Disclaimer: No soy rubia, por lo que nada de esto me pertenece.
Nota: Este fic participa en el minireto de octubre para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Aquí dejo mi otra participación. Esta vez me toco la transfobia, el miedo a los transexuales. Solo espero que no se me haya escapado alguna falta. Por último, quiero decir que con este fic no pretendo ofender a nadie, sino que simplemente era lo que tenía que hacer en el reto.
Olvidando el pasado
Te tumbas en la cama y miras al techo, aspirando el olor de tu nuevo hogar. Por fin estás en Rumania, tu tan ansiado destino.
Sin duda, al principio se te hará extraño sentir la casa tan vacía. No escuchar los gritos de tu madre por alguna travesura que hayan hecho los gemelos, las novedades de tu padre respecto a los muggles, el no escuchar los quejidos de Percy porque no le dejan estudiar… Demasiadas cosas. Pero sabes que es algo de lo que tienes que acostumbrarte.
Te enderezas en la cama, y comienzas a sacar los libros que hay en la primera caja. Sabes que puedes hacerlo mágicamente, pero te gusta hacerlo por ti mismo. Primero colocas los de cuidados y enfermedades provocadas por dragones, y dejas en último lugar los libros de Cuidado de Criaturas Mágicas de Hogwarts, los únicos que te habías llevado y que podrían serte útiles.
Sin embargo, cuando vas a dejar el último libro en la estantería, una fotografía cae de su interior; y cuando la recoges, no sabes muy bien como reaccionar al ver lo que hay en ella.
No deberíais de tener más de dieciséis años cuando te hiciste esa foto con Sean. En ella, le pasas un brazo por encima de los hombros, y sonreís como tan buenos amigos que erais.
Creías que te habías desecho de todos los recuerdos; pero, al parecer, todavía esa se había quedado escondida.
No puedes evitar que algo dentro de ti desee volver atrás, que ese día de otoño nunca hubiera ocurrido. Sin embargo, al pensar en él, volvían una y otra vez sus palabras.
Soy transexual, Charlie.
Y la rabia vuelve a bullir dentro de ti, haciendo una bola la fotografía y tirándola lo más lejos posible.
Creías que eras su amigo, que te apreciaba de verdad. Sin embargo, la única verdad que había detrás de eso es que era un enfermo, y no puedes evitar sentir asco al recordar algunos momentos que habíais pasado juntos.
Aferras la varita que está en tu mano derecha, y murmuras el hechizo que borrará lo último que te queda de él, haciendo que la fotografía se consumiera en llamas.
Ahora, por fin, estarás en paz.
Y vuelves a retomar la tarea, haciendo como si nada hubiera pasado. Como si esos recuerdos no existieran.
