Los personajes pertenecen a J. K. Rowling. La historia es mía...

Parejas: Draco/Harry. Esto significa que es un slash, al homofóbico que no le guste... ya sabe donde puede cerrar la ventanita.

Luce está obsesionada con Harry Potter, y... el slash. Entrar en Hogwarts solo estaba en sus sueños, hasta que éste se le fué cumplido. Ahora tratará de juntar a dos rivales que se odian.


— ¡Joder!—gruñó la muchacha enfurruñada. Cerró la carpeta de un golpe y metió todas sus cosas en su bolso. Una vez que hizo maniobras para que entraran todos los libros y diccionarios en la mochila, se la puso bruscamente en el hombro, miró el aula vacía y comenzó a caminar hacia la salida junto a su amiga con pasos densos y demasiado cortos.

—¿Por qué tan enojada, Luce?—pregunto Ayelén, mientras le miraba entre divertida y preocupada.

Ella le dio una mirada furibunda.

—Porque el maldito profesor nos dejó prácticamente tarea para todo el año —bramó furiosa, mientras avanzaba a grandes zanjadas hacia la salida del Colegio.

—Ya sabes como es Anastasio Herlipon—le resto importancia con un gesto de mano.

—¡Pero no voy a poder leer mis novelas tranquila!—protestó con enojo, mientras daba una pisada considerablemente fuerte que hizo a sus pies temblar. Paró un poco, se sujetó la cabeza que le había comenzado a doler, y luego continuo caminando bruscamente.

Ayelen rodo los ojos exasperada—Sé normal y mejor sal un poco de ese agujero en el que vives—se refería a su cuarto, obviamente. Ella era conocida por ser rara, inteligente, y… bueno, algo Friki.

Luce le miro con odio por unos minutos, luego contó hasta diez y volvió a fulminar con la mirada a su amiga.

Ayelén era alta, con el cabello de un suave castaño claro y de tez blanca, ojos marrones claros muy expresivos y una mirada tímida. Ella era muy bonita, con un cuerpo envidiable. Sin embargo, su cara era bastante engañosa, pues no era nada tímida ni Santa. Frunció los labios con desaprobación al recordar varias cosas que le había dicho.

—Voy a sacarme un 1 en Música—se lamento Luce, de forma dramática.

—No exageres… después terminaras con un 10 como siempre—le resto importancia, mientras tropezaba con un escalón.

Ella bufó y miró el aparcamiento vacío.

—Bueno…—titubeó su amiga—Yo me voy a casa—se despidió finalmente, mirándola entre preocupada y divertida.

Ella solo le lanzo una mirada furibunda, mientras vocalizaba un "Traidora" con los labios. Le había dejado sola esperando a su padre que seguro tardaría una hora en recogerla.

Suspiro, mientras esperaba que su padre la pasara a recoger. Era un fastidio tener que esperar bajo el sol ardiente y peor aun, con ese uniforme de mierda. Consistía en algo parecido a un vestido con tablas, pero que debajo llevaba la remera del colegio y una calza corta. Era lindo, pero una tortura en los días de calor. La chomba que llevaba debajo era demasiado caliente, y ni que hablar de sus zapatos y las estúpidas medias hasta las rodillas.

Pasaron alrededor de 15 minutos para que su padre aparcara su camioneta frente el Colegio.

Caminó furibunda hacia allí, abriendo bruscamente la puerta para cerrarla luego con un portazo. Su padre le riño con la mirada.

—¡Llegaste mas de 20 minutos tarde!—bufó. Si, era una exagerada… pero se había cansado demasiado sosteniendo esa maldita mochila llena de libros y diccionarios, para encima esperar con el sol ardiendo encima de su cabeza como una bola de discoteca en una fiesta.

Su padre le miro aburrido unos momentos, y luego sonrió con burla. La muchacha frunció los labios, molesta.

Se había levantado con un dolor de cabeza tremendo, a las 5:30 de la madrugada, solo para ver que no había más café. Luego se puso a ver si tenía todas sus cosas, para darse cuenta que le faltaba el último ejercicio de Matemáticas. Había estado riñendo y tratando de levantar a su muy dormido padre, por lo que tuvieron que salir de casa con el tiempo justo.

Y para empeorarlo… ¡Había tenido Música! Aghh… odiaba esa materia.

Salió de sus pensamientos homicidas cuando su estomago gruño. ¡Y como no iba a gruñir si no había tenido su acostumbrada porción de café diario!

Fue entonces que pudo ver que se acercaban a casa. ¡Al fin! Solo esperaba que su madre haya cocinado ya.

Tenían un gran negocio adherido, por decirlo de alguna manera, a su casa. Por lo que tenía que convivir constantemente con el maldito golpeteo de las manos, aguantar a esos críos malcriados…

Sin duda lo mejor de su día era cuando estaba en la computadora, y encontraba un buen libro que leer. O un slash. A ella le encantaba el slash… se le hacia tan romántico.

Suspiro soñadoramente, imaginando un amor así. De inmediato se le vinieron a la cabeza varios Fics que había leído, esas chicas si que tenían talento. Amaba a esos chicos hermosos que creaban… o los ya creados, pero con un poco de cambios, como por ejemplo, relacionarlos con su Némesis. Le encantaba unir a Lucius Malfoy con Remus Lupin, Severus Snape con Sirius Black, Blaise Zabini con Ron Weasley, Hermione Granger con Pansy Parkinson (aunque éste era yuri o femslash) y, el mejor de todos, Draco Malfoy con Harry Potter. Amaba el Drarry.

Cuando bajó del auto tropezando debido que su cabeza había ido a volar por ahí, se encontró con una cabecita de cabello rubio—castaño, y unos hermosos ojos celestes.

Era su hermanito de 3 años.

—Luce… llegaste—dijo su hermano, sonriendo ingenuamente como solo los niños podían hacerlo. La adolescente bufó bajito, miró a su hermano con una sonrisa cansada y siguió caminando hasta llegar a la puerta de su casa.

Entró con cansancio, tirando su mochila en el medio de la Sala de Estar, la mas concurrida de la casa. Se sacó los zapatos mientras caminaba hacia su habitación, dejando tras ella sus medias.

Una vez que llegó a su habitación, se encerró en ella con llave. Se quitó toda la ropa porque literalmente le estaba quemando, y prendió el aire acondicionado al momento que se desataba el cabello y una mata de espeso pelo negro, suave y brillante cayó por su espalda, hasta llegar a su cintura.

Amaba la sensación de su cabello con su piel desnuda, era de algún modo relajante.

Se miró al espejo y sonrió. Una muchacha alta le devolvía la mirada. Sus ojos marrones tan oscuros que parecían negros, oscuros como la profundidad del bosque, lleno de secretos; su piel levemente bronceada y sin imperfección a la vista. Tenía las mejillas algo sonrojadas y su piel aparentaba ser suave. Llevaba solo un sostén y una calza corta.

Era bonita. Le gustaba su aspecto, y a pesar de tener solo 14 años era bastante grande como para aparentar 16.

Pero sin embargo, lo que mas le gustaba de sí misma era su cabello.

Se estiró como un gato frente al espejo y dejó que su pelo cayera libremente en su espalda, mientras movía la cabeza divertida y lanzaba al aire leves risitas tontas.

De repente, soltó un chillido de excitación y se lanzó a por su teléfono celular, entrando inmediatamente a Internet.

Tacleó rápidamente las palabras Fanfiction y buscó la historia que la tenia enganchada desde la noche anterior.

Era un Drarry, sin demasiado OCC, y… ¡Con lemmon! Dios… amaba los Drarrys. Sin embargo, tenia especial preferencia por Draco ¡Ojala existiera un chico así!

Todo arrogante y hermoso ¡Dios, que sexy! Pensó, imaginándose a un chico así.

Suspiro con el corazón latiéndole a mil, mientras buscaba el capítulo en el que se había quedado. Era la parte en la que Draco le proponía a Harry hacer "prácticas" para la próxima reunión en la que los someterían a retos.

¿Practicar… practicar… practicar?

¿Malfoy quería practicar?

—¡Dios, yo sí quiero practicar lo que tú quieras Draco!—soltó la jovencita, mirando la pantalla del teléfono con ojos hambrientos… como si quisiera comérselo.

¿No te sentirías más como un tonto si todos preguntaran porque pareces ser tan bueno en eso?

No. Solo creerán que tengo un talento natural.

O que eres naturalmente gay

La muchacha lanzo una carcajada, pensando en ello. Pobre de Draco.

Pasaron alrededor de 30 minutos cuando leyó la última frase del capítulo, con el dialogo aun grabado en su cabeza.

Ha sido una buena noche para ti ¿verdad?

Era tan divertido… ya quería ver como se enamoraban los dos y que otros retos tenían para ambos.

Suspiró, mientras escuchaba como su madre le llamaba para comer. Dios… a veces sentía que estaba demasiado metida en su mundo de fantasía, sin embargo así era su vida más llevadera y menos dolorosa.

Si se detenía a pensar demasiado sufriría y lloraría… a ella no le gustaba llorar ni sentirse vulnerable, así que sólo tenia como escape esas horas de lectura en donde se sumía en un sueño de fantasía placentero y bonito. La realidad era dolorosa, y aunque en la mayoría de las veces ella era realista, no le gustaba cuando de su vida se trataba.

Suspiró cansadamente y se levantó de su cama. Se quitó su calza y a cambio se puso una falda vaquera oscura y una blusa negra, a juego con unas sandalias también negras.

Le encantaba el contraste que tenia el negro sobre su piel, era muy favorable y le hacia ver mas linda.

Dio un último vistazo a su reflejo (ególatra), y con una cara de mosqueo se camino hacia el Comedor. Se sentó en su lugar habitual y miró su plato.

Genial… Carne Asada. Era su comida favorita.

Sin embargo, su felicidad momentánea se esfumó al ver a sus padres. Estaba tan enojada con ellos.

—¿Cuándo se van?—preguntó de mal modo, mirándolos a ambos con furia.

—Mañana, y tú te quedas a atender el negocio—respondió con normalidad su padre, mirando la TV.

—Si, ya dejaremos todo preparado ¿tú no tienes clases, verdad?—preguntó su madre, mirándola con curiosidad.

—No—negó tajante, sin embargo la respuesta fue con doble sentido—No me quiero quedar—dijo tajante, mirando a sus padres casi con odio.

—Aún no te mandas tú sola, por lo que harás lo que nosotros te digamos, jovencita—respondió su madre, mirándola con el ceño fruncido.

Luce sintió que las lágrimas se juntaban en sus ojos, pero sin embargo no las dejó caer y se tragó el nudo en su garganta.

—Es injusto—murmuró, apretando con fuerza sus manos.

Siempre debía quedarse a atender el negocio y eso le molestaba. No le gustaba para nada ver a cada minuto una cara distinta y con el mismo sentimiento de hostilidad hacia ella.

Prácticamente todo el barrio le odiaba, pues ella era muy seria y a menudo brusca, pero ¿Qué esperaban? ¿Qué regale sonrisitas alegres mientras hace lo que mas odia?

Porque odiaba con toda su alma atender. Ella era muy buena con cálculos y todo tipo de conocimientos, pero no le gustaba trabajar.

¡Por Dios! Solo tenía 14 años, ella lo único que debería hacer era bailar, jugar, escuchar música y todo eso con muchas amigas, no trabajar día y noche mientras sus padres salían con sus hermanos y se la pasaban bien.

Una solitaria lágrima de amargura bajó por su mejilla, limpiada rápidamente por su mano.

Apretó una vez mas sus puños hasta que se hiso daño, pero eso era algo reconfortante. Dolor contra odio. Eso podía manejarlo.

—Siempre me quedo aquí, atendiendo mientras ustedes salen por ahí y no me quejo. Pero no voy a quedarme tantos días sola y para variar, trabajando. No soy su sirvienta—les respondió altanera, a punto de explotar.

Antes de que alguno de ellos contestara, se levantó rápidamente y corrió hacia su habitación.

Abrió bruscamente la puerta, para luego cerrarla de un portazo y ponerle llave. Una vez que se quedó sola, apretó los puños con una fuerza dolorosa, mientras temblaba de ira.

Era tan injusto. Ella era la mejor estudiante, no salía a ningún lado, se la pasaba leyendo y siempre les ayudaba a sus padres… ¿Por qué tenia que quedarse siempre sola? Se sentía resentida y muy excluida. Eso era injusto. Muy, muy injusto.

Estrello su puño en la pared, haciéndose daño y casi rompiéndose los huesos. Sin embargo, no sintió dolor… solo mas rabia.

Gritó con frustración, mientras pegaba otro puñetazo a la pared. Ese si le dolió.

—Auch—se quejó con enojo, mientras sentía el nudo en su garganta cada vez más grande.

Con resentimiento, miro su mano que comenzaba a sangrar y sonrió levemente. De alguna manera, el dolor hacia menguar el odio.

Miró las venas que resaltaban en su muñeca y sonrió maliciosamente y con una mirada perdida.

—Que fácil seria solo cortar esa vena—se apuntó a una vena en específico que sobresalía en su antebrazo, casi acariciándola con reverencia—Conectada a la vena Sub Cava, que proviene de la Cava la cual está prácticamente en el Corazón. Bastarían solo 10 o 15 minutos en provocar un desangrado hasta un paro cardíaco.

La muchacha sonrió con ironía. La vida era tan frágil a veces, que sentía ganas de acabar con todo. Pero no se iba a rendir, ella tenía sueños que iba a cumplir aunque le costara toda la vida en ello. Así que con una mirada de resignación, se obligó a dejar de pensar tanto en la muerte y en el rencor que sentía hacia sus padres.

Ella no quería acumular tanto resentimiento por sus padres, pues éste podía convertirse en odio y no quería llegar a tanto. No podía odiarlos.

Ellos le daban todo lo que pedía. Dinero, ropa, libros, planchas para el pelo, celulares último modelo, computadoras… todo lo que quería, lo tenía.

Sin embargo, a veces se sentía muy sola. Encerrada en esa casa, sin salir nunca, sin amigas en su casa… atendiendo a gente que le odia, tratando de poner la mejor cara posible pero fallando miserablemente.

Quedándose siempre sola, mientras ellos se iban con sus hermanos a pasear por ahí sin querer llevarla porque no podían dejar el negocio cerrado.

¡Malditos! Tenían mucho dinero, eso lo sabía. Así que… ¿Por qué dejarla a ella siempre ahí? Siempre buscando algo malo en ella para regañarla, siempre tan exigentes.

Era la mejor estudiante y hacia cosas que ninguna chica de su edad (o al menos que ella conociera personalmente). Leía en vez de salir, pedía libros en vez de dinero para ir a la Discoteca.

Oh, pues sí, sus amigas iban a bailar junto a los mas grandes vestidas como prostitutas. Y ella era una chica muy querida por sus profesores, recta y derecha ¡Y le regañaban más que a cualquiera! ¿Qué maldito problema tenían con ella? ¿Qué más querían? ¡No era perfecta! Si ellos le querían no deberían querer cambiarla.

Sollozo con dolor, mientras las lágrimas caían por su mejilla, recorriendo su cuello hasta perderse bajo su remera.

Se tiró los cabellos con frustración, buscando con el dolor un poco más de lucidez en sus sentimientos y control. ¡Oh, el maldito control! Era tan impulsiva.

Se quejó levemente, mientras caía en su cama y se tapaba con la almohada.

Solo deseaba estar en otro lugar, vivir cosas lindas y placenteras sin hacer algo que no le gustase. Conocer a gente nueva, agradable… estar en un mundo que sólo existe en sus fantasías.

Una lágrima cayó en su almohada, mientras su mano servía de amortiguador a sus sollozos.

La muchacha no se dio por enterada cuando de la nada una luz blanca y extremadamente brillante apareció en el medio de su habitación. Sólo sintió un apretujón en su estomago, al mismo tiempo que perdía el conocimiento y se dejaba arrastrar en un abismo de sensaciones sumamente incomodas.

Parpadeo un par de veces, mientras trataba de poner en orden sus pensamientos… y tratar de mantener en la boca todo el alimento.

Se sentía muy mareada y enferma… tenía una rara sensación en el estomago, como si algo hubiese tirado de sus tripas hacia fuera con la intención de asesinarla, desparramando sus órganos internos por el suelo.

Seguro querían vender su carne, que era extremadamente irresistible.

De cierto modo entendía a la gente que quería despedazarla, pues todo el mundo se vería tentado si la veía como era… magníficamente irresistible.

Jadeo cuando un dolor agudo le lancero el estomago, mientras sentía como si la comida en su panza estuviera bailando y haciendo una fiesta… o quizás armando una orgía. Inmediatamente se alarmó ¡No quería que fueran maleducados en su cuerpo! Sólo imaginarlo… se le hacia difícil imaginar a la comida en una orgía.

¿Es que era verdad lo que decían sus amigas? ¿Se había vuelto loca finalmente? ¿O era una pervertida sin remedio?

Frunció los labios, fijándose finalmente en el extraño lugar en el que se hallaba. El techo era… extraño. Nunca había visto un techo así, con colores tan raros y un escudo que se le hacia vagamente familiar.

¿Será que le habían secuestrado? ¿Era la Mafia?... ¡No! ¡Quizás eran los Vulturis, que querían convertirla en un vampiro porque tenía un súper don!

Inmediatamente comenzó a lanzar risitas de burla hacia sí misma. ¿Vampiros? ¡No existían! Además… sólo se dejaría morder si era Alec quien lo hacía, o Simón Lewis, o Lestat, o Stefan Salvatore… o Damon Salvatore… o todos.

Sacudió la cabeza brevemente, y fue entonces cuando se dio cuenta que estaba tirada en el suelo. Extrañamente no era duro, sino cómodo… o es que era solamente que tenía mucho sueño.

Entonces escuchó unos pasos que retumbaban en el lugar, no sabía como era porque aún no había visto más que el techo. De alguna manera era como si una parte de su cuerpo se negara a ver, como si no hubiera nada allí y su cuerpo rechazara el lugar.

Se paró de un salto, sin mirar nada más que frente a ella, donde se escuchaban los pasos. Su mente no podía procesar demasiada información sobre ese lugar y eso era alarmante, pues ya hablando enserio, de verdad podría ser un secuestro. Se sentía noqueada, sentía que no debía estar en ese lugar, como si éste le fuese prohibido.

Sintió miedo, sin embargo, trató de no demostrar en su cara nada más que indiferencia y frialdad. Ese papel le salía a la perfección.

De repente un muchacho con capa apareció por uno de los pasillos, caminando con elegancia y a prisa a la vez. Era como si esa manera sensual de caminar fuera parte de él, de su naturaleza.

Entonces alzo la cabeza al percibirla, y la muchacha quedo sin aire.

¡Era hermoso! Unos ojos grises enmarcaban sus delicados rasgos, y cabellos rubio platinado caían a cada lado, no tan corto, pero tampoco largo. Tenía unos deliciosos labios que pedían ser besados, y un cuerpo… ¡Oh, un cuerpo pecaminoso!

Dios quería probarla, tentarla… y lo estaba consiguiendo.

Entonces esos hermosos ojos grises se endurecieron y la miraron de arriba abajo con desprecio y una mueca de desdén en el rostro.

— ¡No se puede estar hasta tan tarde! Son las 10:30, y el toque de queda ya empezó. Deberías estar en tu sala común—le escupió las palabras, extrañamente arrastradas.

Esto hiso que se indignara. ¿Quién era para hablarle así?

—¿Y tú que haces entonces a estas horas?—le preguntó con la mandíbula apretada y tratando de controlar las palabras venenosas que querían salir paso a través de su boca. No podía faltarle el respeto a nadie, ella no era así. ¡Malditos modales!

—Soy un miembro seguidor de la Suma Inquisidora del Colegio—explicó como si estuviera diciendo una obviedad. Entonces Luce se intereso en su capa ya que no quería pensar de qué se le hacía familiar esa de "Suma Inquisidora"

Era extraño, tenía colores verdes y plata. Le quedaba bien, aunque jamás lo admitiría. Su orgullo estaba primero.

—Ajá—murmuró, mirando a su alrededor. Sentía que la anterior presión había acabado, porque podía ver todo claramente y pensar de manera más coherente.

Se percató de que estaban en un lugar extrañamente antiguo, pues la decoración no era nada moderna, pero sí elegante. Habían unos cuantos retratos que parecían que la miraban, puesto que juraba que sus ojos estaban posados en ella.

Era muy extraño, pues los retratos no tenían vida.

— ¿Quién eres?—preguntó después de unos segundos de incomodo silencio entre ambos. El muchacho quería saber quien era esa muchachita con cara de asustada. Le producía satisfacción causar esa reacción en la gente, pero presentía que su miedo era por algo más. ¡Y vamos! Él necesitaba ganar puntos con Umbridge.

—No te incumbe—le contestó cortante, pero después se arrepintió—Belén—contestó sin embargo, no queriendo dar su nombre a un desconocido. — ¿Y tú quien eres?—le pregunto con brusquedad, en una mezcla entre enfado y frialdad.

El muchacho se vio claramente ofendido, como si fuera el Presidente de Rusia y por eso ella tendría que reconocerle. Aunque si era ruso ella no le entendería ni una letra.

—Yo soy Draco Malfoy—contesto inflando el pecho con orgullo y evidente fanfarronería.

La muchacha le miró alucinada por unos momentos, para luego comenzar a reír histéricamente y con burla.

— ¿Te crees que nací ayer?—le preguntó con sorna, mirándola escrutadoramente.

—Debo admitir que el trajecito te salió bastante bien, así era como me lo imaginaba—dijo después, señalando la capa de Slytherin con esa hermosa serpiente de símbolo. Solo faltaba Severus y ella tendría su sueño hecho realidad. –La postura de "Yo soy el mejor, ustedes son mierda" te salió bastante bien, aunque deberías practicar más la frialdad en tus ojos y tu voz. Esos ojos… si, los ojos son mejores de lo que me imaginé. Y tu cabello, me gusta. Pero si crees que yo me voy a tragar eso de que eres Draco Malfoy, entonces… que te den—le respondió cortante, mirándolo con burla en sus ojos oscuros.

El rubio, supuesto Draco, abrió los ojos como platos al escuchar esa grosería salir de la boca de esa "dama", sin embargo no veía de que se sorprendía si esa ropita muggle que traía lo decía todo por ella. Era una estúpida sangre sucia, pero no era de Hogwarts, pues él jamás le había visto. Y él conocía a casi todos los estudiantes, ya saben… porque era su deber (así si le hacían algo, él sabía a quien cobrárselas). Además la muchacha no parecía ser demasiado menor que él, por lo que daba por sentado que no la conocía de nada.

—Yo no tengo porque dar explicaciones a nadie—respondió el rubio cortante y voz afilada, arrastrando las palabras. No iba a perder tiempo con una sangre sucia.

—Y 25 puntos menos para Gryffindor—dijo después, con burla.

—Ni siquiera soy de Gryffindor—acató aturdida. Decidió que le seguiría el juego al chico loco que afirmaba ser Draco Malfoy, un ser inexistente escrito en papel.

—Da igual—el muchacho se encogió de hombros. O eso quiso hacer, teniendo en cuenta que él era un sangre pura y por lo tanto no hacía esos gestos mundanos y vulgares.

— ¿Podrías llevarme con el Profesor Dumbledore?—le preguntó entonces, sonriendo internamente.

El chico le miro con frialdad. No entendía porque ya no se iba a las Mazmorras, en vez de perder tiempo con esa gentuza. ¡Debería ir con la vieja sapo! Ese era un plan mejor.

—Lo lamento, señorita… pero debo irme a mi Sala Común—le dio un gesto de desdén, para luego caminar hacia donde debería de haber ido hace ya unos cuantos minutos.

—Sé muchas cosas, Malfoy, no te conviene tenerme como enemiga—le susurro con voz afilada, disfrutando internamente y poniendo a prueba al loco obsesionado con Draco.

Debería de tener miedo de alguien que hiso todo eso solo porque fuera demasiado fan de JK, pero extrañamente se sentía segura. Y sus instintos raramente fallaban.

El rubio se paró, retrocedió unos pasos y la miro con frialdad.

—No tienes pruebas de nada—le escupió, nervioso por dentro. Odiaba las amenazas, y aunque no le tenía miedo, le inquietaba la manera de hablar de la muchacha… como si le conociera.

—Sé que tienes mazmorras de tortura en tu casa, y también sé donde están las bóvedas más importantes de la Mansión, además de las cosas oscuras que allí esconden. Sé donde están cada una de las habitaciones—le siseo como una serpiente, con la voz cargada de veneno. Debía de ser una buena actriz, porque "Draco" se estaba poniendo más pálido de lo que ya estaba.

—Mentira—le aseguró, aunque su voz flaqueo. Sin embargo, su cara compuso nuevamente esa máscara de frialdad e indiferencia. Por sobre todo era un Malfoy.

—Mándale saludos a tu padrino—le despidió entonces, haciendo un gesto con la mano como restándole importancia. El rubio impostor le miró con frialdad, para después curvar sus labios en una sonrisa llena de malicia.

—Claro… quizás también se lo mande a mi Padre—le dijo. Era una clara amenaza la que escuchaba en su voz. Luce tenia que reconocer que le salía muy bien el papel de Draco Malfoy, pero tendría que ser demasiado tonta para creerle. No por nada su promedio era de 9,88.

—Claro. Quizás deba irme con Dumbledore, no queremos que me suceda nada ¿no?—le sonrió con inocencia fingida—Porque sería una lástima que alguien desvelara sus secretos si me sucediese cualquier tipo de accidente—le amenazó con inocencia, mientras reía interiormente. Era demasiado divertido.

"Draco" empalideció y la miró largamente, buscando algún signo de debilidad. Claro que no encontró nada más que diversión y burla en sus ojos oscuros.

—No sé como es que sabes tantas cosas, ni sé siquiera si lo que dices saber es verdad. Pero está claro que no nos conviene a ninguno de los dos ser enemigos, así que te propongo una tregua. Y te llevo con Dumbledore, ya que pareces no saber muy bien donde queda su despacho—le ofreció Draco después de unos segundos en un silencio predador. Cada uno mirando a su presa y fijándose en sus debilidades. Él era, después de todo, un Slytherin… engañoso y traicionero.

—Está bien—le aceptó Luce después de unos momentos pensando en si le convendría en caso de ser verdad. No era que estuviera cediendo y creyéndole, pero cabía la posibilidad de que fuera cierto, y si lo era no le convenía tener a Draco Malfoy como enemigo.

—Muy bien, vamos—se dio vuelta y con elegancia comenzó a conducirla hacia el despacho del profesor Dumbledore.

Luce mientras iba mirando cada detalle del "Castillo", y debía admitir que era una réplica exacta de lo que se explicaba en los libros. Sin embargo, después de unos segundos maravillándose con los retratos que se movían (y tratando de ver cual era el truco), tuvo miedo.

Podría ser una Secta o algo parecido. Había leído en Internet que muchos chicos hacían esas cosas raras y demoníacas basándose en Harry Potter, o con la Death Note, y francamente no tenía ningún interés en conocer locos obsesionados con un mundo de fantasía.

Sin embargo, ya era tarde. Sólo rogaba no morir ni tampoco servir como carne de sacrificio para ningún ritual. Ella ya sabía que andaban tras su carne, y no se había equivocado.

Demasiado pronto para su gusto llegaron frente a una hermosa gárgola. Una vez más Luce se sorprendió de esa gente ¿Hasta cuanto podría llegar el fanatismo de psicópatas? Todo el lugar parecía una réplica perfecta del Castillo descrito en los libros.

Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, aunque trató de mantenerse indiferente. Pero… ¡No quería morir! Tenía tantas cosas que hacer… leer más libros, terminar de ver Naruto, ver la película de Death Note, ver más anime Yaoi, hacerse más friki, estudiar y graduarse en una Universidad, ejercer su profesión como Doctora, escribir un libro… ¡No podía morir virgen! ¡Menos a la corta edad de 14 años! Era tan injusto…

Sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas y carraspeo, tratando de no dejarlas caer. ¡No iba a llorar!

Entonces lo que más temió sucedió; la gárgola fea se abrió dejando las escaleras frente a ellos, como burlándose de ella… tenía que subir al infierno ¡Que ironía!

Miró a Draco y luego de un asentimiento cortés a modo de despedida, miró hacia donde tendría que subir.

Curvó los labios en una sonrisa autosuficiente, fingiendo firmeza y confianza que en ese momento no sentía. Subió por las escaleras como si las conociera de toda la vida, y una vez que llegó frente a una puerta, golpeó.

—Adelante—se escuchó una voz masculina desde el interior. Luce, rogando no encontrarse con locos psicóticos, entró.

El despacho era exactamente como los libros describían, con cosas raras, retratos de los antiguos Directores, el aparato grande donde estaba el Pensadero. Pero lo que más le impactó fue el anciano que se encontraba sentado, leyendo un pergamino y comiendo un caramelo, que estaba segura, era de limón.

—Buenos días—musitó. La superioridad y ganas de decir groserías siempre se le iba cuando estaba con mayores, se sentía intimidada por los adultos.

—Buenos días, señorita—respondió jovialmente, mientras le hacia una seña para que se sentara. –Siéntese—le pidió además.

Luce, con cautela se sentó, poniendo las manos en su falda y alisándola.

—Yo... ¿usted es Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore?—le preguntó, tratando de que los nombres no se le atravesaran y rogando con no fueran erróneos.

—Si ¿necesita algo?—le preguntó, mirándola con sus ojos celestes devastadoramente incómodos. Fuera o no un impostor, le salía el papel genial. Sentía como si ese hombre viera en su cabeza, sus secretos oscuros.

—Le agradecería que dejara de usar Legeremacia conmigo, señor—le respondió fríamente, mirando hacia otro lado. No quería que nadie se enterara de sus secretos ¡Ni siquiera cuando se confesó con el cura había dicho todos!

El anciano le miro algo sorprendido, para luego regalarle una sonrisa comprensiva. Le miraba como si supiera algo que ella no, y odiaba cuando se comportaban así… como condescendientes.

—Veo que usted no es de aquí, ¿no señorita?—le pregunto, con un poco de mas seriedad.

—Yo no se si usted es quien dice ser—le respondió a la defensiva, antes de decirle algo sobre ella.

—Pregúnteme algo—le dijo, mirándola con una sonrisa. Agh, odiaba a la gente que sonreía tanto.

—No puedo asegurarme con una pregunta—si le preguntaba si era gay, le diría que sí. Todo el mundo sabía que Albus Dumbledore era gay y le gustaba Grindelgaw, Rowling había hecho una entrevista diciéndolo. Ella no sabia nada más que lo que se decía en internet, y cualquiera tenía acceso a Internet.

—¿Dónde esta la Cámara de los Secretos?—le preguntó entonces, rogando con que eso fuera suficiente.

—No lo sé—le respondió tranquilamente. ¡Rayos! Ella contaba con que le dijera donde estaba, así ella podía acusarlo de impostor, puesto que Dumbledore nunca supo donde estaba la Cámara.

—Muéstreme magia—le ordenó, como si ella tuviera el poder de ordenarle algo a alguien mucho mayor que ella.

El Director no se inmutó y sacó una varita. Luce la apunto con el dedo.

—¡La Varita de Saúco! ¡Yo quiero!—chillo sin poder contenerse. El anciano le miro entre sorprendido y desconfiado. Luce estaba segura de que era por la información que acababa de soltar ¿Por qué era tan idiota? ¡Si ese teatrito era verdad, le convenía quedarse calladita!

El Director suspiro y apuntó la varita hacia un estante. De repente, el mueble comenzó a hablar.

Tiempos remotos hacia allá

Un muchacho vino a molestar

Quería ser malo

Y a gente mató

1, 2, 3 ¡Mucha gente va a perecer!

Un Crucio por aquí, un Crucio por allá

Tripas volando y gente desangrando

Niños estúpidos chillando con enfado

Y las calles, llenándose de cráneos.

El director inmediatamente le hizo callar, mientras Luce miraba sorprendida a aquel mueble. ¡Que sanguinario! Pensó con impresión.

—Bueno… eso fue interesante—respondió finalmente, aclarándose la garganta.

—¿Ahora me dirá señorita?

Frunció el ceño, pero no podía pedir más pruebas de las que ya tenía. Además… ¡El Fénix que estaba en la esquina no podía ser de mentira!

—Solo mire—Viejo chismoso, pensó mientras miraba los ojos del Director y lo sentía hurgar en sus recuerdos.

Pasó un minuto o un mes, o un año, o un siglo, o una era, y a ella solo le dolía la cabeza. Era como si sus neuronas estuviesen haciendo una fiesta y bailando Cumbia en su cerebro.

De repente, la presencia en su cabeza cesó y a ella le dolió más su cabeza, como si su cráneo estuviese a punto de romperse en dos.

—Ya veo—le miró pensativo, mientras ponía una mano en su mentón. Luce estuvo a punto de estallar y gritarle, a ella le dolía muchísimo la cabeza y el anciano lo único que decía era "Ya veo". ¡Pues claro que había visto! Había visto todos sus recuerdos… la vez que había matado a un gatito, cuando le pegó a su hermano, cuando leyó su primer lemmon… ¡Dios, cuando vio un animé hentai Yaoi! El Profesor Dumbledore pensaría que era una pervertida, estaba segura, Sensitive Pornograph no era un animé que una chica de 14 años debería ver.

Su labio inferior tembló ligeramente y Luce se reprendió por ello, ahora más que nunca debería ser fuerte. Había creído, reticente eso sí, lo que había visto… estaba verdaderamente en Hogwarts, un Colegio de Magia y Hechicería. Un lugar imaginario, producto de un cerebro extremadamente imaginativo e inteligente, eso sí, pero al fin y al cabo sólo eso… ficción.

Suspiró y miró al anciano, antes de caer en una crisis nerviosa, se conocía así misma y sabía que no duraría mucho tiempo.

—¿Podré irme a casa?—le preguntó con inocencia, mientras jugueteaba con su pulsera, que estaba en su muñeca izquierda.

—Sinceramente, señorita… no lo sé—respondió el anciano cansado, aunque dándole una sonrisa de todos modos tratando de darle ánimos.

—¿Cómo?—preguntó, incapaz de poder decir otra palabra. Tenía un nudo en la garganta y no aguantaría mucho tiempo sin llorar.

—Nunca había pasado nada como esto, entiéndame señorita. Haré todo lo posible por devolverla, aunque no es tan simple. Usted no solamente apareció en uno de los lugares más seguros del Mundo Mágico (en donde no se puede aparecer sin mi consentimiento), sino que también viajó en el tiempo—le respondió el hombre, mirándole con algo parecido a la lástima.

Entonces, Luce se dio cuenta de la magnitud del problema. Estaba en el pasado, más de 20 años en el pasado y en un lugar que no existía, sin sus padres, sin sus hermanitos… ¡Sin su computadora!

Le llevó minutos reaccionar de nuevo… ¡Estaba jodida!

Apretó la mandíbula y se obligó a comportarse como una adulta. Suspiró una vez y luego miró al director.

—¿Hay alguna posibilidad de que vuelva a casa?—le preguntó con un hilo de voz. El hombre le dio una mirada comprensiva y llena de ternura.

—Lo más inesperado ocurre cuando más lo deseamos, estoy seguro de que sí—le respondió con una sonrisa, mientras comía un caramelo de limón.

—¿Podré quedarme un tiempo aquí, como una alumna de intercambio o algo así?—le pregunto con esperanza.

El director cambio su mirada a otra preocupada. Le miró un largo tiempo, mientras saboreaba su caramelo muggle.

—Creo que por algo está usted aquí, y si tanto deseaba esto, yo no puedo hacer nada. Contra la Magia no hay nadie quien salga victorioso.

Luce suspiró, odiaba que le hablaran como oráculos. Quizás a Dumbledore le estaba afectando un poco el estar tanto tiempo con los centauros.

Entonces recordó lo que había pasado antes de llegar allí… había deseado estar alejada de todos lo de su mundo, estar en un lugar mejor y sin ver a nadie que conociera personalmente. En ese momento comprendió mejor las palabras del Director, ella había deseado eso y si la Magia funcionaba como había leído en muchos fics, entonces no iría a casa hasta estar satisfecha.

Muye bien, pensó con una sonrisa maliciosa, tendría mucho que hacer antes de quedar satisfecha.

De repente un pensamiento raro cruzó su mente ¿Y si su viaje de dimensiones y tiempo se debía a otra cosa? ¿Y si era porque debía cambiar cosas? Evitar muertes… la de Sirius, Remus, Tonks…

Tragó saliva y miró al director.

—Entonces creo que me quedaré aquí…


¿Estubo bien? ¿Raro? ¿Qué les parece? ¡Dios! Me decidí a publicarla, así que espero que mis esfuerzos hayan dado frutos y éste intento de fic esté medianamente decente.

¿Dejan un review? Hay un botoncito ahí abajo que espera impaciente.