¡Bienvenidos a Back to you, la secuela de Bound to you! Es absolutamente genial que estén leyéndola y agradezco de antemano sus comentarios y favoritos. Muchas gracias por tomarse el tiempo de pasarse por aquí.
El punto de vista es Isabella y Damon. Espero que disfruten de esta nueva historia.
Remember me.
"Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces. Entonces, dónde estabas? Entre qué gentes? Diciendo qué palabras? Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana? - Siempre, siempre te alejas en las tardes hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas."- Poema 10, Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda.
Me miré en el espejo por última vez. Acomodé mi cabello como pude, arreglé mi camiseta y me enfundé en mi chaqueta de cuero. Confirmé que mi anillo de sol estuviese en mi mano derecha y me dispuse a pasear por toda la casa con suma paciencia. No tenía afán, la clase comenzaba a las siete de la mañana y eran las cinco y ya yo estaba lista. Abrí las ventanas corredizas de la casa dejando que la brisa del mar entrara e inundara de golpe el lugar.
Caminé hasta la cocina en busca de una bolsa de sangre. Los humanos usaban el horno para calentar comida, yo, para calentar sangre. Abrí la bolsa y la vacié en un vaso de vidrio que luego puse a calentar. La sangre fría era asquerosa, en realidad la metáfora era la siguiente. Imagínense tomar sopa, cuando está caliente es un manjar pero déjala enfriar y sabrá asquerosa, bebible pero asquerosa al final.
Me saqué el anillo que tenía en el tercer dedo de mi mano izquierda y comencé a jugar con él. Era un simple anillo de plata, sencillo pero hermoso y lo que llamaba más mi atención era su diseño varonil. Cada vez que lo veía mi corazón saltaba en mi pecho, como si reconociera alguna clase de historia tras ese pequeño objeto. Suspiré y cerré los ojos forzando mi memoria a recordar algo, lo que fuera pero una simple imagen en blanco llegaba a mi cabeza. Volvía poner el anillo en su lugar.
Solo sabía un par de cosas sobre mí, dos de las cuales eran fundamentales: mi nombre era Isabella Swan y era un vampiro. Los demás eran simples detalles triviales, como que me gustaba leer y odiaba el frío. El sonido del microondas me sacó de mis pensamientos, saqué el vaso y bebí hasta no dejar nada.
Mi memoria data de un año y un poco más atrás. Antes de eso mi mente es un libro en blanco. Sé que estaba quizá en alguna clase de sueño y me levanté y desde que lo hice todo ha estado demasiado confuso. Me levanté de noche en un mausoleo de un pequeño pueblo llamado Mystic Falls. El nombre no se me hacía familiar pero para ser franca, nada se me hacía familiar. Cuando salí del mausoleo me dispuse a caminar, mi cabeza tenía guardada cierta información que me dispuse a repasar para que no se me olvidara.
Desde ese momento me he guiado por corazonadas. Salí de aquel pueblo esa misma noche y llegué a pequeñas ciudades de Virginia. Luego me establecí por un par de meses en Nueva York, luego en un pequeño pueblo en Tennessee y así estuve saltando pequeños pueblos. No tenía ni idea porqué pero eran esos pequeños lugares donde me sentía segura.
Dos golpes en la puerta me hicieron mover. Caminé y abrí.
"Buenos días señorita Swan, déjeme decirle que se ve radiante el día de hoy," le sonreí al joven que puntualmente llegaba a mi casa todos los lunes a las seis de la mañana para entregarme el correo. No es como si alguien me enviara algo pero primordialmente eran cartas de la universidad.
"No saldré contigo Carter," el chico de ojos verdes soltó una carcajada y se encogió de hombros.
"Vale la pena volver a intentarlo," dijo tendiéndome las cartas.
"No pierdas las esperanzas," me dio una sonrisa brillante antes de que cerrara la puerta. Revisé las cartas, todas como lo supuse de la universidad, invitándome a eventos y dándome las ultimas noticias.
Dejé las cartas en una mesita y agarré mis cosas. Era un viaje de casi cuarenta minutos o más a la universidad desde Ipswich y era mejor ponerme en marcha. A pesar de que podía correr y llegar en menos de nada prefería manejar mi auto. No me molesté en cerrar los ventanales de la casa. Solamente tenía tres horas de clase hoy y no tenía planes para ir a otro lugar, además Ipswich era un pueblo diminuto, todos conocían a todos, si algo sucedía en la casa, lo sabría de inmediato.
Demoré cuarenta y cinco minutos en llegar a Essox y cinco minutos más en encontrar la universidad. Aparqué el auto y bajé.
"¡Swan!" giré para encontrarme con Piper, una despampanante pelirroja de la que no sabía cómo me había hecho amiga.
"Valla, alguien se levantó de buen humor," dije al ver su amplia sonrisa de dientes perlados. Llegó a mi lado y caminamos hasta el aula.
"He encontrado una forma de robar sangre sin que sospechen que exista una posibilidad de vampiros," bueno, ahí va una de las razones por las que nos habíamos hecho amigas. Ella era vampiro.
"Ilumíname, por favor."
"Verás cariño, anoche conocí a este tipo," rodé los ojos. Esas eran mis historias matutinas con Piper, ella siempre conocía a un chico en la noche, y siempre sucedían dos cosas, o era vampiro y tenían una noche desenfrenada y a la mañana siguiente se olvidaban. O era humano y… bueno hacían lo mismo, excepto que ella aprovechaba a beber de su sangre.
"¿Y?"
"Su padre es el dueño del hospital de la Avenida Premiun," llegamos al salón y nos ubicamos de inmediato. La clase estaba a punto de continuar.
"En ese caso, pon en marcha tu plan," sonrió ampliamente y se quedó en silencio cuando el profesor comenzó su clase.
¿Cómo dos vampiras que podían estar recorriendo el mundo estaban metidas en una pequeña ciudad tomando clases en una universidad? Buena pregunta, en cuanto sepa la respuesta también me informaré. La realidad era que como todo lo que me sucedía desde que me levanté, me guíe hasta aquí por una corazonada. Me metí a la universidad porque sentía que debía hacerlo. Era como si alguien me estuviera aconsejando desde el más allá. Solo esperaba estar haciendo lo correcto. Y Piper simplemente me siguió.
Fueron tres largas y tediosas horas pero cuando al fin salimos Piper se puso a parlotear de su noche. Sonreía de vez en cuando y trataba de seguir su relato pero me distraía, en especial cuando un chico de rubio y de ojos azules pasó por mi lado. Fruncí el ceño por un segundo. Siempre me pasaba cuando veía hombres con ojos azules, algo en mí se removía.
"¿Isabella?" llamó Piper, sacudí mi cabeza, "estás haciéndolo de nuevo," dijo deteniéndose en su auto y mirándome, "¿has podido recordar algo?"
"¿Cómo te das cuenta cuando estoy tratando de hacerlo?" pregunté tirando mis cosas a mi auto, un deportivo negro que había tomado prestado de un lindo chico en Nueva York.
"Te conozco desde hace más de siete meses," dijo encogiéndose de hombros, "he aprendido a leerte, además eres como un libro abierto," le sonreí.
"¿Vienes?"
"Recuerda que te dije de este chico," abrió la puerta de su auto, "nos vemos en tu casa luego y ya veremos qué hacer," se puso sus lentes de sol y entró al auto. Arrancó dejándome sola en el parqueadero.
Había conocido a Piper en un bar en Nueva York y simplemente conectamos enseguida. Es una persona bastante sencilla con la que tratar y era una de las pocos vampiros que conocía- y tampoco es como que conociera muchos- que trataban de ser lo más humano posible. Monté en el auto y salí de allí.
Al llegar a casa aparqué y entré, dejé mis cosas y salí al balcón. Me fijé que no hubiese nadie cerca y salté. La caliente arena me recibió. Comencé a caminar por la orilla de la playa. Uno de los beneficios con casa con vista al mar era la tranquilidad que el agua brindaba.
El azul del mar se metió en mi memoria. Había algo que mi cabeza quería recordar que de una forma u otra se relacionaba con el mar pero como siempre nada aparecía. La mayor parte del día me preguntaba si en algún futuro cercano podría recordar quién era realmente.
¿Había alguna familia que estaba esperando por mí? ¿Amigos, quizá? ¿Un hombre que me amaba? Mi corazón se infló en mi pecho, si era así, ¿por qué no habían venido a buscarme y a tratar de explicarme todo? Siempre había sentido ese vacío desde aquel día en que me levanté, un vacío que no había podido llenar hasta la fecha, era como si algo me faltara. Y no importara lo que hiciera, o con quién estuviera o conociera y créanme había hecho el intento de conocer a varios hombres, siempre estaba ese agujero allí. En ocasiones tenía la sensación como si estuviera esperando a alguien.
Suspiré pesadamente y continúe mi camino por la playa. Algún día tendría que recordar o al menos eso esperaba.
-…-
Tres meses.
"Este es el número catorce," dijo Alaric tachando el pueblo en el mapa. Hice una mueca, "¿estás seguro que Evangeline no te dijo dónde estaba?" preguntó dejando el marcador en la mesa.
"Rick, ¿realmente crees que si ella me lo hubiese dicho nos hubiese puesto a buscar por todo Estados Unidos a Isabella?" el susodicho se encogió de hombros.
"¿Cuál sigue?" me levanté de la vieja silla de madera y observé el mapa. Señalé Nueva Orleans.
"Allí," indiqué. Rick enarcó una ceja y me miró con cautela.
"Allí están los originales," respondió.
"Lo sé," suspiró.
"Tu realmente no tienes apreciación por tu vida," caminó por la habitación del pequeño hotel de mala muerte en el que estábamos.
"Klaus no sabe que Isabella está con vida en algún lado, si logro decirle podré hacer que la busque, el tipo tiene un billón de años y contactos por todas partes," Rick sacó de la nevera una botella de whisky y la abrió. Supuestamente había dejado la bebida desde la muerte de Jenna pero todos sabíamos cuán bien le estaba llevando eso.
"Puede ser," acordó.
Estábamos en el estado de Washington en un pequeño pueblo a no muchos kilómetros de Forks. Sabía perfectamente que Isabella no estaba allí porque de haber sido así Anabel me hubiese avisado enseguida. Además, ella no estaba en busca de Isabella porque simplemente no sabía que estaba viva. Lo que me recordaba.
"Antes de ir a Nueva Orleans pasaremos por Forks," Rick me tendió un vaso lleno de aquel líquido. Lo tomé sin discutir.
"¿Forks?" tomé un sorbo de whisky y me acerqué al mapa señalando el pueblo, "¿no es allí donde viven los otros vampiros?" asentí. Sonrió y sus ojos brillaron con una curiosidad infantil. Rodé los ojos.
"Visitaremos a Anabel y le diremos sobre Isabella," asintió comprendiendo y sin despegar sus ojos del mapa, "saldremos… ya."
"¿Por qué no le has dicho a ella sobre Isabella?" me encogí de hombros.
"Me enfrasqué tanto en buscarla que se me olvidó que hay gente que desea saber que Isabella sigue viva," doblé el mapa hasta que su forma podía caber en mi bolsillo.
"Por fin conoceré a la famosa Anabel."
"Ella no es famosa."
"A veces no te callas sobre ella, sabes esos son dos de tus temas favoritos, Isabella y Anabel," le sonreí.
"Es la mujer que amo y la otra mi mejor amiga."
"¿Y yo qué?" solté una carcajada y vacié el vaso.
"¿Quieres ser mi mejor amiga?" dije enfatizando la última a. Alaric parpadeó un par de veces y luego sonrió y me guiñó un ojo.
"Claro que sí, guapetón," fruncí el ceño de forma trágica.
"Oh Dios, Alaric, tienes serios problemas," soltó una carcajada, "agarra tus cosas y larguémonos," tomé mi chaqueta de cuero y la pasé por mis hombros para luego agarrar la mochila y acomodarla. Alaric tomó la suya y juntos bajamos las escaleras rápidamente hasta mi auto.
Había dejado de usar el deportivo negro por dos razones: Elena y la culpa de Stefan. Cuando Isabella murió y yo partí a Europa dejé del deportivo junto con mi otro auto en casa, un viejo Chevrolet azul descapotable, que era el que usaba en este momento.
Después de que Elene se convirtió en vampiro canalizó sus emociones hacia una sola cosa. Odio por Katherine, lo que conllevó a que un día que ella llegó a la casa, Elena la atacó y terminó tirándole mi deportivo dejándolo destrozado. ¿Por qué es la culpa de Stefan? Simple, Elena es su responsabilidad y ni si quiera se molestó en reponerme el auto.
Mi mente comenzó a divagar. ¿Dónde estaría Isabella? ¿Qué estaría haciendo en estos momentos? ¿Qué estaría diciendo y con quién estaría? ¿Había alguna parte de ella que me extrañaba? Porque yo lo hacía, la extrañaba como un loco.
"Una pregunta capciosa," dijo mientras tiraba su mochila en el baúl y montaba en el asiento del copiloto. Le imité.
"Ajá."
"Estamos en busca de Isabella," comenzó, prendí el motor y arranqué el auto tomando carretera para Forks.
"Ajá."
"Y ella no recuerda nada."
"Ajá.
"Deja de decir ajá," aparté los ojos de la carretera por un segundo y sonreí.
"Ajá," rodó los ojos dramáticamente.
"¿Has pensado que le dirás cuando la veas? ¿Cómo vas a…?" pareció procesar la palabra correcta, "¿proceder?" fruncí el ceño. Bien, ese era un pequeño detalle que me estaba rondando la cabeza desde hacía tres meses. Y cada vez que lo pensaba siempre llegaba a la misma conclusión: no sabía. Supongo que para reaccionar a ciertas situaciones hay que esperar que pasen.
"No lo sé," respondí simplemente.
"¿Le dirás todo? ¿Le contaras la historia? ¿O simplemente harás como que no la conoces y comenzarás todo de cero?"
"Estás haciendo muchas preguntas hoy amigo," lo cierto era que lo había pensado. Comenzar todo de cero sin ninguna clase de pasado que molestara, quizá solo quizá fuese posible.
"Y tú tienes pocas respuestas para mí," aceleré hasta el máximo. Este auto podía ser viejo pero sabía cómo dar una carrera. Suspiré.
"Ya veré, ella tiene derecho a saber qué le sucedió sin embargo…" dejé la oración tendida en el aire. Rick asintió comprendiendo mi punto.
"¿Ella sigue siendo vampira?"
"Así es, o al menos eso supongo," la carretera estaba vacía por lo que hacía el viaje aún más rápido y a esta velocidad el tiempo en llegar disminuía a más de la mitad.
"Otra pregunta capciosa."
"Demonios, Rick," musité, "adelante, dila."
"¿Y si está con otro hombre?" frené en seco tan duro y de repente que la cabeza de Rick golpeó el parabrisas furiosamente haciéndole abrir la cabeza.
"¡Mierda, Damon!" exclamó pasándose la mano por la herida que comenzó a sangrar, "bien, me lo merecía, está bien," la abertura en su cabeza comenzó a sanar casi que de inmediato.
Oh sí, olvidaba la pequeña parte que el bastardo de mi mejor amigo era vampiro. Como la maldición de cazador que le había puesto Esther la noche en que Isabella había muerto se rompió con la muerte de la bruja, Alaric dejó su lado psicótico de vampiro cazador de vampiros en serie, estilo Blade pero sin tanta genialidad, para convertirse en un vampiro normal.
"¿Y si está con otro hombre?" repetí en un murmullo mientras ponía el auto en marcha.
"No lo habías pensado," apuntó, lo fulminé con la mirada, "no te gustara oír esto Damon pero precisamente el hecho de que ella no tenga memoria la lleva a hacer lo que quiera porque según ella no tiene a nadie esperando por ella, ningún amante, nadie," bien, él tenía un punto, que no me gustara era otra cosa, pero tenía un punto.
¿Y si Isabella había encontrado a alguien y la estaba haciendo feliz? No, la simple idea me asqueaba. Así de egoísta era, no quería que fuera feliz con otro hombre más que conmigo.
"Si ese es el caso, oh sabio Alaric, ilumíname y dime que debería hacer," Rick sonrió.
"Consigue a la chica," dijo simplemente. Suspiré.
"Ese es el plan."
Pude divisar el letrero de Forks sin ni siquiera haber estado a siete kilómetros cerca, y así como lo vislumbré lo pasé. La casa de los Cullen estaba en el otro extremo. Las olas de la playa golpeaban fuertemente la orilla y el olor a hombre lobo invadió mis fosas nasales. Rick y yo arrugamos la nariz al tiempo.
"Eso es más fuerte que un hombre lobo," comenté bajando la velocidad a medida que entrabamos al lugar como tal y nos alejábamos de la playa.
"Dicen las leyendas que aquí existen licántropos," Rick perdió su mirada en el bosque. El cielo como de costumbre estaba encapotado y una suave llovizna caía en el lugar.
"¿Esos no son los que pueden convertirse cuando quieran?" pregunté. Asintió.
"No dependen de luna llena, tengo entendido que es un pacto que hicieron con los espíritus los nativos de la región para proteger su aldea de los vampiros."
"¿Así que ellos son los policías sobrenaturales?"
"Si existen, supongo que sí," respondió.
"No me sorprendería que lo hicieran," di por finalizada la conversación. El camino de entrada a la casa de los Cullen era sacado de una película. Majestuoso y tenebroso al tiempo mientras la llovizna que ahora era una lluvia más fuerte caía y la brisa soplaba con suave firmeza. Alaric silbó por lo bajo.
"Y yo que decía que la hacienda de los Salvatore era genial," la casa blanca de tres pisos apareció frente a nuestros ojos. Era tal como la recordaba. Mis sentidos vampíricos se agudizaron y pude escuchar el movimiento en la casa. Lo más probable era que nos hubiesen escuchado llegar desde hacía varios kilómetros.
Aparqué en la entrada y miré a Rick.
"Solo estamos de paso, así que no sueñes mucho con recorrer el lugar," se encogió de hombros.
"Matas mis sueños," rodé los ojos y le hice señas para bajar.
La puerta de entrada se abrió sin nosotros si quiera poner un pie en el umbral y el rostro de Anabel apareció con una diminuta sonrisa. Caminamos rápidamente para no mojarnos. No era como si nos importase mucho pero algunas costumbres no se perdían. Entré y sentí los brazos de Anabel envolverse en mi cuerpo. Ella era más baja que yo e incluso que Isabella por lo que siempre era chistoso darle un abrazo.
"Me alegro verte en una pieza," susurró, se alejó de mí y me miró con una amplia sonrisa para luego golpear mi brazo, fuerte.
"Ouch, ¿eso por qué fue?" pregunté pasando mi otra mano por mi brazo. No dijo nada y golpeó mi otro brazo aún más fuerte, "¡hey!" exclamé.
"Eso Damon Salvatore es por no haberme dicho que Bella estaba viva y el otro por no pedir ni siquiera mi ayuda," dijo enojada. Se cruzó de brazos.
"Ehm, ¿será que podré pasar?" preguntó Alaric que estaba plantado en el umbral. Miré a Anabel y antes de que ella dijese algo una voz masculina irrumpió.
"Adelante," me giré para encontrar al rubio que era doctor, Carlisle creo que era su nombre. Rick miró el umbral con atención y puso un pie dentro y luego el otro cerrando la puerta tras de sí.
"¿Cómo es que…?
"Ellos son más humanos que nosotros," se limitó a responder Anabel sin despegar su mirada de la mía.
"¿Lo siento?" dije con una sonrisa ladina.
"¿Lo sientes?" casi gritó, "patearé tu trasero tan duro Damon que aunque seas un maldito vampiro te dolerá sentarte por los próximos meses," exclamó alejándose de mí y caminando hacia la sala. Los siete pares de ojos dorados nos miraban con atención. Le sonreí a la rubia, Rose y a su marido. Ambos asintieron con una sonrisa.
"¿Quién te dijo?"
"Llamé a Stefan porque hacía meses no sabía sobre ti y pensé… bueno, el punto es que lo llamé hace una semana más o menos y me dijo que estabas en busca de Isabella," Alaric llegó a mi lado, "¡imagínate mi sorpresa! Así que le obligué a decirme todo," explicó, se giró para encararme, "supuse que en algún momento de aquella búsqueda ibas a venir aquí, no me equivoqué," su tono era acusatorio y su mirada era dolida. Suspiré.
"Lo siento Ana, yo…"
"Ya te perdoné idiota," se acercó a mí y golpeó mi brazo, esta vez menos fuerte.
"Oye."
"Pero no significa que no siga enojada contigo," su mirada por fin cambió de dirección y se cruzó con la de Alaric, "¿y tú eres?"
"Ah, sí, me he olvidado," dije, "Alaric Saltzman, Anabel Swan y los Cullen," dije a modo de presentación y saludo.
"Tú fuiste el que la mató," comentó Anabel acercándose a él y enterrando su mirada profunda en él. Pude ver como Alaric se encogía incomodo ante su mirada. Anabel era pequeña pero lo que no tenía en estatura lo tenía en carácter.
"Técnicamente…"
"Ahórratelo," dijo con una media sonrisa, "has estado cuidando a este imbécil," dijo señalándome y tendiéndole la mano a Rick, "cuenta saldada," se dieron un apretón de mano que duró más de lo necesario.
"Es un gusto volver a verte Damon," comentó Carlisle tratando de ser amable, sonreí lo más sincero que pude. No era un gusto exactamente volverlos a ver pero era agradable, supongo. Aunque nunca me escucharían decir eso en voz alta. Mi mirada paseó por todos ellos hasta detenerse en Edward cuya mirada de escrutinio estaba fija en mí.
"Lo mismo digo," volví mi mirada a Anabel.
"¿Sabes que tengo mis contactos?" preguntó.
"¿Ah?"
"Tengo contactos Damon y los he movido, por aquí y por allá buscando," comenzó, me indicó el sillón pero negué.
"¿Buscando qué?"
"A Isabella, por supuesto," se cruzó de brazos, "¿recuerdas a Ángela?" preguntó, mi memoria rápidamente me llevó a la bruja amiga de Isabella. Asentí.
"¿Qué hay con ella?"
"Está viviendo en Nueva Orleans, si hay alguien que puede encontrarla, es ella," dijo seria.
"Nuestra próxima parada era allá," comenté con una sonrisa. Anabel miró a su alrededor para luego relajar su postura y clavar sus ojos en los míos.
"Bien, porque yo voy con ustedes."
Σοφία.
