Hello 7u7 he vuelto con una serie de one-shots, obviamente inspirados en una de mis series favoritas: Supernatural; y aclaro esto porque los monstruos o criaturas del fic son fieles a las especificaciones de Eric Kripke (por ejemplo no puedes matar a un vampiro con una estaca, sino decapitándolo). Este primer one-shot es de Grimmjow y Orihime como protagonistas. Lean y díganme qué les parece, hasta pronto. Aclaraciones al final.

Los personajes de Bleach no me pertenecen, son propiedad de Tite Kubo.

GRIMMJOW, CAZADOR DE MONSTRUOS

UNA COPA DE VINO TINTO

Iwatsuki, Prefectura de Saitama.

Ulquiorra entró a la bodega y caminó sin prisa hasta su asiento, ubicado a la cabeza de la mesa de madera que residía en el centro de la habitación. El resto de su clan estaba ahí como había ordenado previamente y las armas reposaban sobre la mesa.

-¿Y bien? –Preguntó Edrad.

-Es increíble tu nivel de estupidez –respondió Ulquiorra con voz tranquila.

Edrad dio un golpe en la mesa que no inmutó a ninguno de los que estaban alrededor.

-Dime qué descubriste.

-Es un solo cazador, no actúa en grupo.

-¿Esperas que creamos que un hombre solo pudo con Shaw-Long y D-Roy?

-Francamente, no me interesa lo que crean. Tú y esos dos idiotas hicieron mal en atacar a esa familia. Y no sólo eso, dejaron los cuerpos ahí tirados para que medio mundo los viera.

-Ya me disculpé por eso.

-¿Y crees que una disculpa es suficiente? Me temo que tendré que verme en la necesidad de hacer algo al respecto. Pusiste a ese cazador detrás de nosotros, estás arriesgando a esta familia. La muerte de Shaw-Long y D-Roy pesará sobre tu conciencia.

-Lo arreglaré, lo juro. Voy a matar a ese bastardo –gruñó Edrad suplicando implícitamente una oportunidad.

-Me gustaría que lo intentaras –se burló Ulquiorra-. Tuviste suerte la última vez.

-No tengo miedo, si eso es lo que crees.

-No lo creo, lo sé. Tu miedo es justificable, estamos hablando de un cazador letal, alguien que sabe lo que hace.

-Ya te dije que lo arreglaré. Me encargaré de él.

-Permíteme iluminar tu camino, ya que pareces estar un poco perdido. No estás vivo por tu astucia o tu fuerza, sino que lograste escapar por pura suerte; el cazador te dejó vivir para que lo guiaras hacia el nido, hacia nosotros.

-No hay forma de que haya podido seguirme, fui cuidadoso.

-Fuiste estúpido, no hay otra forma de describirte. Sin embargo, te daré la oportunidad de enmendar tu error. Podrás encargarte de él esta noche, porque ya está aquí.

Los presentes olfatearon el aire y se sorprendieron al notar la leve esencia humana que Ulquiorra había detectado desde aquella distancia. Sin embargo, era más que eso, también había un poco de sangre, sudor, tierra mojada y pólvora suficiente para volar la bodega en pedazos. No es que el fuego les hiciera daño, pero habían conseguido un buen lugar para anidar y sería una lástima perderlo de un día para otro.

Edrad se puso de pie y estiró la mano para tomar un arma, pero Ulquiorra se lo impidió.

-No necesitas eso si se trata de un simple humano, ¿o sí? Puedes encargarte de él sin problemas.

Edrad frunció el ceño y se dirigió a la puerta, listo para atacar al cazador en cuanto entrara. Hubo una serie de golpes en la puerta como si alguien estuviera tratando de derribarla desde el otro lado y luego se abrió estruendosamente. Pero no había nadie del otro lado. Edrad avanzó unos pasos sin dejar de olfatear y luego se asomó por el marco.

Grimmjow saltó desde arriba sujetándose de la tubería que pasaba sobre la puerta y le dio una fuerte patada con ambas piernas que lo mandó al suelo. Luego se soltó y cayó al piso sobre sus pies, mirando rápidamente a su alrededor antes de desenvainar los dos machetes que llevaba a la espalda.

-Uno, dos, tres…cuatro más. No está mal, me he encargado de nidos más numerosos –exclamó con una sonrisa.

Ulquiorra se levantó y se dirigió a la parte de arriba. Menoly y Loly lo siguieron.

-¿A dónde creen que van? –exclamó Grimmjow.

-Quiero tener una buena vista del espectáculo. Me gusta estar en primera fila –respondió Ulquiorra sin volverse.

Grimmjow observó que había una especie de oficina en la parte de arriba con un balcón que daba al centro de la bodega, que era justamente donde se encontraban él y Edrad. Observó el lugar y sonrió al darse cuenta de que no había más salidas que la principal. Eso era una buena noticia, al ir a la parte de arriba los otros tres se habían condenado sin poder escapar.

Edrad se puso de pie y se limpió la sangre del corte del labio que la patada había ocasionado. Avanzó algunos pasos hacia un lado y Grimmjow hizo lo mismo. Ambos estaban evaluando a su oponente, esperando que diera el primer golpe para contraatacar. Grimmjow hizo girar los machetes en las manos mientras que Edrad se agachaba en actitud depredadora.

Edrad se abalanzó hacia adelante dispuesto a descuartizarlo, pero Grimmjow fue más rápido y se apartó antes de que sus cuerpos hicieran contacto; atacó con el machete y logró hacerle un corte en el hombro, bastante cerca de su verdadero objetivo que era la cabeza. Edrad ni siquiera pareció notar la herida sangrante, corrió nuevamente hacia Grimmjow y esquivó dos ataques antes de conectar un golpe en la mandíbula. Grimmjow se tambaleó hacia un lado y respondió con un machetazo que únicamente cortó el aire. Edrad volvió a golpearlo y esta vez la fuerza del impacto lo hizo soltar uno de los machetes.

Ulquiorra observaba todo desde arriba recargado en el barandal. No parecía estar dispuesto a intervenir, pero Grimmjow lo volteaba a ver constantemente en caso de que así fuera. Estaba seguro que podía acabar con todos esa misma noche, pero si atacaban en grupo no tendría ninguna oportunidad.

Edrad atacó con una ráfaga de golpes que Grimmjow apenas pudo resistir. Con la mano libre devolvió unos cuantos, pero sabía que el daño que estaba causando era muy poco. Cuando Edrad lanzó otro puñetazo, Grimmjow se agachó por el hueco bajo su brazo y le dio un empujón por la espalda. Tomó firmemente el machete y le dio en el cuello, pero el ángulo no era muy favorable y sólo pudo cortar la mitad.

Edrad cayó al piso en un charco de sangre agonizando por su vida y queriendo arrastrarse para estar a salvo; Grimmjow lo sacó de su miseria con un segundo corte, esta vez limpio. La cabeza rodó unos centímetros al lado de sus pies. La tomó por el cabello y se la arrojó a Ulquiorra.

Ulquiorra se movió hacia un lado para que no le diera, pero algunas gotas de sangre cayeron en su mejilla izquierda. Grimmjow levantó el machete que se le había caído y lo señaló con él.

-Sigues tú.

Ulquiorra no respondió. Grimmjow subió las escaleras a toda prisa y tuvo una pequeña pelea con Menoly, pero debido a su complexión y estatura no fue difícil acabar con ella. Su cabeza pronto se unió a la de Edrad. Grimmjow llegó hasta la parte de arriba y vio a Ulquiorra y a Loly en el balcón. Loly chilló por la muerte de su compañera y se abalanzó hacia Grimmjow, pero antes de que pudiera dar dos pasos, su cabeza cayó hacia un lado con un ruido sordo.

Grimmjow abrió los ojos sorprendido al darse cuenta de que Ulquiorra la había decapitado sin remordimientos. Afianzó el agarre de los machetes y avanzó lentamente sin dejar de observarlo. Ulquiorra no mostraba expresión alguna en el rostro cuando dejó caer el machete que había tomado de las cajas apiladas al lado de él.

-¿Qué significa esto? –Preguntó Grimmjow cauteloso.

-Estaba harto de ellos. Mi clan se fue al diablo cuando mataste a Shaw-Long y a D-Roy. Edrad me era útil algunas veces, pero causaba muchos problemas. Supongo que me hiciste un favor al quitármelo de encima.

-Ese es mi trabajo, fue un placer. Pero ¿qué hay de las gemelas Olsen? –Grimmjow señaló las cabezas de Menoly y Loly.

-No eran más que un estorbo.

-Tengo el ligero presentimiento de que ustedes eran una de esas familias disfuncionales.

-Estás en lo correcto.

-Bueno, sea cual sea el caso voy a tener que matarte –respondió Grimmjow encogiéndose de hombros.

-Era de esperarse. No planeaba hacerme amigo de un cazador y pedirle que cabalgáramos juntos hacia el amanecer.

-Yo tampoco tenía en mente algo como Secreto en la Montaña.

-Qué dilema, ¿no lo crees?

-No, es bastante simple, de hecho. Puedes quedarte quieto mientras te corto la cabeza o puedes defenderte como el resto de tu grupo, aunque ya viste cómo terminaron las cosas para ellos.

-No cometas el error de creer que estaban a mi nivel.

-Oh, ya veo, así que tú eres el alfa.

Ulquiorra no respondió.

-Eso no cambia nada, voy a matarte de igual manera –prosiguió Grimmjow, quien no esperaba una respuesta a su retórica.

-Lo siento, no tengo planes de morir esta noche.

Ulquiorra saltó el barandal antes de que Grimmjow pudiera atacar. Cayó con la ligereza de un gato y volteó hacia arriba. Grimmjow frunció el ceño y maldijo por lo bajo. Podía imitarlo y saltar, pero con los machetes en las manos no sería una buena caída. Corría el riesgo de lastimarse un pie y entonces se vería en aprietos al tratar de correr.

Bajó a toda prisa las escaleras para darle alcance a Ulquiorra, pero cuando llegó al piso de abajo ya se había ido. Grimmjow se asomó por la puerta y trató de vislumbrar algo en el espeso bosque que rodeaba la bodega, pero únicamente encontró penumbra y las cigarras rompiendo el silencio.

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Yokohama, Prefectura de Kanagawa.

Seis meses después.

Orihime entró al club nocturno y pidió un Martini seco. Se sentó a la barra y acomodó su largo cabello hacia un lado, observando a su alrededor. Estaba usando un vestido entallado color rojo que resaltaba a la perfección todos sus atributos. Llevaba una chaqueta de cuero y tacones negros a juego.

Las luces de neón en la pista eran tan deslumbrantes para ella como lo serían para un epiléptico. Vio a la multitud de gente bailando al ritmo de la música y a otros cuantos rezagados que simplemente bebían en las mesas o en la barra al igual que ella.

-Aquí tienes –el barman le entregó su bebida.

-Gracias –Orihime le dio un pequeño sorbo y luego lo volvió a dejar.

Estaba en plan de buscar diversión, no de emborracharse para olvidar a alguien. El trabajo de toda la semana la tenía cansada, pero aprovechó que era sábado y que tenía tiempo de reponerse de la resaca en caso de que fuera necesario. Buscó con la mirada a alguien conocido, pero sólo veía gente extraña. Era un club nuevo, sólo tenía un par de meses que había abierto, así que tal vez sólo hacía falta que le hicieran promoción al lugar para verlo lleno.

Vio que un hombre se sentó a su lado y no pudo evitar observarlo discretamente por el rabillo del ojo. Estaba usando pantalón de vestir negro con camisa blanca doblada en los antebrazos, los dos primeros botones desabrochados y la corbata desanudada. Su cabello era tan negro como la noche, su piel tan blanca como la nieve y unos hermosos orbes color esmeralda que no mostraban expresión alguna. En conjunto era alguien misterioso que llamó la atención de Orihime.

-Hola –saludó amablemente, esperando que la ignorara o le respondiera bruscamente.

El hombre pareció sorprendido de que le hubiera dirigido la palabra. La observó de pies a cabeza y le devolvió el saludo.

Orihime sintió sus ojos recorriendo su cuerpo y no pudo evitar sonreír incómodamente. Aunque al parecer le gustaba lo que veía y eso era una buena señal.

-Soy Orihime.

-Ulquiorra.

Se estrecharon las manos y luego Ulquiorra pidió una cerveza.

-¿Eres de por aquí? –Preguntó Orihime.

-Vine por negocios, pero estoy rentando una casa. No sé muy bien cuánto tiempo me quedaré.

-Ya veo.

-¿Y tú?

-Yo vivo aquí. Desde siempre. No he podido juntar lo suficiente para irme –exclamó Orihime encogiéndose de hombros.

-¿Tan mal está el lugar o son motivos personales?

-Creo que un poco de ambos.

-A mí me parece una ciudad interesante. Respecto a lo demás creo que no conozco tu caso como para darte algún consejo.

-¿A qué te dedicas? –Preguntó Orihime para cambiar de tema, no tenía ganas de hablar de su vida personal.

-Recursos humanos.

Orihime asintió. No habría podido adivinarlo ni aunque se lo propusiera, pues su apariencia era en extremo confusa. Parecía joven como ella, tal vez algunos años mayor, pero había algo en su mirada que le decía que había vivido mucho tiempo, o muchas cosas. Sobre su edad, no tenía ni idea.

-Interesante –fue todo lo que respondió antes de terminar su Martini.

-¿Quieres otro?

-Sí, pero primero debo ir al tocador –respondió.

-De acuerdo.

Orihime se levantó y tomó su bolso. No quería dejar su bebida descuidada en caso de que decidieran ponerle alguna droga. No es que pensara mal de Ulquiorra, a decir verdad parecía una buena persona, tal vez era la costumbre.

De camino al baño chocó accidentalmente con un hombre y se le cayó el bolso.

-Lo lamento –se disculpó de inmediato.

-La culpa es mía –respondió el hombre recogiendo su bolso.

Orihime le sonrió en respuesta y no pudo evitar notar que era bastante atractivo, con su cabello azul y ojos del mismo color, la chaqueta de cuero y la camisa azul marino debajo.

-Gracias –Orihime tomó el bolso, rodeó su figura y entró al baño.

Cuando se estaba lavando las manos se echó un poco de agua en la cara y después retocó su labial rojo. Se observó unos segundos de pies a cabeza en el espejo para asegurarse de que todo estaba bien y luego regresó al lado de Ulquiorra.

-Creo que ahora sí tomaré ese Martini.

Pero antes de que pudiera llamar al barman, Ulquiorra le dio un leve apretón en la mano.

-¿Quieres ir a mi casa? Tengo alcohol y podemos…ver una película o cenar algo.

Orihime no respondió de inmediato. Le sonrió y luego de pensarlo unos segundos asintió levemente.

-Eh, claro. ¿Seguro que no te importa cocinar? Podemos ir a un restaurante.

-Me gusta cocinar –afirmó Ulquiorra.

Orihime nunca había escuchado eso en boca de un hombre, así que se sorprendió por sus palabras. Aceptó su invitación y luego se levantó. Ulquiorra la tomó de la mano y se dirigieron a la salida.

El auto de Ulquiorra era nuevo y elegante. Un Saab color negro que probablemente valía más que la casa de Orihime. Ulquiorra le abrió la puerta como todo un caballero y luego se posicionó tras el volante. El rugido del motor le erizó la piel a Orihime, estaba arriba de una bestia costosa, y vaya que podía correr.

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Grimmjow vio en el celular que el objetivo se estaba moviendo de lugar rumbo al estacionamiento. Apuró su cerveza y pagó antes de subirse a la camioneta. Estaba seguro de que esa noche acabaría todo, aunque si se había equivocado respecto a las señales entonces lo arruinaría todo y tendría que empezar nuevamente desde cero.

Volteó a su alrededor y vio que varios carros estaban abandonando el estacionamiento, pero sólo uno se dirigía hacia la calle principal. Comprobó en el GPS que era ese el que estaba buscando. Encendió la Suburban y siguió a su propio ritmo unas calles más atrás. No había prisa alguna, el objetivo tendría que parar en algún lugar tarde o temprano, y entonces marcaría la localización exacta.

Unas calles más adelante vio el auto entrar a la cochera de una casa grande y elegante. Grimmjow se estacionó y salvó la distancia a pie, pero antes de eso se aseguró de llevar lo necesario para su encuentro con el energúmeno que había estado rastreando desde hacía seis meses.

En la maleta cargó los machetes, una Glock y el rifle con balas de punta hueca. Lo único que le serviría realmente eran los machetes, pero no estaba de más ser precavido y llevar algo que lo ayudara a distancia. Si sus suposiciones sobre aquella mujer eran ciertas, Ulquiorra estaría buscando hacer renacer su clan. Si no lo eran, entonces sólo quería una noche de pasión en los suburbios de Yokohama con una completa extraña que acababa de conocer en un club.

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Ulquiorra encendió las luces de la casa y la hizo pasar hasta la sala, en donde había dos sillones de un blanco inmaculado, una mesa negra de centro con un florero y una pantalla de plasma pegada a la pared sobre una chimenea, además de un gran ventanal con las cortinas abiertas que daba directamente a la calle. Era una casa impresionante, y la sala era tan grande como la mitad de la casa de Orihime. Todo estaba en perfecto orden y pulcritud.

-Permíteme tu chaqueta –dijo Ulquiorra guiándola hasta uno de los sillones.

Encendió la chimenea que rápidamente calentó el salón y luego puso música en su reproductor.

-Tú espera aquí, traeré un aperitivo antes de preparar la cena.

-¿Seguro que no quieres ayuda?

-Eres mi invitada, no puedo pedirte algo como eso.

Orihime sonrió y se recargó en el sillón, contemplando a su alrededor con una calma absoluta. Todo iba bien hasta el momento, no había un mal trato por parte de Ulquiorra y la había llevado a su casa tal y como había dicho. Por lo pronto no había riesgo alguno de que se tratara de un maniático que quisiera vender sus órganos en el mercado negro. Ulquiorra era un caballero, casi demasiado, como si se hubiera criado bajo el seno de una familia adinerada del siglo XVIII. Sólo le faltaba el monóculo y ofrecerle un paseo en un carruaje tirado por dos briosos corceles negros transilvanos.

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Grimmjow se mantuvo oculto entre los arbustos de la casa de enfrente. La maleta a su lado estaba abierta, mostrando el armamento que había seleccionado. Tomó el PSG1 y se asomó por el lente para asegurarse de tener una buena vista. El cristal de la casa de Ulquiorra probablemente era grueso, del tipo que no se rompería con un golpe, pero no había nada que detuviera las balas aerodinámicas de punta hueca, creadas específicamente para superficies duras.

Grimmjow vio que la chica que Ulquiorra había llevado a su casa estaba sentada en la sala, volteando a su alrededor y probablemente tratando de imaginar cuánto dinero había invertido en el lugar. Se levantó del sillón, paseó frente al cristal y se detuvo a mirar hacia afuera, ajena a que un cazador la estaba observando. Se había quitado la chaqueta y al parecer estaba en confianza porque también se deshizo de los tacones y los dejó sobre la alfombra. Grimmjow utilizó el lente del rifle para observar su cuerpo detenidamente. Sus largas piernas, la estrecha cintura pronunciada por el vestido y el escote modesto que marcaba a la perfección su pecho.

-Ese maldito. Sería una lástima tener que matarla –dijo en voz baja.

Orihime escuchó de pronto que alguien volvía a entrar a la habitación y regresó junto a la fogata, sólo que esta vez se sentó en el piso con las piernas de lado. Ulquiorra se le unió y dejó las dos copas de vidrio y la botella de vino sobre la mesita de centro. Sirvió primero la de Orihime, pero al verla un poco dubitativa llenó la suya y le dio un sorbo para que viera que no había problema. Orihime parecía más relajada luego de eso y se llevó la copa a los labios, pero antes de eso, Grimmjow supo que era momento de actuar. Jaló el gatillo y la bala voló directamente hasta la casa, atravesó el cristal y finalmente hizo añicos la copa, derramando todo su contenido sobre el vestido rojo y luego sobre la alfombra.

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Cuando Orihime escuchó que Ulquiorra había vuelto a la habitación le ofreció una sonrisa y se acercó al fuego.

-¿Te importa que nos sentemos en el piso?

-Para nada –respondió Ulquiorra poniendo la botella y las copas sobre la mesa.

Orihime no alcanzó a leer la etiqueta de la botella, pero no pudo evitar fruncir el ceño al notar la espesura y el extraño color del vino. No es que fuera una experta, pero algo no lucía como ella se imaginaba. ¿Tal vez era de una reserva antigua? ¿Una nueva marca? ¿Vino casero? Ulquiorra se dio cuenta de su vacilación y llenó su copa antes de darle un pequeño sorbo. Orihime comprendió entonces que no había nada malo con el vino como droga o un sedante, así que tomó la copa que Ulquiorra le estaba extendiendo y la llevó a sus labios, pero a medio camino únicamente sintió los cristales en su mano y el líquido tibio chorreando desde su vestido hasta la blanca alfombra. Todo había pasado muy rápido. No hubo ni siquiera un segundo de intervalo entre el estruendo del ventanal roto de la sala y la copa hecha pedazos.

-¿Pero qué…?

Ulquiorra se puso de pie y volteó hacia la calle. Orihime se limpió la mano en el vestido ya manchado y se acercó a él.

-¿Qué fue eso?

El semblante de Ulquiorra se ensombreció cuando detectó una figura caminando a través de su jardín. El hombre de cabello azul arrojó la maleta a un lado con el cañón del rifle todavía asomándose y desenvainó los dos machetes antes de sonreír y pararse en medio de la sala a sólo cuatro metros de ellos. Orihime lo miró con asombro al reconocer al hombre del bar con el que había chocado y que recogió su bolso del piso. ¿Qué estaba haciendo ahí, por qué demonios estaba armado y por qué les había disparado? Porque tenía que ser esa la única explicación, ¿verdad?

Ulquiorra no parecía estar fuera de lugar. Entendía perfectamente lo que estaba sucediendo, al igual que Grimmjow. La única que se mantenía al margen era Orihime. Pero no por mucho tiempo.

-¡Tú! –Bramó la pelirroja señalándolo con un dedo acusador-. ¡Eres el sujeto del club!

-¿Ya lo habías visto? –Preguntó Ulquiorra tranquilamente.

-Sí, chocamos y accidentalmente se cayó mi bolso. Él me lo dio.

-Ya veo, así que fue de ese modo –ahora Ulquiorra se dirigía exclusivamente a Grimmjow, que había permanecido en silencio en la misma posición.

-Sí, es cierto. Ginger y yo nos encontramos en el club –afirmó.

-¿Nadie te dijo que es un club privado? No logro entender cómo te colaste –la voz de Ulquiorra era de desdén y desprecio, como si estuviera burlándose.

-No te preocupes –respondió Grimmjow sin inmutarse-, lo único que debes entender es que voy a matarte.

Orihime ahogó un grito y se llevó las manos a la boca por la declaración. ¿Cómo era posible que alguien llegara y amenazara de esa forma a una persona? Tenía que llamar a la policía. Se giró para tomar su bolso pero en ese momento Grimmjow la señaló con el machete y le ordenó que no se moviera.

-Tienes que salir de aquí, no quiero que estés en medio de todo cuando termine con esta escoria. Si te mato por accidente no puedo hacerme responsable, es un riesgo que no voy a tomar.

-¡Estás loco! El que tiene que salir de aquí eres tú. Voy a llamar a la policía para decirle que le disparaste a un hombre en su casa.

-¿Un hombre? –Grimmjow soltó una carcajada-. Eso no es un hombre, cariño. Lamento romper tus ilusiones.

Ulquiorra frunció el ceño y se acercó lentamente a Orihime. Le pasó un brazo alrededor del cuello y la pegó a su cuerpo poniéndose detrás de ella. Luego, sonrió.

-¿U-Ulquiorra?

El pulso de Orihime se aceleró de repente. Sentía el aliento de Ulquiorra en el oído, pero algo dentro de ella le decía que se mantuviera alerta. De algún modo el contacto no parecía íntimo, sino como si se tratara de un captor y su rehén.

-Déjala ir –gruñó Grimmjow.

-¿Cuándo aprenderás a no meterte en los asuntos de los demás? –Preguntó Ulquiorra-. La última vez que nos encontramos decidí dejarte con vida, y mi única petición, implícita, por supuesto, era que me dejaras tranquilo.

-No puedo hacer eso –respondió Grimmjow negando con la cabeza-. Tengo que matarte, espero que sepas que sigue sin ser personal.

-¿Después de seis meses que estuviste rastreándome? Yo creo que sí lo estás tomando bastante personal.

-¿Rastreando? ¿De qué están hablando? –Orihime respiraba entrecortadamente al tiempo que trataba de entender la conversación o tan sólo un retazo de ella para saber qué estaba pasando.

Grimmjow avanzó con los dos machetes en alto y se detuvo frente a Ulquiorra.

-No lo repetiré una vez más. Déjala ir. Has fallado en convertirla.

-¿Conver…?

-¿Quién dijo algo de convertir? –Preguntó Ulquiorra.

-No puedes negar que esa copa tenía tu asquerosa y putrefacta sangre –exclamó Grimmjow señalando los trozos de cristal esparcidos sobre la mancha roja de la alfombra.

-¿Sangre? –Orihime estaba cada vez más nerviosa. Algo en su mente tenía una ligera idea de lo que podía tratar aquella extraña conversación, pero su yo racional le decía que no era posible, que no existía tal criatura en el mundo. Recordó, sin embargo, su vacilación al querer tomar el vino por su extraña apariencia. Era espeso como la sangre, y aunque el olor estaba bien disfrazado, podía jurar que si olía la alfombra directamente sería una mezcla de uvas fermentadas con hierro.

-Tienes razón. Mi plan era convertir a esta mujer para hacer renacer mi clan, pero gracias a ti no hay forma de poder pedirle que olvide lo sucedido y que beba mi sangre.

Orihime tenía una expresión de asco y terror en el rostro. ¿En serio aquel hombre misterioso y atractivo del club acababa de decir algo sobre beber su sangre?

-Por eso mis planes han cambiado –prosiguió Ulquiorra-. Voy a beber su sangre y tendré que buscar a alguien más para mis propósitos, pero antes de eso te voy a matar. Creo que ya he sido suficientemente indulgente contigo. Estoy harto.

-Estás más hablador que la vez pasada –dijo Grimmjow con una sonrisa de lado-. Y comprenderás, por supuesto, que no voy a dejar que nada de eso pase.

-¿Alguien podía decirme por favor qué demonios está pasando?

Grimmjow suspiró y se agarró el puente de la nariz, buscando una forma de revelarle la información sin hacerla entrar en pánico. No la encontró.

-Este hombre es un Vampiro*. Te iba a dar de beber su sangre para convertirte a ti también, pero, afortunadamente, ahora sólo quiere matarte.

-¡¿Qué?!

-Tranquila, yo estoy aquí para impedir que eso pase –Grimmjow le sonrió para infundirle confianza, pero sabía que era algo tan descabellado como sonaba.

La verdadera cuestión era si lograría salvarla a tiempo antes de que Ulquiorra le rompiera el cuello. Tal vez podría hacer tiempo y lograr que escapara, pero era un arma de doble filo. Ulquiorra aprovecharía cualquier oportunidad para darse a la fuga, y Grimmjow no estaba dispuesto a pasar otros seis meses buscando a ese asqueroso chupasangre.

-¿Quieres saber cómo los encontré? –Preguntó.

-No realmente –respondió Ulquiorra en tono aburrido.

-Puse un rastreador en el bolso de la chica –prosiguió Grimmjow sin hacer caso de la respuesta-. Te vi hablando con ella en el club y supe de inmediato que planeabas algo. Para ser sincero esperaba que te conformaras con un poco de sexo, pero luego caí en la cuenta de que estás tan muerto que probablemente tienes problemas de disfunción.

Ulquiorra frunció el ceño y apretó el agarre alrededor del cuello de Orihime. Sabía lo que Grimmjow estaba haciendo. Trataba de distraer su atención de Orihime para hacer que lo atacara y poder salvar a la chica. Qué táctica tan pobre y obvia, pensó.

-Además, me parece que nunca había visto esa técnica en acción –prosiguió Grimmjow.

-¿Qué técnica?

-Ya sabes, eso de la hipnosis.

Ulquiorra lo miró sin comprender. Grimmjow ensanchó su sonrisa y soltó una carcajada.

-Oh, ya veo. Tal vez la usaste sin darte cuenta.

-No sé de qué…

-No es posible que creas que esta chica vino a tu casa por voluntad propia. No podrás engañarme, conozco tus trucos, señor Chupasangre.

Ulquiorra tensó la mandíbula y el resto de su cuerpo. Orihime sintió la presión aumentando alrededor de su cuello y se retorció para tratar de zafarse.

-S-Si es realmente un…vampiro –dijo Orihime-, ¿por qué…rayos no lo matas para que podamos…terminar con esto?

-No es tan simple –contestó Grimmjow-, no puedo simplemente dispararle, prenderle fuego o apuñalarlo con una estúpida estaca de madera. Los vampiros sólo mueren cuando los decapitas. Comprenderás, pues, que ya que estás en medio no puedo hacer mi trabajo.

-Te haré una pregunta simple, cazador –dijo Ulquiorra-. ¿Es más importante para ti salvar a esta chica o matarme?

-¿En serio tengo que responder? –Grimmjow volteó a ver a Orihime y se encogió de hombros-. Escucha, no tengo nada contra ti, pero haré lo que sea para matarlo.

-Qué consuelo –gimió Orihime, sintiendo temblar sus piernas al verse apresada en los brazos de la muerte.

Ulquiorra, sin embargo, no se creyó ese cuento de sacrificar una vida humana con tal de atraparlo. Si le diera la opción a Grimmjow, escogería sin duda salvar a Orihime. Claro que esto no era cien por ciento seguro, pero Ulquiorra se convenció de que era la única carta que podía usar a su favor.

Apartó el brazo del cuello de Orihime y la arrojó violentamente hacia Grimmjow, quien tuvo que bajar deprisa los machetes para no enterrárselos en el cuerpo. Ulquiorra echó a correr hacia la casa, no era viable arriesgarse a salir por el hueco de la sala.

Grimmjow tiró las armas y alcanzó a agarrar a Orihime antes de que cayera al suelo. Había perdido a lo mucho tres segundos, pero eso fue más que suficiente para que Ulquiorra escapara.

-Quédate aquí –ordenó Grimmjow tomando sólo uno de los machetes y corriendo hacia donde Ulquiorra había desaparecido.

Orihime no alcanzó a responder, sólo vio la espalda de Grimmjow perderse entre la oscuridad y el brillo plateado del machete debido al fuego de la chimenea. Sentía que si daba un sólo paso en su dirección se desvanecería como el vapor en el cielo.

Grimmjow redujo la velocidad cuando se dio cuenta de que no sabía qué dirección había tomado Ulquiorra. Cabía la posibilidad de que estuviera esperándolo detrás de una puerta, listo para atacar y romperle el cuello, en el mejor de los casos. Cada paso que daba parecía hacer rechinar la madera del piso, revelando inevitablemente su posición. Lo cual, a su vez, era un arma de doble filo.

Grimmjow se quedó quieto y acompasó su respiración al ritmo de sus latidos para poder agudizar sus sentidos. Cualquier raspón, paso, rasguño o suspiro sería suficiente para encontrarlo. Los vampiros podían ser muy silenciosos, pero Grimmjow podía adoptar una faceta animal y guiarse por sus sentidos e instintos si así lo quería. Era una técnica que le había salvado la vida en muchas ocasiones. Su as bajo la manga.

Escuchó crujir el marco de madera de una puerta o ventana proveniente del sótano. Tal vez había otra salida de la casa y el vampiro iba a usarla para escapar. Tal vez era una táctica para hacerlo bajar y guiarlo a una trampa. De cualquier forma Grimmjow tenía que ir a su encuentro.

Bajó las escaleras lo más silencioso que pudo y trató de buscar un interruptor, pero estaba más concentrado en sentir alguna presencia en la cercanía. Sintió un golpe en la mandíbula que lo mandó al suelo y la mano que sujetaba el machete hacía unos momentos estaba vacía.

-Debiste irte cuando tuviste la oportunidad –dijo Ulquiorra fríamente.

Grimmjow se levantó y alcanzó a vislumbrar al vampiro por la luz de la luna y de las farolas de la calle que se colaban por la rendija de la pequeña ventana. Ulquiorra estaba de pie frente a él con las manos en los bolsillos, una actitud muy relajada tratándose de una pelea de vida o muerte. Grimmjow vio que el machete estaba justo detrás de Ulquiorra, lejos de su alcance.

¿Qué debía hacer?

Antes de terminar de formular la pregunta, se abalanzó sobre el vampiro y lo derribó. Se sentó a horcajadas y lo golpeó casi a ciegas. Ulquiorra ni siquiera hizo una mueca de dolor. Aquella furia que caía sobre él le hacía cosquillas y nada más. Tomó a Grimmjow de las piernas y cambió los papeles. Ahora era Grimmjow quien estaba siendo golpeado. La sangre manaba por su labio roto y por la nariz. Muy pronto el ojo izquierdo tendría un corte, más hinchazón o un derrame.

Grimmjow no trató de protegerse la cara, sino que palpó el piso en busca del mango del machete para matar al vampiro. Ulquiorra se dio cuenta de lo que trataba de hacer y logró estirarse para tomar el arma antes de que Grimmjow lo hiciera. Por su parte, prefería acabar con ese cazador con sus propias manos, pero no estaría mal tomar venganza por su clan aniquilado seis meses atrás. Levantó el machete para cortar la cabeza de Grimmjow y el sonido de un tajo limpio llenó el aire.

Grimmjow abrió los ojos al sentir el líquido empapando su rostro. El torso sin cabeza de Ulquiorra estaba todavía encima de él y lo arrojó a un lado para incorporarse todavía sin saber muy bien qué había pasado.

Orihime estaba de pie frente a él con el segundo machete empuñado firmemente. Temblaba ligeramente de pies a cabeza, pero no hubo pánico ni grito de horror ante el cadáver de Ulquiorra.

Grimmjow se puso de pie y le quitó el machete sólo en caso de que tratara de usarlo contra él en un acto reflejo. La tomó por los hombros y la hizo mirarlo a la cara.

-¿Estás bien?

Orihime asintió un par de veces y luego se estremeció. No podía dejar de ver la cabeza decapitada. Grimmjow la hizo volverse y la guió a las escaleras para salir del sótano y de la casa.

Se sentaron en el porche lado a lado. Grimmjow se levantó para ir por sus cosas y por la chaqueta de Orihime. Se la pasó por encima de los hombros y frotó sus brazos para tranquilizarla.

-De no haber sido por ti ya estaría muerto –confesó.

-Yo…no sé lo que hice. Maté a un hombre. ¿Cómo sé que estabas diciendo la verdad? Quiero confiar en ti pero…

-Entonces hazlo. No tengo motivos para mentirte.

Orihime desvió la mirada y juntó las manos en su regazo.

-¿Qué va a pasar ahora? Habrá una investigación. De seguro mucha gente escuchó la pelea.

-Tengo algunos amigos que me deben favores. No te preocupes por eso.

Se hizo un silencio prologado. Ninguno de los dos sabía qué más decir.

-Creo que estamos a mano. Yo te salvé y luego tú me salvaste –dijo Grimmjow.

-Supongo.

-¿Quieres que te lleve a casa? –se ofreció-. Estás descalza y cubierta de sangre.

Orihime sonrió. Era una buena idea, pero ya había aprendido la lección. Jamás aceptar invitaciones de un completo extraño.

-Creo que tomaré un taxi –dijo al fin.

Se puso de pie y luego se inclinó para darle un beso en la mejilla a Grimmjow.

-Por cierto, no me dijiste tu nombre. Soy Orihime.

Grimmjow le estrechó la mano y le devolvió la sonrisa.

-Mucho gusto, Orihime. Puedes llamarme Batman.

FIN

7u7 ¿qué tal? Espero que les haya gustado. Ese final fue tan asdfghjkasdfghjk.

Vampiro*: probablemente es la criatura más famosa de todas y en esencia funciona casi igual a la tradición, sólo que en Supernatural estas criaturas convierten a los demás dándoles de beber su sangre y si muerden es para alimentarse. Si beben sangre de un hombre ya muerto es como veneno para ellos, pero sólo puedes matarlos si les cortas la cabeza.