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Estos sentimientos no se detendrán.
Y lo sabe, mierda, claro que lo sabe. ¿Cómo demonios no iba a saberlo? Pero es terco y no quiere darle su brazo a torcer, ni siquiera a la misma vida.
¿Y por qué tenía que ser él?
Si lo quería tanto… que siente que va a vomitar.
Y lo hace.
Los pétalos caen y caen.
Y vuelven a caer.
¿Por qué él?
Aquello era lo más frustrante.
A duras penas empezaron a hablar, apenas estaban entablando algo parecido a una amistad… pero él le entendía tan bien. Le daba tanto cariño, le miraba con esos ojos tan brillantes y hermosos… que no pudo resistirlo.
Se enamoró.
Y ahora está pagando el precio.
Incluso si era una pérdida de tiempo, no renunciará a lo que siente.
Era una estupidez.
Lo sabe.
Lo siente… pero no puede.
Y cuando él llega un día, pálido, y con lágrimas en los ojos… siente que fue lo correcto, que esperar era lo que ambos necesitaban.
—Me gustas. —La voz de Aoyama se quiebra, pero no vacila. —No, es más profundo… te amo.
No necesitan palabras.
No necesitan nada.
Aoyama había entendido el mensaje antes de que Bakugo le besara.
Los pétalos no volvieron a caer.