Bueno, una pequeña historia para actualizar un poco.
Vale aclarar que el personaje le pertenece a Rumiko.
Adrenalina.
Miro para abajo, una bonita vista un arroyo y montañas, por aquí árboles, por allí animales. Lo sintió. Sintió aquel cosquilleo que pasaba por su espalda. Siguió observando, quería saltar.
Lo intentó, se acercó a la puerta de aquel extraño avión. No recordaba cómo había llegado ahí, pero allí estaba, por saltar, con un enorme ruido de fondo, no sabía si era pánico de personas en el avión o simplemente el ruido del motor. No lo sabía, no le importaba. Miro hacia abajo, lo pensó dos veces y sin dudarlo más saltó.
Y oigan ¡que sensación! Todo eso junto tristeza, un dulce terror, ganas de caer y destruirse, olvidando todo, pero sobre todo felicidad. Se sentía libre ¿Quién podía mandarla ahora? ¿Quién se atrevería a decirle si lo que estaba haciendo estaba mal? De todos modos, ya era tarde, estaba en el aire, con la respiración agitada y enormes ganas de gritar. Era una de aquellas experiencias inolvidables, casi imposibles para una mente "normal" (No es que ella no tenga una mente normal, pero muchos la considerarían loca por hacerlo), pero, ¡Por favor! Eso era genial, refrescante, fabuloso, magnífico ¿Qué más necesitaría si podía "volar"?
Ella solo caía, caía y caía…
Sin embargo, estaba sentada en la silla, con un montón de papeles absurdos que poco significado tenían para ella. Estaba mirando la nada, algo tan simple y extraño de definir, sintiendo esa extraña y dulce sensación, ese terror hermoso, ese estremecimiento de emoción, aquello llamado adrenalina. Pero nada iba a pasar, nada más emocionante que rendir una prueba o luchar a muerte con demonios que buscan una perla, pero en esos momentos, en aquella noche en Tokio una chica llamada Kagome Higurashi solo necesitaba eso, un poco de adrenalina.
