Disclaimer: Terra Formars y sus personajes son propiedad de Yu Sasuga y Kenichi Tachibana
Hola, gracias por entrar n.n
Sólo soy una de tantas detestadoras de cucas en este vasto universo XD De los últimos cinco o seis animés que he recorrido, este fue el que más me gustó, a pesar incluso del cuestionable cambio de estética entre la primera temporada y la segunda. La historia me resulta por demás interesante y esta pareja en particular despierta toda clase de fantasías... Ok, al menos despierta las mías XD
Se trata de un drabble muy sencillo. Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D
Cosas de insectos
Fue levantar la servilleta y verla salir disparada. Mitchell dio un respingo. La cucaracha huyó como alma que lleva el diablo en su propia cocina y mientras trataba de tomar un vaso con agua.
-Maldito insecto –farfulló.
-¿Me llamabas? –bromeó Akari, rodeándola con los brazos desde atrás.
La joven, entre fastidiada por ciertos recuerdos y sorprendida por la inesperada demostración de cariño, continuó maldiciendo para sí misma. ¿Quién la había mandado a arrendar un apartamento tan destartalado y sucio? ¿Y quién a acostarse con su subordinado?
Akari palpó su malhumor.
-Chiste malo, lo sé –dijo por decir, y se separó de ella antes de que el asunto empeorase.
La separación, tan inesperada como el abrazo, también molestó a Mitchell. Se sintió un poco culpable, sólo un poco, la dosis justa para evitar arrepentirse de tenerlo a su lado, seductoramente semidesnudo mirándola con toda la frescura de la juventud.
Esa maldita frescura que la tentaba.
-Debería comportarme como una ama de casa, aunque sea para no tener que volver a ver a esos bichos del demonio.
Él asintió con despreocupación mientras se arrojaba cuan largo era en el único sofá de la sala.
-Por mí no hay cuidado.
-Pero por mí sí.
-Comprendo.
-No, no comprendes –siseó ella, con la susceptibilidad de la mujer que ha tenido sexo con el hombre que le gusta, pero todavía insegura de haberlo dejado entrar en su casa y en su vida.
Akari guardó silencio, mirándola analíticamente. A fin de cuentas también eran eso, un par de insectos que habían estado agazapados debajo de sendas servilletas que de pronto, sin previo aviso, alguien levantó como invitándoles a conocer el mundo, un mundo demasiado grande y aterrador. Pasado el primer estupor todo lo que queda es huir, dejarse guiar por el instinto y huir. Tratar de sobrevivir.
-Me gusta cuando te enfadas por una tontería –reconoció él, y era sincero.
-¿Y se puede saber por qué rayos te gusta una mujer con esa clase de temperamento? –replicó ella, sentándose a lo indio delante de la mesita del centro con su vaso.
-Porque cuando te sublevas demuestras que estás atenta, conciente y viva.
-Como una asquerosa cucaracha cuando no puedes terminar de matarla –masculló Mitchell, sin dejarse doblegar.
Akari sonrió de lado. Con esa actitud no hacía más que corroborar lo que le decía. Y seducirle a pesar de ella misma.
-O como la mujer que eres –repuso con afecto-. Te he visto aplastada contra las rocas, asfixiada y golpeada hasta la exasperación, pero nunca te he visto derrotada.
De algún modo, de algún avieso e infortunado modo, él conseguía punzar donde nadie más podía. Mitchell volvió a maldecir para sus adentros. Con qué facilidad le removía el deseo.
Bebió de un trago el agua, se limpió la boca con el brazo y fue a sentase encima de él, a buscar con el cuerpo eso que lo hacía único, cálido y confortable. El único lugar seguro que le quedaba.
