos amigos, unos más que otros-los presentes rieron ante el humor de Tony.
-Fanfarrón-dijo Rafa desde su esquina.
-Espero que todos estén pasando un buen rato, y, hablando seriamente, si no estuvieran aquí entonces, quiere decir que serían mis enemigos mortales.-hubo un silencio- Por suerte para ustedes, no lo son- algunos volvieron a reírse otros no-Espero disfruten esta cena de fin de año, a la cual le faltan muchas sorpresas, entre ellas el show que está a punto de presentarse a cargo de mi amada Celeste-hubo un coro de aplausos y gritos. Al parecer Rafa no era el único fan de aquella chica. Tony sonrío torcidamente- Como saben, mi niña lleva haciendo danza árabe desde que tiene memoria, por lo cual debo decir que se mueve de manera espectacular y no sólo sobre el escenario- el comentario arrancó enormes carcajadas a los hombres.
-Y Abril se queja de que soy un patán, debería oír a este tipo.
-Bueno, sin más por el momento, empecemos con el show-bajó del escenario y las luces se fueron apagando poco a poco hasta que sólo quedaron las del escenario. El telón se abrió y ante ellos apareció Celeste cubierta con un velo todo el rostro y el cabello, encima de su cabeza sostenía un platón con numerosas velas encendidas. La música empezó, ligera y suave. Las caderas de la joven se movieron lentamente, sin derribar ni una gota de cera de su cabeza. Arriba y abajo, arriba y abajo. Todos seguían los movimientos fascinados. Lentamente su manos tomaron el platón y lo depositó en una esquina del escenario. Mientras el ritmo de la pieza musical iba en aumento, desenredaba el velo de su rostro, dejando ver, de nuevo, su espectacular sonrisa. La percusión se tornó más rápida, las caderas parecían un terremoto que no dejaba de parar. Las pupilas de Rafael se dilataron y todos en el salón conservaban el aliento...
Un gritó interrumpió la atmósfera, seguida de múltiples descargas de arma de fuego. La tortuga se obligó a concentrarse para encontrar la fuente, a la entrada, múltiples hombres encapuchados disparaban a diestra y siniestra, los guardias también desenfundaron sus armas y comenzaron a disparar.
-Estúpidas armas de fuego, la probabilidad de que des al blanco es de una en un millón-Rafa desenfundó sus sais, y se escabulló hasta la entrada. Con cuidado de que no lo vieran, noqueó a unos cuantos encapuchados, sin embargo, ya una gran mayoría habían entrado al salón. - Pero, ¿qué hago?-se detuvo un momento- Que se maten entre ellos- aún no había acabado de pronunciar la frase cuando vio a Tony salir a toda velocidad por entre las balas, escoltado por algunos guardias hasta la limosina y arrancar lo más rápido que se pudo. La tortuga no había visto salir a Celeste- ¡Ay, Rafael! ¿En qué te has metido?-Volvió a escalar el edificio hasta las ventanas, pues la puerta estaba atascada entre gente que buscaba salir y los atacantes.
Entre mesas volteadas, bebidas derramadas y cuerpos mutilados; Rafa se abrió camino buscando desdesperado a la chica, para su alivio no la encontró entre los cadáveres.
-Debe de haber un camerino-se dirigió al escenario, y ahí econtró un par de maleantes que intentaban tirar una puerta, mientras gritaban
-¡Vamos, Celeste, no te haremos daño!
-¡No mucho!
-¡Oigan, fanfarrones!-los dos miraron en las sombras sin encontrar nada-Yo sí les haré daño- lanzó uno de sus sais a la arma de uno, la cual salió volando por los aire y después él debido a la patada en la quijada. Al ver a su compañero caer, el otro encapuchado apuntó a la espalda de su enemigo, pero este se agachó justo cuando la bala estaba por tocarle el caparazón y su puño se cerró en el abdomen del agresor dejándolo totalmente incosciente.
-Basuras-dijo antes de dejarlo caer. El escándalo seguía afuera, si quería sacar a la chica tenía que hacerlo ya. Pateo la puerta, y a su entrada lo recibió la recarga de una pistola y Celeste apuntándole.
-¿Qué es esto?, ¿Un nuevo disfraz?
-No, me llamo Rafael, tenemos que salir de aquí...-intentó acercarse pero la chica estaba más que dispuesta a disparar. La tortuga suspiró.-Esucha, si quisiera hacerte daño habría dejado que ellos lo hicieran.-señaló a los inconscientes-Tenemos que salir antes de que lleguen más y no pueda defenderte...
-Me sé defender sola, gracias.
-Mira-comenzaba a desesperarse-no dudo eso. Pero si quieres vivir, tenemos que salir de aquí.
-La única salida son las ventanas, y están muy altas.
-Para tí.-La chica por primera vez dudó y bajó un poco el arma.
-¿Puedes subir allá arriba?-La batalla seguía afuera, pero ya no se oía mucha resistencia.
-¡Sí!
-¡Está bien! ¿Qué más da?-Celeste bajó el arma y la colocó en un liguero en su muslo derecho. Rafa no esperó más y la tomó de la mano bruscamente, la jaló hasta atrás del escenario; colocando el dedo en su boca le indicó que se callara. Ella obedeció, la tortuga asomó cautelosamente la cabeza, la batalla había terminado, los encapuchado estaban procediendo ahora a reconocer cadáveres y robar una que otra joya. La tortuga miró a su alrededor, arriba estaban los travesaños del telón, si subían ahí sería más fácil subir a las ventanas sin ser vistos. Aún no formulaba su propuesta cuando Celeste ya estaba subiendo las delicadas escaleras.
-¿Subes o te quedas?-La tortuga la siguió malhumorado.
-Niña insolente- Llegaron al frágil piso de madera, el cual comenzaba a pudrirse. Los dos caminaron tan ligeros como pudieron hasta llegar a la otra orilla, ahí Rafael tendría que hacer un esfuerzo enorme para llegar a la ventana, pero no sólo eso sino llevar encima a Celeste.
-Sube a mi espalda.
-No llegarás hasta allá conmigo encima-susurraban, abajo seguían los hombres armados.
-Confía en mí-la chica se mordió el labio dudosa-No hay otra salida.
-Está bien-enlazó sus manos a su cuello, era más ligera de lo que pensaba. Tomo un poco de vuelo y saltó... alcanzó la saliente de la ventana con su mano izquierda, los brazos de Celeste se tensaron un poco alrededor de su cuello, había contenido de gritarse.
-De acuerdo, ahora sube
-Pero...
-Sólo hazlo-la chica escaló por encima del cuerpo de su salvador. Cuando llegó a la ventana, y se dio la vuelta para ayudarlo, uno de los encapuchados, desde abajo gritó. Celeste, rápidamente, desenfundó su arma y mató de un tiro certero al hombre, pero la ráfaga de balas comenzó.
-¡Sube! -le gritó a la tortuga mientras ella devolvía los disparos. Rafael subió, pero justo cuando estaban a punto de salir por la ventana, una bala alcanzó la pierna derecha de la tortuga, haciendo que se tambaleara y rompiera el cristal de la ventana. Ambos cayeron. En un último intento por proteger a Celeste, Rafael la abrazó, de manera que su caparazón chocó contra el pavimento.
Celeste se incorporó, miró a la tortuga herida.
-Vamos, vivo no muy lejos de aquí-Le ayudó a incorporarse, y caminaron lo más rápido posible que les permitía la pierna mal herida de Rafael.
Manfariel
