Doy tres golpes a la puerta. Nadie responde. Escucho pasos tras la puerta. Unos segundos después ésta se abre, tras de ella esta Varonil Dan. Esta parado como una inmensa muralla de musculos que se trasparentan por su ajustada playera. LaNo tiene myor rutina de ejercicio que la ruda vida de Leñador.

"Buenos días Señor Corduroy ", digo, temeroso, intimidado por aquel inmenso hombre.

"Flacucho ¿qué haces aquí?", contesta el Varonil Dan al verme.

"Yo...", digo, antes de hacer una pausa para tragar saliva, hidratando mi garganta, reseca por los nervios,"¿Está Wendy?".

"No, no está", dice.

"Oh, bien. Gracias señor Corduroy, que tenga buen día", me giro y rápidamente doy algunos pasos, casi corriendo, en dirección opuesta a la puerta, pero de repente siento su fuerte mano posándose sobre mi hombro, deteniendo mi caminar.

"No está Wendy por que salió con sus hermanos".

Sonrío al saber lo que estaba por venir. Él me hace girar y me carga tomándome de las costillas, acercándome a su musculoso cuerpo. No le cuesta trabajo alguno, como si yo no pesara nada. Yo me aferro a su fuerte cuerpo. Con mis piernas rodeo su cintura y mis manos van a su nuca. Empiezo a sentir como, debajo de su pantalón, su miembro va ganando dureza. Comenzamos a besarnos. Él lleva el ritmo, desesperado, como si no hubiera mañana. Entramos a su casa, cierra la puerta tras de sí. Nuestros encuentros son esporádicos, él es padre soltero y cuando no está trabajando está al cuidado de sus hijos, por eso nuestros encuentros son tan pasionales.

Me conduce a su habitación. La habitación que ha sido testigo de muchos de nuestros encuentros. Él se sienta a la orilla de la cama, yo término sentado en su regazo. No hemos dejado de besarnos. Quita mi sudadera, y luego toma las orillas inferiores de mi playera para retirarla por encima de mi cabeza. Tuve suerte esta vez, ya que es común que él rompa mis playeras en pedazos, desesperado por probar mi cuerpo. La primera vez que me desnudé ante él, sentí vergüenza. Mi cuerpo es esbelto y ligeramente marcado pero nada que ver en comparación con su increíblemente musculoso cuerpo. A él no le importa, es más, a él le gusta así. Nunca se cansa de mi cuerpo, siempre lo devora hambriento. Besa y succiona mis rosados pezones, rozando mi piel con su abundante barba. Yo también necesito su cuerpo, beber de su salado sudor. Le quito su ajustada playera, liberando aquel increíble cuerpo. Al instante saltan sus inmensos músculos, cubiertos de un tupido pelaje rojizo. El perfecto cuerpo de un macho.

Me arrodillo entre sus piernas y beso cada uno de sus músculos. Él parece disfrutarlo. Desabrocha su pantalón, sé lo que viene. Abro su pantalón y saco su descomunal miembro, que sale erecto, orgulloso y soberbio. No espero más, de inmediato comienzo a bombear su miembro en mi boca. Mientras mis manos trabajan sus peludos testículos. Ahora me era fácil, pero tardé mucho en adaptarme a su tamaño. Durante los primeros encuentros, mi mandíbula, al igual que mi culo, quedaba adolorido por días.

Los minutos pasan y él me pone de pié, quita mi pantalón y el resto de ropa qué me cubre. Apenas quedo desnudo, me vuelve a sentar entre sus piernas. Aprovecha esta situación y lleva sus enormes dedos ensalivados a mi interior. Al principio él no lo hacía, me penetraba sin cuidado alguno, pero ahora sí. Y no sólo lo hace para dilatarme, sino también porque le ha encontrado el gusto a jugar con mis entrañas. Yo lo estoy disfrutando, me aferro a sus fuertes hombros y restriego mi cuerpo contra el suyo. Nuestros labios danzan al ritmo de nuestros apasionados besos. Mi orificio está listo y él lo sabe, conoce muy bien mi cuerpo, posiblemente mejor que yo.

"¿Estás listo?, pregunta sólo para confirmar. Su voz sale en medio de los ahogados bramidos que está dando.

Yo asiento, moviendo mi cabeza.

Él me toma por la cintura y me eleva un poco. Me acomodo, pongo mis pies sobre la cama a cada lado de su cintura, y él comienza a clavarme en su miembro. Me ha preparado bien, entra con relativa facilidad, tomando encuentra su tamaño. Una vez que lo tengo dentro, tomamos y aprovecho, tomó su rostro entre mis manos para volverlo besar.

"Hagámoslo", digo.

Lo tomo de los hombros y él de la cintura, empiezo a cabalgarlo, una y otra vez, mientras él bombea mi miembro. Dice que nunca había tenido tanto placer en su vida hasta que estuvo conmigo. Yo no le creería pero sus bramidos, los espasmos de sus músculos, su cuerpo no miente, todo en él confirma que nunca ha tenido tanto placer. Mi cuerpo tampoco miente, varios minutos después llegó a mi clímax. Derramó mi esencia entre su vientre y el mío. El no se detiene, aun le falta mucho para llegar. Siempre es así, el resiste hasta cuatro veces más que yo. A mí no me disgusta sino todo lo contrario, creo que soy yo el que lleva la mejor parte.

De pronto se escucha la puerta de la entrada abrirse. Nos detenemos al momento. La casa se llena del ruido de un montón de pisadas.

Sus hijos han llegado. Rápidamente me levantó y comienzo a vestirme. El hace lo mismo pero se toma su tiempo.

"¿Padre estás ahí?, pregunta Wendy del otro lado de la puerta.

Yo me dirijo a la ventana para salir pero él toma mi mano para detenerme.

"Sí, estoy aquí", dice él.

"Ya llegamos", repite mi novia.

Él toma mi cintura con una mano y con la otra mi nuca, me acerca a él y me besa tan apasionadamente como puede. No sabemos cuando sea la próxima vez que nos veamos.

"¿Padre estás bien?", pregunta Wendy.

"Sí, bien", conteste él. Me deja libre aun que puedo ver que no quiere hacerlo.

Las voces del resto de sus hijos se arremolinan detrás de la puerta, están entusiasmados y quieren hablar con él, tiene que abrir. Camino a la ventana, no ha dejado de verme, y pongo un pie fuera. Agito mi mano para despedirme. Él repite el gesto. Yo salgo corriendo tan rápido como puedo. He avanzado algunos metros cuando siento frio en mis brazos. "Idiota", me digo a mi sino en voz baja, había olvidado mi sudadera. Me detengo y pienso en regresar por ella pero me doy cuenta que es un idea muy tonta. No tengo otra opción que continuar con mi carrera. Sólo espero que lo nuestro no sea descubierto por culpa de mi olvido.