CAPITULO I

"COMPROMISO"

Esta historia tiene sus inicios en Escocia a mediados del siglo XIX, en una preciosa región campesina a las afueras de una pequeña ciudad rodeada de árboles, ríos y por supuesto lagos. Justamente a orillas de un lago se levantaba con imponente orgullo el castillo del clan Andrew, el más importante y poderoso de aquel lugar.

En el castillo vivían la matriarca de la familia, la tía abuela Elroy, con su sobrina Sara, la viuda Leegan y su única hija, Eliza. Además tenían como huéspedes a Anthony y a Annie Brown, cuyos padres murieron en un incendio. También vivía una joven muchacha llamada Candice White: ella era de cabello rizado y rubio hasta la cintura, un par de ojos verdes que semejaban un par de esmeraldas, pequeñas y diminutas pecas en la nariz y una inteligencia y dulzura incomparables.

Aquellos años eran cruciales para Candice, puesto que a sus 16 años debía contraer matrimonio, como la tía abuela lo había acordado desde que se hizo cargo de ella tras la muerte de sus padres. La madre de Candice murió al momento del parto, y su padre en el incendio de una bodega junto con los padres de Annie y Anthony, por ello la anciana los adoptó a los tres como hijos, aunque Candice no lo era del todo gracias a la reputación de su padre.

Era una mañana soleada de mayo, Candice se escapo del castillo para reunirse en secreto con el hombre que la había hecho sentirse como la persona más feliz de la tierra. La cita seria a las cuatro en punto, no obstante, Candice salió con media hora de anticipación, pues presentía que su amado también haría lo mismo.

Candice llego a la orilla del lago buscando la masculina figura de su amante con gran impaciencia, pero no lo hallaba. La joven aprovechó para sacudirse las enaguas de su vestido llenas de hojas secas, parecía árbol de navidad lleno de miles de diminutos adornos. Realmente fue difícil terminar de arreglarse para la ocasión, su cabello estaba un poco maltratado por culpa de las ramas que se le enredaron en el camino, era casi imposible cepillarlo, afortunadamente el agua del lago le brindó una muy buena ayuda a dúo con sus manos.

Al volver la vista hacia un gran árbol, pudo ver a su amado de pie con esa gallardía que lo caracterizaba y seducía a un punto increíble, y más aun con su angelical rostro.

-¡Albert! -gritó la joven corriendo directamente a los brazos del joven-Tenia tantas ganas de verte.

-Igual yo -agregó este-No te imaginas lo que sufrí con tal de que este día llegara, sólo quería verte.

-Ojala y este momento durara para siempre-dijo Candice con tono apasionado en su voz.

Albert apoyo los deseos de Candice en silesio hundiendo la cara en los bucles dorados de esta, anhelaba el día en que se casarían, como lo había jurado.

-Albert -le llamó ella aun aferrada al cuello de este.

-Dime, amor -musitó este levantando su rostro para mirar el azul cielo.

-En estos días he escuchado a mis tías hablar sobre mi vida -continuo ella-dicen que ya estoy en edad para contraer nupcias, ellas lo hicieron más jóvenes… lo que quiero decirte es que… deberías pedir mi mano en matrimonio, así no tendríamos que escondernos más ni reservar nuestra pasión. ¿Qué me dices?

-Es verdad, ¿Te parece bien la próxima semana?

-¿Por qué no mejor hoy?

-Pues porque mis padres vendrán de visita la próxima semana y quiero presentarte, de esa manera ellos te conocerían y yo podré hablar con tu tías.

Candice no dijo más, sólo sonrió en señal de aprobación ante la propuesta del ojiazul. Pero estaba equivocada si creía que se le permitiría elegir a su marido, su tía abuela ya lo había hecho desde que era pequeña. El hombre elegido para la joven era Terrence G. Grandchester, el primogénito del duque de Grandchester, uno de los hombres más ricos y poderoso de toda Inglaterra.

A las cinco de la tarde, como era costumbre, la tía abuela Elroy, la tía Sara y la prima Eliza se sentaron a tejer en una pequeña terraza que tenía una preciosa vista al lago. Fue justo en ese momento cuando a la tía Sara se le ocurrió sacar un tema de conversación, eligiendo por su puesto, uno sobre el compromiso de Candice.

-¿Cuándo piensa celebrar el compromiso?-preguntó la tía Sara.

-A finales de mes, espero -respondió la dama con seriedad- le envié una carta a Richard Grandchester para informarle que Candice ya está lista para contraer nupcias con su hijo.

-Pero tengo entendido que ella, Candice, no lo sabe -agregó Eliza con una sonrisa ladina.

-Claro que debe saberlo… desde pequeña le hable de su futuro al lado de Terrence, pero luego de la muerte de su padre no le dije más…

Las tres mujeres callaron y continuaron con la labor en silencio, igual a como comenzaron, tratando de olvidar aquel incendio en donde perdieron a varios seres queridos, desde familiares hasta sirvientes, entre ellos los padres de sus nietos, sobrinos y primos. Una lagrima rodó por la mejilla de la tía abuela, el dolor que paso aquel día fue tan grande, que todavía estaba presente como una herida en su alma frágil y vieja. Luego se puso de pie y le dijo a sus acompañantes:

-Cuando Candice llegue, díganle que vaya a mi cuarto.

-Como usted diga -respondió Eliza.

Mientras tango, en Londres, El castillo de los Grandchester estaba lleno de alegría gracias a la noticia que se acababa de anunciar, Terrence se iba a casar. El duque tuvo que mandar traer a su hijo desde Francia, donde lo tenía recluido y alejado de su lado, ya que el origen de Terrence era una mancha para el apellido Grandchester.

El joven Terrence se encontraba cabalgando en el extenso jardín del castillo, gozaba de su libertad como nunca, pero no estaba feliz como todos creían en el lugar, desde siempre le había hecho falta algo más que el lujo y la comodidad.

-¡Mi Lord!-le llamo uno de sus sirvientes a lo lejos.

-¿Qué diablos quieres, Ryan?-preguntó frenando el caballo frente a este.

-Su padre quiere hablarle, creo que es sobre su compromiso con la señorita Candice White Andrew.

-Es verdad, estoy comprometido -musitó frunciendo el ceño-dile que ya voy.

-¿Puedo preguntarle algo, mi Lord?

-¿Qué es?

-¿Cómo es su prometida?

-No sé, no le conozco en persona, a decir verdad creo que solo a vi una vez cuando era pequeño, pero no la recuerdo.

-Pues yo he oído que es muy hermosa; ojos verdes, cabello dorado, rizado hasta la cintura y grácil figura. Además de que es muy dulce y amable.

Ryan no se dio cuenta, pero en ese momento Terrence cerró los ojos para imaginarse mejor a su futura esposa y deseó conocerla para ver si su belleza era tentadora.

Candice volvió a su casa al atardecer, por suerte nadie se dio cuenta de su ausencia y al recorrer el pasillo que la llevaba a su cuarto se cruzo con Eliza, su prima. La chica le dijo a la rubia que su tía abuela desbaba hablar con ella en su cuarto, Candice sólo pudo acatar la orden y se dirigió a los aposentos de su tía abuela.

Al entrar al cuarto de la tía abuela le encontró sentada ante su tocador, acomodando su elegante peinado con mucho cuidado y esmero.

-¿Qué se le ofrece, tía abuela? -preguntó Candice con miedo, temía que hubiera descubierto su relación con Albert antes de tiempo.

-Quiero hablarte sobre tu boda.

-¿Mi boda?... Pues… aun no sé…

-¡¿Cómo que no sabes? -se sorprendió la tía abuela-¿acaso te olvidaste de Terrence G. Grandchester, tu prometido?

-¿Terrence? ¿Mi prometido?

Continuara….