Incluso mejor que en Hollywood.
Las personas son capaces de sentir cuando alguien más es peligroso.
Posiblemente sea un instinto animal, enterrado bajo años de evolución.
…Quizá por esa misma razón no muchos le hacen caso y terminan involucrándose con seres humanos que resultan tóxicos para su alma y cuerpo.
Sin embargo, si se presta detenida atención a todo aquello que el inconsciente grita, también será posible escuchar cuando una voz diga "esta persona".
Para Viktor no fue como lo describen en las películas o novelas románticas (no es como que hubiera visto o leído muchas… O quizá sí, pero el mundo no tenía por qué enterarse de ello): No hubo fuegos artificiales, el cielo abriéndose, o coros celestiales que le hicieran decir sin error alguno que se había "enamorado".
Tampoco hubo una necesidad enfermiza de monopolizar al otro, queriendo convertirse en el mundo entero para él. No, no.
Eso sí, hubo mucha champaña de por medio. Y un tubo que pareció materializarse de la nada (seguramente, en base a la "magia" de Chris).
En realidad, fue muy simple. Y en retrospectiva, mucho mejor: Se topó con los ojos ajenos…. Y pudo leer cosas ahí que le interesaron. Que le generaron ganas de conocer más. Que provocaron su sonrisa.
"Curiosidad" sería un término válido. Pero lo que el patinador ruso no sabía, es que esa curiosidad fue impulsada por algo muy profundo dentro de sí que le gritó con fuerza "Quiero conocer más de esta persona. Quiero saber qué le impulsa. Qué le hace reír. Qué le hace llorar. Qué le puede fortalecer. Qué cosas ama… Cómo ama".
No, él no podía darse cuenta del mensaje que su propio inconsciente le quería hacer llegar, ocupado como estaba en el plano consciente de calmar el latido de su corazón.
Un corazón que hacia mucho no tenía ese ritmo, tan nervioso y exaltado. Inclusive bailar sobre la pista no le llenaba con la misma energía que antaño ocurría.
Por tanto, se sentía descolocado. Perdido, hasta cierto punto, porque no sabía cómo reaccionar a esa situación: A esa sonrisa que inevitablemente se había formado en sus labios mientras bailaba de una manera que nunca había hecho sobre la pista de hielo, impulsado gracias al alcohol por un lado, y por el otro gracias al joven japonés que había perdido toda noción de la etiqueta y las convenciones sociales tras la ingesta de sólo Dios sabrá cuántas copas de champaña.
Bendita sea la champaña.
Viktor estaba acostumbrado a sonreír siempre: A las cámaras, a los fans, a otros concursantes. Siempre elegante, siempre amistoso… Siempre calculador. Sus gestos ya eran una parte de esa máscara llamada "Viktor Nikiforov, la leyenda viviente del patinaje" que había construido con la intención de mantenerse en soledad y alejar a otros seres humanos sin que estos notasen que no planeaba ser sincero con ellos.
Después de todo, era la única forma en que –consideraba- podía volverse verdaderamente fuerte.
Por tanto, ¡por supuesto que le desestabilizó el encontrarse riendo mientras bailaba en medio de un lugar donde no debía, en compañía de ese joven que se mostraba tan auténtico en ese momento!
Por supuesto que le generó curiosidad el que ese joven, con quien nunca había convivido, le sacara sonrisas sinceras tan fácilmente.
…Por supuesto que se encontró contemplando con fascinación los ojos brillantes del menor.
…Por supuesto que su corazón comenzó a latir con fuerza, indicándole que estaba experimentando algo desconocido pero digno de vivirse.
Algo que en ese momento todavía no podía nombrar aunque lo intentase. No contaba con los conocimientos y experiencias necesarias para poder identificar lo que comenzó a surgir en su interior cuando escuchó las palabras "Be my coach, Viktor!".
No podía, y eso estaba bien.
No había razón para apresurarse.
La respuesta llegaría eventualmente en forma de sorpresas, platos de katsudon, pasos de baile, piruetas, saltos viajes en avión, conversaciones, festivales, promesas, desacuerdos, anillos, lágrimas y muchas otras vivencias que Viktor Nikiforov nunca hubiese podido vislumbrar ni en sus sueños más locos.
¿Lo más gracioso del asunto?
Yuri Katsuki, tampoco.
Pero estaba bien.
Porque entonces, ninguno de los dos dejaría de sorprenderse del vínculo que habían llegado a desarrollar entre ellos cuando el tiempo les dio la oportunidad. Cuando ellos se dieron la oportunidad. Fuerte, noble y bello.
Vínculo que comenzó a gestarse cuando finalmente, y tras muchos años de Yuri admirando unilateralmente al Dios Viktor, ambos patinadores clavaron sus ojos en el otro… siendo únicamente lo que realmente eran: humanos.
Es cierto: en el momento fueron incapaces de identificar el sentimiento que nunca sería igual a ese que describen en las películas, los libros o las canciones.
Ese sentimiento que decidieron llamar "amor. Intangible, y sin embargo… más real que los anillos de oro que confirmaban su lazo a ojos de todo el mundo, y que con su brillo les recordaban todos los días lo maravilloso que era existir al mismo tiempo que el otro.
Al lado de alguien con quien sólo podían caminar en una dirección:
Hacia delante.
