DISCLAIMER: Los personajes no son míos, pero la historia es toda mía.
Corre el año 1937 durante Guerra Civil española. Bella quedó huérfana de pequeña y ahora vive con toda su familia de alta sociedad en una casa de campo para refugiarse de la guerra. Allí es tratada de la peor manera posible, pero un día llega a la mansión Edward, un prestigioso médico atormentado y con fantasmas internos. ¿Podrá la dulzura de Bella derretir su duro corazón? ?Podrá él salvarla del infierno?
Prologo
De mi infancia, recuerdo muy pocas cosas. Seguramente el motivo sea que los momentos agradables terminaron a una pronta edad, pero si hay algo de lo estoy completamente segura que nunca se me va a olvidar, es la última navidad que estuvimos toda la familia reunida.
Recuerdo que mi abuela, como buena dama de sociedad que era en aquella época, comenzó a contarle a mi tía Emily los últimos acontecimientos de aquel último año. La verdad, no presté mucha atención porque estaba mucho más entretenida jugando con la muñeca de trapo que mi padre me había comprado por mi último cumpleaños, pero en un momento del relato algo llamó mi atención. La abuela comentaba que hacía poco se habían instalado en el vecindario lo que en aquel entonces se denominaban nuevos ricos. Eran una familia que buscando fortuna emigraron a América y habían encontrado oro. Mi abuela, seguramente muerta de envidia, dijo indignada:
– Hay que ver cómo está el mundo y la suerte que tienen algunos. – dándole un tono dramático, como si ella no fuera lo suficientemente rica.
No entendía en aquel entonces porque tenía tanta manía a aquellos nuevos vecinos que cuando me veían me regalaban una sonrisa radiante. No entendía porque ella consideraba tener suerte poseer tanto dinero, llevar un vestido de última moda o tener una buena posición social. Para mí, tener suerte, era poder jugar con mi inseparable muñeca, salir a correr por el campo o que mi madre me cantara canciones mientras me abrazaba.
– ¿Por qué tienen suerte? – Pregunté curiosa interrumpiendo su conversación. En aquel momento mi pregunta era más que nada entender que era aquello que los adultos consideraban "suerte".
–Porque hay gente que nace con estrella y otros que nacen estrellados, Isabella – respondió la abuela algo molesta de que las interrumpiera, y siguió criticando a los demás vecinos.
Yo, como es normal, a la tierna edad de seis años, no comprendí exactamente el significado de aquello, pero quedé más que satisfecha y continué jugando con mi juguete.
Lejos estaba en aquel entonces, de descubrir que yo pertenecía más al segundo grupo que había mencionado mi abuela que al primero. La cruel realidad llegó años más tarde, y creo que lo hubiera dado todo por no descubrir nunca el significado de aquello.
Capítulo 1
Diez años más tarde, a mis dieciséis años, me encontraba sentada en el jardín de la casa de campo que mi abuela tenía en Galicia. Nos encontrábamos en el año 1937, hacia un año que había estallado la Guerra Civil española, y mi abuela consideró que era más seguro irse a vivir al campo, en aquella antigua pero majestuosa casa.
Mis padres habían muerto un año después de aquellas navidades y a mí me mandaron a vivir con mis abuelos y tía Mirta.
Mi madre, René, era la pequeña de cinco hermanos. Era hermosa, lo sé, por los pocos recuerdos que tengo de ella y las escasas fotografías que hoy aún conservo. Era una mujer muy alegre y encantadora, pero también era la más rebelde de la familia. Era la perdición de mi abuela, la vergüenza de sus hermanos y el ojito derecho del abuelo, la niña de sus ojos.
La abuela Marie había querido que fuera una señorita de sociedad casándola con un abogado de prestigio con mucho dinero, pero ella se había enamorado de mi padre a los dieciocho y se había fugado con él para casarse. Como mi padre Charlie no tenía dinero y a demás era un anarquista nadie de la familia aceptó la relación.
Mi madre enseguida se quedó embarazada de mí y ella, junto a papá, se fue a vivir a una casita pequeña a las afueras de la ciudad. No tenían mucho dinero, pero mi padre trabajaba de sol a sol cuando ella se quedó en estado. A parte, mi abuelo, a escondidas de su gruñona esposa, les pasaba mensualmente una pequeña cantidad.
Pese a que nadie de la familia los quería cerca, seguían asistiendo a las reuniones familiares de los Cullen por petición del abuelo, al cual nadie podía negarle nada ya que era el dueño de todo, pero yo nunca me sentí una Cullen. Y así fue hasta que mis padres murieron.
Recuerdo que unos amigos de mis padres vinieron a buscarme a la escuela y al legar a casa me encontré con el abuelo que intentaba retener sus lágrimas para no asustarme. Me comunicó la noticia y decidió que lo mejor es que me fuera a vivir con ellos, en contra de la voluntad de mi abuela. Según me dijeron ellos murieron a causa de la explosión de una bomba. No hubo entierro porque nunca encontraron sus cuerpos, así que nunca tuve ningún lugar donde ir a llorarlos.
Durante los primeros cinco años, pese a la muerte de Charlie y René, viví bastante feliz gracias a mi abuelo que era muy dulce y me enseñó muchas cosas. Creo que siempre vio en mí a mi madre, y aunque suene a engreída, siempre fui la favorita de todos sus nietos muy a pesar de la bruja de la abuela. Para mi abuela y para el resto de la familia era siempre la odiosa Isabella o Isabellita, como a veces me llamaban con rintintín, pero para él siempre sería su Bella.
Pero nada dura eternamente y mi abuelo enfermó cinco años después, así que no pudo seguir jugando conmigo ni tampoco pude pasar tanto tiempo con él como antes. Siguió enfermo y postrado en una cama durante varios años más hasta que murió dos meses antes de aquel dia.
Cuando mi abuelo todavía estaba sano, me trataban bien, pero sabía que siempre seria la pobretona hija de aquellos rebeldes y que siempre estaría a la sombre de todos. Pero la cosa cambió mientras mi abuelo estaba postrado en esa maldita cama, yo en casa era tratada como una sirvienta y nadie me prestaba atención, nunca hubo una palabra amable para mí. Eran raras las veces que me dejaban sentarme con ellos para comer. Nunca me atreví a confesarle eso a mi abuelo porque no quería que empeorara su estado de salud.
Después de estallar la guerra, toda mi familia, incluidos mis tíos que vivían fuera, se instalaron aquí, porque según ellos era mucho más seguro. La verdad es que toda mi familia era algo pintoresca, y todos se regían por lo que decía mi abuela.
Mi abuela era una mujer muy estirada que nunca sonreía. Solo la vi dos veces en toda mi vida sonreír, pero fueron unas sonrisas muy leves. Todo el mundo parecía tenerle cierto miedo, y todavía hoy no entiendo cómo es que se casó con mi abuelo siendo él todo risas. Era una digna mujer de sociedad, muy elegante y soberbia, siempre pegada a su inseparable moño. A mí nunca me quiso y eso durante mucho tiempo me frustro.
Quería hacer todo lo posible para caerle como mínimo bien, pero nunca lo conseguiría porque no era ni la mitad de bonita y elegante que mis primas. Tenía el pelo castaño oscuro con destellos que llegaba hasta la cintura y que solía recogerme en una coleta, mis ojos eran saltones y de un vulgar color castaño. Mi labio inferior era irregularmente más grande que el superior. Era muy delgada y no muy alta y además mi piel era muy blanca. Solía vestir los harapos y ropas viejas que me daban. Aparte de todo fui durante muy poco tiempo a la escuela, hasta que enfermó el abuelo. También era una chica muy torpe en todo y lo peor de todo, cojeaba de un pie. No recuerdo muy bien porque era coja, solo sé que de muy pequeña tuve un accidente y me caí de una escalera. Así que no me extraña que fuera la repudiada.
Mientras vivíamos en la ciudad, la tía Mirta vivía con nosotros. Creo que de todos mis tíos era la más bruja y amargada de todos. Tenía treinta y largos años y todavía no se había casado y en aquella época aquello era, para una mujer, quedarse para vestir santos. Con sus facciones aguileñas era el perrito faldero de su madre. A mí más de una vez me había tirado del pelo y reñido injustificadamente. Yo junto a mis amigas las sirvientas la llamábamos la "bruja solterona".
Otra parte de mi familia era tía Emily, otra estirada, pero en su juventud había sido muy guapa. Se había casado con un abogado de prestigio, Jack, que a mi parecer era algo bobalicón. Habían tenido dos niñas y un niño. Tanya e Irina, de veinte y diecinueve años, me hacían la vida imposible, sobretodo Tanya que era muy hermosa con su pelo rubio rojizo y sus ojos azules, era perseguida por todos los hombre, y aparte de tratarme de la peor manera me hacía sentirme muy fea. Demetri, su hijo, era abogado como su padre y era un poco raro.
A tío Carlisle no le conocía, nunca lo había visto porque se fue a vivir a América bastante antes de que yo naciera y nunca más volvió. Sé que se casó con una mujer, Esme, y que tuvieron hijos. Así que como no le conocía no podía opinar sobre él, pero estaba convencida que seguramente me caería muy bien si había tenido la sensatez de alejarse de aquella loca familia.
Por último se encontraba el mayor de los hermanos, el más serio y atemorizante de todos: Cristopher. Tenía el pelo rubio y los ojos oscuros, sus facciones eran las más duras que jamás haya visto. Era un militar retirado debido a una lesión. Su primera esposa había muerto y se había casado con una señorita de sociedad bastante más joven que él, que se llamaba Elizabeth.
Elizabeth era una mujer muy bonita, pelirroja y unos bonitos pero tristes ojos azules, a mi me recordaba a una muñeca de porcelana, no tenía más de treinta y tres años. Era muy retraída y callada y parecía tenerle miedo a su marido, que le encantaba exhibirla como si fuera un trofeo. Toda la familia la aceptaba encantada ya que venía de una muy buena familia, pero ella no se sentía cómoda. Era la única que no me trataba mal. Al principio cuando alguien me regañaba o me insultaba, ella me dedicaba una cálida pero leve sonrisa para darme ánimos. Más adelante, había tenido largas conversaciones con ella a escondidas de la familia y sobre todo a escondidas de su horrible marido.
Y por último, estaba Edward….
Edward era hijo de Christopher y de su primera esposa. Tenía veinticuatro años y era un médico muy bueno. Durante todo este tiempo lo había visto contadas veces, ya que estaba estudiando y viviendo en el extranjero, pero después de que el abuelo se pusiera peor de su enfermedad, cinco meses atrás, se había venida a vivir aquí también, e intentaba con sus cuidados que se mejorara.
Aún recuerdo verlo llegar con su elegante y lujoso Rolls Royce. Edward era la criatura más hermosa que yo haya visto jamás, pelo cobrizo y unos impenetrables ojos verde esmeralda, unas facciones de la cara muy marcadas y masculinas. Era musculoso y tenía muy buen porte y elegancia, desprendía seguridad en todo lo que hacía. Cuando lo vi descender del coche, pensé en el mismo momento que era otro rico más que venía a hacerme la vida imposible. Pero Edward nunca me trato mal, en todos esos meses que llevaba él viviendo en esa casa nunca me había tratado mal como los demás. No me hablaba, ni me dirigía la palabra, pero eso era mejor que nada.
La verdad, es que Edward no hablaba nunca con nadie más de lo necesario, ni siquiera a la familia, al contrario, parecía fastidiarle. Siempre permanecía serio y con la mirada dura, poseía los ojos más bonitos y más tristes que yo jamás hubiera visto en aquel entonces, siempre me pareció que había visto demasiadas cosas para su edad. Pese a ser el más inteligente de todos, y el más exitoso, nunca presumió de ello ni se pavoneó como los demás con sus estúpidos logros.
Pese a penas dirigirles la palabra, la familia estaba muy orgullosa de el por tener tanto éxito y buena posición. Todo el mundo parecía querer casar a mi primo Edward con Tanya. Pero él no parecía estar mucho por la labor pese a que Tanya le perseguía como una mosca. La única persona con la cual hablaba más de la cuenta era Elizabeth.
Así que esa era mi situación en aquel momento, no tenía muchas esperanzas al respeto, pero la vida siempre puede cambiar. Hacía un día agradable de principios de verano. Hacía calor, pero no llegaba a ser agobiante, pero lo que hacía que la tarde fuera realmente agradable, era que toda la familia se había ido de picnic. Así pues, me recosté en el tronco de un árbol, a la sombra y me dispuse a leer mi desgastado libro de Orgullo y Prejuicio.
Llevaba un buen rato leyendo cuando apareció una sombra cubriéndome. Al levantar la cabeza vi a una simpática sonrisa infantil.
– ¡Hola Bella!- Me dijo Seth, un niño de siete años que venía a jugar conmigo algunas veces – ¿Quieres jugar conmigo a la pelota?
-Me encantaría, Seth- Me levante y deje mi libro a un lado.
Estuve dos horas jugando con él, todo lo que mi limitada pierna me dejaba, pero merecía la pena de solo ver su sonrisa. Hubo un momento en que los dos caímos al suelo y el empezó a hacerme cosquillas, las cuales yo seguidamente devolví. El pequeño era una alegría y yo me reí como hacía tiempo que no lo hacía. En esas estábamos, rodando por césped, cuando nos chocamos con unos pies.
Levanté la vista y me topé con unas hermosas orbes esmeraldas que nos miraban penetrantes. En aquel momento me quedé callada y no supe cómo actuar. Él estaba allí con una apariencia impecable, mientras que yo, a causa del forcejeo se me había soltada el pelo que estaba lleno de ramitas y revuelta, a parte, mi frente estaba cubierta por una fina capa de sudor.
–Buenas tardes – dijo serio. No supe en aquel momento a cuál de los dos se dirigía, pero no sé porque me dio la sensación que su expresión no era tan seria como la que había visto en esos meses al dirigirse al resto de la familia. Seguramente eran imaginaciones mías.
Después del saludo, Edward siguió caminando hacia el interior de la casa. La verdad es que no me sorprendía que no hubiera ido con la familia.
– Siempre está muy serio – dijo el pequeño. Me lo quedé mirando, sorprendida de que fuera tan perceptivo – Una vez vino a curarme un resfriado y no sonrió en todo el rato.
A mí me hubiera gustado poder responder, pero yo tampoco sabía porque era así. Era todo un misterio lo que escondía el corazón de Edward Cullen.
Sé que o hay mucha acción, pero necesitaba hacer este capítulo para explicar la situación de Bella y algo de la personalidad de Edward.
Espero que os haya gustado, por favor dejarme algún review.
