Buenaasss... aqui ando denuevo jeje... informarles que este nueva historia es una adaptacion de una novela que lei... espero que les gustee... es muy lemonn... :P... gracias.. i k lo disfruten

El ángel caído

Cuando Rukia decía que era cazavampiros, la primera reacción de la gente era quedarse boquiabierta y luego preguntar: ¿Vas por ahí clavándoles estacas a sus malvados y corruptos corazones?

Vale, quizás esas no sean las palabras textuales, pero el significado era el mismo: Y eso le daban ganas de buscar al imbécil que se inventó eso aya por el siglo XV, aunque seguramente los vampiros ya lo hayan hecho. Rukia no le clavaba estacas, simplemente los rastreaba, los metía en una bolsa y se lo devolvía a sus amos: los ángeles, a cambio de una suma de dinero, mas la prima de peligrosidad (que era muy cuantiosa).

Rukia una mujer d estatura media, pelo negro como la noche y ojos azules violáceos se encontraba en Bronx en una misión, no le resultó nada difícil ya que era un vampiro muy joven que creía poder librarse de un contrato con un ángel.

Le dieron órdenes de llevarlo al aeropuerto donde lo mandarían de nuevo a Australia junto con su amo.

-Ya está listo, chicos.

El jefe de los guardas la miró de arriba abajo con sus peculiares ojos azul turquesa.

-Ninguna herida, impresionante… -Le entregó el sobre –la transferencia ya a sido realizada a su cuenta del Gremio, tal como quedamos.

Elena observó el contenido del sobre y enarcó una ceja.

-El señor Ebose a sido de lo mas generoso.

-Es un extra por haber capturado al objetivo antes de tiempo. El señor Ebose tiene algunos planes para él.

Rukia se estremeció. El problema de ser casi inmortal era que podían hacerte lo que quisiera sin que murieras. En una ocasión Rukia vio a un vampiro al que le había arrancado todas sus extremidades… sin anestesia. Cuando llegaron para ayudarlo vieron que ya había perdido la razón ya la cordura.

Los ángeles solo Convertían a unos mil vampiros al año. Y por lo que ella sabía, los aspirantes ascendían a centenares de miles. No entendía por qué. Ella pensaba que era mejor vivir libre y convertirse en polvo cuando llegara la hora, que acabar dentro de un cajón de madera esperando a que tu amo decida tu destino.

Elena guardó el sobre en un bolsillo de su pantalón.

-Por favor, agradézcale al señor Ebose su generosidad.

-Supongo que no estará comprometida. –El hombre echó un vistazo a los censillos pendientes de aro. Nada de oro de matrimonio. Nada de ámbar de compromiso. Sin embargo, n cometió el error de creer que él quería una cita.

-No. Y también se han terminado mis compromisos laborales.-Prefería terminar bien su trabajo antes de comenzar otro-. ¿Desea el señor Ebose que atrape a algún otro desertor?

-No. Es un amigo suyo quien requiere de sus servicios. –Le entregó otro sobre, esta vez sellado-. La cita es a las ocho en punto de la mañana. Por favor, asegúrese de aparecer, el asunto ya a sido arreglado con su Gremio y se ha hecho el depósito.

-Claro, ¿dónde será el encuentro?

-Manhattan.

Rukia se quedó helada. Solo había un ángel para quién bastaba esa única palabra como dirección. Incluso los ángeles tenían jerarquía y ella sabía muy bien quién estaba en la cima. Sin embargo, el miedo desapartó tan rápido como apareció. Era imposible que el señor Ebose, por muy poderoso que sea , conozca a un arcángel, a un miembro del Grupo de los Diez que decidía quién era Convertido y quién efectuaría la Conversión.

-¿Hay algún problema?

Elena levantó rápidamente la cabeza al oír al guarda.

-No, por supuesto que no. –Miró su reloj-. Será mejor que me vaya. Por favor, salude de mi parte al señor Ebose.

Al llegar a casa, se quitó las botas de una sacudida y se dirigió a la ducha. Por lo general, seguía el ritual de quitarse la mugre y aplicarse las cremas y perfumes que coleccionaba. Sin embargo, esta vez no tenía ganas de mimarse. Se desnudó, se frotó con rapidez para quitarse el olor a vampiro cagado de miedo, se puso el pijama de algodón y se cepilló el pelo mientras se preparaba una taza de café, ya hecho puso la taza en la mesita justo al lado de la carta que le dio el guarda y no pudo aguantar mas la curiosidad que tenía por ver el contenido de ese sobre: rasgó el sobre.

El papel era grueso; la letra, elegante… y el nombre que había al final de la página aterradora, lo bastante como para coger sus cosas y salir de allí pitando.

"Sería un honor para mí que se reuniera conmigo para desayunar, a las ocho en punto de la mañana"

Ichigo

No había ninguna dirección, pero no era necesaria. Alzó la vista para contemplar la columna iluminada de la Torre del Arcángel a través del gigantesco ventanal que tenía. Uno de sus placeres secretos era sentarse y ver como alzaban el vuelo desde la terraza más alta de la torre. Por la noche eran sombras suaves y oscuras. Durante el día, sus alas brillaban bajo el sol y sus movimientos eran increíblemente elegantes. Era la única vez que los veía comportarse de forma normal ya que por lo general eran fríos y distantes.

Al día siguiente ella estría allí arriba, en aquella torre de luces y cristal. Aunque no iba a reunirse con aquellos ángeles jóvenes y accesibles. No, al día siguiente se sentaría frente al arcángel en persona.

"Ichigo."

Rukia se inclinó hacia delante con el estómago revuelto.